El 28 de setiembre de 2007, las oficinas del registro civil de la ciudad argentina de Santa Fe fueron escenario para una boda atípica: Reinadlo Wabeke, de 24 años, contraía matrimonio con Adelfa Volpi, una acaudalada solterona de 82.

“Estoy muy contenta, feliz. Todo fue muy bien. Qué más se puede pedir. Es una satisfacción muy grande poder tener un compañero así. Reinaldo es un ser maravilloso, muy bueno, amable y educado. Es todo. Yo lo conozco desde que nació, lo vi crecer”, decía entonces Adelfa a la prensa.

Ambos habían empezado a convivir cuando Reinaldo tenía 15 años y su madre murió. Adelfa, amiga de la mujer fallecida, le ofreció vivir juntos cuando él “era solo un niño”.

“Era pequeño, solo un niño; tenía 15 años, pero desde el primer día de convivencia nos complementamos muy bien”, recordaba Adelfa, quien reconocía que luego la relación comenzó a tomar “otro color”.

“Un día me sinceré con él y le propuse que cambiáramos las cosas”, dijo.

Un mes después de la boda, Adelfa murió y su joven viudo se convirtió en heredero de un considerable patrimonio. Luego, el joven siguió su carrera mediática con un giro en su personalidad: reapareció en la TV confesándose gay y se presentó en varios programas vestido de mujer, con tacos, vestido y peluca roja.

En 2010 se casó con el político santafesino Cristian Moreira, pero la relación duró poco.

En abril de 2020, Reinaldo fue detenido con cinco kilos de cocaína y condenado a prisión. Allí conoció a Javier Elías Salazar, de 26 años, con quien contrajo ayer matrimonio.

“Estoy muy feliz, muy feliz. Es algo que esperaba hace mucho tiempo. Me casé con una persona que quería mucho”, afirmó en declaraciones al medio Aires de Santa Fe el hombre que supo sentarse en el living de Susana Giménez junto a su esposa para contar su historia de amor, matrimonio que duró solo 24 días, luego de su luna de miel en Río de Janeiro.

A casi dos décadas de su fama, Reinaldo contó que conoció a su flamante esposo durante su paso por la cárcel, y la relación se consolidó cuando ambos recuperaron la libertad. “Me casé con un chico de 26 años. Nos conocimos dentro de la cárcel. Es una persona maravillosa, el amor de mi vida. Nunca quise a nadie como lo quiero a él”, sostuvo. En el plano inmediato, reveló que seguirá viviendo en Santa Fe: “Me quedo en la provincia, como desde el día que nací. Quiero disfrutar la vida, empezar una vida tranquila con mi marido, mis amigos y mi familia”.

También habló de proyectos familiares: “Me gustaría tener un hijo, adoptar. Darle algo a alguien que no tenga dónde vivir”. Y explicó por qué eligió bajo perfil para la boda: “Nunca hice prensa cuando salí en libertad, por mi familia y por mi vida. Pero ya que están acá, les digo que hoy empiezo una etapa distinta”.

El nuevo capítulo en la vida de Reinaldo Wabeke inevitablemente remite a su historia con Adelfa Volpi, la mujer que lo convirtió en una figura mediática en todo el país a mediados de los 2000. Su casamiento, marcado por una diferencia de edad de 58 años, generó un impacto que trascendió fronteras y lo llevó a los programas más vistos de la televisión argentina, convirtiéndose en tema de debate internacional. Hoy, con otra madurez y lejos de aquella exposición, Wabeke elige recordar esa etapa con gratitud: “A Adelfa le agradezco todo lo que hizo por mí. Estaría feliz de verme así”, aseguró al reflexionar sobre su presente.

Aquella pareja —convertida en tema de programas, sitios de internet y mesas familiares— atravesó debates sobre amor, herencia y exposición pública. Tras la muerte de Adelfa, Wabeke quedó nuevamente en el centro de la escena por la disputa en torno a los bienes y por su vida personal.

En la entrevista que dio después del Registro Civil, reclamó por dos propiedades que, según él, fueron usurpadas: “Le pido a la Justicia que actúe con las casas de 9 de Julio y Crespo. Si son de la familia de Adelfa, que se queden con todo, pero que no se las dejen a otros”. Y agregó un deseo de cierre: “Yo me quedé con lo más preciado: haberla conocido”.

En 2020, Wabeke fue detenido en la autopista Rosario-Santa Fe acusado de transportar cocaína y vinculado a una organización liderada por Vanesa La Curandera Saravia, una reconocida narcotraficante de la región. Desde ese entonces, cumplió cinco años de condena en la cárcel. “Me comí cinco años de mi vida; perdí a mi sobrina, perdí muchas cosas”, dijo, y enseguida aclaró: “Me hice cargo de todo. Hice una maldad, me condenaron y me parece bárbaro: de los errores se aprende, y yo nunca más”.

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Sobre su experiencia en prisión, hizo distinciones. Afirmó que la policía lo “atendió maravillosamente” y que trabajó “en el servicio médico y en tareas de celador” por buena conducta. También relató que en otro penal lo “amenazaban de muerte” y que atravesó momentos de miedo, aunque aseguró: “Aprendí a vivir con poco. Ahora entiendo lo que es la vida: vivir rico, vivir pobre, con todo o sin nada”. Sostuvo que no consumió drogas en prisión —“sí tomé medicación por mi salud” (contó que está en tratamiento oncológico)— y habló de corrupción en términos generales: “Hay mucha mafia en las cárceles; a veces te cobran por vivir”, denunció.

También hizo acusaciones contra una expareja, a quien responsabiliza de amenazas y robos de dinero mientras él estaba preso. “Me arrancó la vida. Le pido a la Justicia que actúe”, reclamó, antes de subrayar que su hermana fue sostén clave durante esos años: “Estuvo a mi lado y me ayudó a sobrevivir adentro”. La entrevista terminó con una definición que condensa su presente y su promesa de no repetir el pasado: “No me arrepiento de haber pagado lo que hice; me hice cargo. Ahora quiero disfrutar la vida día a día. Este es un amor distinto y voy a estar con Javier hasta el día que me muera”.