Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Sé que tendré que volver

Conversamos con Quique Rangel, de Café Tacvba

Conversamos con Quique Rangel, de Café Tacvba, y hablamos de música, el papel de las discográficas y la globalización. Y de Donald Trump.

22.11.2016 16:55

Lectura: 10'

2016-11-22T16:55:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

En los 90, ser clásico estaba mal visto. Lo que funcionaba, lo que mandaba la industria (si es que existe una entelequia tan malvada bajo ese rótulo), al menos lo que dictaba el gusto de quienes compraban discos e incidían en los charts, venía por el lado de lo alternativo.

Así, los más thrasheros fusionaron sus riffs con ritmos tribales o fraseos de rap, el hard rock abrevó en el punk, y hasta el pop hecho y derecho que conocíamos hasta ese momento se avergonzó de sí mismo y salió corriendo a buscar maquillajes más respetables.

Mientras eso ocurría, algunos artistas venían desarrollando un camino que no por transitado era conocido. En Europa, Mano Negra sincretizaba el rock anglosajón con colores amerindios y africanos. De este lado del Atlántico, Los Fabulosos Cadillacs, en Argentina, Aterciopelados, en Colombia y Café Tacvba, en México, seguían escribiendo la historia de la música popular con los elementos que tenían a mano. A un rock más o menos punki, más o menos ska, más o menos electrónico, le agregaban buenas dosis de folklore latinoamericano, que algún periodista holgazán bautizó como "alterlatino".

Los Café Tacvba, por ejemplo, lograron un sello propio vistiendo canciones en plan pop con texturas electrónicas y baterías imposibles, y saqueando con descaro las discotecas de sus padres: corridos, boleros y rancheras convivían en un repertorio deforme con funks y piezas de punk industrial sui generis. Re (1994), el disco que los puso en boca del mundo hispanoparlante, es un buen ejemplo.

Por esos días, además, la globalización estaba en pañales pero ya caminaba, y cada movimiento de estos artistas llegaba al living de quien estuviera al día con la cuota de la TV cable y tuviera en su grilla a MTV.

Hoy, más de 20 años después, los Café Tacvba cambiaron muchas cosas, pero persisten en la idea que los llevó a formar una banda: hacer una música para oídos entrenados y cuestionadores. Están grabando un disco nuevo que distribuirán por su cuenta, enemistados con la industria musical. Vienen de tocar en Buenos Aires, en el festival Fri Music, que homenajeó a Soda Stereo, hace unos días estrenaron el clip de Un par de lugares, adelanto de lo que vendrá, y prometen estar en Montevideo (y el resto de la larga América) sobre la mitad del año que entra.


Quique Rangel, bajista del grupo, dice que todavía tiene esperanzas de que la globalización tenga efectos positivos, y que aún cree que hay gente que hace un clic más hasta encontrar la música que le hable directamente.

Foto: Prensa Café Tacvba | Celeste Urreaga
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¿Por qué emprender un camino independiente alejados de las discográficas?


En realidad, muchas de las decisiones que tomábamos en el formato anterior, tenían que ver con nuestras expectativas y planes. La única manifestación que hemos visto en esta nueva etapa ha sido el hecho de que una canción, que forma parte del repertorio que estábamos planeando para el nuevo disco, y tuvimos la afortunada oportunidad de trabajar con Gustavo Santaolalla, con un buen ingeniero de mezcla, en menos de un mes ya estaba a disposición del público. Sin tanto intermediario, sin tanta burocracia, sin que formara parte de un esquema que tenía que ver más con un disco y con los tiempos necesarios para cumplir las expectativas de las radios. Todas esas cosas no estuvieron presentes. Un poco más acorde a las opciones que hay en las plataformas digitales, a medios electrónicos, en cuanto no tener la necesidad de los objetos que cargan la música, todo eso fue más fácil. Y vimos que la gente agradece que esto existe. Lo otro, al menos para mí, no lo tomo como una gran liberación, sino un proceso natural. Sería un poco absurdo recurrir a viejos esquemas cuando vemos que no necesariamente ayudan a que se desarrolle nuestra música.


No deja de ser una opción arriesgada e innecesaria para una banda consagrada como ustedes, que podrían dejar ese trabajo en manos de las compañías, que llevan cien años haciéndolo...

Probablemente sería un riesgo si hubiéramos visto en el otro esquema una comodidad extraordinaria y resultados extraordinarios. Siempre nos hemos quedado con la duda de si realmente las disqueras ofrecen esa supuesta comodidad. Yo siento que lo que sí ofrecen es un respaldo económico, que para el caso también ofrecen las instituciones bancarias, ¿no? (Risas). Las compañías discográficas siguen existiendo como plataformas de difusión de información y como distribuidoras de objetos. Lla otra parte, la magia de una persona, de una dirección artística, de cuidar al artista para que se desarrolle de tal o cual manera, nosotros, Café Tacvuba, no hemos gozado de ese privilegio dentro de esas instituciones en los últimos años. Entonces, si nosotros mismos podemos tomar esas decisiones, alcanzar cierta madurez artística, y contamos con gente alrededor que articule algo tan sencillo como esta comunicación que estamos teniendo tú y yo, y contamos, a la hora de hacer discos, con el respaldo de Gustavo Santaolalla, que no trabaja para ninguna disquera sino que se acerca a los artistas que quieren trabajar con él, no necesitamos más. Creo que este esquema, mientras menos barreras y menos intermediarios existan, es mucho mejor.



¿Por dónde viene ese nuevo material? ¿Implica también un cambio estético importante o mantiene el espíritu del Café Tacvba de siempre?

Para mí sí implica un descubrimiento de diferentes elementos, aunque muchos de ellos ya están en nuestros trabajos anteriores. Escucho en muchas de las composiciones nuevas cosas de la música tradicional de nuestro país, y de la música popular. Sin embargo, también oigo una búsqueda de sonidos y de texturas, sobre todo en la parte rítmica, un espacio sonoro que no recuerdo que hayamos tenido antes. Estoy muy contento. Creo que todos estamos muy contentos con el resultado, con cómo va quedando. Más de la mitad del trabajo ya ha sido realizado, faltan detalles, terminar algunas cuestiones más, pero estamos entusiasmados, y para mí es vital que esto esté terminado cuanto antes.

 

En los 90 fueron los abanderados de una corriente que revitalizó el rock latinoamericano, con elementos del folklore, y eso venía de la mano de lo alternativo, un término que no por aceptado deja de ser discutible. ¿Cómo se mantiene esa opción de alternatividad, de ser distintos? En primer lugar por el paso del tiempo, y después, por la accesibilidad que hay hoy en día, que todo está a un clic de distancia...


Me da la impresión de que nosotros seguimos haciendo la música para nosotros. Mi escucha ideal somos nosotros cuatro. Una persona con una sensibilidad lo mismo hacia el rock que hacia la música popular o tradicional, que tiene cierta disciplina para escuchar las letras y no solo llevarse por un ritmo o un son pegajoso, que cuestiona la calidad de la obra que escucha. Creo que eso, a estas alturas, es un poco engañoso, porque como tú dices, en un momento la información que nosotros teníamos hace 20 años de la música que estaba sucediendo pasaba por canales limitados. Ahora, esa posibilidad de acceso a las diferentes idiosincrasias está a un clic de distancia, si tienes una conexión de internet. Pero hace 20 años no éramos escuchas pasivos de eso que nos llegaba y de donde tomábamos algunas referencias. Ahora hay muchas posibilidades, ese abanico se ha expandido, y creo que se han ido colando, poco a poco, cosas que reinterpretamos en nuestra música.

Foto: Prensa Café Tacvba

Sin ánimo de ser apocalíptico, ¿Esa explosión en el acceso a la información no ha ido en perjuicio del producto artístico? Quizás antes había que estar muy dispuesto a hacer una búsqueda como Café Tacvba, y hoy basta con mirar un puñado de videos en YouTube, componer una canción y esperar a tener suerte...

Creo que sí, que existe ese riesgo. Y existe también el riesgo de que al final, de esa búsqueda en diferentes fuentes o propuestas, todas suenen tristemente uniformes, porque todas toman de las mismas fuentes y las transforman en algo homogéneo. Quiero pensar que ese no es el final de las manifestaciones culturales, y menos de una tan rica como la música. Todavía tengo el optimismo de que las diferentes voces que se están generando... A ver: la palabra globalización siempre se utiliza para elementos precisamente apocalípticos y poco beneficiosos, pero es inevitable que eso pase. Pero hay una universalización de las culturas, y me gustaría creer que hay un lado positivo, un lado de intercambio cultural, de diálogo y de diversificación de interpretaciones, que puede ser muy beneficioso. Para nosotros lo ha sido, y para el público que ahora está descubriendo música puede ser muy bueno, si sabe dónde buscar, y si mantiene viva esa curiosidad, y parte de la voluntad de decir qué es lo que quiero buscar y lo que encuentro, cuántos clics más tengo que hacer para encontrar lo que me habla a mí.

 

Un par de años atrás, el ex presidente uruguayo José Mujica decía que México era un Estado fallido, donde existía un poder institucional y un poder lateral en manos del narco y las mafias. ¿Cómo ven esa situación como mexicanos, y qué esperan del próximo Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos?


En efecto, sí es cierto que lo que vivimos en México es muy difícil, y es desconcertante. Digamos que la forma en que se manifiesta lo que la gente ve en las noticias nos hace sentir que hay una vida cotidiana, la que uno tiene, y otra, que está muy cerca, que es la de la violencia, del narco y los territorios donde no se puede transitar libremente. Curiosamente, y eso es algo que tiene que ver con Donald Trump y el discurso que lo llevó a ser elegido presidente, el narcotráfico no existiría si las drogas no fueran consumidas y pagadas en dólares en los Estados Unidos. El narcotráfico no existiría si esos dólares que pagan las drogas de Estados Unidos no hicieran que las armas pasaran la frontera de Estados Unidos a México, y siguieran alimentando guerras que parten de la necesidad de Estados Unidos de que no le lleguen drogas. Es absurdo pensar que los cárteles de la droga se acaban en la frontera de México. Hay un problema de raíz, y es la demanda de drogas. Es curioso que Trump diga que son los mexicanos los malvados que están contaminando la sociedad estadounidense, y que hay que levantar un muro. Espero que ese muro que van a construir haga que no pasen los dólares a México para comprar armas, que alimentan la violencia. ¡Y qué se puede decir del discurso de Trump! Hay un mundo que es, por lo menos, la mitad más uno, que votó por Trump, que cree que esa es la solución. Esa mitad quiso encontrar otro discurso, ajeno a los políticos, ajeno a lo establecido, y les tocó este tipo, que es un personaje rabioso que encarna las esperanzas de gran parte de una población que no tiene ni idea, y quiere encontrar bienestar al modo que cree que tiene que ser. Son momentos difíciles, y esa misma frustración, rabia, encono que nos ha tomado por sorpresa en el caso de Trump, ha tomado por sorpresa a los ingleses con el Brexit, y a los colombianos con el referéndum de paz, se puede manifestar de cualquier manera en todos los países de esta zona. Es un momento peligroso.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy