Autor multipremiado, Leonardo Padura es el exponente de la novela negra cubana. El único de su generación que, a pesar de presentarse como "poco imaginativo", construye universos complejos de personajes tan trascendentes como Hemingway o Trotsky.

Hace unos días visitó Uruguay para recibir la distinción de visitante ilustre de Montevideo y, de paso, hablar de eso que tanto ama y de lo que menos le preguntan: la literatura.

***


Tengo la sensación de que se piensa en su nombre como referente o fuente de consulta de la actualidad política cubana, y lo cierto es que hoy está en Uruguay por ser escritor.

(Ríe) Tienes mucha razón. Y yo no he sido nunca político, soy escritor.

Entonces hablemos de literatura. No teme afirmar que se siente un "escritor generacional", en tanto el grupo de escritores cubanos que conforma cambiaron la forma de escribir y la forma de ver la sociedad. ¿Cómo se siente, desde esa posición, al ver universalizadas sus obras?

Lo considero un premio ser representante de mi generación literaria. Yo pertenezco a un momento de la literatura cubana que en los años 80 comienza a darse a conocer, nacidos entre los 50 y los 60, casi todos con formación universitaria, muy buenos poetas, muy pocos conocidos y muy buenos cuentistas. Menos novelistas. Eso hace que tal vez la circulación de estos autores no haya sido tan favorecida, porque hoy el género que el mercado prefiere es la novela. Pero hay autores como Arturo Arango o Abilio Estévez, que está ahora en Barcelona y es uno de los grandes novelistas y dramaturgos de mi generación. Creo que, entre todos, con muchas diferencias estilísticas, conceptualmente tenemos una coherencia. Es una literatura que forma parte de un cuerpo orgánico, pretende desterrar la política como un elemento decisivo en la literatura. Darle a la política el lugar que tiene en el arte, que creo que es una condición no una necesidad. Y en los 90 se convirtió en una literatura mucho más crítica y comprometida con el entorno. Pasa por la parte más humana de esta relación. Los narradores somos amigos y mantenemos una relación de complicidad y acompañamiento. Yo en la medida que he podido ayudar a otros colegas de mi generación en encontrar un espacio editorial lo he tratado de ser, como parte de una tribu.

Abanderado de la novela negra, género que saca a relucir la parte más oscura de la sociedad, sea la cubana o cualquiera. ¿Cómo llegó a encontrar su lugar en este género?

Es un elemento interesante que puede relacionarse con tu pregunta anterior. Soy el único escritor de novelas policiacas de mi generación. Creo que para mí el género policiaco es un pretexto para hacer novelas. Tiene una ventaja en el sentido de que te conecta inmediatamente con el lado más oscuro de la sociedad, como comentaste. Permite entrar en un contexto donde los conflictos pueden ser muy dramáticos y donde además existe una estructura de la que yo me aprovecho y resulta fundamental en el proceso de comunicación con el lector. No es una literatura simple, para poder ser más abarcador, en ese sentido de encontrar el lado oscuro de la sociedad socialista en la que se supone que deberían haber sido resueltas determinadas cosas, por el desarrollo histórico de las fuerzas productivas, de todas esas consignas que nos enseñaron en las clases de marxismo-leninismo de la Universidad.

No es una literatura sencilla. Tanto en estructura como en contenido. Sus libros tienen mucha carga artística e histórica. ¿Está relacionado con el nivel promedio cultural de la sociedad cubana?

Yo creo que va en la voluntad del escritor. La sociedad uruguaya se ha caracterizado en el contexto latinoamericano por tener una profundidad cultural notable. Uruguay y Cuba somos dos países con una cultura más grande que su geografía. Una preocupación grande que yo siempre he tenido ha sido esa relación entre lo local y lo universal. Unamuno decía una frase, que luego Carpentier repitió y yo me he asido de ella: "Uno tiene que hallar lo universal en las entrañas de lo local, y en lo circunscrito y limitado, lo eterno". Ese es mi propósito. Cuando estudio a Alejo Carpentier lo estudio desde una perspectiva del arte y cultura del ser latinoamericano; cuando escribo sobre Rembrandt o me meto en el mundo de Trotsky, trato de ver las relaciones del arte y la política con la sociedad a partir de una coyuntura local. Porque toda mi literatura parte del contexto cubano.

Citó a Alejo Carpentier. Siento que sus literaturas se asemejan por el lado de la cercanía con el lenguaje del lector. ¿Siente que ha evolucionado esa forma de escribir si compara sus primeros libros con los últimos?

Sí. Yo creo que ha habido una evolución. Desde mi primera novela escrita en el año 83 y publicada en el 88, hasta las primeras de Conde ya hubo una evolución. De las primeras de Conde a las segundas y a esta serie de novelas históricas ha habido otra madurez. Y gracias que existe porque sería muy aburrido escribir y pensar siempre igual. El artista debe estar con los ojos abiertos, no solo en cuanto a lo que cambia sino en lo que permanece en la sociedad.

¿Cree que en la novela policiaca es más importante el motivo de una acción por encima de quién la lleva a cabo?

Absolutamente. Cuando escribo una novela policiaca el "quién" no me importa en absoluto. Creo que lo fundamental es ver cómo en una sociedad se asimila un acontecimiento que provoca un desequilibrio. Puede ser un crimen, un acto de corrupción, un abuso de poder. Creo que al final el individuo que encarna esa posición también es parte del cómo y el porqué. El hombre es un ser social y depende de su contexto.

¿De qué se despide cuando cierra una historia?

Cuando termino una historia nunca sé si voy a comenzar otra. La gente no me cree cuando digo que soy un escritor con muy poca imaginación. Me cuesta mucho trabajo que se me ocurra una historia, y cuando se me ocurre la cuido muchísimo. El sentimiento de terminar una historia, desprenderte de ella, puede ser muy agónico. En ocasiones siento que he llegado al borde de un precipicio y el próximo paso es la caída. Porque me voy a desprender de un mundo en que he vivido durante dos, tres, cinco años. Y eso te crea un desasosiego bastante doloroso, porque sabes que ya nunca volverás a ese universo. Nunca releo mis libros. Es una etapa que vencí y, como dice Milán Kudera, el novelista, a diferencia del poeta, entre el momento en que comienza y que termina una novela es una persona diferente. Pasa el tiempo, has tenido una serie de experiencias vitales que te cambiaron la vida. Por eso cuando te despides de una novela estás viendo al hijo que se va y nunca vas a volver a ver.

 

Lorena Zeballos | Montevideo Portal
lorena.zeballos@montevideo.com.uy