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Oye, mi cuerpo pide

El arte de enseñar a bailar a lo largo del tiempo: Montevideo Mambo cumple 20 años

La primera escuela de ritmos latinos de Uruguay celebra dos décadas con una identidad definida y prepara un gran social. Aquí su historia.

02.08.2025 09:00

Lectura: 8'

2025-08-02T09:00:00-03:00
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Por José Luis Calvete

Bailar genera beneficios múltiples, tanto a nivel físico como mental. Es bueno para los huesos y músculos, favorece el sistema cardiovascular y respiratorio, desarrolla la coordinación, la flexibilidad y el equilibrio, y eleva la autoestima y la confianza. Además, reduce la ansiedad y el estrés y libera endorfinas. De eso pueden dar fe todos aquellos que toman clases en Montevideo Mambo, la primera escuela de bailes latinos del país. Allí, de lunes a sábado, los sonidos de trombones y timbales se mezclan en perfecta armonía con voces de docentes y alumnos, entre indicaciones y risas. Aprendizaje y disfrute conviven en medio de un clima familiar en el que confluyen diversas edades.

Sus directores responsables, Vanessa Grossi y Nicolás Marín, empezaron hace 20 años con la quijotada de transmitir conocimientos y transformarlo en un medio de vida. Hoy están afianzados en el mercado, tienen un prestigio en el ambiente y cuentan con orgullo que “la mayoría de los profesores que están dando clases en distintas escuelas empezaron en Montevideo Mambo”.

Nicolás Marín y Vanessa Grossi. Foto: Montevideo Mambo

Nicolás Marín y Vanessa Grossi. Foto: Montevideo Mambo

Vanessa y Nicolás se conocieron a principios de siglo y se convirtieron en pareja, dentro y fuera de la pista. Comenzaron a bailar juntos, a dar clases y a crear coreografías que rápidamente fueron aceptadas, hasta que dos alumnos les dieron la idea de asociarse para crear una academia. Así fue como en 2005 empezaron a transmitir sus conocimientos en Valle Miñor, y un año después se mudaron al Club Policial. Empezaron a hacerlo bajo el nombre de Montevideo Mambo, pero no fue hasta 2008 que pasaron a disponer de un espacio exclusivo, en Pablo de María 1474. En ese local, que estaba en desuso y tuvieron que acondicionar con enorme esfuerzo, siguen trabajando hasta hoy, con un constante afianzamiento y una identidad definida.

En 2009, estuvieron cerca de bajar la cortina por diferencias con los primeros socios, pero la traumática disolución del vínculo no llegó a tumbar el proyecto, que siguió de pie con ellos dos al frente. Tampoco se derrumbó en 2015, cuando Vanessa y Nicolás decidieron separar sus caminos afectivos tras 12 años transitándolos juntos. “Si bien no hubo nada drástico, era doloroso vernos todos los días, que cada uno siguiera con su vida y a la vez estar acá. La gente lo notaba porque había cierta tensión entre nosotros dando clase. De a poco fuimos entendiendo que Montevideo Mambo era como un hijo, y no podíamos tirarlo a la basura por no saber manejar nuestros sentimientos. El vínculo iba más allá de nuestra relación amorosa y logramos diagramar todo para seguir trabajando”, explicaron.

En el medio, hubo un profesor que hasta hoy los acompaña y que hizo las veces de mediador para capear el temporal. “El Petiso [Andrés Pérez] fue y es un pilar. Sin él, hoy no estaríamos abiertos”, destacaron sobre quien hoy recibe, entre otros, a las personas que acuden a las primeras clases de salsa como principiantes. Con él también transitaron la pandemia de covid-19, esa que en marzo de 2020 pegó duro en varios rubros y que los llevó a estar siete meses sin trabajar de forma presencial. El pasaje a la virtualidad para subsistir, las clases en la plaza Seregni y la incertidumbre constante sobre un rubro que tuvo que apagar la música, reabrir sus puertas con estrictos protocolos y volver a cerrar, los hicieron más fuertes. Entre la dueña del local que alquilan, quien accedió a cobrarles la mitad durante esos meses, la fidelidad de los alumnos, reclamos junto a colegas en las plazas y sus ganas de seguir adelante, sobrevivieron a pesar de las dificultades y las obligaciones impositivas.

Algunos de los docentes de la escuela. Foto: Montevideo Mambo

Algunos de los docentes de la escuela. Foto: Montevideo Mambo

La salsa siempre estuvo presente como hilo conductor y es el género predilecto por la mayoría de quienes acuden a los sociales, como se denomina a los bailes de ritmos latinos. En un principio compartía horas con el merengue, pero de a poco “la bachata lo fue desplazando en los sociales”, coincidiendo con los primeros años de Montevideo Mambo. “Alex Azambuya, un colega y amigo que ahora está en Miami, insistió para que empezáramos a dar bachata e hicimos la primera coreografía de bachata en pareja en Uruguay”, contaron con visible orgullo.

De sus viajes a Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos trajeron otras ideas, como la separación de los alumnos por niveles. “Tenés que empezar a diversificarlos porque una persona que es principiante no puede bailar con una avanzada. Empezamos a separar las clases por niveles y a trabajar en formato de clases abiertas y cursos, una novedad que instauramos nosotros cuando en Uruguay no existía. Inventamos el nivel principiante-avanzado porque no había nada entre principiantes e intermedios, y el pasaje de uno a otro era muy drástico. Muchos colegas hoy usan ese formato”, recordaron.

La innovación y el constante desafío de reinventarse los llevó a tener una cartelera muy rica, con clases abiertas, separadas por nivel y cursos bimestrales de salsa, así como también bachata, estilo femenino, cubafusión, rueda de casino, chachachá, pachanga, afrocubano, técnica de giros, clases para niños y coreografías que los propios alumnos realizan para muestras que se llevan a cabo dos veces al año. Suelen organizarlas en teatros, pero la próxima será en el Centro Pontevedrés el 6 de setiembre y terminará en un gran social —baile— a modo de festejo de los 20 años de la escuela.

En dos décadas, han pasado historias tan variadas como los pasos utilizados en cualquier fraseo. Esa heterogeneidad del alumnado los obliga a estar atentos y abiertos para “ver y acompañar las necesidades”. “Con el tiempo fuimos entendiendo a la gente. Vienen desde los que quieren aprender a bailar hasta los que buscan algo para hacer porque recién se divorciaron, pasando por los que nunca bailaron en su vida. Hay quienes llegan movilizados porque sufren depresión o porque viven situaciones de violencia, y también los que buscan compañía. Acá es un lugar de conexión y como docentes debemos estar atentos a esa variabilidad para acoger a los alumnos de una forma amorosa, y que ellos se sientan bien”, explicaron.

Foto: Montevideo Mambo

Foto: Montevideo Mambo

También llegan extranjeros, algunos por la oleada migratoria de los últimos años y otros a través de un consorcio que trae jóvenes desde Estados Unidos en intercambios estudiantiles, de los que Vanessa es parte como docente. “Les damos clases de danzas latinoamericanas y esa materia les da un crédito para sus carreras”, contó Vanessa, quien no oculta el orgullo por haber logrado “trabajar de la danza, algo que pocos pueden”, y reivindica los ritmos latinos a pesar de ciertas miradas prejuiciosas.

Uruguay no le da mucha apertura a las artes, pero de a poco la gente que la valora está luchando para tener un lugar, y sobre todo la danza. A lo único que se la da lugar en la danza es al ballet, que ganó un prestigio por la trayectoria que tiene, por dónde comenzó y por su disciplina. Cuenta con una escuela ya formada. Un prejuicio respecto a los ritmos latinos es que si bailás salsa no sos profesional, que lo hacés por hobby. Pero nosotros tenemos una escuela, un método de enseñanza. Requiere disciplina, esfuerzo y una técnica, que son palabras mayores. Hay que meterle mucha cabeza para dominarla bien y sentirse cómodo haciéndolo”, sostienen Vanessa y Nicolás, quienes llevan casi 20 años trabajando en el carnaval y varios primeros premios con la revista La Compañía.

Pioneros en trabajar con músicos en vivo tanto en talleres como en congresos, no dudan al dejar un mensaje para todos quienes aún no se animen a bailar, tanto en Montevideo Mambo como en cualquier otra academia de ritmos latinos. “Que dejen los prejuicios y la vergüenza de lado, y prueben. No se van a arrepentir. Bailar te cambia la cabeza… ¡te cambia la vida! No hay nada negativo en esto y hace bien para todo, sobre todo para el alma”, señalan Vanessa y Nicolás, quienes colgaron en su local, bien visibles, dos frases de Mark Twain y Joaquín Sabina que resumen el sentir de sus clases: “baila como si nadie te estuviera viendo” y “bailar es soñar con los pies”.

Por José Luis Calvete