Contenido creado por Martín Otheguy
Entrevistas

El gran salto

Entrevista con Black Keys

Este martes 2 de abril se inaugura el Rock'n Fall en el Teatro de Verano, con la presencia central de los multi-premiados Black Keys. Con Patrick Carney, una de las cabezas del monstruo bicéfalo en que se ha convertido la banda estadounidense, dialogamos sobre el largo camino a la fama y las vueltas insospechadas de convertirse en una celebridad.

01.04.2013 13:10

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2013-04-01T13:10:00-03:00
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Por Martín Otheguy

Hay unas cuantas cosas que agradecerle a la ola de bandas de rock garagero y aire retro que comenzaron a reproducirse como hongos a principios de este siglo, más allá del abuso en la repetición de fórmulas, el saqueo a décadas pasadas y la tendencia a generar imitadores superfluos. Mantuvieron a raya al nü metal que venía popularizándose desde mediados de los '90 y le quitaron espacio a las boy bands de pop programado que se extendían como una micosis en la escena musical. Entre tanta resaca que suele acompañar a este tipo de corrientes, un puñado de grupos auténticos se coló al mainstream para devolver la fe en el rock de guitarras y recordar unas cuantas lecciones de historia que no debían ser olvidadas. La explosión fue luminosa pero relativamente breve, y la mayoría de aquellos grupos fueron deshilachándose en la nada, con mayor o menor justicia. 

Los Black Keys nacieron en ese contexto, pero tuvieron la suerte de no entrar en la primera cresta de la ola. Nutridos también de las mismas fuentes, aunque con una pata más afincada en el blues y los sonidos más puros y salvajes, pudieron preservar su identidad gracias a que la popularidad les llegó tarde, cuando ya terminaba la primera década del siglo. Desde entonces, el dúo que formaron Dan Auerbach y Patrick Carney en Akron, Ohio (la tierra de los grandiosos Devo), logró sobrevivir y superar en éxito a toda aquella camada de principios de siglo, en base a una relectura garagera del blues y la mano alquimista del productor Danger Mouse (Brian Burton), capaz de convertir en una sustancia nueva las múltiples influencias de décadas de música. Su último álbum, "El Camino", le valió tres premios Grammy y dos millones de discos vendidos sólo entre Norteamérica, Australia y Europa.

"El Camino" es justamente una batidora de soul, blues, rock, algo de psicodelia, melodías espesas y riffs de guitarras que reverberan en los huesos y hacen resonar la médula espinal. El resultado, pervertido por muros compactos de sonido, es similar a meter en una galera a los T-Rex con una banda de soul y hacerlos azotar por los Stooges y los Clash.

Este 2 de abril, en la apertura del festival Rock`n Fall en Montevideo, la banda estará presentándose en el Teatro de Verano junto a Santullo, motivo de sobra para dialogar con Patrick Carney, la mitad de ese monstruo bicéfalo que forman los Black Keys.

Carney, pese a escudarse detrás de la batería en los shows en vivo, es el más verborrágico de los dos integrantes del grupo. El baterista, que mide más de un metro noventa de altura, luce lentes de marco grueso demasiado grandes como para darle un look definitivamente hipster y tiene un aspecto general de ingeniero informático caído en la legión indie, conoció a Auerbach en 1988, cuando ambos eran escolares en Akron. En aquella época estaban muy lejos de la música, cuenta Carney, que recuerda compartir con su ahora colega de ruta algunos partidos de fútbol y asegura que de escuchar música "probablemente fuera algo horrible, tipo Paula Abdul".

El cambio no se produjo hasta que llegó Nirvana, explica a Montevideo Portal el baterista, co-productor y co-compositor de los Black Keys. "Lo que sucedió fue que apareció Nirvana y me obsesioné con la banda. A través de ellos llegué a los grupos que los habían influido, y a los 14 años ya estaba escuchando más que nada bandas indie. Y con respecto a Dan él estaba más metido en el blues que cualquier otra cosa, y fue así durante todo el liceo, no comenzó a escuchar grupos clásicos de rock quizá hasta los 21 años", recuerda.

