Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Infierno grande

Con Javier Correa Morales, autor de libro que indaga en la represión y la búsqueda de consensos en Durazno durante la dictadura

“Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo. Autoritarismo civil militar en Dictadura. Durazno. 1973-1980” fue publicado por Fin de Siglo.

29.06.2018 14:10

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2018-06-29T14:10:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

Uruguay es una penillanura suavemente ondulada habitada por poco más de tres millones de personas, números más, números menos, y la mitad vive en su capital. En Montevideo, los famosos seis grados de separación se reducen drásticamente, y siempre hay un conocido de un conocido en común.

En el interior -lo que mal llamamos interior-, la enorme proporción del territorio que se extiende más allá de los accesos, esa realidad se acentúa, y todo el mundo conoce el refrán de que pueblo chico, infierno grande.

La última dictadura cívico militar y sus años previos estuvo jalonada de hechos trágicos, criminales e injustificables, que vienen siendo contados por la Historia, en su mayoría, desde el centro político del país. Resulta lógico: el Golpe de Estado se dio primero contra el Parlamento, el epicentro de la represión ocurrió en la capital, y el Gobierno central detentó su poder desde Montevideo. Sin embargo, el resto del país no fue ajeno a la prepotencia.

El profesor Javier Correa Morales, nacido en Argentina de padres uruguayos, y que residió durante su adolescencia en Durazno, abordó para su tesis de maestría lo que ocurrió en ese departamento durante buena parte de la dictadura. Su trabajo Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo. Autoritarismo civil militar en dictadura. Durazno, 1973-1980, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en la categoría "Ensayos sobre historia, memoria, testimonios y biografías", y fue publicado recientemente por Fin de Siglo.

En esta obra, el autor indagó sobre las relaciones de poder, la convivencia y las formas de supervivencia y resistencia en Durazno, y echó luz sobre algunos hechos confusos en cuanto al Gobierno y la administración de los departamentos durante la dictadura. En su trabajo, analiza el papel de la prensa local y las acciones del Ejecutivo a la hora de tratar de crear consensos, da cuenta de la actividad de intendentes y Juntas de Vecinos, y repasa el testimonio de quienes, de diversas maneras, padecieron el autoritarismo y permanecieron en el departamento, gracias a las redes de contención que se tejieron pese al miedo, el recelo y el rechazo.

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¿Cómo surge tu interés por contar esta historia, por investigar lo que pasó en Durazno durante la dictadura? ¿Es más difícil enfocarse en una microhistoria como esta?

El interés surgió desde mi formación. Yo hice el IPA en Montevideo, y ahí teníamos profesores de Historia Nacional que nos decían que la historia y la recolección de los procesos siempre estaban centrados en Montevideo. Ellos mismos nos advertían que, metodológicamente, era complicado, porque no se estudiaban otros lugares. Había profesores, como Carlos Demasi, que nos insistía mucho con estudiar desde otros sitios. Ana Frega, en el año 2000, durante los 150 años de la muerte de Artigas, estaba haciendo el doctorado en Santo Domingo de Soriano, estudiando el artiguismo desde ahí. Eran cositas que nos iban tirando, y que no pude hacer durante el tiempo que estudié ahí. Ya cuando empecé a estudiar la Maestría en La Plata, en Argentina, era muy común que mis compañeros, de otros lugares, estudiaran sus pueblos. Muchas veces, en las discusiones sobre Historia Nacional, se discutía eso. Desde dónde mirar, si desde Buenos Aires, la capital, desde La Plata, desde el norte del país. Parecía impensable asumir como nacional la historia de la capital. Como tenía que aprobar seminarios y cursos de la Maestría, y estaba lejos, empecé a hacer entrevistas y a buscar documentos en Durazno, en vez de hacerlo en Montevideo. En principio para tener claro qué iba a estudiar. Cada vez que iba a Durazno juntaba documentos, hacía entrevistas, prestaba atención a libros que antes no lo había hecho, y así, a medida que el tiempo pasó, me fui encontrando con que tenía un problema de investigación que me interesaba, que era la represión y la construcción de consenso y legitimidad de la dictadura. Ese era el problema, y existió en Durazno, en Montevideo y en cualquier lugar del Cono Sur. Así que seguí estudiando en Durazno. Me metí en los archivos de la Intendencia, que por suerte estaban y eran accesibles, y encontré que podía estudiar esos problemas de orden más nacional, enfocándome en ese departamento.

