Gordon es alguien a quien nadie en sus cabales invitaría a una fiesta. Es el compañero de trabajo que todos esquivan, y sobre el que se cuchichea en el bar; el tipo al que todos van a evitar en el ómnibus, el que puede arruinar un acto tan simple como bajar cinco pisos en el ascensor.


Él cree que no, pero es grosero y egoísta, y además xenófobo. Y sin embargo nos cautiva. Nos intriga, queremos saber de él, porque, quizás, el mundo está lleno de Gordons.

Este Gordon, el de Marcos Chicot, es una mezcla del Samuel Pickwick dickensiano y el Ignatius Reilly de Kennedy Toole, tocado con el españolísimo carácter de José Luis Torrente y los cretinos que describió con irónica ferocidad Jardiel Poncela.

Marcos Chicot, madrileño, 45 años, ex economista, ex psicólogo, escritor profesional recientemente finalista del Premio Planeta, autor de los elogiados thrillers históricos El asesinato de Pitágoras (2013) y La Hermandad (2015), escribió Diario de Gordon como un divertimento, allá por 1998. Con esta obra ganó el Premio de Novela Francisco Umbral, pero recién ahora llega a los escaparates a través de Editorial Duomo (distribuye Océano), y de la mano de sus exitosas hermanas menores.

Chicot dice que este Diario de Gordon es "varias cosas a la vez", y que está construido como una crítica de la realidad pero que, necesariamente, apela a la risa.

 

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Dijiste en alguna entrevista que, para crear a Gordon, te habías inspirado en el Dickens de Los Papeles del Club Pickwick. Sin embargo, a mí me recordó también al Ignatius Reilly de La Conjura de los Necios, y a algunas de las creaciones de Jardiel Poncela. ¿Gordon es más literario que humano o se parece más a personas que conoces que a los personajes literarios?


Reconozco que a mí también me recuerda a Ignatius, aunque me inspirara en los personajes de Dickens y sobre todo en la realidad, o más bien en una mezcla de diferentes personajes y situaciones reales con un filtro cómico a la hora de verlos e interpretarlos.


¿Es Diario de Gordon una crítica a cierta España? Me refiero a sus arranques de xenofobia, o su poca solidaridad con los más débiles...


Es varias cosas a la vez, y una de ellas una "crítica objetiva" al ser humano y la sociedad general. Es decir, simplemente muestro un hecho, que es la tendencia del ser humano a considerar sus acciones mucho más correctas y justificadas que las del prójimo. Lo que ocurre es que lo llevo completamente al extremo en aras de la hilaridad, que es el motor de esta novela.


¿Te sentís cómodo en el humor? ¿Sos más Marcos Chicot en este género que en thriller histórico?


Me siento feliz en el humor. Me reí mucho escribiendo Diario de Gordon. Y mientras pueda evitarlo, nunca escribiré nada en lo que no me sienta yo al cien por cien. De momento, todo lo que he publicado ha sido escribiendo exclusivamente lo que quería escribir, sin presiones ni limitaciones.


¿Y cuánto hay del psicólogo y el economista en el Marcos Chicot que escribe? ¿Esa formación es de utilidad a la hora de sentarte a trabajar en una novela?

Desde hace muchos años hago una ficha psicológica de mis personajes, lo que me ayuda a comprenderlos mejor y a dotarlos de consistencia y coherencia a lo largo de cada novela. En cuanto a mi faceta de economista o de "hombre de ciencias", creo que me sirve para los esquemas que me hago de la trama de las novelas, y que en el caso de las novelas históricas es realmente complejo y no sabría trabajar sin esos esquemas laberínticos pero con un orden dentro del aparente caos de códigos de color y subestructuras.

¿Volverás al humor?

Me encantaría volver a escribir a carcajadas, y Gordon tiene una segunda parte en mi mente. Pero lógicamente lo que no voy a dejar de hacer es escribir novelas históricas, y de momento ambas cosas no caben en el espacio temporal. Espero hacerlo algún día.


Más allá de una forma de sustento, ¿Qué encontraste en la literatura que no hallabas en tus ocupaciones anteriores?

La escritura te produce un tipo de satisfacción muy especial. Al terminar mi primera novela el estremecimiento me puso todo el vello de punta, y es una sensación que se sigue repitiendo. Además, no hay otro "trabajo" en el que puedas poner en práctica la creatividad de un modo tan absoluto. Es una buena profesión para mí, tengo una imaginación hiperactiva que me convirtió en un estudiante ausente del mundo real durante mi etapa escolar, lo cual obviamente resultaba negativo, pero como escritor supone algo positivo.