Contenido creado por Gerardo Carrasco
Entrevistas

En familia

Entrevista a la psicóloga Fanny Berger

“El modelo de crianza actual, permisivo, ha demostrado su ineficacia” dijo a Montevideo Portal la psicóloga Fanny Berger, autora del libro “Entre padres e hijos: en busca del vínculo perdido”. La profesional exhorta a los padres a trabajar en autoridad y valores, pese a que “la sociedad actual no lo fomenta”.

23.11.2012 20:54

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2012-11-23T20:54:00-03:00
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Montevideo Portal

Experimentada psicóloga gestáltica, Fanny Berger ha trabajado largamente con niños y -en los últimos tiempos- también con adultos. Esta labor le ha permitido examinar desde una posición privilegiada la relación entre padres e hijos.

Los cambios experimentados en las últimas décadas en las sociedades occidentales han modificado también las relaciones intrafamiliares y los modelos de crianza. Para Fanny Berger, algunas de estas modificaciones han tenido un efecto pernicioso: obliterar la sabiduría natural o innata que padres y madres poseen y que deben guiarlos para educar a sus hijos.

En ‘Entre padres e hijos: en busca del vínculo perdido', Berger ofrece una serie de consejos y estrategias para reestablecer ese vínculo imprescindible e insustituible, o mejor aún: evitar que se pierda.


En ese sentido, Berger explica a Montevideo Portal que la idea de su nuevo libro "urge porque la relaciones humanas han cambiado, los vínculos humanos han cambiado, porque la sociedad ha cambiado".

Sin embargo, y pese a tantas modificaciones, "los padres de todas las épocas necesitan saber ciertos fundamentos importantes en la crianza. Y todo niño, para crecer sanamente, necesita lo que lo que yo llamo el ‘método de las cuatro E': Esperar (el paso del tiempo) escuchar límites, educar en responsabilidad y escuchar los relatos familiares", explica.

"La vida actual no fomenta esas ‘cuatro E' tan importantes para que el chico crezca sanamente". Tenerlas en cuenta es necesario para los padres, "no importa la edad del niño que tenga, ya sea un bebé o un adolescente grande. Nunca es tarde, aunque por cierto, cuanto más chico es el niño, más fácil es trabajar en esto".

Además del mencionado método, en la obra la psicóloga propone lo que ella denomina "Terapia padre - hijo", que consiste "una terapia breve, de corto alcance, no más de dos o tres sesiones, donde se atiende el carácter único de ese vínculo, y donde en lugar de hablar sobre el padre o el niño, se pone el foco en la relación entre ambos".

Una vez terminado ese período de sesiones "se extraen conclusiones. En algunos casos simplemente el ciclo se cierra. En otros se puede determinar que el chico necesita terapia, o bien puede ser el padre quien la necesite", detalla.

Esta terapia conjunta con padres e hijos resulta especialmente útil "porque a veces los padres envían al niño durante años a terapia, con los costos de energía y dinero que ello tiene, y por lo general no se atiende a la relación, el vínculo. Por ello, a lo largo del libro "explico como, a pesar de los valores de la vida actual, los padres pueden criar a sus hijos sanamente. Explico cual es la posición que debe adoptar el papá o la mamá".

Para Berger, la experiencia de la niñez es hoy muy distinta a cómo fue para generaciones anteriores. "Los cambios en las relaciones han hecho que los niños hoy sean mucho más agresivos, inquietos, demandantes, irrespetuosos, y con menor tolerancia a la frustración". Por ello, la forma de vincularse en familia también es distinta. "Porque si el niño es paciente, pasivo, sumiso, los padres tendrán menos trabajo", aunque el otro extremo -la autoridad intimidante ejercida con brutalidad- por cierto que no es recomendable.

"Actualmente los chicos se desarrollan cognitivamente y motrizmente mucho más rápido, pero no ocurre lo mismo en el plano afectivo. Este desfasaje trae, a mi entender, un desbalance entre la parte cognitiva y la emocional, y hay que atender a eso", advierte Berger.

"Si un niño antes hablaba a los tres años, hoy lo puede hacer a los dos, pero emocionalmente sigue siendo niño", recuerda. "Eso, a la hora de educar, acarrea mucha confusión".


Echando una mirada sobre el modelo de crianza permisivo que se encuentra implantado en la autoridad, y el modelo excesivamente autoritario que supo ser moneda corriente en tiempos de nuestros abuelos, se concluye que es necesario no caer en ninguno de esos extremos.

"En el libro está muy bien explicada la diferencia entre el autoritarismo puro y duro y la manera en que los padres deben desarrollar una autoridad legítima bien entendida. Para que la relación funcione, los padres deben cumplir con su rol de autoridad", sin incurrir en autoritarismos anacrónicos pero también "evitando el modelo actual permisivo, que ha demostrado su ineficacia".

En un extremo, "el modelo autoritario trae hijos miedosos, sumisos". Por otra parte, "el modelo permisivo conlleva toda la problemática que estamos viviendo hoy", con niños que encajan en la descripción consignada líneas arriba.


"La idea es encontrar el justo término medio y ser ‘padre autoridad' que es lo más difícil", ya que "somos una generación bisagra" en tiempos de cambio.

Por ello, para ‘sobrevivir' a la tarea de ser padres en la era posmoderna, Berger invita a los progenitores a apelar a los conocimientos instintivos e innatos "que la sociedad actual no valora, porque todo hay que comprarlo hecho, viene de afuera y se prioriza el consumismo".

Para Berger, es necesario en primer término "tomar conciencia de esa sabiduría instintiva o natural. El padre tiene las respuestas pero necesita darles luz". En segundo lugar, no olvidar que "los niños necesitan una autoridad. La autoridad, guía, educa, sostiene y contiene".

En ese sentido, los padres deben "tener muy en cuenta posicionarse como autoridad, nos ser amigos de los hijos y tener mucha, mucha sensibilidad", recomienda la psicólogo, recordando que "la sociedad actual privilegia el consumismo y propone un estilo de vida donde falta tiempo para dedicar a los hijos, y eso acarrea mucha culpa a los padres, quienes luego, para intentar ‘compensar' eso, tienden a ser complacientes con los hijos", explica.

Por eso la autora recomienda otro método de cuatro letras, en esta ocasión la escogida es la C. "No a la culpa, no a la complacencia, no al consumismo y no al control. Que los padres se den cuenta de que ellos tiene que ser la autoridad- ni autoritaria ni permisiva- y que la sociedad actual fomenta parámetros, valores no adecuados para educar hijos".

La permisividad antes mencionada hace que a menudo los niños se críen en una suerte de entorno mágico, donde se cumplen todos sus caprichos y no existen límites de ninguna especie. Por supuesto, esta ilusión termina en las puertas del hogar, y el choque con la realidad "exterior" puede resultar ingrato.

"La frase más común en maestros y profesores hoy es ‘no puedo más con estos chicos', chicos que se enojan fácilmente, no toleran la mínima frustración y tienen problemas adaptativos. Lo que se ve hoy en la sociedad es baja tolerancia a la frustración, por no haber sido educados con límites, ya sea por la aplicación de modelos permisivos parte de los padres o -lo que es peor- por crecer en famillas destruidas donde no había control y donde los niños hacían lo que querían".

Según indica Berger, "los padres de hoy en día pueden dar mucho en lo material y exigencia, pero olvidan a veces cosas básicas como poner límites, frustrar a su hijos. Educar es frustrar, no seducir", subraya. "A veces nos confundimos, nos prodigamos en lo material, porque es lo que indica la sociedad, y nos olvidamos de las conductas afectivas".

"El libro da lineamientos fáciles aplicar para que los padres puedan encontrarse con su sabiduría interior, que la tienen, y adaptarse a los tiempos actuales", concluye.

Montevideo Portal