Pocos alimentos generan tanto debate en la cocina cotidiana como el arroz. ¿Hay que lavarlo o no? Algunos lo enjuagan siempre, otros nunca, y muchos lo hacen "por si acaso". Lo cierto es que lavar el arroz no es obligatorio, pero sí puede aportar beneficios, según el uso que se le dé y la frecuencia con la que se consume.

a¿Por qué se lava?

En origen, lavar el arroz servía para eliminar impurezas o restos del envasado. Hoy, los controles sanitarios hacen que ese motivo tenga menos peso. Sin embargo, hay una razón de fondo que aún lo justifica: la posible presencia de arsénico inorgánico.

Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el arroz puede acumular pequeñas cantidades de arsénico provenientes del suelo o el agua. Aunque no representa un riesgo grave en países donde el arroz no es la base de la dieta, lavarlo o hervirlo con abundante agua ayuda a reducir esos niveles. Es una precaución útil, sobre todo si el arroz se consume con frecuencia.

Además, enjuagar el arroz elimina parte del almidón superficial, lo que puede resultar en granos más sueltos al cocinarlo, si ese es el objetivo culinario.

¿Y qué pasa con la textura?

Muchos creen que lavar el arroz cambia su textura, pero no es del todo así. Como explica la nutricionista Evangeline Mantzioris en The Conversation, el almidón que realmente hace que el arroz se vuelva pegajoso —la amilopectinase libera durante la cocción, no se elimina al lavarlo.

Por eso, el tipo de arroz tiene más impacto que el lavado. Por ejemplo:

¿Entonces, lo lavo o no?

Depende. Si querés un arroz más limpio, menos pegajoso o lo consumís a menudo, lavarlo es buena idea.
Si vas a preparar un risotto, sushi o arroz caldoso, podés omitir ese paso sin culpa: en esos platos, el almidón es deseado y aporta cremosidad.

La decisión es práctica, no dogmática. Lo importante es saber qué resultado buscás en el plato y qué tipo de arroz estás usando.

Con información de Europa Press