Contenido creado por Martín Otheguy
Entrevistas

La vida y todo lo demás

Entrevista a Canessa y Vierci, autores de “Tenía que sobrevivir”

“Es fascinante que esa niña llena de incertidumbre, que era un feto frágil, te hable de ser valiente”: hablamos con Roberto Canessa y Pablo Vierci sobre su libro “Tenía que sobrevivir”, que no trata sólo sobre Los Andes.

10.06.2016 13:58

Lectura: 14'

2016-06-10T13:58:00-03:00
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Por Martín Otheguy

A Roberto Canessa lo llaman en plena entrevista para comunicarle que uno de sus pacientes salió del CTI y está bien tras una operación al corazón. Se le dibuja una sonrisa y por primera vez en la charla los ojos se le humedecen. Le volverá a pasar cuando hable de su padre, fallecido durante el proceso de escritura de un libro que también lo tiene como protagonista.

A su lado está el escritor Pablo Vierci, amigo y vecino de Canessa desde la infancia, que también se emocionará algunos minutos más tarde, cuando recuerde que escribir la historia de Canessa trastocaba su percepción de la vida cotidiana y lo "sacaba" de carril. No son las únicas personas que pasan por el living de la casa del sobreviviente de Los Andes. Algunos de ellos, como su hijo Hilario o su nieto Benicio, no estarían ahí si Roberto Canessa no hubiera "vuelto a la vida", como él mismo dice, en una caminata imposible a través de la cordillera de Los Andes. Este tránsito humano no es extraño en la casa de Canessa, en la que entran y salen personas todo el tiempo y en la que los visitantes ocasionales son bienvenidos frecuentemente con un plato de comida caliente.

Canessa viene de presentar en Estados Unidos el libro Tenía que sobrevivir, escrito junto a Pablo Vierci tras un largo proceso de diez años de entrevistas y revisiones. No es el recuento frío de Viven pero tampoco una continuación de La Sociedad de la Nieve, que el propio Vierci escribiera con testimonios de los 16 sobrevivientes de la tragedia de Los Andes.

La primera parte se centra en la caminata épica de diez días que realizaran Canessa y Fernando Parrado, con detalles poco conocidos hasta ahora pese a la bibliografía abundante de la tragedia (y que escapa a las alusiones antropofágicas usuales en las referencias a Los Andes, que están lejos de ser el hecho más sorprendente de la historia). La segunda narra el periplo emotivo por el que pasan muchos pacientes del cardiólogo Roberto Canessa: bebés y niños con cardiopatías muy severas, que desafían a la muerte apenas nacen. Entre ambas partes hay un vínculo poderoso -la lucha por la supervivencia a cualquier costo, a pesar de las probabilidades y los imposibles- y una pregunta siempre presente: ¿cuál es la frontera entre la vida y la muerte?

Al relato en primera persona de Canessa se suman también los testimonios de los familiares de quienes se animaron a desafiar la muerte: los de los sobrevivientes de Los Andes y también los de las cardiopatías congénitas. El resultado es un libro que mueve físicamente al lector, que transmite la soledad, el frío y el hambre de la cordillera pero también la calidez y el agradecimiento de los protagonistas de estas historias, los supervivientes y los otros.

44 años después de Los Andes, Canessa y Vierci hablan sobre los ecos inagotables de una historia épica. "Yo creía que eran inmortales, no me cerraba, no era real", dice Vierci cuando se le pregunta sobre sus sensaciones al enterarse del accidente. Quizá por eso decidió escribir tanto sobre aquellos que regresaron de la muerte.

¿Por qué escribir un libro tuyo recién ahora, a 44 años de la tragedia?

Canessa: Todo el mundo me preguntaba qué había pasado con nosotros después de lo que pasó. "¿Están en tratamiento psiquiátrico?", me preguntaban. Yo creo que cuando vos vivís una experiencia como esta hay que hacer una contribución a las conductas de la sociedad, dejar una información, como un manual de adversidad. Una vez pasado el dolor se transforma en una experiencia humana impresionante sobre cómo se puede arrancar de una sociedad a unas personas, ponerlas en la nieve y 72 días después que salgan vivos, cuando no hay agua, comida ni nada. Ahora, ¿qué le pasó a esas personas? ¿Eran iguales después? ¿Qué sucedió luego? Aquel que estaba con las piernas quebradas, que no podía caminar, ¿qué recursos usó para no morirse de tristeza? Había 16 formas para sobrevivir. Esas fórmulas, ¿cómo se aplicaron en la vida real? ¿Cómo les influyó que sus amigos hayan quedado y ellos estén vivos?

¿Quedaron bloqueados, necesitan ayuda psiquiátrica, son los veteranos de Vietnam, o son personas que tomaron un amor increíble a su familia? ¿Esas necesidades interiores que planearon en la montaña, después de revolotear por el mundo las cumplieron? Nos vamos a ir muriendo y ese desarrollo psicológico tan rico va a desaparecer. Este libro es un compromiso con la vida y está vinculado con el concepto filosófico de dar una mano al otro con las herramientas que vos tenés.

