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Cultura

Un océano nos une

“Los emigrantes tenemos dos corazones”: la saga de los portugueses en Uruguay

Un documental recoge las experiencias y vivencias de quienes se marcharon de un “paisito” europeo hacia un “paisito” sudamericano.

24.02.2022 08:56

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2022-02-24T08:56:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

Saudades, só portugueses
Conseguem senti-las bem
Porque têm essa palabra
Para dizer que as têm


                                           Fernando Pessoa

Si bien no es cierto el extendido mito de que Uruguay es una suerte de Europa trasplantada al Río de la Plata, resulta evidente que el flujo migratorio desde el Viejo Mundo ha sido determinante a la hora de forjar la identidad uruguaya.

“Vengo de un sitio perdido en el sur, entre gallegos y tanos”, supo escribir y cantar Tabaré Cardozo, haciendo referencia a las dos naciones que mayor caudal migratorio aportaron al Uruguay. Pero los españoles e italianos no fueron los únicos europeos que bajaron de los barcos con maletas llenas de sueños. Alemanes, rusos, suizos, británicos, también se afincaron en este sur remoto. Y portugueses.

 É uma casa portuguesa com certeza

La Casa de Portugal, Montevideo-Uruguay se fundó en diciembre de 1983 como resultado de la fusión de instituciones preexistentes: la Sociedad de Beneficencia Unión Portuguesa de Montevideo, nacida en 1912, y el Centro Social Portugués, creado a mediados del pasado siglo.

Gabriela de Abreu e Inés Guerra son respectivamente presidenta y vicepresidenta de la institución. Ambas son nietas de portugueses migrados a Uruguay y oficiaron como productoras ejecutivas del documental Saudade Nossa: Do Portugal ao Uruguai, rodado el año pasado y cuyo estreno al público en general es todavía asignatura pendiente.

En diálogo con Montevideo Portal, ambas productoras brindan algunos pormenores sobre la obra. En ese sentido, Abreu explica que uno de los cometidos del documental consiste en “dejar un legado sobre lo que nos ha unido a todos”, así como “un reconocimiento a personas de la colectividad que han sido muy importantes, y a sus familiares”.

Tomarse tiempo para recordar otro tiempo

Doce personas protagonizan la película, y Abreu insiste en utilizar el calificativo “protagonistas” y evitar el término “entrevistados”. La diferencia estriba en el abordaje que se utilizó a la hora de recoger los testimonios de esas personas, la mayoría de avanzada edad.

“Fueron dos días con cada una de ellas, y evitamos deliberadamente las preguntas directas del tipo ‘por qué viniste’, o por el estilo”, explica Abreu. Por el contrario, se plantearon temas generales “a modo de orientación” y se dejó pasar el tiempo para ganar confianza, romper el hielo y -lo que es más importante- “permitir que los recuerdos y las emociones fluyeran”. La técnica dio resultado, y Abreu pudo comprobarlo con su propia abuela, una portuguesa de 89 años que fue una de las protagonistas. “Fue muy emocionante, porque a veces surgían recuerdos que ellos mismos no sabían que guardaban”, relata.

Gente con tierra en las manos

Entre los protagonistas del documental se cuentan migrantes portugueses y también descendientes. Los oriundos de Portugal llegaron a nuestro país hace décadas, y eran niños cuando cruzaron el Atlántico. Tal es el caso del conocido periodista Fernando Vilar, procedente de Monçao, una pequeña villa en el norte de Portugal, sobre la frontera con Galicia. En el documental, recuerda que su padre viajó primero en solitario a Uruguay y luego hizo que se le uniera el resto de la familia. Durante el filme, Vilar desgrana algunos recuerdos gratos y otros no tanto: las luces de Lisboa durante los días previos al embarque, y un viaje “espantoso” a través del océano.

Augusto Guerra, quien vino desde Leomil, Portugal, en 1925, trajo consigo las llaves de la casa a la que jamás volvería. Cortesía de Inés Guerra

Augusto Guerra, quien vino desde Leomil, Portugal, en 1925, trajo consigo las llaves de la casa a la que jamás volvería. Cortesía de Inés Guerra

Si se trata de buscar un denominador común entre los protagonistas de Saudade Nossa, Vilar comparte uno con la mayoría de ellos. Casi todos son gente del norte o centro de Portugal, y todos provienen de aldeas o pueblos pequeños. No hay nadie procedente de Lisboa, Oporto, Coímbra u otras ciudades grandes del país. Y como gente de campo, se afincaron mayormente en las afueras de Montevideo, en las zonas granjeras de Canelones o en otros sitios del interior del país.

Buen ejemplo de ello es José Correia, que llegó en 1958 y desde 1962 reside en la misma finca suburbana donde creó una prolífica quinta. “Aquí estamos, con todo lo que hemos construido”, dice a la cámara mientras señala los variados árboles que plantó y cuyos opimos frutos recoge ahora junto a sus hijos. “Van a quedar aquí para la eternidad”, asegura.

En busca de un esquivo paraíso

En su novela autobiográfica Ham on Rye, el escritor estadounidense Charles Bukowski recordaba la migración de su abuelo desde Alemania, en la década de 1920. “Se había venido a América después de oír que las calles estaban asfaltadas con oro. No lo estaban, así que montó una empresa de construcción”, escribía.

Inmigrantes portugueses en Montevideo disfrutan de un día de campo en 1887. Casa de Portugal

Inmigrantes portugueses en Montevideo disfrutan de un día de campo en 1887. Casa de Portugal

Similar fue el caso para algunos de los lusitanos que llegaron a Uruguay durante la primera mitad del siglo pasado. Abreu y Guerra señalan que varios de ellos arribaron con promesas de felicidad y fortuna fáciles. Sin embargo,  se encontraron con un panorama complejo en el que tuvieron que esforzarse sobremanera para salir adelante. En ese proceso, algunos llegaron a pasar hambre.

Más allá de la incertidumbre que produce lanzarse a una azarosa migración, la situación en Portugal tampoco era color de rosa, y eso empujó a muchos a dejar el país.

Desde la caída de la monarquía en 1910, Portugal se vio sumido en un período de confusión política que en 1926 se transformó en dictadura y en 1933 desembocó en el Estado Novo, el tiránico régimen que el dictador Oliveira Salazar encabezó durante décadas.

“La cosa estaba rígida, fea”, recuerda Correia, palabras en las que coincide Pepe Martins, otro de los protagonistas del filme. “Las condiciones de Portugal llevaban a salir, no había perspectiva”, refiere.

Uno de los testimonios más emotivos de la película es el de Luis Panasco, quien vino a Uruguay muy joven.

“Los emigrantes tenemos dos corazones”, expresa acerca de esa encrucijada sentimental en la que confluyen el amor por la tierra natal perdida y el afecto por la patria adoptiva donde se construye una nueva vida.

“El que sale de Portugal deja una historia atrás, pero esa historia lo acompaña toda su vida”, sostiene Panasco en el documental.

Un estreno de entre casa

Inés Guerra y Gabriela de Abreu el día de la presentación del documental. Gerardo Carrasco / Montevideo Portal

Inés Guerra y Gabriela de Abreu el día de la presentación del documental. Gerardo Carrasco / Montevideo Portal

Saudade Nossa se estrenó el pasado 18 de diciembre en Cinemateca, en una función exclusiva a la que asistieron los protagonistas y sus familias, la directiva de la Casa de Portugal, cuerpo diplomático portugués y algunos pocos invitados, como el autor de estas líneas. También estuvo presente el conselheiro Augusto Guerra, representante de los portugueses y lusodescendientes en Uruguay.  Posteriormente se realizó una función abierta y gratuita en Colonia de Sacramento, ciudad fundamental en la historia común entre uruguayos y portugueses.

El estreno de la obra para público en general en Montevideo todavía no está programado, pero Guerra estima que se concretará entre marzo y abril. Para estar al tanto de novedades al respecto, conviene prestar atención a las publicaciones que la Casa de Portugal hace en sus redes sociales.


Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy