Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Un héroe del Ascenso

Con Maximiliano Angelieri, de Casi Exilio Psíquico

Exilio Psíquico está de vuelta. O casi. Casi Exilio Psíquico acaba de publicar “Jugando siempre en Segunda División”, un disco grabado entre Italia y Uruguay, y, por eso, conversamos con Maximiliano Angelieri.

05.12.2014 17:50

Lectura: 9'

2014-12-05T17:50:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

Maximiliano Angelieri salió de Italia a principios de los 90 y en esas vueltas andaba cuando cayó en Uruguay. Y se quedó. Acá, el Tano tuvo varios trabajos, como cualquier persona normal, pero quizás muchos lo recuerden por ser el conductor de En Órbita, un extraño ensayo periodístico musical que Canal 10 puso al aire hace ya 20 años, por formar parte de distintos proyectos radiales como partenaire de Leo Maslíah y Gabriel Peveroni o por ser la cabeza (calva) visible de Exilio Psíquico, una de las bandas más extrañas, inclasificables y geniales que hayan surgido en estas costas. Junto a Orlando Fernández (en ese entonces en Cadáveres Ilustres, hoy en Buitres y Sibyla Vaine), con banda o a dúo, Maximiliano Angelieri puso a su grupo en boca de un reducido grupo de gente, más o menos snob, más o menos rockera, más o menos reventada, que se identificó con su música retorcida, tan heredera del pop español de la Movida Madrileña como de Pere Ubu y The Human League, y se convirtió rápidamente en el rockero italiano más famoso en Uruguay. O el segundo, después de Adriano Celentano.

El asunto es que un mal día, hace ya unos cuantos años, Angelieri se subió a un avión para hacer el viaje de Marco, pero al revés (sí, claro, Roma no está en los Apeninos ni Montevideo en los Andes, pero se entiende el concepto, ¿no?). Ahora, en Roma, nadie le llama Tano ni lo reconocen por la calle como el cantante de Exilio Psíquico (tampoco se puede asegurar que lo reconocerían hoy por 18 de Julio, pero no hace a la historia), aunque es probable que su entorno más próximo conozca las hazañas de quien fue una celebridad siempre en ciernes en el Río de la Plata.

Hoy, Maximiliano Angelieri vive en la capital italiana con su mujer y su hija, y se gana la vida como microfonista en producciones audiovisuales. Pero hay costumbres que no se pierden. Cada mañana, mientras toma mate, enfermedad inoculada en estas tierras, escucha música (“diez o quince discos por semana”, confiesa), y se mantiene al día con lo que pasa en el asombroso Planeta Pop. Ahora, por ejemplo, está igualmente entusiasmado con los nuevos trabajos de Riki Musso (“el disco del año”, dice), y los españoles de Hazte Lapón, unos traumaditos con teclados.

En ese contexto, era lógico que iban a aparecer las canciones. Primero, por 2009, fue Fatto in casa, un disco que grabó con temas en italiano y que por este lado del mundo circuló entre amigos y viejos fans. En 2014, ayer nomás, apareció Jugando siempre en Segunda División (Ayuí), que se cocinó durante meses de un lado al otro del Atlántico, entre mails, We Transfer y discusiones por Skype; una especie de Bajofondo, pero sin plata.


Y es Casi Exilio Psíquico, porque en realidad es un compendio de canciones de Maximiliano Angelieri, a las que sumó el talento de músicos europeos y rioplatenses, y que tiene su marca en el orillo. Pop-rock à la Eels atravesado por marchitas enfermas y baladas travestis, Jugando siempre en Segunda División es un disco sobre las obsesiones de Angelieri: la pereza, la abulia, el fracaso, la derrota y el lado marrón de la suerte en la voz de un payaso triste que se ríe siempre, aunque el chiste no tenga gracia.


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¿Qué pasó para que decidieras volver a grabar un disco de Exilio Psíquico?

Hace un año, tal vez un poco más, Orlando (Fernández) estuvo de vacaciones acá (en Roma), con la mujer y la hija. Paseamos por la ciudad, y fue reencontrarme con alguien con quien, durante 15 años, nos veíamos todos los días. Fue como si hiciera dos días desde que me fui de Uruguay. Empezamos a hablar y dijimos ‘vamos a hacer Exilio de nuevo’. Él tiene estudio (de grabación), yo también, así que dijimos de grabar y mandarnos las cosas. Yo tenía algunas canciones, faltaba organizarnos. Ya que no vivo de la música, me gusta tener proyectos que vayan más allá de tocar con los amigos. Después empecé a mandarle las canciones, pero ya no tenemos 20 años, y todo se volvió mucho más complicado de lo que esperábamos. No pasaba nada. Al final Orlando participó en una sola canción del disco, y yo ya tenía los temas, así que empecé a hablar con los amigos de acá (de Italia) que tocan. Las guitarras las metió un colega, que además es compañero mío de trabajo, es sonidista, nos conocemos hace diez años. Después otro compañero tocó el bajo, Andrés Torrón metió algo en alguna canción, Riki (Musso) también, y cuando tuve el disco pronto decidí no caer en el error que cometí con el disco en italiano (Fatto in casa, 2009), que lo mezclé yo y todo el mundo se quejaba de la mezcla. Así que se lo pasé a Riki. No es tan extraño haber hecho esto. Yo tenía 20 años cuando llegué a Montevideo, y me fui con 35. Toda mi carrera fue ahí. Acá (a Italia) llegué de grande, y no llegué con éxito. Durante un par de años solo me dediqué a buscar trabajo para sobrevivir. Pero a mí me gusta grabar discos y que participen amigos de afuera. Me dan ganas de continuar con esto, y ahora tengo la ilusión de poder presentarlo.

Este es un disco cargado de guiños a los 90, desde reminiscencias musicales a las alusiones directas, como en “Si no hay karma”, donde se recrean un montón de situaciones que hacían a la vida de la banda en aquel entonces. ¿Lo vivís con nostalgia?

Esa canción es una especie de homenaje, pero tampoco. Es casi una canción privada. Hay muchas cosas que solo Orlando o algún otro que estuvo con nosotros ahí la entiende. Hice un video con lo poco que había grabado de Exilio de aquella época... cada uno lo puede interpretar a su manera. Es una nostalgia linda, no es una canción de amargura. Pasaron más de 20 años desde la primera vez que fuimos a tocar a Buenos Aires, por ejemplo, y la canción cuenta de esas cosas. Me gusta mucho esa canción, y Laura, la mujer de Orlando, me contó que metieron el disco en el auto cuando volvían de la presentación (el disco se presentó en la Librería Lautremont, con Maximiliano Angelieri interactuando con los presentes vía Skype), y a ella le vinieron ganas de llorar. Es que si nos conocés desde aquella época entendés mucho más, porque está llena de anécdotas. Es, en general, un disco de nostalgias. Bastante.

"Si no hay karma"

Más allá de lo “tristemente divertido” que pueda parecer el disco, es posible hacer una segunda lectura un poco más profunda donde se aprecia un existencialismo casi feroz, entre Nietszche y Cioran...

Creo que todos tenemos algo de lo que dicen las canciones. Hay tipos que tienen más éxito con las mujeres, o más suerte. Nos toca lo que somos, y hablo un poco de eso en las canciones. Son retratos de momentos. No están tan lejos de lo que es en realidad. Nunca fui el tipo más alegre en las letras. Todo el mundo dice que hago las letras para reírse, pero insisto en que este disco es muy triste, no es nada divertido.

Bueno, pero hay canciones que no son tan tristes, como “Sería tan feliz”, dedicada a tu hija. ¿Te cuestionás mucho la herencia que vas a dejarle?

No sé. Supongo que si no tenés hijos una canción así no te hace mucho efecto. Igual, nadie tendría que saber que es para mi hija. En el último disco de The National hay una canción llamada “I need my girl”, y nunca le había prestado atención a la letra, pero pensé que hablaba de la mujer. Después descubrí que hablaba de la hija. Un amigo, cuando mi canción todavía no tenía título, no pensó que era para mi hija, sino que era para una mujer. No está escrito que sea obligatoriamente para mi hija, ¿no? Está la canción de Darnauchans, ‘recuérdame, la espina no, la flor’, que puede ser también para ella, ¿no? Se me acaba de ocurrir ahora, nunca lo había pensado.

¿Seguís teniendo la misma curiosidad que hace 20 años por la novedad?

Sí, claro. Ahora salen tantos discos que no me da el tiempo de escucharlos todos, pero trato de no perderme nada. Este es el mejor momento en la historia de la música. Los últimos cinco años son el paraíso para los consumidores. Para el que vive de la música se está volviendo muy difícil, aunque me acuerdo muy bien de las estadísticas que dicen que de las cosas que se graban, el 90 % dan pérdidas, que las pagan los artistas. A mí me importa dos pepinos si Metallica, One Direction o Violetta pierden plata. ¡Que se mueran de hambre! El resto de las bandas son las que siempre vivieron de las giras. El mismo B. B. King hace 300 conciertos al año para mantener a las 15 esposas que tiene. Todos estamos convencidos de que ahora es difícil vivir de la música, pero antes era igual. Los discos muy pocas veces dieron de vivir a los artistas que nos gustaban a nosotros.

Insisto, este es el mejor momento para escuchar música. Vos tenés acceso a todo tipo de bandas fenomenales en Bandcamp que antes era una locura. Me acuerdo en Uruguay, en los 90, conseguir un disco era una pesadilla. Ahora tenemos todo, y además salen muchos más discos que antes, porque no hay más intermediarios.

Sí, pero no te parece que esa facilidad para acceder a los discos hace que se preste menos atención, que se los valore menos, que caiga todo en la misma bolsa...

Sí, es cierto. Este es el mejor momento para escuchar música si tenés más de 40 años.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy