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Katrin Himmler, de 43 años, es sobrina nieta de Heinrich Himmler, uno de los más connotados dirigentes de las siniestras SS, y considerado como el ideólogo y organizador de los campos de exterminio del régimen nazi. En la actualidad, Katrin está casada con un judío, descendiente de una familia diezmada en la década de 1940, y tiene un joven hijo que ha aprendido ya mucho sobre historia y sobre el pasado de ambas familias, y no parece que le suponga un problema comprenderlo", según refiere en una entrevista publicada por el periódico madrileño ABC.
En opinión de Katrin, su hijo, ocupa una posición especial que "le permite establecer puentes entre los dos bandos: el de los autores de los crímenes y el de las víctimas."
La descendiente de Himmler relata que supo de las atrocidades que había cometido su pariente "A los once años, cuando vi la película «Holocausto», y sólo entonces empecé a comprender la dimensión de los asesinatos en masa".
La redacción del libro "Los hermanos Himmler (Historia de una familia alemana)", requirió la ayuda de su familia política, que sufrió en carne propia los horrores de la persecución y la matanza organizada. El diálogo con sus suegros le llevó a confirmar el hecho de que el antisemitismo estaba muy difundido en Alemania antes del nazismo, lo que convertía al país en terreno fértil para el horror venidero. "Mucha gente no era radicalmente antisemita, pero aceptaban cada vez más las represiones contra los judíos. Probablemente, la propaganda tuvo un papel importante: la matanza no estuvo planeada desde el principio. Pero en cuanto empiezas a describir a alguien como no-humano, como escoria, cualquier radicalización es posible, fíjese en Ruanda", sugiere.
Interrogada acerca de qué pensamientos pasaban por la cabeza de su tío abuelo y otros líderes nazis para poner en marcha el exterminio, Katrin estima que "Heinrich Himmler y sus SS no carecían de moral, sabían perfectamente que lo que estaban cometiendo era un crimen, de otro modo no habrían tratado por todos los medios de ocultar los asesinatos en masa. Pero de acuerdo con su pervertida forma de verlo, había que hacerlo. Incluso los niños judíos debían ser eliminados, para evitar futuras venganzas por el asesinato de sus padres. Las SS estaba convencidas de que estaba haciendo ese ‘trabajo sucio' por el bien de los alemanes y por el futuro de un sólido imperio alemán".
En cuanto a las repercusiones del libro en el seno de su familia, reconoce que "algunos están más o menos de acuerdo. Otros, no. No se discutió mucho al respecto en la familia. Pero, por supuesto, a Gurun, la hija de Heinrich, no le gusta en absoluto mi libro, ya que sigue siendo una activista de derechas y una defensora de su ‘buen padre'", explica.
Durante años, Katrin creció con la idea -inculcada por sus padres- de que su tío abuelo Heinrich había sido un activo elemento nazi, pero el resto de la familia no se había involucrado. Sin embargo, una visita a los archivos nacionales dio por tierra con esta versión familiar. "Para mi abuela Paula, los doce años terribles del Tercer Reich fueron también los doce años de su matrimonio con Ernst; desde un punto de vista personal, los más felices de su vida. Más tarde entendió, por supuesto, que también su marido había estado implicado en el engranaje nazi, pero aun así le resultaba muy difícil hablar de ello con mi padre. Éste siempre había temido que su padre pudiera haber estado envuelto en los asesinatos, pero nunca compartió conmigo ese miedo. Yo crecí con la consciencia de que Heinrich fue un criminal y que el resto de la familia no había sido nazi... Hasta el día en que mi padre me pidió que fuera al archivo de Berlín".
La documentación que Katrin halló en ese lugar, aportó inforemación decisiva para el libro, y cambió la visión que tenía acerca de su propia familia. "Durante mi investigación, tuve miedo de lo que podría encontrar. Pero al mismo tiempo tenía la sensación de que la verdad no podía ser peor que saber a medias, o el terror irracional que estaba envenenando nuestra vida. Lo que acabé descubriendo resultó ser bastante malo, pero, de todos modos, saber qué habían hecho y qué no, me hizo sentir mejor. Cuando finalmente tienes el coraje suficiente para romper el tabú y empezar a hacer preguntas, sientes alivio, aunque la verdad sea muy dolorosa".
El tomar consciencia del rol que había tenido buena parte de su familia durante el período nazi, Katrin reconoce haber sentido vergüenza y culpa, pero "más tarde me di cuenta, por supuesto, de que no podía sentirme culpable por lo que otro había hecho. Pero aún hoy siento una cierta responsabilidad, no sólo como descendiente de la familia Himmler, sino también como alemana de una generación más joven, que tuvo el privilegio de crecer en paz y democracia. Eso nos permite hacer preguntas que nuestros padres aún no pueden hacer. En general, creo que todos deberíamos conocer nuestro pasado familiar y nacional, ya que este influye en nuestras biografías, en nuestra actitud y en la forma en la que nos relacionamos. Ser consciente de ello nos ayuda a actuar de una forma responsable y tolerante respecto a los demás en nuestra vida".
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