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"El año pasado una amiga me confesó que su marido se tiene que esforzar mucho cuando mantiene una conversación conmigo porque 'no consigue mirar más allá de mis pechos'. Y no le ocurre sólo a él: con una regularidad deprimente me encuentro con personas que no pueden mirarme a la cara".
Acostumbrada a ser siempre "la de las tetas" una británica de talle XXL contó al periodista de Rowan Martin, del periódico ‘The Guardian', cómo es la vida cotidiana cuando tus pechos son más grandes de lo normal.
"En el mismo día, llevando la misma ropa y caminando por la misma calle me han gritado '¡mostralas mi amor!' y '¡aleja eso, inmunda!'. No es de extrañar que mis pechos y yo hayamos tenido una complicada relación", explica la afectada, quien comenta que la forma y tamaño de sus voluminosos senos ha ido cambiando con el paso de los años, especialmente después de dar a luz: "Actualmente, a los 34 años de edad, soy la no tan orgullosa propietaria de un par de tetas que sobresalen por mis costados como un adorno ridículo adorno de torta. Este año perdí 19 kilos y medio de peso, pero bajé sólo un talle de copa. Estoy hecha de esta manera, no lo hago a propósito", lamenta.
Ella tiene una amplia lista de adjetivos para describir a sus pechos: engorrosos, voluminosos, enormes, difíciles de manejar, fuertes, desproporcionados. A menudo dice sentirse "avergonzada", y asegura que no la hacen sentirse "bendecida, femenina, segura ni atractiva".
Pero no siempre ha sido así. A lo largo de su vida también hubo momentos en los que su opulento busto le reportó beneficios: "Apretar los codos mientras me inclinaba sobre la barra en un bar que estaba lleno se traducía en que nos sirviesen rápidamente", recuerda la mujer, según recoge el medio español El Confidencial.
De uso y disfrute público
"De la misma manera que la gente toca el vientre de una embarazada sin pedir permiso, los pechos grandes son a menudo tratados como una propiedad pública. Escuché conversaciones abiertas de personas desconocidas en bares planteándose cosas como '¿de qué tamaño serán?' o '¿son de verdad?' Estoy bastante segura de que mis pechos han sido rozados y exprimidos 'accidentalmente' muchas más veces que los de una mujer con una talla dentro de la media", relata.
Motivo de mofa en muchas ocasiones, sus senos también han sido protagonistas de bochornosos y desacertados comentarios de hombres con un estilo de seducción más bien raro: "Algunos pervertidos se han ofrecido a ayudarme a buscar algún objeto extraviado en mi escote".
"Nadie le pide a una mujer con sobrepeso que revele su talla de ropa ni le dicen a un hombre narigón que debería considerar hacerse una rinoplastia", pero parece que todo el mundo tiene opiniones y consejos que darle a una persona con un corpiño XXL. Del mismo modo que muchas personas le han dicho que debía estar orgullosa de su delantera y que era afortunada, otras tantas le han recomendado hacerse una reducción de pecho.
Escaso beneficio
"Hablando con otras mujeres de mi edad con pechos grandes, me di cuenta de que no estoy sola", explica la mujer, quien enumera también algunas de las principales dolencias físicas derivadas de cargar con unos enormes pechos. La lista incluye el constante dolor de espalda, cuello y hombros, las marcas y rozaduras permanentes causadas por los tiradores del soutien y los aros, erupciones dolorosas bajo cada uno de los pechos, los problemas para encontrar una posición cómoda para dormir, y un largo etcétera.
"Tengo que sostener un seno con cada mano cuando corro para tomar el ómnibus, o subo rápido una escalera", describe confesando que se sintió conmovida al escuchar el relato de otra mujer de busto pródigo que se veía en la misma situación. Asegura que hacer deporte puede resultar un calvario debido a las dificultades para mantener sus pechos bajo control sin que le estorben e incluso impidan hacer, por ejemplo, determinadas posturas de yoga.
El peor momento del día
"La mayor fuente de frustración y miseria, la que eclipsa a todas los demás, es el tormento diario de vestirse. Los escotes son como un campo minado: si es demasiado alto hace un efecto que yo denomino 'el muro de teta', pero no hay nada peor que el cuello alto de blusas o rompevientos, prendas con las que parece que estoy haciendo alarde deliberadamente de mis mercancías", explica.
"La lista de 'noes' a la hora de vestirme es interminable", asegura. Si se cubre demasiado parece "una carpa humana" y si utiliza prendas ajustadas o con estampados llamativos "la gente me mira como si fuese una estrella del porno".
"Mis sostenes son tan feos que los escondo en el armario para que mi pareja no los vea". Pero aunque estéticamente sean modelos horrorosos, son la única opción para "contener el tsunami de mis senos", describe. Y además no son nada baratos: cada sostén le cuesta una media de 60 libras -unos 2400 pesos- y apenas le duran unos tres meses: "Estoy haciendo campaña para que el gobierno nos otorge un estipendio anual para pagarnos la ropa interior", bromea.
"Son parte de lo que soy"
Harta de las complicaciones producidas por su carga delantera, la mujer se ha planteado en varias ocasiones realizarse una operación de reducción de pecho, pero la idea de que se trate de un procedimiento doloroso, invasivo y que conlleva riesgos graves, hace que no se decida. Pero al margen de cicatrices y quirófanos, hay un motivo que va más allá en su decisión de dejarlos tal y como están, aunque tras haber sido madre no estén en las condiciones que le gustarían: "Mis pechos son parte de lo que soy pero me resulta cada vez más difícil ocultar los sentimientos de disgusto y odio a mí misma que me causan. Lo que me parece más difícil de asumir es la sensación de tener que someterme a una carnicería y traicionar a mis senos sólo por ajustarme a lo que se ha establecido como el ideal de belleza".
"Mis pechos están a salvo por ahora. Espero que algún un día verdaderamente pueda pensar que tener unas tetas grandes es un problema de los demás, no mío", concluye.
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