Y tiene ventajas y dificultades. Por un lado, cuando uno estudia en la propia sociedad, tiene la facilidad de conocer y ser conocido, de abrir más puertas. Incluso en las cosas prácticas, como quedarme en la casa de mis padres. Podría haber estudiado esto en Treinta y Tres, o en Rivera, pero ahí no conozco a nadie, no solo para quedarme en su casa, sino para tener un punto de partida, por dónde arrancar. A mí me interesaba hablar con gente que no habla, o no habló, esas memorias no encuadradas y subterráneas. Y para una persona que no está acostumbrada a hablar, que venga un Fulano desconocido a preguntarle cosas... Tenía más chance de que me dijeran que no.


Generás una confianza que no podrías conseguir tan fácilmente en otro lado...

Tal cual. En Durazno siempre terminaba con un cuento de mis abuelos, o de mis padres, o de mí mismo, que jugaba al fútbol con el hijo o el nieto de alguien. Siempre tenía ese acceso, que por supuesto tiene un límite. Tuve la suerte de irme formando teóricamente, y de conocer en la práctica muchas investigaciones de otros colegas, que me hacían estar muy precavido a la hora de presentarme, de decir lo que hacía, de ser cuidadoso con el entrevistado. Había que vencer las resistencias, en el buen sentido, y estoy convencido de que a mí me ayudó ser de Durazno.

 

¿Te encontraste con muchas sorpresas, cosas que no sabías, o que pensabas que habían sido de otra manera? Es notorio en el libro el episodio de los intendentes, que no había sido recogido hasta ahora por la historiografía.

Sí. lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de presos que hubo en Durazno, sobre todo a partir de mayo del 72. En abril es la ofensiva del MLN, y matan a integrantes de escuadrones de la muerte. Ahí las Fuerzas Conjuntas matan a tupamaros en Montevideo, y matan a los comunistas de la Seccional 20, que no tenían nada que ver, y se inicia una represión muy extendida hacia el interior, donde el MLN estaba desarrollando el Plan Tatú. Me sorprendió, porque salía en la prensa. "Caen tantas personas en Durazno, o en Treinta y Tres", ese dato me impactó. La magnitud de la represión. Acá había una punta para entrar, que al final no desarrollé mucho.

Lo otro que me sorprendió fue por qué esas personas que habían estado presas, que no todas fueron procesadas por la Justicia Militar, y que no salía en la prensa -salía que los metían presos pero no que no les encontraban culpas- volvieron a Durazno. Tenía esa idea de una sociedad opresora, y me intrigaba saber cómo hacía una persona de 18, 19, 30 años, para rehacer su vida en plena dictadura, habiendo salido de la cárcel por sedicioso, apátrida, traidor, todo eso. Si bien hubo gente que salió de la cárcel y se fue a Montevideo, o al exterior, hubo otra que, como no tenía una militancia tan fuerte, contactos que le permitieran salir del país, se fueron a Durazno, y pudieron, con un montón de dificultades, rehacer su vida. Eso me sorprendió.

Y la frutilla de la torta, que es lo mejor que nos puede pasar a los que estudiamos el pasado, sorprendernos con cosas, fue lo de los intendentes. Un día estaba en la Intendencia, esperando a ver si me dejaban entrar a ver los archivos, y veo la galería de fotos de los intendentes. Veo que estaba el intendente Raúl Iturria hasta el 76, después había otro que se llamaba Ángel Barrios, hasta el 82, y me pregunto qué pasó con los intendentes. Voy a la historiografía y había autores que decían que algunos intendentes siguieron en el cargo y otros no. Pero en el 76 intervienen las intendencias y ponen todos coroneles. Otros decían "hubo uno que renunció, el de Rocha", pero no ahondaban. Yo, preocupado por hacer el foco en Durazno, me pregunto qué pasó en la Intendencia. Porque el intendente no forma parte del Ejecutivo nacional, pero sí es el titular del Ejecutivo departamental, y el decreto de Bordaberry que disuelve el Parlamento, al otro día disuelve las 19 Juntas Departamentales.

