Bobby McFerrin aparece sobre el escenario del Auditorio Adela Reta tomando una taza de té y prepara su garganta para el show que brindará pocas horas más tarde. Durante media hora realiza algunos ejercicios vocales y prueba las cualidades del micrófono, único "instrumento" que lo acompañará sobre el escenario.

Su registro vocal de cuatro octavas juega en todos los rangos, mientras da pequeños golpes en su pecho, o coloca el micrófono contra su cuello creando los sonidos más diversos, musicalizando con vocablos, carraspeos, silbidos y palabras.

Cuando termina de ajustar los detalles técnicos se sienta sobre el borde del escenario y responde algunas preguntas, que inevitablemente comienzan con la pegadiza canción "Don't worry, be happy", creada a fines de los ochenta y que se convirtió en el máximo hit de su carrera.

"No sé por qué fue tan exitoso. Creo que porque le habla a la gente de ser positivos, de tener fe en que las cosas salgan adelante", comenta. Y consultado sobre qué cosas lo hacen feliz y cuáles lo preocupan, afirma: "soy una persona que ama su hogar, lo que me hace feliz es estar en mi hogar con mi familia. Tengo una casa en el bosque que es muy tranquila. Cuando estoy todo el tiempo con actividades, yendo de un lado a otro, llegar a mi casa me hace feliz. Y sobre lo que me preocupa, mis hijos. Tengo tres hijos, aunque ya son adultos sigo preocupándome por ellos".

Con 61 años de edad, McFerrin afirma que el único ejercicio que realiza para mantener su espléndido registro vocal es cantar. Cantar todos los días, como hace desde que tenía 27 años y comenzó a forjar su carrera como vocalista a capella.

"Luego de decidir que iba a ser cantante, pasé un año pensando qué tipo de cantante quería ser. Y en ese entonces me sentía muy atraído por los solos de piano de Keith Jarrett, la idea de estar en el escenario solo, improvisando, como vocalista, pensé que era una increíble idea. Pero me tomó mucho tiempo convencerme de que eso se podía hacer. Y también tuve que descubrir qué técnica usar, no tenía idea de cómo hacerlo. Me podía imaginar a mí solo en el escenario, pero no sabía cómo podía llegar a sonar eso, de modo que pasé seis años solamente cantando, cantando, cantando", contó.

"De hecho, la mitad de mi técnica reside en la audiencia, porque canto mi parte y la audiencia llena los blancos, ellos escuchan lo que no canto", comentó.

"Cada sonido tiene un carácter. Si canto algo sin palabras, cada persona puede traer sus propias experiencias personales y hacer sus historias sobre lo que canto. Si canto ‘I'm walking down the street with you / and we are hand in hand' la gente sólo puede imaginar eso, pero si hago una serie sonidos, quién sabe qué significan, es algo distinto para cada persona", agregó.