Las hermanas Bernadette, Regina y Rita, de 88, 86 y 82 años, y, en su ancianidad, el destino les jugó una mala pasada. La obligación de abandonar el convento donde habían vivido durante décadas.
Según consigna la cadena BBC, las tres monjas pasaron gran parte de su vida en el Schloss Goldenstein, un castillo austriaco medieval que en 1877 fue convertido en convento y escuela privada para niñas. En 2017 comenzó a aceptar también varones, y sigue en funcionamiento.
La Hermana Bernadette fue la primera en llegar en 1948, cuando todavía era estudiante. Regina la siguió en 1958 y Rita en 1962. Las tres vivieron en este convento prácticamente toda su vida, tras haber trabajado como maestras durante varios años.
En 2022, debido a la disminución del número de monjas, el edificio pasó a manos de la Arquidiócesis de Salzburgo y la Abadía de Reichersberg, un monasterio agustino. El rector de la abadía, Markus Grasl, se convirtió en el superior de las monjas. Pese al cambio de “administración”, se les aseguró que podrían residir en el convento hasta el final de sus días , siempre que su salud y capacidad mental lo permitieran. Sin embargo, la comunidad conventual se disolvió en 2024, y la promesa quedó sin efecto.
a fines de 2023, cuando la disolución de la comunidad era inminente, las monjas fueron notificadas de que tendrían que mudarse a un hogar católico, algo que ninguna de ellas quería. Como no parecían tener opción, accedieron, pero sus días en el hogar resultaron ser infelices y llenos de nostalgia.
Por ello, un día decidieron recuperar su antigua vida, y pusieron en marcha un plan para conseguirlo.
Así, empacaron sus pertenencias y regresaron al convento, traslado que pudieron concretar gracias a la ayuda de algunos de sus exalumnos del colegio Goldenstein. Al llegar a su antiguo hogar descubrieron que habían cambiado las cerraduras de sus habitaciones, pero eso no las detuvo: llamaron a un cerrajero y resolvieron el problema.
Además, el edificio estaba deshabitado y ya no tenía suministro de agua ni de electricidad, problema del que también se encargaron.
Ahora, las tres se las arreglan para vivir en el convento, y cuentan con suficientes amistades fuera de él como para que no les falte comida. O atención médica, si la necesitan.
“No nos preguntaron. Antes de morir en esa casa, prefiero ir a un prado y entrar de esa manera en la eternidad", declaró la hermana Bernadette al citado medio, en referencia a su traslado obligado al hogar de ancianos.
"Teníamos derecho a quedarnos aquí hasta el final de nuestras vidas, y esa promesa se rompió ", consideró la monja, ya instalada de nuevo en su amado convento.
" He sido obediente toda mi vida, pero eso fue demasiado”, expresó.
En un comunicado, el rector Markus Grasl afirmó que el convento no era adecuado para octogenarios, y calificó como "absolutamente incomprensible" la decisión de las tres hermanas. Sin embargo, no se las desalojó.
Mientras tanto, la vida de las monjas en el antiguo convento es registrada en una cuenta de Instagram que suma seguidores cada día.