Hoy es imposible hablar de la murga soslayando la importancia de Agarrate Catalina. Aún para puristas y detractores, el conjunto cambió la forma de plantear el carnaval. Lo mismo, o algo parecido, logró hacer Tabaré Cardozo, una de las cabezas de la hidra, con su carrera solista. Conocedor de la canción carnavalera, empatizó rápidamente con el gusto popular, y logró llevar al cantor murguero al estatus de estrella pop.

A punto de subirse a las tablas del Teatro Plaza para presentar con su banda ‘El zoológico de mi cabeza', Cardozo conversó con Montevideo Portal, y contó que en ese escenario, donde juega de local, "se establece una comunión con la gente, hay un guiño de complicidad, más allá del repertorio que se interprete. Creo que debe tener que ver con el hecho de que muchos de los que me van a ver son seguidores de la murga, y yo vengo ‘chupando rueda' de ese fanatismo. También está mi público, que se aprende las canciones. Es un público que quizás no es tan carnavalero, que no le tira tanto la murga pero va a ver a la banda y se termina enganchando".

Y, como dice el poeta, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. "La murga tiene una cuestión de repertorio, 45 minutos en los que tenés que ceñirte a un reglamento, donde hay partes que son comunes a todas las murgas, una presentación, una retirada y en el medio, cuadros cómicos", explica. "El formato ya es diferente: esto son canciones que duran lo que duran, entre 3 y 6 minutos, no hay reglamento, no hay concurso. Y son canciones de autor: todos los temas que yo canto, o casi, son compuestos por mí. Lo que yo hago es un subgénero de la murga".


Bestiario

"Me encantan los animales, me gusta observarlos, pero no interactuar con ellos. No tengo perro, no me gustan los gatos", dice el tipo que tiene un zoológico en la cabeza. "Es una cuestión de rechazo, pero también de respeto. Puedo estar horas mirándolos. Tengo pocas vacaciones, pero cuando me toca, me encanta pasar horas mirando los pájaros, escuchándolos. Me gusta ver caballos sueltos, pero no me gusta el contacto con esos animales".

Sin embargo, hay fauna en la mayoría de las canciones de este disco, y Cardozo confiesa que podría haber más. "La idea del zoológico ilustra esa multiplicidad de especies que tiene mi música. En el fondo siempre es lo mismo: un tipo cantando, y otro golpeando un tronco ahuecado, eso ya es música. Hay melodía, ritmo y letra, existe el evento canción. Después se clasifica porque, por suerte, hay muchos estilos. En mi caso, lo que canto tiene aspectos instintivos e intuitivos, se relaciona con la parte animal que tenemos. Me parece que comparar las canciones con animales es bastante acertado, y además, como las canciones están circunscriptas, es como si estuviera cada una, en una jaula".


Todo el año es carnaval

Tabaré Cardozo tiene 40 años recién cumplidos, y, desde hace más de tres lustros, se dedica a la murga, casi sin descanso. Como la mayoría de los murgueros, confiesa que, cada vez que termina febrero, sueña con parar, bajar la pelota al piso y dormir como Rip van Winkle. Y, obviamente, nunca lo hace.

"Cada vez que termina el carnaval decís, ‘ta, por lo menos el año que viene no voy a salir'. Después, por setiembre, octubre, te empieza de nuevo esa fisura, ese ‘síndrome de abstinencia'. Pero hubo años en que el cansancio pudo más que las ganas de salir, y no lo hice. Igual trabajé. Había estado en Curtidores de Hongos hasta 2004, en 2005 me fui para la Catalina a escribir y no salir, pero estuve todo el verano tocando con la banda. Nunca paro. Recién paré ahora, que estuve unos días en Francia. Me tomé 15 días, y fue una experiencia casi nueva. Hacía años que no tenía tanta cantidad de días libres, sin ninguna responsabilidad. La mayoría de los días canté. Me fui a España, y estuve dos semanas de gira, laburando mucho. Tocaba todos los días en una ciudad distinta, o sea que era aviones u horas de camioneta o trenes, pocas horas para dormir, tocar y salir de nuevo. Después de so, mis músicos se volvieron a Montevideo y yo me fui para Francia, que es donde vive la mitad de mi familia. Fui a descansar, a dormir hasta la hora que se me antojaba. Pero casi todas las noches había un asado, y terminé tocando igual". Era otro plan.


