Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Con flores vuelven

Conversamos con Diego Silva, de La Rika Merlot

Conversamos con Diego Silva, de La Rika Merlot, acerca de “Flores del tiempo”, el nuevo disco de la banda fernandina.

25.08.2016 09:05

Lectura: 9'

2016-08-25T09:05:00-03:00
Compartir en

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

Derribando prejuicios casi fundacionales del rock, la gente de La Rika Merlot lleva más de 20 años en la ruta, y no es una metáfora. Oriundos de Maldonado, donde residen tres de sus cuatro integrantes, entre ellos un padre y sus dos hijos, la banda se las arregla para ensayar, componer, tocar y grabar con asiduidad y pasmoso profesionalismo, hasta hacerse un lugar en Montevideo, el lugar de Uruguay donde tienen que pasar las cosas para que se vea que están pasando.

Los tipos arrancaron en los 90 con Jurisdicción Nacional y gastaron suelas como locos para tocar en festivales, sonar en la radio, aparecer en la foto. Hoy, con Flores del tiempo (Bizarro, 2016), segundo disco de La Rika Merlot, ya pintan para dejar de ser revelación y ser una banda que hay que tener en cuenta.

Diego Silva, baterista del grupo y único integrante que vive en Montevideo, defiende ese espacio ganado y dice que lo importante es crecer como banda y seguir aprendiendo. Mantener la capacidad de admirar a los otros. De eso se trata.

*

¿Cómo es la historia de hacerse un lugar para una banda del interior?

Desde el interior es un esfuerzo doble: las distancias, si querés hacer las cosas un poco más pro tenés que arrimarte a Montevideo de alguna forma, si bien en el interior hay ahora muchos estudios que están grabando muy bien y están a nivel de Montevideo, a veces necesitás venir. Sobre todo por un tema de existir. A nivel nacional, en la música, si querés existir no podés quedarte. No podemos quedarnos en Maldonado sin salir de ahí. Se hace un poco cuesta arriba porque hace años que estamos en la música, pero también tenemos que sobrevivir. Pero también es un desafío. Hay que entreverarse, intentar estar a nivel de bandas muy buenas y que tienen muchos años. Para uno como músico también es un desafío. Está bueno.


Pienso en casos como Carlos Malo o Lucas Sugo, que se consolidaron en el interior y por último recalaron en Montevideo. ¿Eso es imposible en el rock?

Es más difícil. Es un rubro que, para empezar, tiene menos público que otros estilos de música. Se contagia menos. Lo veo a la inversa: tenés que estar acá, existir acá. Hubo bandas como Graffolitas, que eran de Durazno, y, en su momento, para que todo fuera creciendo, tuvieron que venir a vivir acá. Se les hacía imposible existir como grupo desde Durazno. Por la prensa, para que se viera que estaban haciendo cosas, tocando. Con la otra banda que tuvimos nos pasaba lo mismo. Hubo un momento en que teníamos que estar más acá, que fue cuando más se nos conoció. Estuvimos muchos años en Maldonado, tranquilos, tocábamos muchísimo, porque había muchos boliches que ya no hay, con un cachet, pero quisimos un poco más. Quisimos grabar, tener un disco, y nos vimos obligados a venir a Montevideo.

 

Es una actividad deficitaria...

Sí. Si alguna vez pegamos algún salto, nos conoce más la gente y vendemos más discos, por ahí nos va mejor.

 

¿Cuál es la expectativa? ¿Pegar el salto o crecer en calidad?

Como banda, crecer. Naturalmente nos gustaría poder dedicarnos más a la música. Que el producto se escuche fuera del país, tocar afuera. Creo que se puede. Hay bandas un poco más chicas que La Vela Puerca o No Te Va Gustar, o el Cuarteto, que están saliendo. Y es gracias a los que lo hicieron primero. No Te Va Gustar, por ejemplo, le abrió la puerta a muchas bandas. Donde fue a tocar a Buenos Aires, después fueron otros grupos uruguayos. Y ha sido, además, una máquina de abrirle puerta a los demás músicos. Nosotros ya los teloneamos tres veces. Ellos hacen que el resto crezca. Pero la idea es crecer y ver si se puede salir de lo nacional, apuntarlo a otro lado.


¿Sigue pesando en el interior la separación de la capital en cuanto a absorber información musical?

No. Hoy, con las redes sociales, ya no.

 

Porque La Rika Merlot no parece rock uruguayo. Tiene un sonido que, si no me decís de dónde son, te digo que son argentinos...

Sí, por ahí pasa. Va un poco por el lado de las influencias, más que por estar en Montevideo o el interior. Acá se juntan influencias, hay muchas mezclas. Generacionalmente somos bastante diferentes. En mi caso y el Bocha somos más del palo del rock, de Pappo, La Renga, o el rock inglés. Gonzalo y Pepe son más jóvenes y tienen influencias más recientes. Pop, ska, géneros que aparecen "rozados" en algunas canciones del disco. Es cierto, no lo había pensado, pero no suena muy uruguayo. Tampoco somos una banda que suene parecida a otra.

 

¿Y cómo es tocar con tu padre y tu hermano? No solo por la relación personal, sino por las influencias de cada uno...

