En las últimas horas, la prensa turca recogió un caso judicial con reminiscencias kafkianas y que pone en evidencia los peligros que comporta el rodaje automático de la maquinaria burocrática.
Asiye Kaytan, de 80 años, vive con su nieta de 18, Vural, en el barrio de Topraklik de la localidad de Denizli, en el suroeste del país. Desde que los padres de la joven se separaron, la mujer ha cuidado de su nieta.
El pasado 9 de agosto, Vural regresó del trabajo y le dijo a su abuela que iba a salir con unas amigas. Temiendo por su seguridad, y educada en la “vieja escuela”, la anciana le dijo que no lo permitiría e incluso cerró la puerta con llave para que Vural no pudiera salir.
Esto generó una discusión entre ambas mujeres y, cuando la joven intentó abrir la puerta, la situación pasó al plano físico: la anciana tomó el “arma” (una pantufla) y le pegó en el brazo a su nieta. Esta contraatacó y golpeó a la anciana en la cabeza con su teléfono. Entonces Kaytan empezó a sangrar y la joven se olvidó de la pelea y de la salida con sus amigos, y llamó a una ambulancia. En ese momento, ninguna de las dos imaginaba que la situación derivaría en una compleja causa judicial y se convertiría en noticia internacional.

“Mi nieta quería salir por la noche; no se lo permití, cerré la puerta con llave”, declaró Kaytan al medio local Sabah News. “Le di en la mano con la zapatilla y ella me golpeó en la cabeza con el teléfono. Cuando empecé a sangrar, se asustó y llamó a una ambulancia”, relató la octogenaria.
Ninguna de las involucradas radicó denuncia por el incidente, pero sí contaron a los servicios de emergencia lo que había ocurrido, y estos lo reportaron en el Hospital Estatal de Denizli, informe que posteriormente se remitió a la policía local.
Por ello, ambas mujeres fueron citadas a declarar y, a pesar de dejar claro que habían resuelto su disputa y que estaban en buenos términos, se abrió una causa y la Fiscalía presentó una acusación contra la anciana.
Al presentar el caso ante la Justicia, la fiscalía alegó que la pantufla que Kaytan usó para golpear a su nieta era un arma, y que la joven de 18 años actuó en defensa propia al golpear a su abuela con su teléfono. La octogenaria también fue acusada de “privación de libertad” por encerrar a Vural en su domicilio y evitar que saliera, un cargo que conlleva una pena máxima de 14 años de prisión.

El 25 de febrero, el Juzgado de Primera Instancia Penal 12º condenó a Asiye Kaytan a 2 años y 6 meses de prisión por el delito de “privación de libertad mediante fuerza, amenaza o engaño” y a 2 años y 6 meses adicionales por usar un “arma” para perpetrar el crimen contra su nieta. La pena se redujo finalmente a 4 años y 2 meses, pero el abogado de Kaytan recurrió la decisión. Si el Tribunal de Apelaciones confirma la sentencia original, la octogenaria irá a prisión.
“¿Voy a ir a la cárcel a los 80 años? ¿Cómo voy a vivir allí? Me operaron y camino con dificultad. Me meterán en la cárcel por una zapatilla”, se lamentó la anciana. “Nadie debería golpear a su hijo con una zapatilla porque se considera un arma. No tenía ni idea de que una zapatilla fuera un arma”, dijo.

“Mi abuela fue condenada a prisión porque me golpeó con una zapatilla y me impidió salir de casa. No quería que fuera así. No presenté una denuncia contra ella, pero se abrió un caso público”, explicó Asiye Vural, quien dejó claro que no es su voluntad que su abuela sufra un castigo.
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