Dice Cardozo que siempre estuvo ligado a la murga y al carnaval, y que no tuvo tiempo de darse cuenta de que su pasión se estaba convirtiendo en su medio de trabajo, hasta que ocurrió. "Es un proceso gradual, no es que vos te lo propongas y lo consigas. Es algo que va aconteciendo. Hubo un período en que lo hacía por hobby, por vocación, por mandato instintivo. Desde los 9 y hasta los 14 años integré murgas de niños; después, como hasta los 19, no hice murga porque en ese momento no había dónde. No existía la murga joven ni nada parecido, y armé bandas de rock en el liceo. Ahí conocí a los hermanos Ibarburu, al ‘Negro' Montemurro, y tocábamos juntos. Más tarde entré en Falta y Resto, cuando tuve edad para salir. Pero desde que terminé el liceo y dejé la carrera que había empezado, hasta que tuve 28, 29 años, yo trabajaba de otra cosa y, además, salía y escribía para la murga. Claro, vivía de otra cosa. En determinado momento tuve muchas ofertas para escribir en otras murgas, y me di cuenta de que podía dejar de trabajar y dedicarme a escribir para otros conjuntos. Eso me requería un esfuerzo grandísimo. Junto a mi hermano Yamandú escribimos, un año, sólo para murgas, cinco textos. Y además escribimos para otras categorías. ¡Cinco murgas distintas! Cada una con su dueño, con su estilo, y además, cada una buscando tener la mejor letra, porque están compitiendo y quieren ganar. Hay 20 murgas concursando, y el 25% de las murgas que concursaron en 2003 tenía textos nuestros. Ese fue el punto de inflexión", dice. Durante esas largas temporadas de múltiples empleos, señala, tuvo "muchos trabajos, y cada uno tenía su encanto y su sacrificio. Yo estudié para educador social, y, aunque no terminé esa carrera, empecé a trabajar en cosas relacionadas. Igual, también repartí cartas, trabajé en Emaús cargando y descargando camiones, tuve algunos laburos que no tenían nada que ver con lo artístico".

Y es que la música, para Cardozo, "no es nada definitivo. Espero poder seguir sobreviviendo de esto. Vengo teniendo suerte, pero no tengo la vaca atada".

Conócete a ti mismo



La década del 90 no fue, para la mayoría de los músicos uruguayos, un período de florecimiento. Tampoco para el público, que raleaba en los escasos escenarios donde no se tocara música tropical o híbridos del género. Había represión y censura, que se mezclaban con las malas infraestructuras y las peores condiciones, para artistas y seguidores. Tabaré Cardozo urdía, por ese entonces, canciones en un formato más rockero, y recuerda que "para el rock la escena era dura. Las bandas legendarias no podían tocar. No había mercado, no había lugares, no había infraestructura. Las radios no difundían música nacional, salvo dos o tres, había un programa de televisión en Canal 5, y con una golondrina no hacés verano. Para mí, en realidad, fue mejor. Era una época de aprendizaje, si me hubiera ido bien ahí, con el tipo de música que hacía, con las composiciones que yo tenía, hoy por hoy habría registro de cosas que no estaban depuradas. Recién a principios de los 2000 empecé a entender de qué se trataba el oficio de compositor, de poeta arrabalero. Lo entendí y me sentí cómodo con lo que hacía recién en ese momento".

No hay mal que por bien no venga, parece ser la enseñanza, y es que "uno nunca termina de ordenas los patitos dentro de la cabeza. Siempre estás en un continuo aprendizaje, una búsqueda. Sí hay determinado grado de autoconocimiento que adquirís dándote la cabeza contra la pared y equivocándote, lastimándote y acertando. Es ensayo y error, hasta que en un momento de tu vida percibís alguna señal, que te dice que lo que estás haciendo está cerca del límite de lo que podés dar".

Y el músico reconoce que "encontrar mi identidad coincidió con las oportunidades". Para Cardozo, fue la alineación de los planetas. "Antes las buscaba y no se me daban... ¡menos mal! No me gustaría arrepentirme hoy de los primeros trabajos. Si lo que hice en los 90 estuviera grabado y alguna radio los pasara hoy, tal vez me daría vergüenza". "No tengo prejuicios musicales", continúa, "pero conozco mis limitaciones, y creo que la mayor fortaleza de alguien es conocer sus debilidades y trabajar al respecto. Sé que hay algunos géneros un poco más ‘peligrosos', en los que no me queda cómodo ese ‘traje', y trato de buscar la vuelta para transitar los caminos que disfrute más. No es una carrera para tratar de hacer todo. Tengo sí una médula central, que es la murga y el rock, y esa mixtura, pero disparo para cualquier lado y no me da vergüenza meterme con otros géneros. He hecho milongas, tangos, candombes. En este último disco hay de todo: foxtrot, un valsecito, música disco... Eso sí, no me gusta ‘mear afuera del tarro'. Si me voy a meter con un género, voy a tratar de hacerlo lo mejor posible. No me gusta quedar haciendo algo impostado, y trato de nutrirme con gente que sepa".

