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En el marco del Festival de Invierno de Cinemateca, el lunes 6 de agosto se exhibe en Cinemateca 18 a partir de las 21:30 la película uruguaya "Ánima", una aproximación a una road movie en clave mística que tiene como personajes casi excluyentes al desierto mexicano y un caminante que lo cruza en búsqueda de respuestas sobre su presente y pasado.

"Ánima" juega con el inconsciente, las proyecciones fantasmagóricas de la soledad y sobre todo maneja muy bien los climas particulares del desierto, a tal punto que se va borrando el límite de la realidad: el espectador duda en todo momento si lo que percibe es producto de la imaginación del protagonista, del propio observador o simplemente trampas del desierto, que va acechando al personaje como un perseguidor oculto a través de una serie de tomas lejanas.

Su director es Antón Terni, un uruguayo que tras estudiar en la Escuela de Cine de nuestro país se radicó en México y se convirtió en director de la productora Tropilla Films. Antón desnudó buena parte de sus experiencias personales en la película, que va revelando algunos detalles biográficos mientras el protagonista intenta hilar una respuesta a sus inquietudes de hoy, yendo desde los miedos del presente a la inocencia de la infancia.

A pocos días de su estreno en Uruguay, y luego de su paso en el Festival Internacional de Cine UNAM , Antón conversó con Montevideo Portal sobre la película.

¿Cómo fue la génesis de la película?

La idea surge de una experiencia personal que viví cuando me fui al desierto de San Luis Potosí, en México. Me fui a la aventura, solo, con una mochila, y me metí a caminar en el desierto. Quería estar solo, alejado de todo el mundo, y la verdad es que ahí me pasaron un montón de cosas muy fuertes, tras dormir a la intemperie en el desierto. Fue la primera vez que sentí que tenía algo para contar de lo que me estaba pasando internamente, algo que quería compartir.

¿La transformación por la que pasa el personaje es también tu transformación?

La película es una recreación, aunque no intenté hacer el mismo viaje, sino recrearlo y vivir uno nuevo. La idea era regenerar las condiciones en las que viajé originalmente, fue una especie de collage entre ficción y realidad. Cuando decidí que quería hacer una película sobre esta historia lo primero que decidí fue irme al desierto solo con mi cámara Súper 8, lo que formó parte de las imágenes experimentales u oníricas que tiene la película. Luego fui con un equipo para darle una línea narrativa, poder contar una historia. Se fue armando un rompecabezas, ya que después encontré unos viejos rollos de Súper 8 de mi familia que estaban escondidos, y que se integraron luego a la película.

En la película le das al desierto el tratamiento de un personaje más, a través de las cámaras. ¿Cuál era la importancia que tenía para vos?

El desierto estaba afuera de mí, porque era donde yo buscaba respuestas, pero caminando allí me di cuenta que el desierto estaba en realidad dentro de mí. Eso fue lo que me pasó. El abismo que yo veía, el cielo, la soledad que sentía al caminar a varias horas de la civilización, todo ese vacío estaba dentro de mí. Empecé a hacer una catarsis, filmando y viviéndolo, en donde todo lo que buscaba afuera estaba adentro. El desierto es un personaje porque allí es donde encontré esa respuesta, me sentí tan solo que se me dio vuelta todo y comencé a percibir lo contrario, a sentirme unido con todo, con los seres queridos de mi vida, con mis personajes. La soledad se transformó en unión, por eso el desierto tiene eso de unir opuestos, de dar vuelta las cosas y verlas desde otro punto.

¿Cuál es la transformación que completa el protagonista?