A los 12 le regalaron su primera guitarra, pero Carney descubriría años después que su futuro estaba en realidad detrás de los parches de la batería, aunque nunca la estudiara profesionalmente y tenga desde entonces un estilo particular y desordenado.

No fue hasta los 16 años cuando comenzó a reunirse con Dan Auerbach para tocar música, empezando a fusionar su pasión por las bandas indie con las influencias más tradicionales del blues que arrastraba su socio guitarrista. "Solíamos andar juntos con Dan solamente para tocar música. Él venía a casa porque yo tenía una batería , aunque me consideraba más que nada guitarrista en esa época, pero quedó claro que él era mucho mejor que yo, por lo que terminé tocando la batería. Solíamos grabar muchas cintas después del liceo, aunque no estábamos haciendo realmente canciones. No lo hicimos hasta agosto o setiembre del 2001 cuando decidimos formar una banda, por la época del 9/11", cuenta. El resultado fue "The Big Come Up", un disco del 2002 que pasó inadvertido mientras los Strokes y los White Stripes comenzaban a colgar en las paredes sus primeros discos de oro y platino.

La comparación con los White Stripes, también un dúo con influencias de blues rock, es una de las pocas cosas que más vale no mencionarle a Patrick Carney. Los Black Keys aseguran que desconocían su música cuando comenzaron a hacer sus primeras canciones, pero no han logrado evitar quedar a su sombra en las repetidas comparaciones de la crítica en los primeros años, al menos hasta que lograron incluso más reconocimiento que la banda de Jack White. Otros temas que irritan a Carney: la insistencia en discutir asuntos de blues -un área más vinculada a su compañero de grupo- y Justin Bieber. No es la música de Bieber lo que le más le irrita -aunque probablemente eso también le suceda- sino la tenacidad de la prensa en recordarle su enfrentamiento con la estrella pop adolescente y su irritada falange en Twitter, tras aludir a su interés en el dinero durante los últimos Premios Grammy.

Este incidente, sumado a su ataque a los canadienses Nickelback (a los que señaló a modo de ejemplo como responsables de la situación actual de la música, en una entrevista en la Rolling Stone), le valió una fama de bocón más propia de alguien que simplemente se topa con una fama inesperada una década después de estar editando discos y haciendo giras a base de esfuerzo anónimo.

Las expresiones críticas sobre la escena musical actual no implican que el grupo se esconda en el pasado y le dé la espalda al rock actual. Según Carney, le gustan "muchas bandas de la escena actual, cientos". "Probablemente salgan dos o tres discos de grupos por semana que me entusiasman. Me gustan mucho los Strokes, por ejemplo, cuyo disco acaba de salir", menciona entre otros ejemplos.

Casi famosos

Carney admite que a la banda le sirvió no haber tenido éxito desde el comienzo mismo, a diferencia de otros compañeros de generación. "Tuvimos suerte de no tener un disco al principio del que todos estuvieran hablando, como esas bandas cuyo primer álbum es un gran éxito. Es mucho más difícil volver después de eso, por la presión y todo. Supongo que en cierto sentido tuvimos una historia mucho más tradicional en la evolución de la banda. No fue hasta el sexto álbum que obtuvimos un disco de oro. Creo que si en tu primer tour tocás frente a miles de personas cada noche, podés empezar a dar todo eso por un hecho", reflexiona.

El éxito mundial les llegó con su anterior álbum, "Brothers", de la mano del productor Danger Mouse, pese a que sólo trabajó con ellos en una canción. Fue el primero en colarlos en todas las radios con el groove hipnótico de "Tighten up", que los convirtió en uno de los grupos preferidos en las publicidades. De hecho, los integrantes de Black Keys se prestaron a un duelo irónico con los Vampire Weekend en el programa estadounidense The Colbert Report, en el que el humorista Stephen Colbert contabilizó los spots usados en el 2010 con su música y desafió a demostrar cuál de los dos había "prostituido" más sus canciones.

