Caminar sin apuro, sintiendo el contacto de los pies con el suelo, escuchando los sonidos del entorno, dejando que la mente se calme sin necesidad de llegar a ningún lugar. Así podría definirse el mindful walking, o caminata consciente, una práctica milenaria de origen budista que en la última década ha ganado fuerza en ciudades, centros de salud y espacios laborales de todo el mundo, y que ahora comienza a abrirse paso también en América Latina.

No se trata simplemente de caminar lento: es un ejercicio de presencia plena en movimiento. En un mundo donde todo exige rapidez, esta práctica propone un ritmo diferente, basado en la observación sin juicio del cuerpo, la respiración y el entorno.

¿Qué es el mindful walking?

Inspirado en las caminatas meditativas del budismo zen —donde monjes recorren en silencio senderos circulares como forma de meditación activa—, el mindful walking fue adoptado por la psicología occidental en los años noventa como parte de los programas de reducción del estrés basados en mindfulness (MBSR).

Según la neurocientífica Margaret Collins (Universidad de Oxford), se trata de “llevar conciencia plena al acto de caminar: no solo mover las piernas, sino observar los propios pensamientos, sensaciones físicas y estímulos externos, sin aferrarse a ellos”.

La clave no está en la velocidad ni en la distancia, sino en la calidad de atención. Estudios recientes han demostrado que esta práctica tiene efectos concretos en la salud mental y física, incluso con sesiones de 30 minutos tres veces por semana.

Beneficios respaldados por la ciencia

Diversas investigaciones académicas han documentado los beneficios del mindful walking:

¿Cómo se practica?

El mindful walking no requiere equipamiento ni entornos especiales. Puede hacerse en un parque, en la vereda, en un pasillo o incluso dentro de casa. Lo esencial es la intención con la que se camina.

Pasos básicos

  1. Adoptar una postura erguida y relajada.
  2. Sentir el contacto de los pies con el suelo.
  3. Coordinar el ritmo de la respiración con el paso.
  4. Observar el entorno (colores, sonidos, temperatura) sin evaluar.
  5. Volver con amabilidad al momento presente cuando la mente se dispersa.

En ciudades con ruido o tránsito, se recomienda elegir calles más tranquilas, pero incluso en medio del caos es posible desarrollar la atención plena, según destaca la terapeuta Laura Kim (Berkeley).