La transformación es justamente la de salir a buscar algo que no sabés lo que es y darse cuenta que eso te está buscando a vos. Lo que buscás es a vos mismo y eso fue lo que pasó, salí a rastrear quién sabe qué y me encontré con mi esencia, con quien era, con lo que amaba y de donde venía, mis preguntas, el misterio, la magia, todo lo que nunca tendrá una respuesta y que yo estaba buscando a fuerza. Sentí la tranquilidad de que nunca voy a resolver el misterio, pero que es divino buscarlo. Esa es la transformación del personaje, que soy yo mismo, que es ir sacándose las máscaras y capas que va teniendo, literal y metafóricamente, porque en la película queda al desnudo. Todos mi defectos empeazaron a salir a flote y me di cuenta que tenía que explayar eso en la película

¿Cuál es el concepto de ánima en la película? ¿El de la relación con la naturaleza, el de la proyección del lado femenino o simplemente habla de tu propia esencia?

Viene por el lado animal, instintivo de cada uno, pero yo estaba muy metido con los textos de Gustav Jung, que usa mucho el concepto de ánima, que es el lado inconsciente del ser humano que se relaciona con lo femenino, así como el ánimus es la parte masculina. Y realmente quería encontrarla parte perdida mía, que sentía que era mi ánima, mi lado oscuro, inconsciente, escondido, metido y guardado adentro de sueños. Para ejemplifiicarlo tenía que usar una imagen femenina como el icono de todo lo que es el inconsciente. De ahí surge el título, un poco por alma y también por el concepto psicológico.

¿Por qué y en qué momento decidiste incluir imágenes de tu propia infancia en la película?

Vinieron como al rescate. Cuando uno escarba en cajones escondidos no sabe con qué se va a encontrar , y esos rollitos fueron algo que buscaba inconscientemente. Surgieron imágenes donde mis papás me enseñaban a caminar, mi abuelo me tomaba en brazos, y realmente esas tomas están ubicadas en la edición en momentos en que yo mismo estoy en el piso, sin saber cómo levantarme. Esos recuerdos que me vinieron cuando empecé a verla, me dieron fuerza para terminar la película, encontrar un sentido y entender realmente lo que estaba buscando, que era de alguna manera mi niño, que en la película es lo que el personaje literalmente pierde, ese niño que encuentra caminando y luego desaparece. Es tal cual lo que me sucedió a mí al final del proceso de la película. Me di cuenta que uno busca hacia atrás y hacia atrás para encontrar de dónde viene, quién es, por qué es quien es. El niño metafóricamente tenía que ver con todo eso.

Usás como recurso una voz en off que lee reflexiones. ¿Eso surgió de anotaciones tuyas en el viaje original?

Eran grabaciones de confesiones que hice en el desierto cuando estaba solo, al fuego. Era una suerte de mediador para liberarme un poco y encontrar cosas escondidas. Cuando estábamos con el editor trabajando decidí escucharlas y me di cuenta que había algo esencial en esas confesiones frente al fuego, y sentí que eran parte de lo que el personaje buscaba en la película, son pensamientos que van guiando al protagonista mientras avanza en el desierto.

Vos sos el protagonista y director de la película, pero en los créditos figura otro nombre como actor, no Antón Terni. ¿Por qué?

El nombre que cambié es el del director, en realidad. Yo uso los dos nombres y apellidos que tengo. Para dirigirme y actuar en la película tuve que desdoblarme un montón y sentí que precisaba tener ese desdoblamiento también con mis nombres, que era un poco en juego para verme desde afuera. Básicamente es un experimento para salirme de mí un poco

¿Cómo influyó el desierto a nivel personal y a la hora de filmar?

Lo que afecta no es tanto los factores climáticos, que los tiene, porque a la noche hace mucho frío y las temperaturas son extremas, sino el darte cuenta que no hay a quien mentirle. Se cae todo como un castillo de naipes, no hay lugar para poses o mentiras, nada tiene sentido. Uno queda desnudo, porque el desierto es como un espejo. Esos fueron los momentos que me marcaron, los más fuertes y más gratificantes. Estando ahí surgen grandes preguntas sin respuesta, pero saber que esas preguntas son eternas y son las inquietudes esenciales del ser humano y que está bien que así sean me dio mucha tranquilidad.