 

It's only popular, but I like it

La música popular uruguaya o MPU, esa grifa que acuñó el productor Federico Marinari y que se abarca toda una generación de trovadores que nunca fueron ‘del cantopopu', se convirtió en uno de los géneros con mayor exposición en nuestro país, y con gran proyección internacional. También es el estilo donde, hoy por hoy, puede verse mayor crecimiento y riesgo lírico y musical. Tabaré Cardozo, uno de los pilares de esta movida, no se anima a pronosticar un crecimiento y desarrollo más allá del presente inmediato. "No podemos hacer futurología", apunta. "Sí parece muy interesante que se le haya encontrado un nombre a eso que ya existía. Antes estaba la murga canción de Jaime Roos y cosas como Omar Romano y los del Altillo, y después acercamientos de Los Olimareños y El Sabalero que son ‘murgueces', pero es canto popular con puntos en contacto con la murga. De todas maneras, paralelamente a esto hay grupos de rock como La Vela Puerca y No Te Va Gustar, que, en su estilo latino, ska y reggae, se meten con la murga, y lo hacen muy bien. Es decir que la música, el carnaval, ha invadido la escena, más allá del género MPU en particular. También es cierto que ese movimiento termina trascendiendo a la canción murguera. Hay muchachos que están dentro de este movimiento que no necesariamente hacen cosas de murga. Igual, hay que esperar a que pasen unos cuantos años para mirar atrás y analizar. En este momento es difícil verlo con claridad".

Y, aunque no quiera elaborar un juicio sobre el futuro del género, Cardozo reconoce que ni la murga ni la música popular uruguaya volverán a ser las mismas. "Con la Catalina", dice, "sí fuimos vanguardia y sí abrimos brecha, porque nos tocó viajar por todos lados, mostrar el género y generar el interés para las que venían detrás. Con mi banda pasa más o menos lo mismo. Empezamos a vender discos, y eso generó una demanda. No necesariamente, en ninguno de los dos casos, hubo una cuestión generacional. Por lo general siempre hay un ‘pionero' que abre el camino, y atrás viene gente más joven. En nuestro caso, como somos parte de una generación que está ‘en el medio', y por ahí, atrás vino gente que es mayor que nosotros, y que incluso ya venía trabajando, y por ahí no se conocía tanto. La ‘explosión' del género se dio con nosotros, pero es una circunstancia. Coincidió que justo estábamos ahí, pero aprendí de los demás, y sigo aprendiendo. De todas formas, es obvio que algo bien habremos hecho".


La evolución de las especies

Hoy, Tabaré Cardozo comparte escenario con La Vela Puerca, graba con el Pelado Cordera, y, al mismo tiempo, los cruces se dan con frecuencia entre otros artistas, sin que nadie se ruborice. Cuándo ocurrió ese cambio, que el músico y el público se volvieron ‘tolerantes', si es que se puede hablar de un momento puntual, tal vez no se sepa. Pero para Cardozo hubo sí un mojón que marcó un antes y un después en su relación con el rock. "Cuando tocamos en el Pilsen Rock se levantó mucha tierra. ‘No puede ser, estos murgueros que vienen acá, y esto es rock', se decía. Era lógico, un espacio que había sido muy difícil de conquistar para el rock, y una vez que lo habían conseguido no querían que se lo desvirtuara. Eso se revirtió cuando tocamos. Elegimos un repertorio con las canciones más rockeras que teníamos, y cuando empezó a sonar la banda... ahí hay 100.000 personas, gustás o no gustás. No hay término medio. Y me terminaron pidiendo otra, y otra. Justo jugaba a esa hora Uruguay contra Bolivia, y la gente gritaba los goles y nos pedía otra. Terminamos tocando nuestra versión de ‘Uruguayos campeones', fue una fiesta. Eso fue un punto de inflexión. Toda la previa fue una agonía para mí. Yo no quería ir, pero hacía varios años que Claudio Picerno (organizador) me quería llevar. Para mí era un riesgo, sabía que iba a ser rechazado a priori. Estaba demasiado identificado con la murga. En esa época yo cantaba pintado, era un murguista con banda atrás. Fue horrible. Pero asumí el riesgo, fui, y creo que fue una batalla ganada. Y fue una actitud rockera la que tuvimos".

Pero para Cardozo no es un problema de tribus, ni de celos ni revanchismos. Es un asunto más simple. "Hay una actitud conservadora inserta en nuestros genes. A todo decimos primero que no. Por suerte está cambiado. Cambia futbolísticamente. El país está cambiando, estamos evolucionando".

 

Tabaré Cardozo presenta con su banda "El zoológico de mi cabeza", el 11 y 12 de agosto en el Cine Teatro Plaza, como inicio de su gira nacional


Escuchá "El zoológico de mi cabeza"

Escuchá "Buenas noches atorrantes" con el Pelado Cordera