Contenido creado por Lorena Zeballos
Entrevistas

Apasionante

Recordamos entrevista con Almudena Grandes: “La norma de la ficción es la verosimilitud”

La autora dialogó en 2020 con Montevideo Portal de “La madre de Frankenstein”, intensa parte de “Episodios de una Guerra Interminable”.

08.08.2020 10:23

Lectura: 16'

2020-08-08T10:23:00-03:00
Compartir en

Por María Noel Domínguez

La nueva novela de la escritora española Almudena Grandes es la más intensa de su ciclo de los Episodios de una Guerra Interminable.

Cuenta la historia de una mujer tan polémica como inquietante que después de haber asesinado a su hija fue internada en el manicomio de Ciempozuelos.

El de Aurora Rodríguez Carballeira fue un caso que conmocionó a España y que la autora recoge y perfecciona junto a otros personajes marginales que sobreviven en la España franquista.

Amor, perversión, locura, política, esta novela tiene de todo y la manera en que está contado la hace tan atrapante como recomendable.

La emergencia sanitaria truncó la gira de Almudena, pero permitió que conversara con varios medios entre los que estuvo Montevideo Portal.

*

El caso de Aurora Rodríguez Carballeira impactó a los españoles y, por supuesto, también a Almudena que cuenta cómo llegó Aurora a su vida y qué camino recorrió antes de convertirse en la protagonista de esta nueva novela:

A.G.: Mi relación con Aurora Rodríguez es muy larga. Conocí a Aurora en el año 1977 como casi todos los españoles de mi edad, gracias a una película que tuvo muchísimo éxito. Yo tenía 17 años y esa película me impresionó. Era una película que giraba sobre el crimen de Aurora y en la que ella aparecía como una mujer cuerda. Era una mujer naturalmente odiosa, una madre dominante, una criminal, un personaje desagradable, pero sobre todo una mujer cuerda.

Muchos años después, cuando iba a las librerías a ver cómo estaba mi novela, apareció un libro que me llamó la atención. Era de un hombre que había hecho la residencia con las mujeres de Ciempozuelos y había encontrado la historia clínica de Aurora y la había fascinado de tal manera decidió publicarla. Entonces, en el año 1989, descubrí a otra Aurora Rodríguez que no era la de la película y que era una mujer fascinante a la que llevo dándole vueltas desde ese entonces.

Era una mujer a la que yo no podía odiar, porque me fascinaba. Una mujer inteligentísima, cultísima, autodidacta. Era rica y por lo tanto no tuvo por qué casarse y pudo emprender sus propias iniciativas. Una mujer además muy aficionada a la vida pública; escribía conferencias, daba conferencias... Muy conectada con los círculos progresistas de España. Esa mujer que tenía tantas virtudes, que podría haberse convertido en un símbolo de la nueva mujer, de la nueva España, era una enferma mental.

Era una paranoica y todos los paranoicos tienen delirios. Estos pueden presentarse de maneras distintas, pero comparten el delirio de grandeza y en el caso de Aurora era extraordinario porque ella creía que había venido al mundo para salvar a la humanidad, para llevar al ser humano a una etapa de felicidad y de progreso y para construir una sociedad mejor. Y por lo tanto su delirio persecutorio, que sea el otro delirio que tienen todos los paranoicos, era también extraordinario. Aurora creía que sus enemigos eran las potencias internacionales y específicamente la inteligencia británica. Según ella, estaban todos conspirando para que no pudiera llevar a cabo su misión. La misión de Aurora era reformar a la humanidad, pero su instrumento era su hija: Hildegart.

Su hija fue un experimento feliz. Ella quería tener una hija para que fuera su instrumento e Hildegart aprendió a leer en edad temprana, era brillante en sus estudios, se convirtió en una líder. Le salió tan bien el experimento que empezó a desarrollar su propia voluntad al margen de su madre. Cuando era chica a los 18 años llamó la atención de media Europa y recibió una invitación del novelista británico de la Guerra de los mundos H. G. Wells y de un sexólogo británico muy famoso. Ambos la invitaron a Inglaterra a dar una serie de conferencias. Ella le dijo a Aurora "mamá, me voy a ir de viaje a Inglaterra a dar conferencias" y le aclaró que se iba sola. Además, agregó que a la vuelta se iba a vivir por su cuenta, porque ya no quería estar con ella más tiempo. Entonces ¿qué pensó Aurora? Pensó que sus enemigos habían vencido, que le habían arrebatado a su hija, que la habían prostituido que la habían destrozado y que tenía que salvarla. Para salvarla la única oportunidad que tenía era matarla.

Llevo 30 años reflexionando sobre Aurora Rodríguez. Cuando se me ocurrió la historia de los episodios y que podía escribir una serie de seis novelas para contar los 25 primeros años de la dictadura estaba corrigiendo una obra teatral. Una obra teatral que ya se llamaba La madre de Frankenstein y que de todos mis fracasos teatrales fue el que mejor me salió.

Cuando estaba escribiendo esa obra de teatro yo pensé "soy tonta, lo que yo sé hacer es escribir novelas" y Aurora ya estaba ahí. Se ganó inmediatamente un lugar en la serie. Además, la vida de Aurora y el hecho de que ella muriera en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos me dio una oportunidad extraordinaria para contar los años cincuenta desde un microcosmos. El manicomio de mujeres es un lugar que es casi un "no lugar". Allí es donde vivían las personas que menos contaban: primero eran mujeres y luego eran enfermas mentales. Un microcosmos que se relaciona con el gran macrocosmos de la España de los 50 que era un manicomio también. Me pareció muy atractiva la posibilidad de contar los años 50 desde ahí.


La hija de Frankenstein tiene una variedad de personajes que representan minorías: mujeres en un manicomio, un doctor homosexual, una familia judía. Almudena cuenta algo sobre esa elección:


A.G.: Yo digo que esta es una novela que cuenta un período de la historia de España desde el margen del margen. Yo misma me sitúo en una posición que se podía llamar ultra marginal.

Mujeres, enfermos mentales, pero también hay un homosexual, hay un personaje como María que es muy representativo de lo que el nacionalcatolicismo significó específicamente para las mujeres. Lo que nosotros llamamos nacionalcatolicismo no fue una ideología, fue más bien un engendro ideológico de ocasión. Fue la consecuencia de la fusión entre un estado fascista, una dictadura militar como la franquista y la Iglesia Católica, Esta especie de matrimonio asfixiante desarrolló una influencia asombrosa en la vida íntima de las personas. Y eso es lo que yo quería que se viera en la novela. En los años 50 en España todo, todo era pecado Y todos los pecados eran delitos, por lo cual tu pecabas y no solo te arriesgabas a ir al infierno después de morir, sino que además ibas a la cárcel. Y todo estaba prohibido. Hay multitud de casos, multitud de gestos que hacemos todos nosotros todos los días como puede ser reír en voz alta, abrazar a un amigo, hacer chistes de doble intención... cualquiera de esas cosas eran muy peligrosas en la España de los 50.

La historia de los Goldstein me sirve también para contemplar el exilio. En la novela hay dos exilios que se miran a los ojos como dos espejos. El de Germán, que logra escapar por los pelos con la derrota de la República y el de los Goldstein que logran escapar por los pelos de las cámaras de gas, pero no todos.
Germán ocupa de alguna manera el lugar del hijo que los Goldstein han dejado atrás y ellos ocupan el lugar de la familia que Germán dejó atrás. Tanto Germán como los Goldstein comparten una condición que yo he leído muchas memorias y en muchas biografías de exiliados que es tristísima que es la culpabilidad de haber sobrevivido.

Ese síntoma se repitió muchísimo hasta el punto de que fue en España hubo gente que se arriesgó a volver cuando sabía que la iban a meter a la cárcel. O sea que la historia de los Goldstein me sirve para reflexionar sobre el exilio de Germán, me sirve también para conectar con el tema de lo que fue eugenesia. La eugenesia le dio un barniz científico a la represión: no fusilamos porque sí, fusilamos por la mejora de la raza.

Al final de la novela lo que tiene que pasar es que todo lo que parece marginal al final no lo sea tanto. De manera de que de que todas las piezas encajen. Los Goldstein son un ejemplo también de cómo en una novela a veces los problemas acaban siendo una oportunidad.

Porque para mí era inconcebible que Germán volviera del exilio solo para ver a su madre. Probablemente muchos lectores lo hubieran creído, pero yo no. Tenía que fabricarle una ratonera a Germán para su exilio, algo que justifique el estrés y los problemas de volver. Así creció la historia de los Goldstein.

Las mujeres ocupan una parta importante en los trabajos de Almudena y esta no es la excepción.

A.G.: Desde Freud en adelante se viene hablando de histeria en psiquiatría. Histeria viene de útero que se dice hister en latín. Entonces la histeria es una dolencia que Freud definió como característica de las mujeres. Es verdad que la psiquiatría clásica fue tremendamente cruel y misógina. A lo largo de todo el franquismo, pero sobre todo en los años 50 en este florecimiento del nacionalcatolicismo, digamos que las mujeres fueron las grandes víctimas de la nueva moral. En España decimos mucho que las mujeres perdieron la guerra dos veces. El franquismo las retrotrajo a una situación mucho peor. Como curiosidad el adulterio de la mujer es un delito y el adulterio del hombre no. De ahí en adelante, todo lo que quieras.

En el caso de María en la novela representa muy bien a esas mujeres sojuzgadas. Ella hace una de las cosas más peligrosas que puede hacer una mujer: se enamora. Para una mujer pobre y sin recursos enamorarse era un riesgo descomunal. O te enamorabas exactamente del hombre que la sociedad considera apto para ti, de un hombre que iba a casarse contigo o te convertirás en un desecho social, que es lo que le pasa a María. Te conviertes en una mujer que no vale para nada, que va a estar sola toda la vida. No sólo porque ningún hombre quiera casarse con ella verdad, sino porque la sociedad no se le va a acercar.

Volviendo del pasado al presente creo que en nuestra sociedad hay mucho machismo residual. Primero porque ha habido mucho machismo y además porque el machismo sigue existiendo por más que ahora todo el mundo diga que es feminista. El movimiento feminista fue el único movimiento social que triunfó en el siglo XX y que sigue teniendo la capacidad de mejorar la vida de las personas. En los últimos tiempos el movimiento feminista ha tenido un impulso tan grande, se ha desarrollado tan extraordinariamente que ha dado miedo.

Entonces cuando las mujeres estamos a punto de romper el techo de cristal, que no lo rompemos nunca, pero cuando parece que nos acercamos... siempre pasa algo. Siempre hay alguien que nos tira los pies para abajo. Pero la forma de desacreditar la lucha las mujeres la más sencilla y la que más éxito tiene es la de decir "están desequilibradas", "son marimacho", etc. Porque eres capaz de empeñarte en una cosa tan tonta como que te paguen lo mismo que el que trabaja a tu lado. Hay una cierta tendencia a insistir en la histeria, en el desequilibrio y sobre todo el procedimiento de desacreditar a sus líderes, a las mujeres que levantan la cabeza. Yo creo que llevamos tanto tiempo aguantando esa presión que a veces llega a ser patético.

En el mundo de la enfermedad mental, Germán, uno de los protagonistas, es impulsor de la clorpromazina. Almudena se adentró también en ese mundo:

A.G.: Tradicionalmente con los "locos" había como dos lecturas; o eran hijos del diablo y la locura de una manifestación del demonio o eran los hijos más amados de Dios. Por una cosa o por la otra, las enfermedades mentales no se curaban.

La clorpromazina que fue el primer tratamiento contra "la locura" es verdad que se descubrió en el 52 y en España se empezó a aplicar en el año 56. El psiquiatra y escritor Carlos Castilla del Pino cuenta en sus memorias cómo se reían los grandes psiquiatras del régimen de la clorpromazina: que era una estafa, que no servía para nada, que la locura no se podía curar, etc.

La clorpromazina en la novela es importante porque es una de las cosas que explican que Germán vuelva a España, pero también es importante porque representa una esperanza en un lugar donde no hay esperanza. Y es una promesa de progreso. La novela debería reflejar la desconfianza profunda de la Iglesia hacia la ciencia en general y hacia los tratamientos de enfermedades mentales en particular.

Yo he hablado mucho con psiquiatras y una de las cosas que más que más me gustaron fue una explicación que me dio uno de ellos: "para mí no hay trastornos psiquiátricos y trastornos psicológicos, no hay trastornos graves y trastornos leves. Para mí hay personas que están sufriendo y hay que intentar que dejen de sufrir. Ese es mi trabajo. Es intentar mitigar el sufrimiento de personas que están sufriendo y me da lo mismo cómo le llamemos, qué apellido le pongamos".

Ese enfoque me parece que es un gran logro cuando se compara con lo que era la psiquiatría en los 50. Aurora era una paranoica pura, digamos que en las antiguas escalas de gravedad psiquiátrica Aurora habría sido una enferma muy grave. En los 50 la depresión no se consideraba una enfermedad; excepto cuando un hombre poderoso quería deshacerse de su mujer porque tenía un amante con la que quería vivir. Entonces cualquier cosa que llorara mucho le servía para alegar un desorden del ánimo y meterla en un hospital.

Ahora ha cambiado mucho el enfoque. Es mucho más justo y sensato. Hay esquizofrénicos que está medicados, que son responsables que hacen caso y que nunca dejan su tratamiento, que están casados y tienen hijos y trabajan y tiene una vida súper normal. Luego puede haber gente con una fobia social de lo más diminuta que no levanta cabeza en su vida. Ahora el enfoque es más bien estudiar al individuo más que intentar encontrar una casilla donde colocarlo.

Con Episodios de una Guerra Interminable, Almudena cuenta parte de la historia de España y justamente habla de su relación con la historia y los historiadores.

A.G.: Yo no tengo nada en contra de los historiadores, al contrario. No podría escribir estas novelas si no me apoya en el trabajo de los historiadores. Pero es verdad que creo que un historiador y un novelista son como dos coches que se cruzan en dirección contraria. Un historiador es una persona que tiene que documentar exhaustivamente una historia verdadera y un novelista es alguien que se inventa de a cabo a rabo una historia de mentira que tiene que parecer verdad. La norma de la de la historia es la verdad, la norma de la ficción es la verosimilitud.

No es el mismo oficio. Creo que los historiadores son personas con muchísima imaginación y con muchísima capacidad de imaginar lo que pasaría. Pero sólo pueden avanzar hasta donde la documentación lo sostiene. Cuando se encuentran una laguna, aunque puedan perfectamente suponer lo que pasó tienen que parar. Sin embargo, un narrador es capaz de rellenar esa laguna y seguir adelante. Por otro lado, el territorio de la literatura es la emoción y el territorio la historia académica es otra cosa.

En el territorio de la literatura la vinculación que un lector establece con un personaje de ficción que está vivo, que palpita, que tiene problemas, que enamora, ese vínculo es mucho más fuerte que el vínculo que pueden entablar con un personaje en un libro de Historia. Pero creo que las novelas atrapan a los lectores y muchas veces les obligan a leer historia. A mí eso me pasa mucho.


Dejamos para el final las reflexiones de Almudena sobre la libertad y de cómo se podía estar libre sin serlo en la España franquista, que sirve también para cualquier otra dictadura de cualquier otro país:

A.G.: Yo quería que la novela mostrara muy bien que en una dictadura hay una gran diferencia entre estar en libertad y ser libre. En una democracia estar en libertad y ser libre no es lo mismo. En una dictadura había muchísima gente que estaba en libertad: María Castejón (la protagonista) estaba la libertad cuando era criada en casa en Madrid. Estaba en libertad, pero no era libre en absoluto. Mientras tanto había quienes estaban en la cárcel, pero que sí se sentían libres. Porque ellos estaban en la cárcel porque habían elegido libremente un camino y habían asumido libremente cuál era el precio que podían pagar. Entonces podían encarcelarlos, pero no les arrebataban la libertad. Esas son las paradojas de la dictadura. En la dictadura franquista en estos años 50 la moral nacional católica lo que consiguió era que la cárcel fuera por dentro.

Las personas que estaban en libertad llevaban una cárcel en su interior y siempre eran conscientes de todo lo que estaba prohibido y de que tenían que mantener a raya su espontaneidad. La espontaneidad era un lujo que no se podían permitir. Todo tenía que ver con las reglas de la cárcel interior.

Sinopsis de La madre de Frankenstein:


En 1954, el joven psiquiatra Germán Velázquez vuelve a España para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, al sur de Madrid. Tras salir al exilio en 1939, ha vivido quince años en Suiza, acogido por la familia del doctor Goldstein. En Ciempozuelos, Germán se reencuentra con Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, inteligentísima, que le fascinó a los trece años, y conoce a una auxiliar de enfermería, María Castejón, a la que doña Aurora enseñó a leer y a escribir cuando era una niña. Germán, atraído por María, no entiende el rechazo de ésta, y sospecha que su vida esconde muchos secretos. El lector descubrirá su origen modesto como nieta del jardinero del manicomio, sus años de criada en Madrid, su desdichada historia de amor, a la par que los motivos por los que Germán ha regresado a España. Almas gemelas que quieren huir de sus respectivos pasados, Germán y María quieren darse una oportunidad, pero viven en un país humillado, donde los pecados se convierten en delitos, y el puritanismo, la moral oficial, encubre todo tipo de abusos y atropellos.

A través de este enlace se puede leer un fragmento.

Por María Noel Domínguez