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Entrevistas

Bailar quieto

Con Erlend Øye, de Kings of Convenience: "Hay que abrirse a lo que no te gusta"

El cantante noruego, que se presenta este 5 de febrero, conversó con Montevideo Portal sobre las paradojas de su carrera y su gusto por el baile.

05.02.2018 07:51

Lectura: 8'

2018-02-05T07:51:00-03:00
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Por Martín Otheguy

Erlend Øye es en realidad un camaleón, pese al estilo musical tan definido que lo hizo famoso. Como una suerte de Manu Chao con buen gusto, el noruego se paseó a lo largo de su vida por varios países (Inglaterra, Alemania, Italia), absorbiendo las influencias de los idiomas y géneros musicales de las regiones en las que vivió. El folk sosegado y agridulce de Kings of Convenience es su carta de presentación, pero Erlend fue también DJ, sacó un disco de música electrónica, se dedicó al pop con aires de pista de baile (con su otro proyecto The Whitest Boy Alive), probó con los ritmos mediterráneos de la canción italiana y hasta le dio lugar al reggae en su último álbum. No en vano su primer disco solista, del 2003, se llama Unrest ("Intranquilidad").

Es difícil escapar al encanto del mundo de Kings of Convenience, poblado de melodías que parecen susurradas al oído, humor sutil, contrapuntos cálidos de guitarras acústicas, juegos de palabras ingeniosos y la sensación de que mañana, de algún modo, será mejor que hoy. Incluso a pesar del aire reflexivo y solitario de sus canciones. Pero este 5 de febrero, cuando Erlend Øye se presente en La Trastienda de Montevideo, habrá pocas canciones del dúo que una vez fuera definido en forma un poco exagerada como "la respuesta europea a Simon and Garfunkel".

En charla con Montevideo Portal, Erlend Øye explicó que el repertorio en Montevideo estará compuesto por (en este orden) canciones de sus discos solistas, nuevos temas, covers, canciones en italiano y finalmente temas de The Whitest Boy Alive y Kings of Convenience.

El último álbum de Øye, Legao, es un experimento extraño pero satisfactorio. El cantante noruego se rodeó de una banda de reggae proveniente del lugar más inesperado para el género (exceptuando quizá a los esquimales de Siberia): Islandia. Sin embargo, esta colaboración de noruego e islandeses -titulada en portugués- suena especialmente cálida y relajada, y tiene el mismo sello característico de Øye, con la voz, la suavidad y las melodías en primer plano.

El cantante no siempre fue tan abierto y, de hecho, no tuvo ningún interés por el reggae durante muchos años. "Esta búsqueda de sonidos es algo que fue creciendo. Tenía un gusto musical muy limitado hace 20 años", cuenta a Montevideo Portal. "Ahora, que vivo en Siracusa (Italia), tengo amigos músicos a los que les interesan cosas muy distintas, como ritmos cubanos. Y aprendo de ellos y también aprendo a que me gusten esas cosas", aclara.

Esa es la forma en que encontró su propio sonido, dice, cuando al comienzo de su carrera su música sonaba muy británica y no destacaba para nada entre otros grupos. "Lo logré estando abierto a cosas que creía que no me gustaban. Mucho de eso viene de bailar. A mí me gusta bailar y en eso no se puede ser muy exigente, por lo que tenés que encontrar algo bueno en lo que sea que esté pasando el DJ. Cuando me mudé a Berlín, por ejemplo, fue cuando aprendí a apreciar el tecno", dice.

Su gusto por bailar, potenciada por la falta saludable de esa incomodidad típica de la autoconciencia, queda bien patente en vivo, donde Øye se acerca a Jonathan Richman, cantando en varios idiomas, moviéndose cómodo entre géneros y desplazando sus casi dos metros de altura con gracia.

La revolución silenciosa

Pese al éxito que tuvo Kings of Convenience, el dúo que integra con Eirik Glambek Bøe saca discos y hace giras muy de vez en cuando. La explicación está en la diferencia de personalidades y objetivos entre ambos. Erlend es un tipo mucho más inclinado al humor, al nomadismo, la vida en giras, mientras Eirik es el "serio" del dúo y no quiere que su vida gire en torno a la música o al estilo de vida asociado con el rock.