Vierci: En mi caso es al revés, yo tenía una gran curiosidad por saber cuáles son las razones íntimas de una persona que es tan generosa con los otros. ¿Cuáles son las motivaciones psicológicas de esos grandes generosos? Acá tenemos esa pregunta y la contraria. ¿Qué pasa cuando te atormenta a vos una gran adversidad? El objetivo era juntar esas dos grandes preguntas, saber de dónde surgen los magnánimos y descubrir el después de los hechos.

¿Cuándo establecieron el paralelismo entre los sobrevivientes de Los Andes y los niños sobrevivientes de las cardiopatías congénitas?

Vierci: El objetivo del libro es justamente ese vínculo entre el pasado que no se puede modificar y el presente vivo. En nuestras charlas infinitas surgió esa imagen de Roberto, en la que al mirar en el ecógrafo los corazones que laten de los niños le viene a la memoria la ventanilla del avión; con eso ya estaba la conexión hecha. Y de ahí pasamos a ver los casos de los pacientes más complejos, los de aquellos padres que pese a que sus hijos se cayeron en un avión -porque hablamos de cardiopatías muy severas- decidieron apostar a la vida.

Roberto, en ese sentido, es un componedor. Todos esos eventos de Los Andes influyeron en la vida posterior. Si encuentro esas características en Roberto y luego veo que en la vida posterior se dedica a los corazones que pueden dejar de palpitar el vìnculo estaba hecho de entrada.

Canessa: Es una ventana en el tiempo, que vuelve al pasado. Es sentir, por ejemplo, ¿cómo estaba yo cuando estaba cómo ellos?

En el libro Lala, tu hija, dice que en tu afán por ayudar a los demás no terminás de disfrutar vos de la vida, de las enseñanzas que te dejó Los Andes.

Canessa: Todos me lo dicen y yo lucho contra eso. Hay que entender que algunos pacientes se van a morir y lidiar con eso. Hay que tener un equilibrio. Yo creo en disfrutar de la vida: ocho horas de trabajo, ocho horas de sueño, ocho horas de crecimiento personal.

Vierci: Yo estoy un poco de acuerdo con Lala. El compromiso que tiene él es distinto del usual. No sé si es bueno o malo, pero es un compromiso. No todo el mundo está dispuesto a darlo todo, en especial con vidas que no tienen horario.

44 años después, ¿qué es lo nuevo que se puede contar de la tragedia de Los Andes?

Vierci: La caminata para salir de la montaña, por ejemplo. Nosotros nos dedicamos meses a esos diez días de caminata. Comenzaron a surgir recuerdos apagados. Y además yo ya no creo en las coincidencias. En el momento en que estábamos en ese proceso de revivir la caminata, aparece la viuda del piloto Ruben Terra y nos entrega el diario realizado por su marido mientras buscaban por aire al avión, un recorrido hecho al mismo tiempo en que salieron Nando y Roberto. Con el manuscrito aparece además el nombre del copiloto, que estaba vivo, al que pudimos encontrar y que también aportó.

Canessa: Esta es una historia muy larga. Nosotros salimos caminando al cabo de dos meses. Yo creo que todos los que entran en esta historia al cabo de dos meses están cansados: la búsqueda, la decisión de la comida y finalmente la salida. La caminata nunca se encaró. Además, son sólo dos los que la saben y la fuerza de la historia de los otros 14 hizo que no se le diera tanta importancia.

Vierci: Tiene una carga simbólica, es como un viaje iniciático. Salen de un mundo y llegan a destino, Los Maitenes, pasando por la muerte. Y hay esos hechos raros durante la caminata, como el motor del avión C47 que los buscaba a ellos y que sentían cuando caminaban en la cordillera. Eso sólo lo saben ellos. Y también está por ejemplo el personaje del arriero (Sergio Catalán) como símbolo. Yo eso lo veo en los pacientes y familiares con los que hablé. Los Maitenes, para ellos, es un destino.

Canessa: La caminata tiene reminiscencias épicas de la caminata de Moisés. Es lo incierto en lo que se combinan un montón de voluntades que tratan de llegar a algún lado. Eso tiene un valor importante en mucha gente. Es como la frase "no importa si estás perdido si vas en la dirección correcta". La vida se trata de eso, de estar muchas veces perdido pero ir en la dirección correcta. La caminata va teñida de esa melodía. Tiene varias etapas, la de alejarse el máximo hasta estar en la cima de la montaña, hasta estar casi en el cielo -que el cielo significaba la muerte para nosotros- y luego empezar a bajar a la vida de vuelta desde allá arriba y pasar de la sociedad de la nieva a la civilizada, en la que se empiezan a reconocer cosas humanas. Y ese mismo proceso lo vive mucha gente que tiene cáncer. Gente que está en el CTI, en su propia sociedad de la nieve, y comienza a volver a sala, a comer, a reconocer nuevamente las cosas, cosas que usualmente no valoramos y que la caminata enseña. Es el retorno a la vida. La gente que ha pasado por situaciones así entiende de lo que estamos hablando.

Vierci: Yo creo que no es sólo otra historia de Los Andes, porque Los Andes es un pretexto también para contar otras cosas y todo lo que pasó en los años posteriores.

Canessa: Si vos hacés algo artístico con un tema ancestral de comportamiento humano sigue habiendo un montón de ángulos nuevos que no tenías. Y todo el mundo se apropia de la historia.

¿En 44 años te has sentido cansado alguna vez de contar las mismas cosas?

Canessa: Cansa. Me siento como Frank Sinatra cantando New York New York o Mercedes Sosa cantando "Gracias a la vida". Pero no tengo obligación de nada. Es una cosa que llevo adentro y siento que puede dar una mano a otro. Uno lo hace porque se siente bien de satisfacer el amor al prójimo. Y hay que caminar lo que uno habla.

A la hora de escribir el libro, ¿estuvo presente la imagen de los familiares de quienes no sobrevivieron? ¿Pensaron en cómo lo leerían o lo tomarían?

Vierci: Está hecho con la mayor discreción y respeto. Si yo considero que Roberto tiene un compromiso extra superior al común de la gente, no tengo dudas de que ese compromiso está vinculado a que el libro sale en representación de los 29 que no volvieron. Está explícito e implícito. El otro día pude ver a Roberto con los ojos vidriosos diciendo: "yo estoy pagando algo", pero no en la culpa, sino en el sentido de haber venido por él y por un montón de gente que no pudo volver. ¿Cómo no los vamos a tener en cuenta?

Canessa: Esa relación se ha solidificado toda la vida. A los dos meses de la vuelta el padre de Arturo Nogueira escribe una carta lindísima a los diarios en que dice: "logramos que sobrevivieran 16, no los matemos ahora". Hoy en día, los hijos de los Nicola, que eran niños cuando pasó el accidente, son más grandes que sus padres cuando murieron, y todo lo que pasó se solidificó en una cicatriz poderosa dentro del mismo barrio y grupo. Vivimos todos acá, los sobrinos nietos de mis amigos de Los Andes tienen cardiopatías y los he tratado.

En el proceso del libro tuviste que sufrir la muerte de tus dos padres. ¿Cómo fue emocionalmente seguir adelante con el libro?

Canessa: Sin dudas el libro es más completo porque pudimos agregar esa experiencia de vida, y le hacés entender a la gente que los padres no van a vivir para siempre, que hay que cuidarlos. Salís pensando ‘que no me pase como a Roberto', de querer hablar con el viejo cuando ya no está. Tristemente es un plus para el libro.

Vierci: Haber demorado mucho tiempo nos permitió analizar procesos. ¿Qué pasó en los 40 años posteriores después de aquellos 72 días? ¿Cuánto condicionó una cosa la otra? ¿O qué sucedió con ese paciente que lo operaron de chico y ahora es más grande?

Canessa: Volvemos a la pregunta: ¿cuál es la línea que separa la vida de la muerte? Por ejemplo, la de esa niña con cardiopatía cuyos padres no saben qué hacer, a la que van protegiendo en la vida. Llega el momento del libro en que teníamos grandes dudas de si incluir su historia en el libro. Y sus padres, en actitud generosa de agradecimiento, me dejan que ponga su foto en el libro, pero cuando sale el libro en EEUU (donde se publicó sin las fotos) la niña lo mira y pregunta dónde está su foto. Sus padres le dicen que no sabían si ella quería aparecer o no, y ella les contesta: "Cómo no voy a estar en el libro si Roberto me salvó la vida?". Es fascinante que esa niña llena de incertidumbre, que era un feto frágil, te diga que el libro te enseña a ser valiente y se lo robe a la madre para leerlo. Son estructuras tan poderosas en la vida de una persona, que eso nomás te alcanza para ser feliz. No necesitás pensar en cambiar el auto, comprarte ropa nueva. No, valorás otras cosas. Por eso considero que es un manual de vida, de cómo me hubiera gustado a mí que me salieran las cosas.

Entre los pacientes que forman la segunda parte del libro, hay niños que sobrevivieron y niños que fallecieron. ¿Fue delicado hacer la selección de quiénes irían?

Vierci: Intentamos balancear el universo de casos. Así como los 16 sobrevivientes de Los Andes están en representación de los 45 que viajaron, los pacientes que figuran en el libro están en representación de todos aquellos con los que hablamos, que son muchos.

Roberto, ¿reconocés tu propia voz al leer el libro, tras pasar por la pluma de Vierci?

Canessa: Yo no puedo leer el libro porque me pongo a llorar. Pero la gente me dice "Es muy Roberto". Pablo mismo lloraba cuando lo escribía.

Vierci: Escribirlo me sacaba del carril y luego me costaba horrores volver a la vida cotidiana. Estas historias son tan poderosas que nos permiten crear un universo. Yo quedaba en otra carretera. Hay llantos y llantos; para mí, la emoción es la manera más interesante de conocer la vida. Y hay emociones que son tristes, pero otras que no lo son en lo más mínimo. Son exaltaciones. A mí lo que el libro me produce es una exaltación que se traduce en un llanto, pero es un llanto por la vida. No me produce tristeza.

 

Por Martín Otheguy