Contenido creado por Manuel Serra
Cultura

La era del casete

Con Tabaré Couto: “Los músicos de rock eran el epicentro, pero también lo sufríamos”

Desde el exilio, el crítico musical se reconcilia con el rock uruguayo de los noventa y deja atrás la “sensación de derrota”.

07.12.2019 11:54

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2019-12-07T11:54:00-03:00
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Por Leo Silveira* | @LeoSMattiauda

Las tendencias editoriales marcan, desde hace un tiempo, una nueva moda en las ediciones literarias y es común encontrarse en las librerías del mundo entero con rescates biográficos, libros tributo, autobiografías, historias y relatos de grandes bandas o solistas del rock en particular y de la música contemporánea en general.

Nuestro mercado no es ajeno a esta tendencia y vienen apareciendo publicaciones sobre artistas populares que revisan su vida y obra; como ejemplo cabal, vale mencionar una colección de ensayos de la editorial Estuario especialmente dedicada a lo más destacado de la discografía nacional, con la curaduría de Gustavo Verdesio, que lleva casi una decena de libros entregados, abarcando diversos estilos musicales.

También las principales casas editoras multinacionales han editado varias obras periodísticas que repasan lo mejor de algunas de décadas del rock uruguayo, especialmente los 80 y los 90. Entre ellas, la más reciente es de uno de los protagonistas de la escena cultural de esos años, como lo fue el periodista Tabaré Couto, que luego de instalarse en Chile, hace quince años, nos entrega hoy "La era del casete. Escritos del rock uruguayo 1985-1995", un documento genérico de época, que lo tuvo en muchas oportunidades como testigo y cronista, casete y grabadora en mano.

Una obra que se torna imprescindible con la perspectiva del tiempo, que aporta una visión personal de ese periodo de nuestro rock y del panorama político y social del Uruguay de esa década compleja, cargada de sentimiento y ebullición. Un libro también con magnífico diseño y arte de Nico Barcia, que remite desde su potente amarilla portada, a una especie de guiño al disco "Never mind the bollocks" de los Sex Pistols. Uno de los diseños más emblemáticos, provocativos y reconocibles del rock.

¿Cuándo comenzaste a sentir que querías escribir este libro?

El disparador personal fue un momento hace muchos años, cuando fallece Raúl Forlán Lamarque (1959- 2004, periodista) que era gran amigo mío y ahí sentí que de alguna forma tenía que recuperar, primero la amistad que había dejado un poco congelada, por la lejanía y por el devenir de la vida diaria, de muchos amigos que tengo en Uruguay. Y el hecho de perder a Raúl me removió mucho el piso. De esa manera, me empecé a acercar a grandes compañeros con los que habíamos transcurridos muchas aventuras y desventuras en los años ochenta y comienzo de los noventa. A partir de ahí, sentí también, que tal vez se tenía que revisar con un afán periodístico, y no de reivindicación nostálgica del pasado por sí mismo, aquellas voces de los protagonistas de los ochenta y noventa del rock uruguayo de aquellos tiempos.

Tabaré Couto junto a Raúl Forlán. Foto tomada en los años 90.

No es tu primer libro publicado, tenés dos trabajos previos, ¿pero a la vez sentís como si "La era del casete" lo fuera?

Claro, los libros que escribí para el diario La República, una serie de reportajes junto a Cecilia Martínez, incluso el libro sobre la primera etapa de Buitres "En Uruguay o en el infierno", la conversación con Eduardo Darnauchans "El espejo y los mitos", todos fueron libros hechos de una manera bastante más impulsiva, por decirlo de alguna forma; este es el primer libro al que le pongo mucho tiempo - demasiado tal vez - pero creo que es el primer libro que creo que es como se deben hacer los libros, con su determinado proceso de maduración.

El libro empezó primero como un proyecto de historia oral, con las declaraciones de los artistas; luego le fui agregando las crónicas propias y ajenas, después también elementos de la época para contextualizar el entorno. Pero siempre el objetivo inicial fue no intervenir lo que se había escrito originalmente en el pasado y mostrarlo de la manera más cruda posible. Luego al terminar ese primer manuscrito, de parte de la editorial Penguin Random House -de forma muy inteligente- se sugirió que se le agregara una voz, que he tratado trabajar, de pulir, de mejorar, en pos de encontrar un estilo en primera persona, tanto recordando, como interpretando, más de treinta años después aquellos momentos, cómo los viví, cómo los sentí y de alguna forma también, cómo los siento ahora.

En lo que vendría a ser una especie de prólogo del libro decís que necesitabas reconciliarte con el rock y con aquella época, ¿por qué?

Es porque siento, o sentía, que habíamos quemado una etapa de una forma muy rápida. Había sido todo muy intenso en la segunda mitad de los ochenta y comienzos de los noventa, entonces personalmente terminé muy cansado, muy desgastado con sensación de derrota, de que habíamos luchado contra ellos. Y aunque no sabíamos muy bien quiénes eran ellos, habíamos perdido.

Una sensación tal vez muy propia de la postadolescencia y primera juventud, de un momento en donde disfrutábamos de lo que hacíamos, de ser parte de ese ecosistema, donde los músicos de rock eran el epicentro, pero también lo sufríamos porque era difícil el día a día. No una cosa horrorosa, difícil hablando en términos culturales y algunos casos también sociales.

Entonces, irme del país fue también una necesidad de descansar, de aislarme un poco, cargar pilas por decirlo de alguna manera. Pero en el diario devenir de mi trabajo aquellos primeros años en Chile, cuando estuve vinculado a la industria del disco, me alejé de forma demasiado radical, entonces tenía la necesidad de buscar un punto intermedio, no tanto a nivel reivindicativo que también se da -de alguna forma- de lo que sucedió en aquellos años, sino de encontrarme primero a mí mismo. Encontrarme con lo que habíamos hecho, tratar de localizarlo en su justa medida.

Mientras fui escribiendo el libro, fui sintiendo esa sensación de tristeza, de agotamiento, pero también cuando terminé de hacerlo vi mucha más luz, redescubrí la importancia de las cosas que se hicieron en aquellos años y la influencia al día de hoy en muchas áreas, en músicos que siguen siendo relevantes en Uruguay, en periodistas, en escritores y comunicadores, etc.

Esa fue una gratísima sorpresa y ahora presentando el libro en Montevideo, ese sentimiento se reforzó, no solo con el contacto cogeneracional, sino con gente más joven que se acerca a lo que sucedió en los ochenta y noventa no solamente como una mirada histórica -que ya es interesante- sino de proyección de entender lo que fuimos para comprender mejor lo que somos y tal vez lo que seremos en un futuro.

¿Cómo fue para un periodista de rock irse a un país como Chile, que tal vez no tenga una gran tradición rockera?

No me atrevería a decir que la escena chilena sea menos o más rockera que la uruguaya o la argentina. Evidentemente, comparado con Argentina, el universo pop/rock chileno es más reducido, como también lo es el uruguayo comparado con el argentino. Chile en comparación con Uruguay tal vez estilísticamente tienda un poco más hacía el pop y hacia una apertura mayor, pero en los ochenta existieron grupos interesantes dentro de un entorno social y político complejo y duro. Surgieron bandas como Los Prisioneros, Electrodoméstico, algunos grupos punks muy aguerridos y la impronta letrística de Jorge González que, hasta el día de hoy, es una impronta social muy fuerte, muy reivindicativa y de una actitud rockera muy impresionante. También en los ochenta comenzó a crecer en Chile un fenómeno muy importante que es una comunidad heavy metal en todas sus variantes -sobre todo las más extremas-, muy dura, muy fiel y numerosa, que incluso en los ochenta tenía mucha relación con los grupos uruguayos como Alvacast o Chopper.

En los años 2000 surgen una nueva camada de artistas chilenos como Los Bunkers, que es una banda de rock que ahora está separada pero que me parece muy interesante, liderada por los hermanos Durand; también surgió Francisca Valenzuela, Anita Tijoux, Camila Moreno, Gepe, Manuel García o Mon Laferte, entonces yo creo que hay un desconocimiento importante de la música chilena del pop y del rock, que conversa muy bien con las tradiciones de la nueva canción chilena, aquella de Violeta , de Víctor Jara, Quilapayún, Inti Ilimani, que también tiene antecedentes del primer rock chileno Los Jaivas, Congreso y grupos de los sesenta como Los Blops o Los vidrios quebrados, artistas muy avanzados para la época, y músicos muy interesantes del Chile de los sesenta y setenta como Patricio Manns y Eduardo Gatti.

¿Creés que hoy existe la crítica cultural y sirve de algo en estos tiempos de Spotify?

Es una pregunta compleja, yo creo que sí, pero soy de una generación que está acostumbrado a buscar esa crítica cultural. No sé si sirve para algo, pero yo quiero creer que sí, que en el mundo hoy -focalizando en la música- hay una oferta tan amplia de contenido, que a veces se hace difícil discernir qué escuchar y que no, y todavía pienso que los críticos de música o los periodistas culturales -me gusta llamarlos así- pueden ser unos colaboradores muy útiles para ayudarte a separar la paja del trigo, tratar de orientarte.
Yo echo un poco de menos eso, porque hoy la oferta es tan amplia, que a veces uno se pierde. Entonces sí, desde mi punto de vista es necesaria una crítica, una prescripción si se quiere, no una guía que haya que seguir como palabra santa, pero por lo menos que nos ayude, nos oriente, nos diga: siga por este camino, sigan por el otro, investiguen acá. Me parece que es interesante tener esa opinión, que tú después la tomas o no. A mí me interesan saber qué opinan determinadas firmas, determinadas plumas, sobre ciertos aconteceres culturales.

Tabaré Couto y un Aldo Silva diferente al que conoceos hoy, juntos en la radio en los 90. 

¿Estás al tanto desde Chile de la escena musical actual uruguaya? ¿Conocés y te interesan nuestros artistas emergentes?

Trato de estar lo más al día posible. Creo que se están haciendo cosas muy interesantes y hay que separar un poco la circunstancialidad del éxito comercial, del impacto comercial y hasta del impacto popular, con las cosas que se van haciendo. Uruguay no es una isla; la música uruguaya no está ajena a toda esa sobreoferta que hoy a partir de los medios digitales tenemos a disposición, entonces también uno que vive fuera y que no tiene la posibilidad de ir a los conciertos pequeños, grandes o medianos que realizan los diferentes artistas uruguayos, la única posibilidad de seguir la ruta de lo que está pasando en Uruguay son los medios digitales. Y ahí la oferta es bastante amplia, uno tiene que ir paso a paso descubriendo, pero me parece que hay propuestas interesantes que probablemente tengan que traspasar la barrera de sus nichos específicos para ver de qué manera impactan en el quehacer cultural diario.

Para terminar, ¿qué libro estás leyendo ahora?

Soy bastante desordenado para leer, porque leo mucha prensa en internet, soy un obsesionado por las revistas -sobre todo de música- y tengo una lista de libros que a veces leo dos o tres al mismo tiempo. Hoy estoy entre dos: uno de no ficción, la biografía que escribió Joe Hagan sobre "Jann Wenner"- el fundador mítico de la revista Rolling Stone- , el libro se llama "Sticky fingers" -como el disco de los Rolling Stones- y estoy empezando "La expansión del universo" de Ramiro Sanchiz, en el mundo de ficción, que es un escritor que me interesa muchísimo. Leí su libro sobre el disco de La Trampa (Caída libre) que me encantó y estoy empezando a leerlo con mucho entusiasmo.
Aunque ahora me llevo varios libros de Uruguay, que me están mirando de reojo y estoy "pololeando", como dicen en Chile. Uno que me regalaron recién y que me interesa es la biografía de Nicanor Parra a cargo del escritor chileno Rafael Gumucio ("Rey y mendigo").

*Es el librero y alma mater de Pocitos Libros (Avenida Brasil 2561), gestor cultural independiente y autodidacta, y columnista literario de Justicia Infinita. Formado en las librerías de antes, reivindica el vínculo entre el librero y el lector.