"Es básicamente por la vida personal de Eirik, que implica serias limitaciones a hacer giras y a grabar", dice Erlend, aunque reconoce que la ventaja de seguir con el dúo es "un nombre bien establecido con una base de fanáticos muy pasional, lo que termina recompensando".

Y tampoco hay demasiado que pueda hacer al respecto, aclara. "Nuestras vidas son muy diferentes. Intentar hacer más de lo que hacemos perjudicaría nuestra relación, pero al ir de esta forma, lentamente, nos arreglamos para seguir tocando hasta la muerte", cuenta el cantante. Según Øye, su contraparte sintió que perdía el control de su vida y, a diferencia de él, quería quedarse en su pueblo natal y tener una vida familiar. Pero es esta suma de opuestos -lo naif y lo oscuro, la extroversión e introversión, lo regional y lo global- lo que hace grandes a Kings of Convenience.

El grupo nació sin embargo de un amor en común, a comienzos de los 90, cuando Eirik y Erlend se conocieron en el liceo de Bergen, un pueblo tan lluvioso que hace crecer músicos en cada esquina a falta de algo mejor que hacer. El interés en común era Pink Floyd, una inspiración inusual para un grupo que hace canciones breves y de raíz folk. Erlend Øye no está de acuerdo: "Si Pink Floyd tocara solamente dos guitarras acústicas su música sería más parecida a la nuestra. Hay que tener en cuenta que por lo general Pink Floyd suena bastante amable", responde.

Hoy, con un nuevo disco de Kings of Convenience en marcha, el cantante compone primero y luego ve a qué faceta de su carrera se puede adaptar lo que hace. "Es difícil de decir cuál es más adecuada para Kings of Convenience y cuál para mi carrera solista. Eirik tiene un gusto muy particular y no aprecia muchas de mis canciones más simples", ensaya como explicación. Además, "algunas canciones tienen naturalmente espacio para dos voces y otras no".

The man who was too loud   

Erlend Øye siempre tuvo una inclinación particular por las paradojas (el reggae escandinavo no es la primera de ellas). Los discos de Kings of Convenience juegan por lo general con las expresiones, las palabras y los significados. Quiet is the new loud ("El silencio es el nuevo ruido" o "Tranquilo es el nuevo fuerte") fue su debut discográfico, Riot in an empty street ("Revuelta en una calle vacía") el segundo álbum y Declaration of dependence ("Declaración de dependencia") el último hasta ahora. En esta misma línea, el cantante de la voz supo ser DJ de música electrónica un tiempo, para terminar apreciando nuevamente las bondades de la música suave.

"Tengo serios problemas de audición, por lo que no puedo hacer más música fuerte", explica a Montevideo Portal. "Esta es la principal razón por la que me alejé de la electrónica. Otro motivo es la audiencia que acompaña a esta música. El público indie es mucho más agradable, en general", apunta. Entre las cosas que no le gustan de ese otro mundo, está la gente puramente interesada en la plata y el hecho de la vida nocturna es mucho menos deseable que la que lleva hoy. Extraña, sin embargo, ser el tipo que hace bailar a la gente.

Su apertura a diferentes estilos -algo que se va apreciar en Montevideo este 5 de febrero- lo convierte también en alguien muy poco conservador y bastante optimista sobre la escena musical actual. "Considerando que en el 2018 tenemos a disposición toda la música que se hace ahora y toda la hecha en el 2017 y de allí para atrás, la escena musical debería ser mucho más apasionante ahora, pero reconozco que la transición de los 90 a los 2000 fue muy interesante por toda la tecnología que llegó", cuenta, y agrega que Spotify "es una gran herramienta para difundir la música por el mundo". Sin embargo, no escucha demasiada música (Fa Niente del italiano Giorgio Poi es su actual disco de cabecera), una confesión extraña para alguien que vive de hacer canciones.

Erlend no es el clásico escandinavo estereotipado. Le gusta "la forma latina de socializar" y, contrariamente a lo que muestra buena parte de su música, no es una persona introspectiva o fría. Todas estas paradojas se podrán disfrutar en vivo este 5 de febrero, cuando Øye ponga en escena su juego engañoso de apariencias y haga bailar suavemente al público.

Por Martín Otheguy