En producto final está increíble. En la convivencia tiene sus días. Es una familia. Y hay diferencias que son generacionales. Es natural que las haya, pero ayuda mucho que esté Gonza, que no es de la familia, y es quien puede decir "paremos, pensemos, dejemos de discutir un poco", sobre un arreglo, un final, lo que sea. Pero es increíble. No se le da a todo el mundo. Hace años que toco con mi viejo y es lo mejor que me ha pasado. Compartir escenarios, noches, presentaciones de discos, grabaciones...


Y a la hora de las cervezas, ¿Quién le dice al otro "ya está, ya tomaste muchas"?

Y... Ahora alguno a veces tiene que manejar, así que hay que controlarse. Pero él es el más tranquilo en cuanto a la bebida. Y los demás estamos un poco grandes. Ya pasé la época del desbunde.

 

¿Cuáles son las preocupaciones a la hora de componer?

Vas pasando por cosas, te caés, te levantás. Tratás de no cometer los mismos errores. No es lo mismo a los 20 años, cuando por ahí no te importa nada, no te preocupan determinadas cosas. Después empezás a pensarlo todo. A corregir sobre lo que te pasó. A no tomar las cosas a la ligera, no apurarte.


¿Cuánto fracaso hubo antes?

De todo. Shows. Presentarnos con la otra banda con un disco nuevo, llenar en Maldonado con 600 personas, llenar en Pan de Azúcar con 200, Piriápolis también, y en San Carlos fueron cuatro personas. ¡A 12 kilómetros de Maldonado! Hicimos el show igual, nos llevó dos botellas de whisky afrontar ese bajón, pero lo hicimos. Por respeto a esas cuatro personas. Fue un tropezón. Nos equivocamos en la difusión del show, se nos fue de las manos. Y tropezones de esos hubo miles.

 

¿Aprendieron?

Aprendimos, sí.

 

Y en lo personal, ¿Cuánto pesa esa experiencia cuando tenés que sentarte a escribir una canción?

Sin duda que vas madurando un montón de cosas. Tenés tu familia, tenés un hijo, te quedás sin laburo... Creo que los músicos nos agarramos de la música para poder vivir la vida con todo lo que se nos atraviesa. Por ahí, si no tuviéramos la música, nos hubiéramos caído en algún momento. A mí me pasó. Me quedé sin laburo, me vine a Montevideo sin familia, en un trabajo que ganaba la mitad de lo que cobraba en Maldonado, y me agarré de la música. Si no, estaba en el horno. La música me impulsó a tomar una decisión. Y avancé. Madurás o madurás.

¿Qué los llevó a ustedes hace 20 años? Porque cuando arrancaron en Maldonado quizás el panorama no era tan alentador, con menos gente que escuchaba rock...

Ahí hay un problema generacional, me parece. La gente de nuestra generación, de 30 y pico, que sigue escuchando rock, escuchaba rock, buen rock, 20 años atrás. Y la gente ahora no está escuchando rock. Los chiquilines no están escuchando rock. Pasó al revés de lo que vos decís. Antes, en Maldonado, la gente que tenía nuestra edad, y gente más grande, iba a los shows. El Teatro Cantegrill se llenaba. Lleva 600 personas, ¡hay que llenarlo! Y se llenaba. Es un lugar que queda incómodo para llegar, y la gente iba caminando, sin problema. Y hace 10, 12 años que no se llena. La gente que está yendo a los shows es gente grande. Los de 16, 17, 20 años, no están yendo.

 

¿Y por qué pasa eso?

Yo culpo mucho a las redes sociales. Creo que perdimos la capacidad de admirar. Vos vas a ver a una banda porque te gustan las letras, te contagia la adrenalina, tiene un violero que se toca todo. Estás admirando algo de ellos. Y ahora no admiramos más. Porque estamos para sacarnos la foto y colgarla, y que otro nos diga "¡Qué bueno!". Y no sos un artista. Estás poniendo tu foto, contando tu vida privada y estás ahí, sin salir. Sin ir a tomar una cerveza, a conocer. No salimos a conocer. Hay una banda tocando y si no la conocemos no entramos. Ese es mi punto de vista. Capaz que es muy cerrado, pero lo vengo notando hace muchos años. Ojalá se revierta, pero creo que hay una generación que está perdida.

 

¿Cómo hacés para darle un "cachetazo" a esa generación?

Hay una generación nueva, más chica, que está muy involucrada con la música, y está queriendo aprender instrumentos, violín, vientos, no solo guitarra, bajo y batería. Instrumentos más complejos. Chiquilines de menos de 15 años. Esa generación va a venir con una polenta bárbara. Esperemos que escuchen música, que salgan, que vuelvan a admirar. ¡A alguien tenés que admirar!


¿Existen acá esos artistas admirables? ¿Siguen surgiendo?

Es muy difícil. En Uruguay, que yo conozca, son pocos. Jorge Nasser. Jaime Roos, Rada, Christian Cary. Son muy poquitos. Que tengan la onda, el carisma y la experiencia. A esa gente hay que observarla mucho, hay que aprender. Hay que ir a verlos. Las bandas tienen que salir a ver las bandas. ¿Por qué no vamos a ver a otras bandas? Vayamos a ver bandas, a aprender. Se puede. Hay que ganar experiencia. Tener mucha tabla, no solo hablar de rock, escuchar rock.

 

La Rika Merlot es: 

Gonzalo Cruz: Voz, guitarra.

Bocha Siva: Guitarra, coros.

Diego Silva: Batería, coros.

Pepe Silva: Bajo, Coros.

 

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy