Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Nunca igual a los demás

Entrevista a Marcelo Cross

La legendaria banda Cross reeditó su disco “Instinto Salvaje”, y Marcelo, su líder y fundador, conversó con Montevideo Portal.

14.05.2015 17:06

Lectura: 28'

2015-05-14T17:06:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

"Te estoy contando mi vida", dirá Marcelo Cross, cuando la charla ya pase de la hora larga y aún queden temas por conversar. Acusa tener mala memoria, pero con precisión de archivista recuerda fechas, nombres, lugares, composiciones químicas.

Marcelo Lilienheim es líder de Cross desde 1985, cuando decidió que la música era una buena manera de tener sexo. Desde entonces, le ha tocado capitanear la banda que, con algunas ausencias en el tiempo y sorteando la mala suerte y el ninguneo, adquirió estatus de leyenda. Marcelo es Cross. Marcelo Cross. Un sobreviviente que atravesó el fuego y se quemó, pero salió para contarlo. "¿Sabés lo que más molesta?", dirá, cuando el grabador esté apagado y sea la hora de los cigarrillos y los saludos. "Ver a los tipos de mi generación hechos goma".

Marcelo Lilienheim vive en Buenos Aires desde hace años, aunque hace el trillo del Río de la Plata a menudo. Este coleccionista de discos de Los Mockers y memorabilia de la gira del Instinct de Iggy Pop, que cambió la cerveza por el jugo de naranja, ahora está en Montevideo con la excusa de la reedición de Instinto Salvaje, su segundo álbum, que, 23 años después de su publicación, rescató el sello Caotic Records. Justicia poética, le dicen.

Por los tiempos de Instinto Salvaje, Uruguay era un páramo triste, y lo poco que había quedado de la explosión rockera de los 80 estaba reducido a antros para pocas personas, como Juntacadáveres y Ruta Libre, y un circuito de teatros y facultades al que no todas las bandas accedían.

Pero la leyenda empezó a gestarse antes, cuando Marcelo se fue a vivir a Buenos Aires, o el 25 de diciembre de 1988, cuando los todavía metaleros Cross abrían un festipunk en San Telmo para apaciguar a unos 30 heavies que, al grito de "Viva la concha de Dios", querían arrasar con la civilización occidental, empezando por los presentes. O tal vez más acá, cuando, ya con Instinto Salvaje en la calle, la banda tocó en un festival en el Platense junto a un puñado de grupos de death metal, y hubo quienes se fueron a la casa con un "no-sé-por-qué-Cross-nos-está-haciendo-ESTO" dibujado en la cara, mientras que otros, viejos y nuevos seguidores, eran seducidos por una música de las tripas y letras que, hasta ese momento, nadie se había atrevido a vomitar.


Mi generación de mutantes


Vos te vas a Buenos Aires a fines de los 80, sin que Cross hubiera grabado un disco, y en un momento en que casi todas las bandas que habían sido "importantes" después de la dictadura empiezan a desaparecer...

Sí, llego a Buenos Aires en el 88. Yo trabajaba acá en una agencia de viajes, de cadete. Había estado internado en una clínica, andaba muy complicado por el tema drogas. Pendejo, al mango, y mis viejos, que no sabían qué hacer conmigo, me meten en una clínica. Me sacaron como nuevo. Estuve tres meses, y me trataron bien. No me daban pastillas. Era cool. De las primeras clínicas privadas de rehabilitación que hubo acá. Salgo de ahí y me consiguen un laburo en la Ciudad Vieja, pero la sobriedad me duró poco. Empecé a tomar cocaína. Agencia de viajes, Ciudad Vieja, cocaína. Laburaba, nadie se daba cuenta. Un día había un pasaje a Buenos Aires, que nadie quería agarrar, y me cayó a mí. Yo tenía un amigo que vivía allá, y voy. Llego, mi amigo me vio y se le fueron las ganas de que estuviera en la casa. Lo comprendo, porque yo era un espécimen bastante difícil en esa época. Lo primero que hago en la casa de mi amigo es llamar a un dealer. Me trae una bolsa y le digo a mi amigo: "me voy, pero ¿qué hago con esto? Decime dónde voy". El tipo me lleva a un lugar en San Telmo que no era ni un hotel ni una pensión, sino como un atelier, en el que el dueño, una especie de mecenas, dejaba quedarse a dormir. No era habitable, pero estaba habitado. Los artistas se quedaban ahí, había pintores, fotógrafos, escritores. Yo, con mi bolsa de 5 gramos de cocaína, voy a dar ahí, donde conozco un ignoto escritor al que le caí bárbaro. ¡Imaginate! Obvio que me quedé ahí, y después de pasar unos días, vuelvo a Montevideo y les digo a mis viejos que me quiero ir para allá. Había un factor decisivo: la cocaína, en ese momento salía en Uruguay 30 dólares el papel, y yo, en ese lugar, tenía a 10 dólares un gramo de verdad, y un servicio 24 horas proporcionado por un boliviano.

Ya en Buenos Aires me quedé un tiempo con este tipo, el escritor, y en la puerta de enfrente vivía una chica, con la que empezamos a curtir. Esta chica se llamaba Andrea. Hoy es la mujer de Walas, de Massacre. Me quedé viviendo con ella. Al tiempo dejé la cocaína, corté con esa mierda, y me quedé a vivir. Andrea, que era una punki, estaba muy metida en toda la cuestión punk, anarquista, independiente, de fanzines. Era amiga de Patricia [Pietrafesa, entonces en Cadáveres de Niños, después solo Cadáveres, y hoy bajista de She Devils y Kumbia Queers]. Inmediatamente me introduce en ese mundo y por eso llego a tocar en ese festival, el Prekológico, organizado por Patricia y otra gente. Menos mal que abrimos nosotros, porque estaban en la puerta los heavies barderos y les dimos un poco de su propia medicina. Tuve una suerte bárbara. Mirá que vos podés caer en Buenos Aires y no conocer a nadie, y tardar años en que alguien te introduzca en un cierto ambiente.


¿Ya ahí estaba presente la influencia del killer rock? ¿Puede ser que Cross haya influido en el viraje estético de la banda argentina Cadáveres?


Eso sucedió en paralelo. Todavía no nos habíamos desprendido del metal por ahí, a fines de los 80. Y Cadáveres era una banda de hardcore. Eso sucede un poco después. Me instalo en Buenos Aires con Andrea, y en el 89 tocamos con Hermética como soportes. Estaba el Negro [Luis] Alacrán, que era una especie de pope de los fanzines y marcaba mucha tendencia, que en ese momento todavía estaba orientado más hacia el metal, después ya no. Sacaba una revista, la Rebelión Rock, y una vez hizo un festival del que participamos.

Me quedo ahí, tocamos con Hermética y en otros varios lugares, vamos y venimos, y en el ínterin grabamos, finalmente, nuestro primer disco, Solo quiero salir de aquí (Orfeo, 1991). Ya en ese momento empiezo a virar hacia el killer rock, hacia Stooges, MC5. Yo conocía a los Doors, Frank Zappa, Led Zeppelin, ya había despegado de escuchar metal. Escuché metal hasta, más o menos, los 17, 18 años. Pero ya me había abierto la cabeza Pink Floyd, con Syd Barret. Hubo un pequeño período en el 88, antes de irme, cuando estaban arribando los discos de Metallica y Megadeth, y en Cross había otro guitarrista, Elías, que se suicidó después, y con él hacíamos algo más thrash. Pero yo me abrí de ese tema. Toda la vida escuché mucho Black Sabbath, cosas de los 70, y, si bien me gustan V8 y Barón Rojo, siempre tuve eso. Después se me revelan los Stooges, MC5, que eran bandas que no se conocían. No existía esa información como hoy, que cualquiera guglea. En ese momento entra el Negro [Marcelo] Pocavida a cantar en Cadáveres. Yo dejo esos atelieres, me mudo con Andrea a una casa, y ponemos una sala de ensayo. Y Cadáveres, de onda, ensayaba en casa. Los fines de semana eran fiestas de chupi dos días seguidos. El Negro Pocavida ya venía con toda la onda Stooges e Iggy Pop. Él estaba adelantado a esto, y Cadáveres cambia el asunto. Para que te des una idea, María, mi mujer, con la que hace más de 20 años que estoy casado, vio a Iggy Pop en el 88 [fue el 6 de agosto de 1988, en el Estadio de Obras Sanitarias]. Yo, estando en Buenos Aires, vi el cartel y no sabía qué mierda era. La gente que vio ese show, que no era mucha, salió con la cabeza volada. Nunca había llegado a Buenos Aires algo igual, algo de verdad. Rock and roll de verdad, con un tipo que estaba jugado.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco

Viran los Cadáveres hacia el raw power, el killer, y en ese momento me sucede lo mismo a mí. Escuchando esas cosas, en Buenos Aires, éramos 20 tipos. No nos junaba nadie. Los punkies decían que éramos putos, no entendían. Putos por la actitud, por esto de bajarse los lienzos, por no hablar de anarquía. Los metaleros no sabían qué éramos. Hacíamos rock and roll, música dura, con actitud: tiene que ver con el punk, con las raíces del metal, pero al mismo no tiempo no es nada de eso, es algo que se remite a Detroit, a finales de los 60, 70. Éramos inclasificables. Los Cadáveres y yo éramos amigos, íbamos a los conciertos, y en cada uno se armaba un kilombo.

En ese período empieza a gestarse Instinto Salvaje, donde yo paso por mi cabeza todo el raw power, por un lado, y la psicodelia y otras cosas que venía escuchando por el otro. Hago un mix de ambas cosas. No somos una banda pura. Cross es más ecléctico.


Las letras siempre fueron muy importantes para Cross y en ese disco se nota especialmente...


Hay una cosa que es inherente a lo que escribo, y es que el lenguaje que a mí me gusta, aunque sea poético, tiene que ser directo. A mí no me gustaba la utilización que hacía la mayoría de los grupos de acá, del rock uruguayo de los 80, de la metáfora, el hecho de cuidarse de decir cosas, de cuidarse en el sonido, en la actitud, de ser cautelosos. Eso no me iba para nada, porque cuando a mí acá me hablaban de punk yo pensaba en los Sex Pistols, y resulta que los tipos que acá, en teoría, encarnaban el punk, estaban más cerca de Dire Straits. No me gustaba. Por otro lado, en las letras había que bucear para poder entender a dónde apuntaban. Se hicieron cosas buenas y está todo bien con lo que se hizo, pero el camino que tomé fue el de ser directo. Hablar de mi vida: de drogas, de sexo, de rock and roll, y eso era algo que acá no pintaba. Al día de hoy, en toda Sudamérica, encarar esos temas, verdaderamente, no se ve.

Extremoduro, por ejemplo, la banda española. En su tema "Jesucristo García", el Robe [vocalista y principal compositor del grupo] habla de su adicción a la heroína. La Vela Puerca es una banda directamente influenciada por Extremoduro. Jamás vas a escuchar una letra semejante en La Vela. No sé de dónde viene el freno, pero yo a Extremoduro lo considero rock, y a la Vela Puerca la considero música popular hecha con instrumentos eléctricos. Con diferentes influencias que van desde el reggae, pasando por el ska, pero no es rock. Rock es Extremoduro: actitud. Un tipo que te está contando lo que le pasó o le pasa. Por eso yo empecé a escucharlos cuando nadie lo hacía. Me gustaba eso. ¿Metáforas? Alucinante, las hago. Me encanta la poesía, mi escritor de cabecera es William Burroughs, pero yo digo las cosas como son, que se entienda lo que digo, que refleje mi realidad, lo que estaba viviendo en esa época, no a manera de apología, eh. Lo que me pasaba en la calle, que me llevaban los milicos porque sí, por la cara. Eso lo tenía que poner en las canciones. Si no, ¿para qué?

Eso, ¿para qué?


Yo a los 15 años lo que quería era levantar minas, ponerla. Imaginate en el 84, en este país...¡estaba bravo! Yo venía del skate, fui uno de los primeros skaters, allá por el 78. Del skate pasé al surf. Y de repente encontré en el rock and roll mi manera de resaltar del resto. Si subís al escenario, aunque seas petiso y feo, la gente te ve lindo. Ese es el disparador. Pero yo escuchaba música, y veía que la música que escuchaba, los ingleses, los gallegos, decían cosas que, cuando yo las quería encontrar en una banda de acá, no había. Ni en Argentina. Que dijese lo mismo, que me transmitiese lo mismo, no había. Alguien lo tenía que hacer. No es porque yo sea un enviado del cielo y el Mesías, pero lo hice yo, me salió hacerlo así.

Vos ibas a ver un grupo de acá y la viola no sonaba, pero porque los guitarristas no la hacían sonar. Yo no quiero hablar mal de nadie, pero si yo fuera un extraterrestre, un saturnino, y me envían información sobre el planeta Tierra, y me dicen que se toca rock and roll y me envían una especie de estereotipo de lo que es un guitarrista de rock, y después me muestran a [Gustavo] Parodi, yo me pego un tiro en las pelotas y me hago venusino. ¿Me entendés? No va. Con todo el respeto, no tengo nada en contra. Deben ser gente adorable, pero creo que se tienen que dedicar a otro tipo de actividad. Este país, que es tan generoso, les ha dado una oportunidad maravillosa. En otro país esa gente jamás podría haber llegado a tocar algo que pudiese ser llamado rock and roll. Hay gente que tiene que quedarse en la Pediatría, y no es algo peyorativo. El rock es o-tra-co-sa. El rock es lo que yo estoy hablando desde que empecé. La historia del rock, de los tipos del rock, es similar a la mía. Yo no inventé nada. Yo hice lo que hacían los otros. El problema es que acá nadie hacía lo que hacían los otros. Lo mismo te puedo decir con U2, eh. ¡Ojo! Me dicen "vocalista de rock and roll" y me mandan a Bono, no vengo nada al planeta Tierra. Eso no es rock. Todo esto es parte de una visión que es personal y subjetiva, y que no pretende ofender de ninguna manera a gente que de repente se está ganando el pan o alimentando a sus hijos haciendo esta actividad. Yo considero al rock algo sagrado. La perversión del estilo es algo que no puedo tolerar y no puedo quedarme callado ante eso. Y creo que estas cosas que estoy diciendo, en este momento, y que las dije en su momento, en los años 80 y 90, me pasaron muchas facturas acá. Acá no se podía decir esto, que la guitarra del Gordo Parodi suena como una mosca, por más que tenga 40 Marshall. No sé por qué tendrá esa impronta, pero no es rock. Ni que imiten a los Ramones, no hay manera. Y quizás mi error fue decir esto. Hoy ya pasó todo. Y lo digo con respeto. Que quede claro. Pero mi manera de entender el rock es diametralmente opuesta. No puedo evitar decirlo y hacerme el pelotudo, como hace el 95% de los músicos que les preguntan "¿qué te gusta?" y se hacen los boludos. No te van a hablar mal de nadie, y les hacés un reportaje y se hacen los graciosos. ¿Hablan de la realidad? ¡No! Yo no soy así, no puedo. No sé si está bien o mal. Soy un observador de lo que sucede, y sigo viendo eso. De repente estoy en Buenos Aires, prendo la tele y veo a la Vela Puerca con 30.000 personas. Me parece fenómeno, pero eso no es rock. Y mirá que yo les grabé el cassette para que mandaran al concurso [Generación 96, del programa Control Remoto de Canal 10], los conozco, son buena gente. Está todo bien con ellos, pero eso no es rock. Al menos como yo lo entiendo. No puedo mentir en eso. Es mi verdad.


Actor de pocas entradas baratas


Recapitulando: ahí se va gestando Instinto...


En ese mix se gesta Instinto Salvaje. El primer disco [Solo quiero salir de aquí] fue una limosna que nos tiró Orfeo. Fue muy loco. No tengo idea de qué es lo que quería [Alfonso] Carbone. No lo conozco. Lo que te puedo decir es que en el 87 yo iba a las oficinas del sello y él lo que hacía era bicicletearme. Nunca te decía ‘mirá, pibe, tu banda es una cagada, no pierdas el tiempo, rajá'. Vos ibas a la oficina y decía ‘uh, Cross, ya están grabando', y te hacía todo el discurso. Así te podía tener un año, un año y medio. Eso sucedió hasta que a mí se me hincharon los huevos y le grafiteé toda una pared enfrente de las oficinas del Palacio de la Música. Le encajé "Los Estómagos son una mierda", "Viva la chala", le pinté unas hojas de chala de la gran puta, "Carbone rey de la cumbia", y lo firmé. No era un anónimo. Eso me parece una pendejada, no lo haría hoy en día, pero me parecía a mí que el tipo me estaba tomando el pelo. Entonces, Cross no editó su primer disco en tiempo y forma, que tendría que haber salido en vinilo en el año 87.

En el 88 me fui para Buenos Aires, y acá quedó Álvaro [Raso], mi bajista. Y pensé que nunca más iba a sacar un disco. Ya era. Y un día, cuando vinieron los Redondos al Teatro de Verano [1990], Álvaro lo ve a Alfonso. Y lo encara. "¿Che, nos vas a sacar un disco, o no?" Y el tipo se prendió. Álvaro tuvo los huevos así, de ir un año a la oficina del tipo este. Cuando nuestro baterista de aquel momento se estaba por ir definitivamente para Tenerife, nos habilitaron 24 horas de estudio para grabar un disco. Terminamos de grabar y al otro día el batero se tomó el avión, y nos dieron las horas porque el tipo se iba, si no capaz que todavía estábamos por sacar el primer disco. Y Solo quiero salir de aquí parece que anduvo bien, y Alfonso estaba chocho. Pero tuvimos tanta mala suerte que se habían dejado de hacer vinilos. Solo se hacían cassettes. Y los CDs no existían acá. Solo Jaime Roos, por una cuestión lógica.


Se ve que el cassette se lo vendieron a alguien, porque al toque, en el 92, un sub sello de Orfeo, Top Records, nos da 40 horas y nos puso un técnico mejor. El primer disco suena para el orto, no solo por nuestra inexperiencia sino porque nos pusieron el técnico B del estudio. Se ve que el tipo odiaba lo que estaba haciendo, tenía una mala onda que ni te cuento. Se la pasaba hablando por teléfono. Nos odiaba. Ya para instinto Salvaje nos ponen un tipo que encaraba más, para que nos tratara bien. No íbamos al estudio a hacer tropelías, no caíamos mamados. La cosa fue mejor y el disco se grabó de una manera mucho más relajada, más copado. El ambiente era bueno, tuvimos más horas, y la consecuencia de eso fue un disco mejor. Además, fue grabado en el momento correcto. Lo estábamos viviendo.

Cross, circa 1992

Instinto Salvaje es un disco que, a primera escucha, parece que hubiera sido compuesto en un estado de enojo total, pero después te das cuenta que admite muchas lecturas...


No estaba tan enojado. Más enojado estaba en Solo quiero salir de aquí. Están "Joven viejo"' y "Sudamerika", típicos caballitos de batalla, porque tenía que haber alguien enojado, porque en el rock uruguayo nadie estaba enojado. Eran todos más buenos que Lassie. Yo no me quiero hacer el malo, pero alguien tenía que estar un poco enojado. Pero a esa altura ya no estaba tan enojado, estaba tranqui.


Yo escucho Detroit, pero lo paso por las calles de Montevideo, tengo que escribir para los tipos de acá, aunque mi influencia sea de otro lado. Yo busqué encontrarle la vuelta y adaptarla a la realidad en la que vivía. No hacer una mera reproducción de lo que sucede en otro lugar. Si no, hubiese cantado en inglés. Es un atajo que además te da la posibilidad de viajar y de que tu banda pegue en otros lados. Pero Cross nunca le va a gustar a un alemán. No lo va a entender. Y está bien que así sea.


¿Y quedaron conformes con el resultado final?


Con los medios que teníamos, mejor imposible.

¿Se vendió bien?

Nunca supe cuánto se vendió. Ni Instinto, ni el primero. La cosa en aquella época era ‘gracias que nos grabaron'. Imaginate.


Y es un disco que se tocó en vivo...


Sí. Se editó y lo empezamos a tocar, de un lado y del otro, porque también lo presentamos en Buenos Aires. Juntacadáveres acá y el Parakultural en Buenos Aires, que ya no quedaba en la calle Venezuela, sino en Chacabuco. Ya no era lo mismo. En esos años armamos una cierta base de fans en Argentina, algo que no es sencillo para un uruguayo. Porque una cosa es ir a tocar a un festival donde te tienen todo preparadito y otra es ir a las bases. Nosotros hicimos el underground, de verdad. Tocamos en sótanos con bandas de allá. Y viajábamos para un lado y otro. Y el underground no nos entendía. No obstante, Cross, al tener ese anclaje local, atrajo a mucha gente, sobre todo de provincia. No conchetos de Vicente López que hacen skate. Esos iban a ver a Massacre. A nosotros nos venían a ver tipos de Isidro Casanova, de Morón, de lugares obreros. ¿Por qué? Porque ese mensaje que yo cantaba pegaba mucho en esa gente. Y logramos tener un público que iba a los shows con la remera de Cross pintada. Alucinante, ¿no? Y seguimos en ese ping pong entre las dos ciudades, hasta que en el 93, 94, decido volver. Me vengo porque estaba podrido de que la banda estuviese separada, y como Instinto Salvaje había andado bastante bien, ya veíamos que podíamos grabar otro disco más.

Llegué acá y monté una sala de ensayo, para laburar [El Garaje]. Empezaron a caer grupos. Venía La Vela Puerca, los Buenos Muchachos, los Chicos Eléctricos. Y también alquilaba equipos. Y ahí el batero, Daniel Tomikian, que ya había tocado en Instinto Salvaje, tiene un problema de salud y se va de la banda. Encontramos otro chico y empezamos a tocar las canciones del que sería el próximo disco. Incluso hicimos los demos para eso, que son los bonus tracks que están en el CD "Bólidos violentos" y "El maldolor", y grabamos "Inciertos días" para una compilación que se llamaba Rock de Primera. Teníamos un contrato para grabar dos discos con Top Records y ahí justo fue el cambio en el que empezaron a entrar en el negocio de la música las multinacionales, que se chuparon a empresas que habían estado 40 años en el negocio, como Orfeo. Y Carbone y Tabaré Couto se fueron a la mierda, a Chile, y nosotros nos metimos el contrato en el orto. Eso sí: antes de irse dejaron todo pronto para editar al Peyote Asesino. Cross no. A partir de ahí, y hasta el día de hoy, Cross es una banda independiente.


Cuando vienen todos esos, Universal, BMG, las bandas que quedaron sueltas como nosotros no tenían dónde ir a pedir una escupidera. Ahí, sos indie o sos indie. Yo tenía un pequeño estudio y ahí armamos el tercer disco, garpado por nosotros, que fue Asesinos. Obviamente, el disco no se distribuyó. Seguimos tocando durante todos los 90 a pulmón. Como es lo mejor que sé hacer lo seguí haciendo. Yo no precisaba eso para laburar.


¿Por qué lo hacías, entonces?


Por una necesidad. Yo tuve una infancia de mierda. Necesitaba hacer eso, sacarme toda esa mierda de encima, hacer una catarsis. A mí me sirvió y yo ya estaba en eso. Y seguimos. Grabando, tocando. Pero más solos... nadie nos tiraba nada, no existíamos.

Alrededor del 96, 97, me involucré con la heroína. Estuve un año tomando heroína, porque no me la inyectaba. Eso me dejó mal. Y después se acabó y me hice alcohólico. Era la única cosa que me servía para sentirme "normal" después de esa mierda. Y chupaba y no me mamaba, pero para estar "normal", chupaba. Para poder laburar. Jodido. Y ahí se me va a España el bajista [Álvaro Raso]. Nosotros somos un grupo víctima del exilio y la mala suerte. Es increíble. Me quedo sin mano derecha. Con Álvaro somos como hermanos. Fue terrible.

