Contenido creado por Manuel Serra
Reflexiones de Medio Mundo

Reflexiones de Medio Mundo

Caminar en senderos que cuelgan de los Himalayas y rodearse de las montañas más altas

Un recorrido por los caminos alternativos de las montañas de Nepal hasta llegar al campamento base del Everest. Escribe Martín Olascoaga.

30.11.2018 13:32

Lectura: 10'

2018-11-30T13:32:00-03:00
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Caminar durante veinte días a través de senderos que cuelgan de los Himalayas, dormir en aldeas tibetanas donde sólo se accede a pie, andar durante horas y horas en silencio, y rodearse de las montañas más altas del mundo, todo eso sucede de camino al Campamento base del Mt. Everest y aquí les cuento mi humilde experiencia en este destino.

El camino "B":

Para llegar hasta el campamento base del Mt. Everest existen varias rutas. Hay una de ellas que es la más popular y turística y que comienza desde un pequeño pueblo llamado Lukla, al que se puede acceder en avioneta. Desde allí el camino asciende lentamente y, en algo así como ocho días, uno puede llegar hasta el deseado campamento base del Mt. Everest.

Luego, hay muchas otras rutas muy poco turísticas y que, además de alargar el viaje, desde algunos días hasta varias semanas, llevan al trekker a través de aldeas donde difícilmente pasen otros extranjeros y donde la vida realmente se sigue viviendo "como antes".

Nosotros (mi compañera Pame, y yo) nos decidimos por una de ellas y luego de un largo viaje de doce horas en Jeep desde Katmandú, y sin más guía que un mapa de papel, nos encaminamos hacia esta aventura que prometía y mucho. El trekking empezaría en el valle de "Solo", el que, de tan verde y calmo, me ha gustado rebautizar como "el valle del silencio".

El mapa que nos sirvió de "guía" durante 20 días en los Himalayas.

El valle del silencio:

En el valle del silencio la altura no supera los 2800m sobre el nivel del mar, y aun así las vistas son imponentes. Grandes extensiones de plantaciones de trigo y arroz que desaparecen en la quebrada, puentes colgantes sobre ríos helados y aldeas con casas de techo de piedra, son las postales de esta zona.

Nuestros días de trekking comienzan a las 7.00am y, cada dos o tres horas de caminata, cruzamos alguna nueva aldea en las que las personas de la etnia Rai nos reciben con palmas juntas a la altura y al coro de humildes "Namasté".

Las aldeas de esta zona son lo que en Uruguay llamaríamos "pintorescas". En este lugar la vida transcurre lenta y en paz, se cosecha lo que se puede y se come casi todos los días lo mismo. La mayoría de estas personas poco saben de todo lo que afuera pasa, pero, en cambio, mucho saben de la naturaleza. Ellos creen en los dioses que habitan en los árboles y le temen a los demonios de los ríos; los niños caminan durante una o dos horas para llegar a la escuela y los hospitales están a varios días andando. La vida en el valle no es nada fácil, pero, aun así, muchos de ellos, luego de irse a vivir a las ciudades, vuelven a sus pueblos añorando la vida de antes.

Típica casa del valle de "Solo".

Nosotros caminamos de seis a ocho horas diarias, por momentos luchando con empinadas subidas y por otros bajando altísimos escalones de piedra, hasta llegar al cauce de algún río.

Es interesante observar cómo con los días la mente de uno va cambiando en entornos y situaciones como esta: los primeros días del trekking la mente viene inquieta, conversadora y diría que hasta un poco molesta. Entre nosotros existen algunas discusiones sobre temas banales y a la noche más allá del cansancio nos cuesta dormir. Pero lo interesante es ver cómo con el paso de los días la mente se va calmando. El silencio del valle parece colarse dentro de ambos, y con él llega una tranquilidad absoluta y una constante meditación involuntaria.

Las subidas que parecían imposibles ahora se rinden ante nuestro paso lento pero seguro, las conversaciones irrelevantes que antes musicalizaron la caminata ahora se han callado y de repente, el trekking que tan difícil parecía se ha transformado en un paseo por una naturaleza salvaje pero amigable al mismo tiempo.

Un retrato de una aldeana de la etnia "Rai".

A mitad de camino entre el cielo y la tierra:

Han sido seis largos días de subidas y bajadas. La mochila comienza a dejar algún dolor de espalda y la ropa ya no tiene cambio. Los largos silencios se convierten en momentos de meditación involuntaria, la mirada ya no se levanta tanto como antes y por momentos simplemente se dedican a seguir el movimiento cadente de los pies embarrados.

Estamos por sobre los 3000m y el aire ya es más frío. Los picos nevados que tan distantes se veían se han acercado sin previo aviso y, como de repente, el sendero se ha vuelto un pequeño camino de hormigas que con pesadas cargas y cabezas gachas suben en silencio una cuesta que no permite descanso.

Luego de cuatro largas horas de subida el camino parece estabilizarse, los porteadores enderezan sus espaldas, nuestra piernas descansan, y a lo lejos se escucha un murmullo intermitente. El camino que era de tierra ahora se cubre con piedras talladas a cincel, aparecen unos niños corriendo y al doblar la curva surge como un oasis un destino muy esperado: ¡Namche Bazaar!

La llegada al tan esperado pueblo de Namche Bazaar.

Namche Bazaar:

Ubicado a 3500m sobre el nivel del mar y a mitad de camino entre el Tibet y el valle Indio - Nepalí se encuentra Namche Bazaar. Este pueblo durante cientos de años ha funcionado como un centro de intercambio comercial entre las etnias del valle de "Solo - Khumbu" y los pueblos que habitan más allá de las montañas.