El intendente de Rocha rechazó seguir siendo tal sin una Junta elegida junto a él, pero los otros 18 intendentes decidieron seguir, con la Junta de Vecinos. Ahí empieza una política de Bordaberry, que después siguen los otros intendentes, de tener confianza en algunos intendentes, y dejarlos en sus funciones. Lo que pasó en el 76 lleva al error de los historiadores. Ese año, los militares le quitan el apoyo a Bordaberry y nombran a Alberto Demicheli, este se niega a firmar el Acto Institucional Nº4, que proscribe y prohíbe la actividad pública de casi 15.000 personas de todos los partidos, por lo que lo sacan y designan a Aparicio Méndez, que sí acepta. Ahí algunos medios de prensa, porque no se le daba demasiado interés a nivel nacional, empiezan a preguntarse qué va a pasar con las intendencias. Sale el anuncio de que iban a cambiar a tres intendentes: Durazno, Flores y San José. Entonces... ¿Dónde había intendentes civiles, además de Durazno? En Rocha ya habían cambiado a Amaral, y habían puesto a un coronel. Colonia y Maldonado, un intendente blanco y otro colorado, también son intervenidas y ponen a coroneles. Y así había pasado con varios departamentos. En Soriano muere el intendente Francisco Russo, intervienen la intendencia y ponen a un militar. Pero en el 76, además de estos tres cambios, lo que lleva a la confusión, es que Méndez y los militares iban a intervenir a todas las intendencias. Hacen un decreto de que las 19 intendencias quedan intervenidas. Pero claro, intervenidas no quiere decir bajo el mando de un coronel. Hubo ocho departamentos que, con intendencias intervenidas, siguieron con intendente civil, electo en las elecciones nacionales del 71.

En el libro, como me costó tanto trabajo, pongo esto, para que a otro colega le resulte más fácil. Ahí está el error. Vos mirás el decreto, y dice intendencia intervenida, y hasta el 76 "intervenir" significaba que sacaban al civil y ponían a un militar. En agosto del 76 sacaron solo a tres. ¿Por qué a estos tres y no a los otros ocho? No hay respuestas. No tuve acceso a documentos militares, pero me di cuenta, con un mapita en mano, que el Ejército, que tiene cuatro regiones militares en el país, con esa movida de los tres intendentes civiles que saca, la Región Militar número 2, que la dirigía en su momento Eduardo Zubía, queda con seis intendentes militares. En las otras tres regiones no pasa eso: hay civiles y militares. No sé si fue una casualidad o no, y no encontré un documento que me permitiera explicarlo. Es sorprendente hasta a nivel político. Creo que, incluso hoy, no se toma muy en cuenta lo que pasa en las intendencias. Es una institucionalidad que importa a nivel local, pero después parece que ahí no hubiese parlamento, no hubiese discusión. Es súper interesante.


¿Es este el primer trabajo sobre la época enfocado a un lugar geográfico determinado que no sea Montevideo? ¿Y en qué estás trabajando para el doctorado?

Hay un montón de trabajos, pero, muchas veces, no tienen la misma suerte que yo, que gané un premio, que una editorial quisiera que saliera. Todos esos pasos que no todas las tesis tienen. Conozco una tesis de maestría de la Facultad de Humanidades, de Andrés Noguez, que se centró en San Carlos y en Maldonado. Otro trabajo histórico es el de Virginia Martínez sobre San Javier, en Río Negro. Hay un trabajo sobre la victoria del No en Paysandú. En un artículo que escribí hace poco hago como un listado de todo lo que hay, porque a veces no todos tienen difusión nacional y quedan acotados a su departamento. Libros de corte netamente académico, como trata de ser el mío, y otros que intentan reconstruir historias y que son fuentes importantísimas. Y hay un montón de novelas centradas en lugares del interior. Las arañas de Marte [de Gustavo Espinosa] es tal vez la más conocida y más premiada, pero está la de Juan Estévez [Entusiasmo sublime]. Igual no hay muchos antecedentes, sobre todo porque la Universidad va, básicamente, a Montevideo. Y eso complica.

Ahora estoy haciendo un doctorado de Historia en la Facultad de Humanidades, en la Universidad de la República, y estoy estudiando el mismo problema de investigación pero más extendido en el tiempo, desde el 73 al 85 inclusive, y mirando en Durazno y Colonia, que es otro departamento de la región militar número 2, con una trayectoria institucional distinta. Y yo trabajo en Montevideo, vivo en Montevideo, por lo que hacer esto me supone viajar. Lo hago encantado, porque estoy comprometido con la historia, con sacarla de Montevideo, pero me genera, no solo gastos, sino viajes, trabajo. Si estuviese en la Junta Departamental de Montevideo iría caminando. Eso habla también de dónde están los investigadores que pueden acceder a becas y ese tipo de cosas. No quiero hacerme el héroe, pero tampoco darle con un martillo a los colegas que no estudian en otros lugares, porque es complejo.

 

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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