Ahí yo laburaba en el tema del sonido y la amplificación, y veo una banda de pendejos que tocaron en la Estación Goes que ensayaban en mi sala. Los Granos, se llamaba, que hacían onda Stooges y toda esa cosa, y veo que el batero y el bajista me podían servir para rearmar la banda. José Luis [Aguilera] y Walo [Crespo]. Y les digo si quieren tocar conmigo. Y sí. Agarraron viaje al toque. En esa época aparecía a veces Marquitos [hoy cantante de Motosierra] a gritar un poco con ellos. Igual que ahora. Sacamos un disco, A miles de kilómetros de acá, que lo grabo yo, con Walo y José Luis, pero ya estaba mal, físicamente. Reventado de tantos años. El rock and roll me pasó factura, porque para estar bien después del alcohol me metía un par de rayitas, para levantar, y las resacas cada vez eran peores. La pasaba muy mal. Imaginate la destrucción que me autoinfligí. Soy una farmacia ambulante. Mi hígado es una farmacia ambulante. Veneno más jodido que el alcohol no conozco.


Una mañana me despierto, seis de la mañana, sentí que me moría. Que la quedaba. Me vino una especie de ataque de pánico, me bajaron las defensas. Horrible. Espantoso. No se lo deseo a nadie. "Perdí, ya era", pensaba. Le digo a mi mujer "llamá a mi vieja, llamen a la ambulancia, que me hagan algo porque la quedo". Sentí que era boleta. A partir de ahí me hice exámenes, por suerte no tenía SIDA, pero mi hígado estaba mal.

Conozco entonces a una persona que hacía unos tratamientos naturales con bioenergía. María del Carmen, una mujer muy especial, muy espiritual, que me hace unas sesiones donde me ponía unos lentes ciegos, con cientos de lucecitas, conectados a una máquina, que iba emitiendo unas pulsaciones al ritmo de una música medio New Age, y esa intermitencia se transmitía a las luces. El resultado de eso es como si tomases hongos, pero natural. Te eleva, te mete en otro estado de conciencia, y la persona que está contigo te va llenando de cosas positivas, tratando de ayudarte a sacarte de esa mierda donde estás metido y que puedas lograr lo mejor de vos. Con ese tratamiento, además de Aceprax porque estaba con ataques de pánico, largué todo.

Foto: Montevideo Portal l Gerardo Carrasco


La aventura nunca tiene fin

¿Y cómo siguió la historia?

Me fui de vuelta para Buenos Aires. Era en el 98. Dije "a Marcelo Cross lo colgamos en el ropero". Una cosa es Marcelo Cross y otra Marcelo Lilienheim. Durante muchos años el personaje y yo fueron lo mismo. En determinado momento tuve que controlar al personaje, para que no me matara. El personaje ES, yo no lo invento. Y es jodido controlarlo. Es bravo Marcelo Cross. Pero lo dejo ahí y lo saco arriba del escenario, porque yo soy Marcelo Lilienheim, que tiene su hija, su mujer, trabaja, que es una persona normal. Ese proceso se inició en el 98, cuando me voy de acá y digo "Marcelo Cross nunca más". Vendí todo. Me fui con una viola nada más, y después la terminé vendiendo. Solo me quedaba una cosa pendiente, que era editar algo en vinilo. Y el canto del cisne fue hacerme un vinilo. Me lo mandé hacer en Estados Unidos, en Nashville, con canciones solistas. Hay una vertiente mía, por el lado de "Espirales". Ese proyecto solista se llama Agujas en el Cielo. E hice un disco con eso, antes de abandonar todo. Hice 200 discos, nada más.

Después viajé a Europa, a ferias de discos, me metí en el coleccionismo, que es de lo que vivo ahora, y de Cross no quería saber más nada. Nada. Cero. Y zafé de todo. De todo. Nunca más. Y lo del coleccionismo fue muy terapéutico, porque seguía estando con el rock y me empecé a dar cuenta de que había habido bandas acá, en Perú, en Chile, que eran buenísimas, y que habían tenido igual o peor suerte que yo. ¿Qué quiero decir? Que si a músicos alucinantes les fue para el orto, a mí tampoco me fue tan mal. Estuvo bueno.