Hoy Namche Bazaar, además de ser el centro de referencia comercial para el valle, es un lugar de descanso para los trekkers de todo el mundo que aquí llegan.

Para nosotros llegar a Namche significaba una pequeña pausa en el camino, aquí íbamos a recargar provisiones, lavar la ropa, tomar un café caliente y, al menos por un dia, descansar.

Me gusta pensar que Namche Bazaar es como un "Machu Picchu" en pleno 2018 y, por más que se mantiene "aislado" del mundo por un camino de al menos dos días, acá encontramos todo lo que necesitamos para seguir adelante y meternos en lo profundo de "el valle de los Sherpas".

Postal de Namche visto desde arriba.

El valle de los Sherpas:

Dos noches en Namche Bazaar, un pequeño trekking sin mochila, la ropa lavada y la mochila con provisiones son argumentos suficientes para que decidamos seguir camino.

A partir de aquí serán al menos siete días para llegar hasta el campamento base, y otra vez elegimos el camino más largo para así evitar los grandes grupos de turistas y caminar por sitios un poco más remotos.

Desde Namche Bazaar hacia arriba el valle está exclusivamente habitado por los "Sherpas". Los sherpas son tibetanos que luego de haber tenido problemas con los señores feudales del otro lado de los Himalayas (Lamas) en el 1200D.C cruzaron las montañas buscando un sitio de paz donde establecerse.

En este valle, que hasta entonces estaba vacío, encontraron tierras fértiles y allí vivieron aislados del mundo hasta alrededor del 1400, cuando los primeros nepalíes de la zona baja del valle empezaron a comerciar con ellos algunos productos que se empezaron a encargar de transportar hasta el Tibet.

Al día de hoy, los sherpas mantienen su lengua y sus costumbres budistas intactas, pero además, y en consecuencia a su excelente adaptación a la altura, son los hombres más buscados por las grandes expediciones de escalada al Mt. Everest y todas las montañas de la zona.

Khumjung, uno de primeros asentamientos Sherpas en este valle.

El camino desde Namche bazaar en adelante se vuelve lento y siempre en constante ascenso. El aire frío entra por los pulmones dejando en la garganta una extraña sensación de frescura y dolor al mismo tiempo.

El paisaje se vuelve árido, los bosques quedaron atrás y ahora sí estamos rodeados de montañas gigantes con densos bloques de hielo en sus picos.

El físico empieza a sentir la falta de oxígeno y cada paso se convierte en un nuevo desafío. La tierra está cargada de grandes piedras que han servido durante siglos para construir las casas locales, y cada un par de horas cruzamos alguna "casa de té" donde uno puede parar a calentar el cuerpo.

A partir de Namche Bazaar, las montañas ya parecen al alcance de la mano y el paisaje se vuelve más árido.

El avance se vuelve lento y sufrido, pero aun así constante. Los días arrancan bien temprano caminando sobre pisos helados y con las manos envueltas en varios pares de guantes, luego el sol empieza a calentar y el paisaje se hace cada vez más dramático, espectacular y soñado.

Luego de unos días llegamos hasta los 5000m sobre el nivel del mar. En este punto el cansancio y la falta de oxígeno hacen su tarea y Pame empieza con los primeros síntomas del mal de altura. Dolor de cabeza punzante, náuseas, vómitos, escalofríos y mareos son algunos de ellos y lo que queda es solamente esperar hasta que el cuerpo se acostumbre.

Luego de dos días estamos recuperados y encaminados hacia el trecho final. A lo lejos se ven las carpas de los locos que están listos para asaltar la cumbre del Mt. Everest. No son más de cuatro kilómetros que nos separan del campamento base, pero aun así demoramos más de tres horas en completar el trayecto.

En la recta final y sobre los 5300m sobre el nivel del mar la falta de oxígeno se siente, a nuestro lado hay otros trekkers que, vencidos por el mal de altura, se sientan sobre las rocas a descansar, alguno pega la vuelta y cada tanto alguien levanta el ánimo de quienes tiene al lado.

El tramo final hasta el campamento base se vuelve lento y frío.

Finalmente, y con un fuerte dolor de cabeza, llegamos hasta la piedra que simboliza "el campamento base del Mt. Everest", abrazo a mi compañera y a ambos se nos cae alguna inevitable lágrima de emoción.

Luego, con más calma me dedico a ver el paisaje: la famosa cascada de hielo de Khumbu está a nuestros pies, las carpas de los escaladores a tan sólo unos metros, la cumbre de la montaña más alta ahí nomás, hay deportistas de todo el mundo a nuestro alrededor y, más allá de la emoción y la gratificación de haber llegado, me permito comentarle a Pame:

- Está lindo, pero más lindo era el paisaje durante el camino, ¿no?

- Sí, ¡claro! Pero si no fuese por la motivación de llegar hasta el campamento base, por allá no habríamos caminado, ¿no te parece?

¡La llegada al campamento base!

Y quizá... este trekking haya sido un resumen de cómo es la vida misma y de cómo muchas veces nos pasamos persiguiendo motivaciones que no valen tanto por sí mismas, sino que lo hacen por el camino que para llegar a ella habremos de recorrer.

¡Saludos a todos!

Por Martín Olascoaga*

*Tiene 27 años y luego de licenciarse en Educación Física se largó a viajar "por el mundo". Hoy es co - fundador de DestinOriente y junto a Pame, su compañera, viaja todo el año a la vez que trabajan en este y otros proyectos que les permiten mantener este estilo de vida nómade y si se quiere "alternativo".