Por The New York Times | Nicole Hong y Zixu Wang
Las 30 mujeres estaban sentadas en sillas de madera, unas frente a otras en una formación rectangular. Al frente de la sala había un logotipo de la hoz y el martillo del Partido Comunista gobernante, con un letrero que anunciaba el propósito de la reunión: “Simposio de mujeres jóvenes y solteras de la edad adecuada”.
Los funcionarios de Daijiapu, un pueblo en el sureste de China, habían reunido a las mujeres para que firmaran una promesa pública de rechazar los altos “precios de las novias”, en referencia a la tradición nupcial en la que el hombre le da dinero a la familia de su futura esposa como una condición de su compromiso. A principios de este año, cuando el gobierno local describió el evento en un aviso en su sitio web, declaró que esperaba que la gente abandonara este tipo de tradiciones retrógradas y contribuyera a “iniciar una nueva tendencia civilizada”.
Ahora que China enfrenta un declive poblacional, sus funcionarios están tomando medidas severas para terminar con una tradición arcaica de regalos esponsales en favor de promover el matrimonio, cuyas tasas han disminuido. Los pagos, conocidos en mandarín como caili, se han disparado en todo el país en los últimos años —sumando un promedio de 20.000 dólares en algunas provincias— lo cual ha hecho que el matrimonio sea cada vez menos asequible. Estos pagos suelen correr por cuenta de los padres del novio.
Para frenar la práctica, los gobiernos locales han desplegado campañas propagandísticas como el evento en Daijiapu, que buscan disuadir a las mujeres solteras de competir entre sí al exigir precios más altos. Algunos funcionarios locales han impuesto límites a los caili o incluso han intervenido directamente en las negociaciones privadas entre familias.
La tradición ha generado cada vez más resistencia entre la ciudadanía general, conforme han cambiado las actitudes de la sociedad. Entre la clase china con mayor nivel educativo, sobre todo en las ciudades, es probable que muchos la consideren una reliquia patriarcal que trata a las mujeres como propiedades que se venden a otra familia. En las zonas rurales, donde esta costumbre suele ser más común, también ha perdido popularidad entre los campesinos pobres que tienen que ahorrar varios años o endeudarse para poder casarse.
Aun así, la campaña del gobierno ha atraído críticas, porque se percibe como un refuerzo de los estereotipos sexistas sobre las mujeres. Cuando los medios de comunicación chinos describen el problema del aumento de los pagos nupciales, a menudo retratan a las mujeres que buscan sumas cuantiosas como avaras.
Luego de que el evento en Daijiapu se hizo viral en redes sociales, una ráfaga de comentaristas cuestionó por qué las mujeres debían asumir la carga de resolver el problema. Algunas personas en los comentarios hicieron llamados a las autoridades para que convoquen reuniones similares para hombres, en las que les enseñen cómo ser parejas más equitativas en el matrimonio.
En China, “como sucede con la mayoría de las políticas estatales en materia de matrimonio, las mujeres son el objetivo principal”, afirmó Gonçalo Santos, profesor de Antropología que estudia las regiones rurales de China en la Universidad de Coímbra, en Portugal. “Es un llamamiento paternalista a las mujeres para que mantengan el orden y la armonía en la sociedad, y cumplan con su papel de esposas y madres”. Los funcionarios han reconocido su capacidad limitada para eliminar una costumbre que muchas familias ven como un indicador de estatus social. Según investigadores que estudian esta tradición, en las áreas rurales, los vecinos chismean sobre las mujeres que solicitan precios bajos, pues especulan que tienen algún defecto.
La costumbre también está vinculada a actitudes arraigadas sobre el papel de la mujer como cuidadora en las familias. Los investigadores señalan que, en ciertas partes rurales de China, el pago todavía se ve como una compra a los padres por el trabajo y la fertilidad de la novia. Ya casada, lo que se espera de la mujer es que se mude a la casa de la familia de su esposo, se embarace y se haga cargo de las tareas domésticas, la crianza de los hijos y el cuidado de sus parientes políticos.
Sin embargo, ahora que el costo de vida tan alto ha develado las fisuras en la red de protección social de China, para las familias de bajos ingresos con hijas, asegurar un pago significativo de casamiento puede ser una manera de generar ahorros para pagar cuentas médicas inesperadas u otras emergencias. Además, según los investigadores, ahora que los padres viven más tiempo, algunas mujeres piden precios más altos para convertirse en las cuidadoras principales de la generación mayor.
Ciertos sociólogos afirman que quizá una manera más efectiva en la que el gobierno podría acabar con esta tradición sería destinar más fondos al cuidado infantil y a la atención médica de las personas mayores.
A medida que los chinos jóvenes postergan o rechazan el matrimonio por completo, las expectativas de sus padres en torno a los pagos de casamiento están cambiando, comentó Liu Guoying, una casamentera de 58 años en Nanchang, capital de la provincia de Jiangxi, que es infame por los precios de las novias, los cuales pueden exceder los 50.000 dólares.
Cada vez con más frecuencia, los padres ansiosos por facilitar un inicio tranquilo del matrimonio ofrecen el pago como un regalo a los recién casados, indicó Guoying. Algunos padres quieren que sus hijas se casen con tanta desesperación que están dispuestos a aceptar menos dinero, siempre y cuando sus futuros yernos traten bien a sus hijas.
“Siento lástima por los corazones de los padres del mundo”, expresó Liu.
Una nueva generación de mujeres, con más estudios que sus padres, también podrían estar influyendo en el cambio de mentalidad sobre este tema. Una encuesta de 2020 de unas 2000 personas en China halló que las parejas con altos niveles educativos eran menos propensas a pagar los precios de las novias, pues consideraban que amarse era suficiente.
Pero incluso para mujeres como Luki Chan, de 27 años, que estudió en la universidad, oportunidad que su madre nunca tuvo, puede ser difícil escapar de la presión de las tradiciones de sus lugares de origen.
Chan creció en una región montañosa de Fujian, una provincia al sureste de China donde los pagos de casamiento suelen ser altos. Cuando Chan se case, su madre espera recibir al menos 14.000 dólares del novio, afirmó, como retribución por el dinero que gastó en la educación de su hija.
Ahora, Chan está forjando una trayectoria profesional como productora de teatro en Shanghái y está en proceso de tramitar los documentos de matrimonio con su novio taiwanés. Chan teme que cuando sus padres se enteren, al final prevalezca su demanda de un pago. Chan rechaza la tradición, pues la equipara a ser vendida.
“Cuando veo el sistema patriarcal que explota a las mujeres y las costumbres misóginas en torno al matrimonio, me asusta mucho contarle a mi familia que me voy a casar”, admitió. Una boda masiva para motivar a los residentes a resistirse a los “malos hábitos”, como los altos “precios de las novias”, pagos que los novios les dan a las familias de sus futuras esposas, en Nanchang, China, el 8 de marzo de 2023. (Qilai Shen/The New York Times). Una boda masiva para motivar a los residentes a resistirse a los “malos hábitos”, como los altos “precios de las novias”, pagos que los novios les dan a las familias de sus futuras esposas, en Nanchang, China, el 8 de marzo de 2023. (Qilai Shen/The New York Times).
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