Yo seguía viniendo a Montevideo y no me encontraba con nadie. Caminaba por la calle y no veía a un amigo, todos habían desaparecido o se habían muerto. Por el 2004, más o menos, a través de un chico, músico, que se llama Martín, me empieza a decir que resulta que Cross había adquirido como un estatus de culto. "Dejate de joder", no lo tomaba muy en serio. Pero como yo venía, empiezo a ensayar con este chico y con Walo, pero para descomprimir. Estaba bueno. Eso sin pensar en nada. Y de repente un día voy a Radio Futura, al programa de Kairo Herrera, y me tira "mirá que en 2006 vamos a festejar los 10 años del programa, y queremos que estén ustedes en la fiesta de Circo Máximo". La cuestión es que se hizo eso y de repente, sin darme cuenta, estaba arriba de un escenario de vuelta.

Y volvieron...


Sí. Yo pensé que iban a ir 200 personas y el lugar se llenó, quedó gente afuera. Gente fanatizada. Para mí era una novedad. Al final eso de que era de culto era verdad. Y estuvo bueno. Es una energía muy fuerte ver toda esa gente que te canta los temas. Antes eso pasaba, pero a una escala muy pequeña. Había mil tipos. En 2007 hicimos lo mismo y de a poquito fui volviendo a tocar acá. Cuando empecé a ver que Cross podía ser viable de manera comercial, de poder tocar bien, con buen sonido, ganando algo de dinero, veo que era posible retomar un camino que había dejado, aunque de otra manera. Quizás grabar un nuevo disco, reeditar los viejos. Pero aunque llenaba locales, acá no me daban pelota. 2006, 2007, 2008, 2009. Hasta 2011 seguí tocando, y eso se empezó a transformar en una especie de Noche de la Nostalgia. Eso a mí me hinchaba las pelotas, pero por otro lado no podía grabar nada nuevo sin un sello que me bancara, nadie que nos ayudara. Todo se fue disolviendo. Quedó la banda de culto, la Noche de la Nostalgia para ir a ver a Cross, todo muy lindo pero no pasa naranja. Paralelamente, entre 2009 y 2011, rearmé la banda en Buenos Aires con músicos de allá y volví a hacer el under, y estuvo bueno. Era otro under, muy diferente al de los 90. Muy estereotipado. Mucho rockabilly, mucho surf. Hoy en día son más lindos los afiches en Photoshop que lo que te encontrás en los conciertos. Meras copias de bandas malas. Nada original. Poca cosa vi en ese trayecto. Pero eso me hizo bien. Tocaba allá para 20 personas, y venía acá a tocar para 300. Y todo muy lindo con la Noche de la Nostalgia, pero yo no soy Palito Ortega.


Más o menos hace un año vienen un par de pibes y me encaran. Sebastián Martínez, que es un tipo que siempre se dedicó a editar compilados de metal, y Pablo Nario, y me proponen ayudarme. Fueron a Buenos Aires. Ahí surgió la idea de empezar a hacer cosas, de reeditar Instinto Salvaje. Ahí se da que vuelve Daniel Tomikian, que estuvo 14 años fuera del Uruguay, y yo estaba ensayando cosas con él y con Juan Manuel [Del Río], que estaba tocando el bajo con nosotros, pero ensayando cosas en la línea de Agujas en el Cielo, psicoldelia, progresiva. Y pinta esta cosa de Instinto Salvaje. Y otra vez volver a esto de la nostalgia, pero porque se reedita y tenés que presentarlo. Y está bueno. Y ahí surgen los conciertos que vamos a dar ahora. En enero estuvo Álvaro, que vive en España, y nos volvimos a juntar los que grabamos Instinto. Y hablando con él, hace un par de meses, me dice "voy a la presentación". Y ahí cerró todo. Hay muchos fans de la banda, de 20, 21 años, que nunca vieron esto, a la banda con los miembros originales.


¿Y ahora?

Mi interés es sacar un disco nuevo, y poder tocarlo. Me tengo mucha confianza. Esto que hago ahora no es diferente a Instinto. De hecho, yo compuse mucho, cosas que quedaron fuera de los discos. Canciones que nunca se grabaron. No es que volvería con un sonido nuevo, es lo mismo, siempre en la misma línea. Rock. Psicodelia. Lo mío. Lo de siempre.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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