El éxito de "Brothers" los tomó por sorpresa. "Cuando salió ese disco -que aún considero el mejor de nuestra carrera, y creo que Dan también-, esperábamos que le gustara a bastante gente, pero no había forma de que en algún momento consideráramos la posibilidad de que vendiera un millón de copias en los Estados Unidos. Si alguien me lo hubiera dicho antes hubiera creído que estaba completamente loco", reflexiona Carney.

A pesar de todo, se siente "bastante cool", reconoce, sobre todo "después de todos estos años y las cosas que hemos pasado". "Es gratificante no tener que hacer tanto trabajo como el que hacíamos. Durante los tres últimos años realmente trabajamos muy duro haciendo shows, así que uno no se puede quejar ahora de que mucha gente vaya a ver tu música", concluye.

En los primeros años de Black Keys, de hecho, Patrick y Dan recorrieron en su camioneta Plymouth más kilómetros que el Papa, cargando los equipos y parando en pequeños escenarios a través de Estados Unidos. El título de su último álbum es un guiño a aquella época, plagada de hoteles de mala muerte y audiencias que a veces no superaban las diez personas.

"Hemos hecho algunas giras realmente espantosas, no hay dudas de eso, pero ahora es mucho más fácil", recuerda Carney. "Durante cuatro años éramos sólo nosotros dos los encargados de todo el esfuerzo en las giras, manejar la camioneta, cargar los equipos, todo eso era nuestro trabajo. Hoy en día tenemos un staff de 20 personas, no es tan duro como antes. Definitivamente disfruto más las giras ahora, es más sencillo".

Tres, una confirmación



El productor Danger Mouse, fundador de la banda Gnarls Barkley, tiene mucho que ver en el éxito de los Black Keys. Tras haberse asociado a ellos en "Attack and Release" (2008) y haber metido cuchara en el tema ya mencionado de "Brothers" (2010), pasó al rol de compositor en "El Camino", subvirtiendo un método de trabajo a dúo que ya llevaba una década funcionando.

"Trabajamos juntos en todas las ideas, pero Dan es quien escribe todas las letras", remarca el baterista. "Ocasionalmente trabajamos en la melodía de la voz juntos, así está pasando últimamente,  pero a la hora de componer la canción nos sentamos y probamos cosas hasta encontrar algo que nos guste, vamos armando de a partes, primero la guitarra, luego el ritmo de batería, etcétera", agrega. Si este proceso "llega aparentemente con poco esfuerzo se convierte en nuestras mejores canciones, pero si tenemos que intentar forzarlo mucho generalmente es algo que no nos termina gustando. Cuando componemos ahora, todo parece salir naturalmente, sin embargo", explica.

¿Por qué sumar entonces a Danger Mouse como tercer compositor? "Lo hicimos porque él también lo quería hacer. Ha producido tanta música que está más interesado ahora en crear, y nos pareció una buena idea la de encarar el disco como una banda de tres partes. Es más difícil ahora que antes porque somos más, pero tenemos una regla en el estudio: cuando llega la hora de decidir todo, desde la línea de bajo a la melodía de la voz, a no ser que a los tres nos guste, no entra al álbum. Por lo tanto, hay veces en que estamos mucho más tiempo para encontrar algo que nos agrade a todos, pero es cool, es un proceso diferente", dice Carney.

Subidos ahora sí a la cresta de la ola, los Black Keys aprovechan la marea para embarcarse en una gira sudamericana que los trae a nuestro país este martes, sin saber muy bien a qué público se enfrentarán. Aunque Carney ya ha estado en Sudamérica (en Santiago de Chile, debido a que la familia de su ex esposa era de allí), y recuerda un público "amigable", no sabe qué les deparará el Teatro de Verano este martes. La incógnita se develará cuando los primeros riffs infecciosos con el sello Black Keys comiencen a irradiarse entre las gradas como una ola cálida y extraña.

Por Martín Otheguy