Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Monsters Inc.

Con Alberto Mandrake Wolf

Mandrake Wolf y Los Terapeutas presentaron ‘Monstruo’, su trabajo más reciente. En conversación con Montevideo Portal, Mandrake habló del disco, la muerte, la marihuana, la política, los ángeles, el rock y Eduardo Mateo, y confesó ser el inventor del puesto de carrilero en el fútbol uruguayo.

03.05.2013 16:10

Lectura: 14'

2013-05-03T16:10:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

A Los Terapeutas, la banda que comanda desde hace una punta de años Alberto Mandrake Wolf, el reconocimiento, el éxito en pantuflas del mercado local, durante mucho tiempo, les pasó por al lado. Y eso no es justo, pero la justicia no se lleva demasiado bien con los artistas, al menos en Uruguay. Recién a partir de ‘Amor profundo' canción inflamable que sobradamente podría ser el himno nacional, el público y buena parte de la crítica empezaron a tomarse en serio el imponente talento compositor y la áspera voz de jean gastado de Mandrake.

Después las cosas fueron más fáciles, pero solo un poco, y eso tampoco es justo, pero no está tan mal. A fines del año pasado salió Monstruo (Bizarro, 2012), un disco que hurga en el lado oscuro de las personas y el revés de los discursos.

¿Sentís que Los Terapeutas están llegando un poco tarde al negocio de la música?

-Sí, pero no por culpa nuestra. Capaz que cometimos algunos errores, pero creo que con la industria musical hay una cuestión hasta política. Nosotros nunca estuvimos dentro de ninguna rosca. Otros artistas capaz que sí, cercanos a algún partido, y por ahí les fuera más fácil conseguir actuaciones. Nosotros tocábamos para 15, 20 personas, pero sabíamos que algún día se nos iba a dar.

Claro, también estaba la cuestión de que por ahí eran demasiado candomberos para el rock y demasiado rockeros para el canto popular...

-Nosotros, si bien éramos rock, no teníamos esa especie de actitud punk que siempre entendí, que decía que lo que había atrás no tenía nada que ver con ellos. Nosotros no pensábamos eso. Yo qué sé... Mateo le rompe el orto a cualquiera. Para nosotros no había necesidad rupturista de decir ‘empezamos de cero'. Eso nos marginó un poco. Soy de la misma generación que los músicos del rock de después de la dictadura, pero antes, para ser músico profesional, tenías que dominar instrumentos, ser un tipo versátil, tocar, más o menos, todo tipo de estilos, y vengo de esa escuela. En esa época, como guitarrista, capaz que era clase C, pero estaba en la clase profesional. Cuando aparece el rock después de la dictadura había gente que no sabía tocar instrumentos. Yo venía con otra cabeza. Tampoco entendí nunca la onda de tocar gratis. Esas cosas nos llevaron a que por ahí no nos entendieran desde el canto popular ni desde el rock... por suerte cambió después. Pero fijate que, cuando empezamos, con los de El Cuarteto de Nos, que éramos todos muchachos de 18, 19 años, y querían que fuéramos como ellos y nos daban por la cabeza. Nosotros teníamos otra idea de la música, de lo que es divertirse. Claro, la dictadura se encargó de destruir al rock. Y a nosotros nos miraban como a unos pelotudos que no teníamos conciencia de clase. Pero también se metían con Mateo también porque fumaba porro y decían que era un drogadicto... cosas que sólo un enfermo mental o alguien muy fanatizado puede pensar así.

¿Y qué fue lo que ocurrió para que cambiaran las cosas y hoy exista una apertura mayor?

-Lo que pasa es que nació una generación nueva, mucho más abierta, con menos prejuicios. Capaz que tuvimos que esperar que naciera nuestro público. Nosotros no cambiamos. Sí, con el correr de los años, buscamos nuestras vías estéticas, pero nunca fuimos de seguir las modas. Además, Uruguay tiene la ventaja y la magia de que hay buenas canciones en géneros diversos, y, si algo que nunca tuve, a pesar de los lentes, fue miopía musical. Los Terapeutas somos un ejemplo de eso, somos súper promiscuos, hemos tocado con todo tipo de músicos, de proyectos dispares, y siempre con un respeto y un cariño bárbaro por la música.

Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

Los ángeles al desnudo

Monstruo, el último disco de Alberto Wolf y Los Terapeutas, es, a primera escucha, un álbum oscuro. La muerte, el engaño, la frustración aparecen como referencias y eso, explica Mandrake, "tuvo sus disparadores".


-La oscuridad, la muerte... pareciera que en estos tiempos la muerte no existiera, se aislara, se tratara de evacuar, pero está naciendo un bebito ahora y ya está condenado a morirse. Es así. Ahora, cuando vos la ves cerca, porque tuviste un pariente jodido o vos mismo estuviste mal... por más que los noticieros muestren que siempre matan a uno en un asalto, un accidente, parece como si fuera una película, y uno toma mate, mira y dice ‘ah, no pasa nada', pero sí. Cuando vos tenés un tiempo de reflexión y pensás puede salir la parte oscura de uno y eso se refleja en las canciones. Porque la muerte está todos los días... capaz que si todos pensáramos en la muerte un poco más y la trajéramos a su dimensión, tal vez seríamos menos prepotentes, más indulgentes con las personas, tendríamos otro ánimo de vivir.

Por el otro lado, Monstruo tiene una contracara luminosa, casi hasta de espiritualidad...

-Es una linda palabra esa. Para mí la música tiene eso: espiritualidad. Tiene eso, y es inexplicable. Yo no creo en un dios, pero sí me parece que todos los que estamos en este planeta somos parte de una energía. Capaz que formamos parte de una inteligencia enorme, que cada uno es una especie de neurona, y tenemos tanto ego que no queremos ponernos a pensar en esa situación. El asunto es direccionar bien esa energía: que cada uno se muestre como es, y no le tenga miedo a lo oscuro suyo, y que tiene todo el mundo. Nadie es un santo, y hasta los ángeles tienen partes oscuras.

¿Creés en los ángeles?

-Sí, existen. Yo conocí tipos que parecían increíbles y de repente desaparecieron, nunca más los vi. Van a decir que estoy pirado, pero no... eran tipos como vos y yo, y de repente me dijeron un par de cosas y cuando los fui a buscar, nunca más. Eso me pasó un par de veces. Vaya a saber... capaz que les adjudiqué una cosa que, en su momento, justo me cayó bárbaro. Creo que la espiritualidad trasciende. Cuando se habla de eso parece que estuviéramos hablando de iglesias o de lo que está de moda, el reiki y todo eso... creo que en la música se nota que hay algo más allá. No sé, un sentimiento inexplicable. La música en sí misma llega a lugares que no puede la palabra. Explicame por qué. Escuchás cosas, no sé, de Finlandia, y no entendés un sorete lo que dicen, pero te hace llorar... ¿por qué me emociona? Eso es espiritualidad.

Y entonces el fin de la música deja de ser aquel interés del principio, de levantarse minas...

-Sí, eso es parte de la cosa, claro. El sexo es una pulsión importantísima. El que diga que no, que no rompa los huevos, claro que sí. Pero siempre tuve lo otro también. Desde que agarré una guitarra y me puse a tocar y a cantar canciones de los Beatles, creo que nunca perdí la inocencia de la música. Más allá de toda recompensa económica, ni éxito, siempre tuve esa inocencia, en el sentido más primitivo, de algo que me ilumina el alma, me pone contento, me hace sentir muy bien. Es increíble, pero de repente estoy tocando con terrible gripe y se me va.

Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

Tuquero ahí estás

"Empecé a los siete años con el piano", dice Mandrake. "Después me aburrí, pero a los ocho, nueve, agarré la guitarra, mi vieja me pasó unos acordes, después fui a un profesor de barrio y ahí sí, no paré".

¿Sabías que era para siempre?

-Sí, sí. Como todos los niños a esa edad, el fútbol también era una cosa importante.

¿De qué jugabas?

-Al principio jugué de puntero, pero era muy malo, nunca supe driblear, y después me ubiqué bastante bien jugando de 6, como soy zurdo y me ayudaba jugar con las dos piernas, marcaba bastante bien y corría rápido... yo inventé el puesto de carrilero. Siempre jodemos con eso, porque antes no existía. También jugando al fútbol de salón aprendí a pegarle de punta, que estaba prohibido. Ahora ves que en el último mundial Forlán hizo no sé cuántos goles de punta... ¡se ve qué tan mal no andaba! ¡Je! Ahora, creo que me faltó. Tal vez por la vista, que no veo bien.

¿Te decían en tu casa que te dejaras de joder, que estudiaras, que laburaras?

-Sí, claro. Yo me tuve que ir de mi casa a los 18, 19 años, y no volví nunca más, tuve que trabajar de otra cosa, ¡años!. No me perdonaban eso, pero yo siempre quise ser músico. Con el tiempo se dieron cuenta de que era tanto lo que me gustaba, que no tuvieron más remedio que aceptar. Después empecé a sobrevivir malamente, dando clases, tocando y esas cosas... ahora están orgullosos, contentísimos... Cambió mucho la cabeza, pero cambió también el Uruguay. Ahora ser músico está hasta bien visto. Eso sí, seguimos sin jubilación y esas cosas, pero si te gusta en serio sabés que le metés, y si tenés talento pueden pasar cosas...

Ahí te salió el político...

-Lo que pasa es que hay cosas que no llamo política. El otro día fuimos a tocar por el faso y por el matrimonio igualitario, y eso para mí no es política. Vamos a entender. Yo toqué por los desaparecidos y eso tampoco es política. Son derechos humanos. Política para mí es un tipo que milita, que está en un partido, que siente que es más fuerte el partido que una canción. Lo otro son derechos humanos, y yo tengo mis ideas. Yo nunca quise estar en una lista ni nada, cuando de repente era lo más fácil para seguir laburando... Ojo, yo toqué para el Frente Amplio. En el 84 íbamos con el Cuarteto de Nos a tocar a los comités, pero era como decir ‘la cultura está con la izquierda'. Pero una cosa es apoyar y otra ser orgánico.

¿Y creés que se va a legalizar esto de la marihuana?

-Yo qué sé... dan tanta vuelta, rompen tanto los huevos... Ojo, para mí no es que liberen el faso y cambie el mundo. No va a cambiar nada, pero para mí lo que está bueno es que haya una libertad más. Que todo el que quiera fumarse un porro no tenga que ir a una boca, que no es lo mismo que cuando yo empecé, que los dealers eran todos macanudos, que los guachos pasaban porro y se quedaban con un poquito, y ahora vas y hay un tipo con un arma. Hay una diferencia.

¿Cuándo te ‘encontraste' con las drogas?

-En la noche siempre estuvo. En la dictadura lo único que se podía consumir eran anfetaminas, que las podías comprar con una receta fácil. El porro te mataba, cocaína en esa época nunca vi. Eso vino después, pero en la dictadura te agarraban con un porro y te mataban. Mateo me contaba que lo agarraron en la Plaza Libertad con tres porros, lo metieron no sé cuántos meses preso, le metieron picana en la boca... era una demencia. No se puede creer lo que vivimos, lo que soportamos. Por eso digo ahora que lo legalicen y se dejen de romper los huevos.

Foto: Alejandra Pintos l Montevideo Portal

Mateo por mil

Eduardo Mateo es, para Mandrake y Los Terapeutas, una referencia ineludible. Alguna vez Daniel Jacques, bajista de la banda, lo definió como "padre musical y espiritual", y es extraño que Mandrake no lo mente en una conversación musical.

-El problema que tuvo Mateo siempre es que estuvo 50 años adelantado. No era fácil la música de él, y no era fácil él ni la época. Capaz que ahora sería un tipo más tratable, mucho más normal. Era distinto, un tipo con otra sensibilidad, una persona bárbara, de bien. Tenía otras ideas de la música, venía de otra época, un Uruguay que era muy amable con la música. Él tocaba una música distinta, con mucha personalidad, y la gente no lo entendía. El tipo mezclaba el blues rural con el candombe, tenía todos los piques, sabía tocar perfectamente el chico, repique y piano como un negro más, y en las canciones mete un cacho de chico repicado en la guitarra, y la metía perfecta, con la voz perfecta. Yo estoy hablando y parece que estuviera dando una receta, pero el tipo lo hacía de verdad, con total naturalidad, y era mágico. A la vez era una música sofisticada, y parecía fácil. De repente hay gente que toca no sé cuántos acordes a la vez y le sale una cagada de música. Mateo te metía tres mil acordes pero te hacía la cabeza.

¿Y ese legado se refleja en la música popular uruguaya de hoy?

-Está por todos lados. Pero no tiene por qué ser que acá para empezar a hacer música tengas que arrancar por Mateo. Yo qué sé, lo importante es que capten algo que sea de acá. No creo que haya que hacer siempre como hice yo. A mí me sirvió, pero no sé si los Buenos Muchachos o Trotsky Vengarán escuchan a Mateo... ¿qué importa? Lo importante es que dicen una cosa distinta. Yo estoy siempre en contacto con los colegas, y está lleno de buenas canciones. El Ossie (Garbuyo, cantante de Bufón) para mí era un monstruo, un tipo al que admiraba un montón. Cuando vi por primera vez a Bufón quedé detonado. Pero está lleno de gente que hace cosas alucinantes. Apareció una mina como Martina Gadea que hace una cosa totalmente distinta a todo... E.T & Los Problems, una cosa diferente... Un tipo que escribe como el de La Hermana Menor (Tussi Dematteis), que hace unas letras increíbles. La Triple Nelson, que me encanta tocar con ellos porque tienen una potencia terrible, como me gusta a mí tocar el blues y el rock...

Vos estás tocando más fuerte ahora que hace 15 años...

-Y... capaz que me estoy volviendo sordo... ¡jajajaja! No sé. Siempre le di mucha bola a la canción en sí, y después empecé a buscar la historia del sonido, que no era que lo descuidara sino que no me preocupaba tanto. Pero claro, después me preguntaba por qué Tom Petty toca tan suave y suena que es un hijo de puta. Entonces entré a indagar un poco y vi: ‘ah, cómo mete la guitarrita, cómo mete el amplificador, como lo combina con otro... me empecé a colgar con eso, me entró a gustar el sonido. Ahí me di cuenta de que necesitaba un productor, y llamamos a Berta que nos dio una mano bárbara. Me di cuenta de que no sonábamos como deberíamos. Veníamos de otra época, se hablaba mucho de primera toma, y después te dabas cuenta que quedaba todo corrido. Si querés entrar en la radio, a los festivales y tenés una banda que sabés que en vivo no suena un sorete, en el disco nos estábamos corriendo los mocos. De esto vivimos, así que hay que sonar mejor. No hablo de una cuestión de volumen, sino de sonido. Esas cosas yo no las entendía, yo venía de otra escuela, de la de Mateo, de Hugo (Fattorusso). Jaime (Roos) ya empezó a hacer sonar las cosas distinto. Creo que él es un gran productor, y nos produjo un tema, ‘Amor profundo'

¿Qué sentís cuando escuchás otras versiones de ‘Amor profundo'?

-Y... me da cierta satisfacción...

¿Cierta satisfacción?

-Sí. Lo que pasa es que la canción se fue tan lejos. Es como mi hija, que se casó, se fue. El otro día estaba mirando en Youtube y la estaban cantando en Japón. Estoy contentísimo. Y tengo la suerte de que cada vez que la toco la siento emocionante.

¿Cuando la estabas componiendo viste que era grande?

"sentí, como cuando pescás, que había picado algo grande. Pero nunca pensé que iba a pasar lo que pasó. Sí supe que tenía una cosa fuerte, una melodía linda, que estaba buena...

¿Y cómo salió?

"yo qué sé... en una noche de parranda, bastante desprolijo todo... ¿viste los que dicen que la droga y el alcohol son malos? A veces funcionan... Jajajaja.

 

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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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