Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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El año que viene, Trotsky Vengarán estará celebrando su vigésimo aniversario, una cifra bastante abultada para una banda que se juntó a tocar por diversión y que hoy tiene entre su público a los hijos de sus primeros seguidores.
Con un disco nuevo bajo el brazo y una agenda marcada por varias presencias en distintos puntos del país durante el verano, conversamos con Cuico, el hombre que, en la batería, marca el ritmo e intenta imponer cierto orden en el aparente descontrol que reina delante de los parches.
Trotsky Vengarán nació en los tempranos 90, antes que Nirvana hiciera que el mundo entero redescubriera el distorsionador, y rápido empezó a alternar en un reducido circuito de escenarios destartalados y de mal sonido, con grupos tan salvajes como originales. En lugares como Amarillo y el Perro Azul se entreveraban con tipos de temer como Chicos Eléctricos, Neandertal y Buenos Muchachos. Algo pasó entre esos días y hoy. "No sé muy bien qué pasó", dice Cuico. "Recuerdo que no teníamos un afán de provocar nada, más que la poca gente que nos iba a ver. Ese espíritu se ha mantenido siempre". Sin embargo, por aquellos tiempos, era común ir a un recital y salir con un ojo negro, o terminar en la seccional más próxima. El clima del rock no era precisamente lo que se dice "familiar". Cuico cree que "a lo largo del tiempo la gente empezó a aceptar al rock como algo viable, entretenido, válido. Además, las condiciones en que uno toca y la manera de producir los shows han cambiado mucho con respecto a aquella época. Antes era todo a pulmón, en condiciones bastante precarias; hay preocupación por los detalles, se invierte tiempo y dinero, cuando antes era todo más bien ‘vamo arriba". Con respecto a la violencia, "se dio vuelta la tortilla, el público ‘normal' opacó a esa gente que pasó a ser muy minoritaria. Son muy pocos ahora, y ante cualquier intento de armar bardo, de pudrirla, se sienten sapos de otro pozo".

Proyectar un futuro como banda, por aquel entonces, no era algo demasiado sustentable. Pensar en estar juntos, dos décadas y una decena de discos después, era algo que "se soñaba", aunque "nadie dijo ‘sigan así que van bien'", cuenta. "Soñábamos con poder hacer un Teatro de Verano; mantenernos tocando juntos durante 20 años es algo que por ahí soñábamos, pero no imaginábamos. Siempre fuimos poniéndonos metas. Nosotros por ahí tocábamos en festivales con La Tabaré, por ejemplo, que era quien llevaba público, y había 400 personas y era un éxito. Durante mucho tiempo nos fue muy mal, teníamos que llevar a los amigos pare llenar el local. Con el tiempo también se desvirtuó la cosa, el rock llegó a ser moda hace unos años, y se fue todo al carajo; cualquiera pensaba que podía hacer un Teatro de Verano para 4.000, 5.000 personas. Ahora se consiguió una meseta, bajó un poco esa locura, se está empezando a bajar la pelota al piso, y el público de rock es el que está".
Salud, dinero y dinero

Muy rico todo, muy linda la musiquita, pero hay que pagar las cuentas. "Los cuatro tenemos nuestros trabajos aparte de la banda. Y por suerte, hacemos las cosas como para que dos por tres la música ayude económicamente", dice Cuico, y aclara que los cuatro Trotsky "somos músicos, sí, pero no trabajamos de la música. No damos clases, nos dedicamos a Trotsky y nada más". Un poco porque no se dio, ya que muchos de sus colegas sobreviven gracias a la docencia, y un poco por "baja autoestima", porque "siempre nos catalogaron como la banda de los tres acordes. ¡Obvio que sabemos más que tres acordes!". Tres acordes que identifican desde hace (uf) más de 35 años al punk rock, y cuyo patrimonio está aún en disputa. Cada poco tiempo, nuevas camadas de defensores del purismo punk salen de uno y otro lado a adjudicarse los derechos exclusivos sobre la ejecución del subgénero, y exigen la utilización de ciertas líricas, comprometidas con la realidad y el medio ambiente. ¿Adivinen quién es blanco recurrente? Trostsky Vengarán, obvio. "Es algo que nos causa mucha gracia, porque nos llegan críticas de ese tipo, y de todos lados. Tratamos de ser fieles a las canciones que hacemos, más allá de que sabemos que hacemos un subgénero dentro del rock and roll, aunque en este último disco dejamos de lado la veta más ‘punk'". Cuico dice que no es una cuestión de renegar del estilo, sino que "los años, no sé si ablandando, pero te van abriendo un poco el abanico para buscar algunas otras cosas. Trabajar con productores que vengan de otro palo también ayuda". Además, apunta que "siempre intentamos no ser una ‘banda homenaje' de nosotros mismos".
"Hacemos lo que nos gusta, lo que sentimos. Mamamos el punk rock desde muy chicos, y es como la banda sonora de nuestra vida. Eso no nos lo va a quitar nadie. Sí nos han preguntado, millones de veces, por qué no vamos por el lado de lo que está de moda. Varias veces nos dijeron ‘che, por qué no prueban con el hip hop, o con una cosa más latina'. Y no, nos saldría muy mal".
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