Contenido creado por Marcela Flores
Libros

Cuadernos de la historia reciente Nº 3. 1968 - Uruguay - 1985.

Varios autores
Ediciones de la Banda Oriental
2007

Lectura: 17'

2007-10-10T11:34:00-03:00
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"Historias de la Resistencia"

El insospechado papel de las "Aspirinas Blancas" en la lucha contra la dictadura.

 

Entrevista a Óscar López Balestra, realizada por Jaime Yaffé.

Óscar López Balestra ("Cacho") resulta un protagonista de primera línea en la organización de la resistencia política y social a la dictadura cívico-militar. Hombre de confianza del líder blanco Wilson Ferreira Aldunate, fue uno de sus principales operadores políticos dentro del país durante su exilio. Retirado de la política partidaria desde hace algunos años -aunque no de la política, ya que integra la Coordinadora Nacional por la Nulidad de la Ley de Caducidad-, repasa en esta entrevista su trayectoria política, especialmente durante los años "duros".

¿Vivió en Uruguay  durante toda la dictadura?

Después del golpe, durante 1973 y 1974 me quedé en Uruguay. Vivía  en Tacuarembó pero venía 2 o 3 veces por semana a Montevideo. En plena dictadura, después del Golpe de Estado, la dirección de la ONDA me mantuvo el pase libre que tenía como diputado.

¿En algún momento se fue del país?

Sí. En 1975 me fui a Buenos Aires. Era insoportable mantenerme acá. Ya me habían llevado muchas veces preso, secuestrado, encapuchado, torturado. En 1973 estuve detenido en tres oportunidades. Casi inmediatamente después del golpe del 27 de junio, el 5 de julio estaba detenido. Ahí conocí la tortura. Hubo persecución hasta con los niños. A mis hijos los dejaron de invitar a cumpleaños después de eso. Estando en una situación económica difícil, tuve que mandarlos a un colegio privado, porque en la enseñanza pública era problemático, porque las directoras por lo general eran mujeres de los coroneles, daban las órdenes y acataban las maestras y el que no obedecía se iba.

¿Durante cuánto tiempo estuvo detenido?

En esa oportunidad estuve unos 80 días. Me pasearon por varios lugares, siempre encapuchado.

¿Qué querían? ¿Eso que relata fue una especie de escarmiento e intimidación por su actividad opositora o lo que querían era obtener algún tipo de información sobre los movimientos de Wilson Ferreira con quién Ud. estaba comunicado?

La mayor preocupación de los militares era Wilson Ferreira. Ellos pedían su captura públicamente en los comunicados con las marchas militares aquellas de fondo. Pensaban que Wilson era un hombre capaz de formar un movimiento en el exterior para venir a pelear. Por esa mentalidad militar, que creen que todo se arregla con la fuerza, con el fusil en la mano. Por eso es que hay movimientos guerrilleros que terminan teniendo afinidad con el ejército regular. Porque si ellos no tienen una estrategia militar no pueden intentar eso, no es tan sencillo el problema y por eso es que hay cosas con las que tienen afinidad evidente. Hablan casi el mismo idioma.

¿Cuál era su edad en 1973?

Tenía 37 años.

¿Qué papel jugó la gente con la que Ud. se movía, la gente de Por la Patria y de otros sectores del Partido Nacional, durante la huelga general que se inició el día del golpe de Estado? 

En la madrugada siguiente al golpe había una movilización programada por la central de trabajadores, donde hubo mucha gente que, como en mi caso, se sumó a esa  protesta. La verdad que era un momento de mucha indiferencia el que vivía el país. La gente se había descreído totalmente de los legisladores. En una palabra: parecía que les importaba poco o nada la democracia. Pero el puesto de lucha estaba ahí, porque por lo menos había que resistir el primer arranque de la dictadura, había que resistirse a eso.

¿Se sumó a esa movilización a título personal o siguiendo una resolución que su Partido o su sector había adoptado?

Los legisladores inmediatamente nos reunimos en forma clandestina. En distintos lugares, hicimos varios encuentros a diferentes horas. Entonces había una preocupación muy grande. Era claro, y la historia así lo tiene que rescatar, que no era solamente Wilson. Tras su memorable e inolvidable discurso final, cuando evidentemente le declaró la guerra a los usurpadores del poder, tuvo que salir del país, estratégicamente tuvo que hacerlo.  En principio habían tenido que salir él y Carlos Julio Pereira, pero a los pocos días Carlos Julio volvió. De acuerdo con la estrategia acordada entre ellos, él volvía a luchar acá adentro sin Wilson porque este ya estaba requerido por los militares. Entonces, el rol del Partido fue un muy importante en esos días de enfrentamiento. La verdad que no eran muchos los que andaban, pero el Partido estaba latente, estaba organizado. La prueba está que el propio presidente del Directorio, el Capitán de Navío Murdoch, fue detenido. Además, esto poco lo sabe la gente, los únicos legisladores detenidos en ese momento fueron blancos. Yo estuve cinco o seis días en la organización de la resistencia y no pude llegar al día 9 porque, como ya dije, el 5 de julio ya me habían secuestrado, encapuchado, sometido a torturas. Me hicieron simulacro de fusilamiento, submarino, me dieron picana. Me tuvieron en lo que llamaban la cárcel del pueblo , en la Escuela Militar, que hoy es el Comando del Ejército, y en el Batallón Florida. Después terminé en el Servicio de Inteligencia del Ejército, que estaba al mando del coronel Ramón Trabal.

¿Fue allí que se encontró con otros  legisladores del Partido Nacional que también habían sido detenidos: Santoro, Lacalle, Rodríguez Labruna, y Galán?

Si, exactamente. Fuimos todos detenidos en distintos momentos y lugares, y creo firmemente que por distintas causas. Quiere decir que unos luchábamos de una forma y otros de otra. En mi caso, fui detenido en razzias hechas contra los que resistían, obreros, estudiantes, y alguna gente que se había incorporado. No me había sumado en mi condición de legislador, sino como un ciudadano más que se oponía a la usurpación del poder por parte de los militares. Parece que - según me dijo el propio Ramón Trabal, y tómelo con pinzas porque tampoco voy a creer en lo que me dijo en aquel momento, porque el cinismo fue la constante de los militares -  me llevaron allí, a Inteligencia del Ejército, por razones de seguridad , porque Trabal se había enterado que me tenían. No me dijo nada ni yo le dije nada tampoco de que me habían torturado, encapuchado, y todo lo que había pasado en esos días. Era un legislador joven con tantas ganas de servir a la patria y a mi Partido, de responder a mis votantes había llegado desde el interior con ilusiones, siendo muy joven me encontré con una realidad que la verdad me resistía a tolerarla. Bueno, y ahí en Inteligencia del Ejército, en Bulevar Artigas, me voy enterando de lo que le había pasado a cada uno de los cuatro compañeros del Partido que estaban detenidos. El último en llegar fue el senador Santoro. Lo trajeron desde su casa en Santa Lucía. También lo habían sacado a la calle encapuchado con la funda de una almohada. A Miguel Galán me enteré que lo agarraron al día siguiente, ese mismo día no porque justo estaba en mi casa, preocupado porque yo había desaparecido y vaticinaban que me podía haber ocurrido algo peor, tanto que me buscaron en la escollera para ver si no aparecía tirado por ahí. Mi familia pasó momentos de angustia. Mi esposa vivía con mis hijitos muy chiquitos en Tacuarembó. Yo tenía el departamento éste en Montevideo pero no los había traído todavía porque eran meses muy difíciles. Integrar el parlamento en el año 72 no era para cualquiera, eran muy comprometidas las decisiones que había que tomar: si se sacaba a los milicos a la calle, o sino se los sacaba, qué se hacía con lo que estaba ocurriendo en el  país, porque evidentemente existía una guerrilla que quería llegar al poder por las armas.  Yo, un legislador amante de la Constitución y el orden, no podía estar de acuerdo tampoco con que eso ocurriera en el país, por más que ahora se hablen historias de por qué sucedía aquí y en Latinoamérica. Claro que sí, que existía la Doctrina de la Seguridad Nacional, que prácticamente las dictaduras en América Latina habían sido sostenidas y llevadas adelante por el imperio. Eso lo sabemos, y no hay que ser de derecha ni de izquierda para conocerlo. Ese problema existió y está todavía latente. Todos los países del Tercer Mundo tienen una gran complicación, todos los países en vías de desarrollo, ahora nomás estamos viviendo ese problema.

Ud. dijo antes que luego de esa primera detención de 80  días hubo otras, que en varias ocasiones estuvo demorado o su domicilio fue allanado...

En 1973 me detuvieron tres veces, la primera fue en julio. Después de eso estuve diez días en libertad y me secuestran nuevamente, me llevan al interior. Luego tuve una muy dura en mi departamento. Hubo un cambio de Jefe de Policía en Tacuarembó, y la verdad que el Coronel que se hizo cargo fue muy honesto conmigo. Llamó inmediatamente que asumió porque me quería. Entonces me dijo muy claro: mire López Balestra, la orden que tengo yo es que no lo deje hacer nada, así que cualquier cosita que Usted haga me va a perdonar pero tengo que actuar con rigor . Y efectivamente así fue, me hizo la vida imposible, me llevaron en muchas oportunidades al cuartel de Tacuarembó. Ahí fue donde empecé a ver que, para poder actuar en política y acompañarlo a Wilson, tenía que irme con él a Argentina. Me fui para allá en 1975 y estuve hasta después de la muerte del Toba y de Zelmar.

¿Qué tipo de actividades realizaba en Buenos Aires junto a quienes acaba de mencionar?

El estilo nuestro era el de políticos preocupados, tratando de estar lo más informados que fuera posible, recibiendo a gente que iba, que quería conversar o a la que había que solucionarle problemas. Y esas fueron, según los militares uruguayos, las cosas que no deberíamos haber hecho: ayudar a compatriotas que estaban sin documentos, con hambre, y que lo que nos pedían era que habláramos con el Comisionado de la ONU  para los Refugiados (ACNUR) que tenía sede en Buenos Aires. Era el abogado Hugo Navaja, un boliviano que se portó muy bien con nosotros, eso hay que destacarlo. Gutiérrez Ruiz, Michelini, Wilson, y yo que los ayudaba a ellos, formábamos parte de un mismo grupo, resolviendo problemas, hablando de política.

El tema era cómo salir rápidamente de la situación que estaba viviendo el país, que era vergonzosa, porque hay que tener una dictadura tan incapaz como la que tuvimos nosotros. Las dictaduras son todas duras, pero la uruguaya fue peor, porque fue una dictadura que no dejó nada positivo. Como no tienen que consultar nada, ni votar nada, podrían haber hecho algo normal, pero acá lo que hicieron fueron  mamotretos, como aquello del monumento a la bandera, o el monumento al Ejército. Además nos avergonzó ante el mundo, porque los errores, la inexperiencia, la brutalidad con que se dirigían a la población, con que trataban a los visitantes, como en el caso del rey de España cuando vino al Uruguay, eran cosas que nos avergonzaban y queríamos salir de eso lo antes posible. Por lo tanto, hacíamos política todos los días.

¿A qué altura del año 1975 se fue para Buenos Aires?

A fines del 75.

Cuando se produjeron los asesinatos de Gutiérrez Ruiz, Michelini y otros dos uruguayos ¿todavía estaba allá?

Sí. Y ya que se menciona este tema, quiero decir que a mí me duele profundamente que en la actualidad se creen sombras acerca de la razón de estos asesinatos. El por qué es muy claro. Me dolió mucho cuando se dijo, en forma despectiva, que fue por guita . Es una falta de respeto a nuestros mártires. La sociedad no puede hacer eso, no debe hacer eso, no le conviene hacer eso. Los tiempos no pueden cambiar lo que es la verdad: fue por razones totalmente políticas. Claro que se la jugaron, claro que ni Zelmar ni Gutiérrez Ruiz hacían excepción si el uruguayo que necesitaba ayuda pensaba así o de otra forma. Claro que fue hecho entre fuerzas militares argentinas y fuerzas militares uruguayas. No tenemos ninguna duda. Y por lo tanto, a mí que lo viví de cerca, que estuve ahí, que lo sufrí, que lo sentí y que lo siento hasta el día de hoy, me duele cuando hay uruguayos que dudan de por qué fueron asesinados Gutiérrez Ruiz y Michelini. Wilson lo sabía perfectamente, cómo fue y por qué fue, y lo dijo públicamente en distintas cartas que trascendieron, donde él acusaba a gente, la participación de Juan Carlos Blanco, la intervención que había tenido en aquel momento. Y el tiempo le dio la razón.

¿Qué puede decir sobre la propuesta para una salida que el Ministro de Economía del régimen, Alejandro Vegh Villegas, habría hecho llegar a los dirigentes de la oposición política en Buenos Aires?

Hubo una reunión el 8 de mayo de 1976 donde se evaluó una propuesta que llegó por formas indirectas a través de emisarios. Se trataba de una posible salida, que contaría con respaldo de los militares jóvenes, con Vegh Villegas como presidente interino.

¿Quiénes estaban en la reunión en que se evaluó esa posibilidad?

Esa posibilidad fue transmitida por Terra Carve, como portavoz de una propuesta  manejada por el propio Vegh Villegas.

¿Con quiénes se reunió Wilson para discutirlo?

Con los cuatro o cinco que se animaron a ir, más los tres que estábamos allá, que éramos Wilson, Gutiérrez Ruiz y yo. Ahí se manejaba esa propuesta. Wilson no se entusiasmó, porque no había nada concreto. Se tenía que hablar con los que mandaban. Si estaban dispuestos a hablar no nos podíamos negar. Esa posible salida se conversó. Los emisarios que fueron enviados nos planteaban que aceptáramos cualquier propuesta, quizás buscando que hubiera flojedad de nuestra parte. Al día siguiente, el 9 de mayo, llegó Juan Carlos Blanco a Buenos Aires y se hospedó en el Sheraton. Eso fue el 9 de mayo de 1976. El 18 se produjeron los secuestros.  El 20 aparecieron los cadáveres. Hay que ver la secuencia. Yo estuve presente, fui parte de esos sucesos. Ahora aparecen dudas, pero el móvil de esos secuestros fue político. Que no hablen de las libras de los Mailhos . Es no respetar la memoria de dos grandes líderes. Y si lo hubiesen matado a Wilson ¿también dirían que fue porque andaba con la guita ? Pudo suceder, porque lo fueron a buscar a La Panchita , pero felizmente le llegó el aviso antes. Igual fueron y lo robaron, le saquearon todo. A Michelini y Gutiérrez Ruiz los tuvieron en Orletti, allí los torturaron. Cuando se dijo que habían aparecido lo cadáveres fuimos con el Dr. Mario Capurro, amigo del Toba, a la Seccional No 40, de Matadero, y allí nos amenazaron. El Comisario nos hizo esperar un rato, y cuando entramos nos dijo ¿así que ustedes andan interesados en estos tupamaros? . Quedó clara la maniobra de matar a ese matrimonio uruguayo y dejar los panfletos para vincular los asesinatos a problemas entre grupos guerrilleros. En verdad, ese matrimonio estaba en desacuerdo con los lineamientos de los tupamaros, creían que el camino era otro, ya estaban de acuerdo en que había que llegar al poder por los votos.

¿Regresó a Uruguay inmediatamente después de los asesinatos del 20 de mayo del 76?

Sí, porque ahí ya era imposible que pudiera seguir allá. Habían matado al Toba y a Zelmar; Erro se salvó porque estaba preso, y porque después tuvo la suerte de irse a Francia. Yo era una cabeza visible, e iba a tener un gran problema porque a la gente que ayudaba no la iba a poder ayudar más, porque al no tener las vinculaciones que tenían Wilson o Zelmar, me era muy difícil arreglar cosas que antes solucionaba normalmente. Entonces quedé entre seguir la lucha acá o quedarme allá diciéndole a la gente que no podía ayudarlos más, y eso hasta podría ser mal interpretado, como que había dejado de luchar, y esa imagen no la quería dar. Pero además tuve amigos muy importantes, entre ellos Raúl Alfonsín, lo mismo que Carlos Julio Pereira, que me aconsejaron que me viniera. Carlos Julio se ingenió para mandarme un amigo  personal, que era amigo de él también. No me convenció en el primer viaje, pero hizo tres. Al final, hablando también con mi familia, resolví venir y ver cómo estaban las cosas, si aquí podía hacer algo.

¿Qué le hizo pensar que aquí podía estar relativamente tranquilo? ¿Por qué no tomo el camino  de Wilson, por ejemplo, de salir  de la Argentina para refugiarse en otro país?

Hablando de Wilson, hay que ver la soledad en que estábamos en Buenos Aires después que se produjo el golpe de Estado. Cuando él se fue a Francia, fuera de los familiares directos, la única persona que estaba para despedirlo era yo. Y recuerdo un gesto de él: se llevaba un maletín de mano y se lo quisieron revisar, se negó y prácticamente lo agarraron del brazo para que lo hiciera; y él dijo  mi maletín personal no lo dejo revisar, empezando porque yo soy un político y acá puedo llevar cosas importantes, y siguiendo por lo absurdo de todo esto, los que me custodian son los mismos que mataron a mis compañeros Zelmar y Toba . En ese momento allá no se podía hacer más nada. Era evidente además que una cosa era lo que podía hacer Wilson, una persona con su influencia, al igual que la tenían Zelmar y el Toba. Entonces se me cerraba todas las puertas y me convencieron de venirme, diciendo que por lo menos acá, si me detenían iban a estar enterados de que me llevaban, en cambio allá si me desaparecían ni se enteraban, como pasó con tanta gente uruguaya desaparecida, que hasta el día de hoy no sabemos cuántos uruguayos desaparecieron en Argentina. Era infernal, eso existió, era así. Entonces me vine para Uruguay.

¿En el mismo mes de mayo?

No, en julio del 76. No fue fácil, porque me vine directamente para Montevideo, no fui para Tacuarembó, y ya ahí traje a mi familia para este apartamento en que vivo ahora. Y acá empecé a trabajar muy duro, al lado de Carlos Julio Pereira, Dardo Ortiz, Gonzalo Aguirre, Horacio Pola, Horacio Terra Gallinal, Mario Heber, Fernando Oliú, Juan Martín Posadas, Pivel Devoto, y muchos más destacados militantes del Partido.

Todos los que acaba de mencionar eran personas que ya habían tenido una trayectoria dentro del Partido Nacional...

Sí, eran personas que habían sido diputados, senadores, ministros, o integrantes de fórmulas presidenciales, como el caso de Carlos Julio.


La entrevista completa se puede leer en...


Cuadernos de la Historia Reciente

Entrevistas, testimonios, imágenes e investigaciones nuevamente combinados con la tercera entrega de un material que se hace imprescindible para los uruguayos.

En este número hablan "Cacho" López Balestra y el General Oscar Pereira, se ofrecen testimonios de duros años de reclusión durante el terrorismo de Estado y un exclusivo material sobare la Operación Cóndor y el gobierno uruguayo de la época.

Sumario completo:

Cuentos de la picada. Walter Phillips-Treby / Sobre Yessie Macchi. Fabián Werner / Entrevista al General Oscar Pereira. María Noel Domínguez/ El recurso del miedo. Gastón Goicochea Pérez / El Dedo en la llaga. María Noel Domínguez / La llegada. Jorge Tiscornia / Entrevista a Oscar López Balestra. Jaime Yaffé / Primeras impresiones. Carlos Caillabet / Breve guía para la lectura de la investigación sobre detenidos-desparecidos. Álvaro Rico / Escuadrones de la muerte como fuerzas paralelas. Patrice Mc Sherry Desde ya agradecemos la difusión en ese medio y quedamos a sus órdenes para contactar entrevistas con los autores.