El viernes 13 de marzo de 2020 hizo honor a la superstición que atribuye a tal fecha mala suerte y desgracia. Esa tarde se reportaron los primeros casos de contagio de Sars-Cov-2, en nuestro país. El “nuevo coronavirus” (la enfermedad que causa todavía no se había bautizado como covid-19) había llegado por fin al Uruguay. Pero el miedo al respecto ya se había instalado antes, especialmente luego de que todos viéramos en los noticieros los estragos que causaba en países como China, Italia y España.

Al día siguiente, el presidente Lacalle Pou y su gabinete anunciaron en cadena nacional los pormenores de la flamante emergencia sanitaria. Se conocían así las primeras medidas de restricción de movilidad y se acuñaba el término “libertad responsable”, que luego sería alabado y criticado hasta el cansancio en todo el país.

Tras años pasaron desde el arribo del virus, que dejó hasta el momento de redactarse la presente el triste saldo de 7.617 personas fallecidas. Desde marzo de 2020 hasta hoy, los uruguayos atravesamos diferentes etapas. La ya nombrada “libertad responsable”, la “nueva normalidad” y luego, de forma silenciosa y sin anuncios, el regreso paulatino a la “vieja normalidad”.

Empero, más allá del fin de la emergencia sanitaria, la vida no volvería ser la misma. Ni para las familias de las personas que fallecieron o enfermaron de gravedad, ni para quienes vieron afectadas sus fuentes laborales y económicas, ni para quienes debieron reconvertirse de apuro y a la fuerza para sobrevivir.

La pandemia también nos expuso a un bombardeo de desinformación como jamás se había producido, y dejó algunas postales que no desearíamos volver a ver. En el presente artículo ofrecemos un repaso —somero y necesariamente incompleto— de lo que la pandemia nos dejó.

LOS PRINCIPALES EMBUSTES ACERCA DEl COVID y aledaños

Durante estos tres años descubrimos que no solo pueden enfermar las personas. Los virus también afectan a la información, y sus consecuencias, en ocasiones, pueden ser las mismas: la muerte. En enero de 2020 se empezaron a conocer los primeros casos del nuevo coronavirus y, el 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba oficialmente el covid-19 como una “pandemia”. Semanas antes, la organización ya había advertido de la existencia de una “infodemia” o sobreabundancia de información, rigurosa y también falsa, sobre esta nueva enfermedad.

Este atracón informativo, sobre todo cuando incluía rumores y mensajes falsos viralizados, tuvo efectos secundarios muy peligrosos, como la polarización social, el debilitamiento de las democracias o el desafío a la legalidad.

Cualquier mejunje cura el covid

En los primeros meses de la pandemia, dos hombres fueron atendidos en Catar tras ingerir alcohol en gel. En India, 12 personas enfermaron por beber licor hecho con semillas de estramonio, una planta tóxica a la que un video publicado en redes sociales concedía la milagrosa capacidad de inmunizar contra el covid-19.

Peor fue el rumor acerca de que el consumo de metanol (un tipo de alcohol no apto para consumo humano y utilizado en combustibles y disolventes) podía desinfectar el cuerpo y aniquilar el virus. Al menos 800 personas murieron tras consumirlo en Irán y otros países.

En aquellos días, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sugería que dar desinfectante a pacientes sería un remedio contra el covid, y su a la sazón par brasileño, Jair Bolsonaro, se negaba a vacunarse y recomendaba sin fundamento alguno el uso de hidroxicloroquina, un fármaco totalmente inútil ante el covid.

También en Brasil, un alcalde fue noticia por prescribir sucesivamente el uso de la homeopatía, la ya mencionada hidroxicloroquina y finalmente la insuflación de ozono por vía anal. Todos estos dislates fueron rechazados por las instituciones médicas, quienes las consideraron como “propuestas que bordean el oscurantismo”.

Foto: Carolina Antunes / PR

Foto: Carolina Antunes / PR

En Uruguay no estuvimos libres de situaciones de ese cariz. El Ministerio de Salud Pública se vio obligado a aclarar el que el dióxido de cloro —un desinfectante común— no poseía propiedades terapéuticas, y que su uso era peligroso. Asimismo, a comienzos de 2021 varias farmacias montevideanas agotaron sus stocks de ivermectina, un antiparasitario completamente inane contra el coronavirus. La razón de esta demanda fue la viralización de contenidos pseudocientíficos en los que se recomendaba su uso. Como en el caso del dióxido, las autoridades sanitarias debieron emitir un comunicado para desestimular el uso de la ivermectina.

La “mentira” de la pandemia

Pseudocientíficos, conspiranoicos y grupos negacionistas intentaron en todo momento asentar la creencia de que la pandemia fue una “plandemia”, un engaño orquestado por unas élites globales que la utilizaron como instrumento para controlar a la población. Al hacer estas afirmaciones, obviaron que la propia OMS declaró la existencia de una pandemia, o de que instituciones sanitarias, gubernamentales y académicas y medios de comunicación independientes de todo el mundo informaron —e informan— periódicamente de casos y muertes

Antenas 5G, culpables de todos los males

Las teorías que sostienen que el 5G es nocivo son tan jóvenes como esta tecnología, que todavía se está desplegando, pero se arraigaron aprovechando la pandemia: Los que difunden ese dislate aseguran que se puede contraer el coronavirus al usar redes de quinta generación. Algunos proponen también en una mentira que es una suerte de ecuación de segundo grado de la desinformación: sostienen que la 5G activará los microchips que —también creen— se inoculan junto con las vacunas.

Imagen ilustrativa

Imagen ilustrativa

No obstante, no hay pruebas de que haya relación entre la exposición a estas tecnologías y la salud. De hecho, expertos aseguran que es físicamente “imposible” la interacción entre las ondas de las redes de telecomunicaciones y un virus.

En la vacuna cabe un mundo

Los antivacunas intentaron boicotear las campañas de inmunización contra el covid-19 afirmando que las vacunas contienen ingredientes tan peligrosos como extraños. Decían que estos fármacos contenían microchips, dispositivos imposibles de incluir en una solución inyectable. También se dijo que contenían tejidos procedentes de abortos. En rigor, lo que emplean algunos medicamentos son nuevas células creadas en laboratorio, replicadas a partir de dos abortos realizados en los años 60 en Suecia y el Reino Unido.

Comidas “demasiado” sanas

Desde hace décadas, circula la desinformación que sugiere que ingerir “alimentos alcalinos” puede curar el cáncer y otros males. Ante la llegada del covid, esta falsedad se recicló. Por eso, hizo falta insistir en que comer alimentos con pH elevados no elimina el coronavirus ni evita su contagio, ni siquiera —y por suerte— altera el pH de la sangre, como aseguran sus promotores. Tampoco funciona tomar café, ajo, beber mucha agua, tomar té con bicarbonato o vitamina C. De hecho, no hay evidencia de que ningún alimento proteja contra el coronavirus, según consignara un reporte de la agencia noticiosa Efe.

Sopa de Wuhan

La paciente cero del coronavirus que originó la pandemia en la ciudad china de Wuhan no se contagió por tomar una sopa de murciélago, como predicaba en 2020 uno de los bulos que estrenaron la infodemia. Aunque el origen exacto del SARS-CoV-2 sigue siendo incierto, por el momento se desconoce qué animal concreto ni en qué lugar preciso se trasmitió el virus a los humanos. Además, la OMS insiste en que la comida no es una vía de transmisión.

Un imán para la locura

Entre los numerosos males que los negacionistas achacaron a las vacunas, uno fue su presunto contenido de metales pesados. Como forma de demostrarlo, menudearon en redes sociales los videos de personas presuntamente imantadas, a quienes se les “pegaban” objetos metálicos. Todos esos casos no pasaron de puestas en escena, incapaces de superar la prueba del talco.

En Uruguay tuvimos la ocasión de contemplar un bochornoso ejemplo al respecto, al que nos referiremos más adelante.

PROFECÍAS NO CUMPLIDAS

Durante estos años de pandemia, las redes sociales fueron caja de resonancia para algunos ominosos vaticinios. Tales profecías solían provenir de “veteranos del negacionismo”, quienes veían en la “falsa pandemia” un nuevo ataque de los “poderes oscuros” contra la humanidad.

Estos son algunos de los catastrofistas anuncios que —afortunadamente— quedaron como meras anécdotas.

El “bozal” o “trapo sucio”

Durante estos tres años proliferaron los “antitapabocas”, que militaron en las redes sociales en contra del uso de este equipamiento médico porque, según decían, puede provocar hipoxia, infecciones y hasta inflamación pulmonar.

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Sin embargo, autoridades sanitarias e investigadores constataron en repetidas ocasiones que las mascarillas son una barrera efectiva y que su uso es seguro para la salud. La única precaución que debemos tomar es la de respetar sus consejos de uso y vida útil.

“La vacuna nos va a matar a todos”

Muchos de quienes desconfiaban de las vacunas anticovid afirmaban lisa y llanamente que sus componentes matarían a quienes se inyectaran. Sin embargo, las cifras dan por tierra con tal amenaza. Las vacunas comenzaron a administrarse en los últimos días de diciembre de 2020 —a Uruguay arribaron en abril de 2021— y la mortalidad global no refleja semejante afirmación.

A modo de ejemplo, basta mirar a Uruguay, donde el 85% de la población tiene al menos una dosis. Sin embargo, los sepultureros no han tenido que trabajar a destajo por eso.

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Pese a todo lo antedicho, algunos negacionistas intentaron adaptarse a los hechos mediante un método sencillo: achacar a la vacuna todas las muertes y enfermedades, cualquiera fuera su causa.

Lo que sí se comprobó fue que las vacunas anticovid podían provocar en algunas personas cansancio, dolores en cabeza, músculos o articulaciones, fiebre, escalofríos, efectos sobre los que se advierte en los prospectos.

En casos raros, cerca del 1%, pueden tener efectos secundarios como malestar general e inflamación de los ganglios linfáticos.

Estériles fantasmas

Otro de los supuestos efectos secundarios de la vacuna sería la esterilidad de los inoculados. Ese bulo hunde sus raíces en viejas creencias conspirativas acerca del control poblacional, que durante la pandemia cobró nuevo impulso.

Una vez más, los hechos desmienten la mentira. Hasta la fecha no se ha comprobado ningún efecto de la vacuna en la fertilidad humana.

ESCENAS IRREPETIBLES Y legado

La pandemia dejó algunas imágenes marcadas a fuego en los ojos de los uruguayos. Algunas son postales que no deseamos ver de nuevo. Otras, pese a resultar dolorosas, pueden dejar un pozo de valor que solo se aprecia en los malos momentos.

Las compras de pánico y el “delirio alcohólico”

Si bien no se produjeron en la misma escala que en otros países, los primeros días de la pandemia en Uruguay estuvieron marcados por las “compras de pánico”.

Foto: Archivo / Montevideo Portal

Foto: Archivo / Montevideo Portal

Los carritos de supermercado —y las tarjetas de crédito y débito— se recargaron de víveres como para sobrevivir a un holocausto nuclear, y también de artículos de limpieza surtidos, como si el búnker a prueba de radioactividad debiera también permanecer en perenne asepsia.

El aplauso de las 21:00

Al igual que la acumulación de papel higiénico, fue otra costumbre imitada de países donde la pandemia pegó antes y en los que —como España— se impusieron cuarentenas de adamantino rigor, que aherrojaron a los ciudadanos en sus casas durante semanas.

En marzo y abril de 2020, los uruguayos salíamos a las ventanas a aplaudir a unos médicos y enfermeros que se encontraban listos para atender una crisis sanitaria que no terminaba de producirse, porque afortunadamente las hospitalizaciones y decesos eran muy pocos. Un año más tarde, cuando el virus comía a dos carrillos y las muertes se producían por decenas, ya nadie tenía ánimos para aplaudir.

Ollas populares

Surgieron en marzo de 2020 como hongos después de la lluvia, y fueron desde el primer momento objeto de un tenso y politizado debate que excede el cometido de este artículo.

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Foto: Gastón Britos / FocoUy

En estas líneas solo se pretende dejar en claro que las ollas populares fueron —todavía son— un mal necesario, y que como tal ya entraron en la “historia de la pandemia”.

Más allá de banderías políticas y de pormenores sobre su funcionamiento, es evidente que hubiera sido mejor no necesitarlas, pero fue bueno que estuvieran cuando hicieron falta.

La vida a distancia

Con la llegada de la emergencia sanitaria, todo aquello que fue posible hacer de manera remota, se hizo. Aulas, trabajo, consultas médicas y hasta actividades de esparcimiento se convirtieron en acontecimientos telemáticos.

Imagen ilustrativa

Imagen ilustrativa

Al igual que en el caso anterior, esta transición forzada también fue un arma arrojadiza en la lucha política. Mientras el gobierno se felicitaba por buenos resultados en esa labor, desde filas opositoras se aseguraba que semejante logro era posible gracias la herencia de las administraciones anteriores.

Esta nota no pretende repartir medallas ni tirones de orejas a unos y otros. Simplemente se trata de señalar que el cambio a la virtualidad fue una de las consecuencias de la pandemia que más afectó a los uruguayos, y que, a pesar de las dificultades que conllevó, dejó una valiosa experiencia.

El espectáculo de las cucharas

En julio de 2021, el diputado César Vega (PERI), organizó en el Parlamento una rueda de prensa en la que formuló un “pedido de moratoria” de la vacunación.

El legislador se presentó acompañado de Dahiana y Yenny, dos mujeres que mostraba imanes y piezas de vajilla pegados en la piel. Vega señaló que ellas estaban “imantadas” debido la vacunación.

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Foto: Gastón Britos / FocoUy

Por sus propias características, el hecho merecía entrar en los anales de los episodios insólitos ocurridos en el Palacio Legislativo, que no son pocos. Sin embargo, el caso tuvo una vuelta de tuerca que lo hizo todavía más chusco: las dos mujeres no se habían vacunado contra el covid, y suponían estar “imantadas” por vacunas contra enfermedades que se les habían administrado años antes.

La vacuna judicializada

En julio de 2022, el juez en lo Civil subrogante (de feria) en lo Contencioso Administrativo Alejandro Recarey hizo lugar a un pedido de amparo y ordenó el cese de la administración de la vacuna anticovid en niños. La inesperada medida fue en su momento muy cuestionada. Entre otras razones, porque la vacuna  para niños no era —ni es— obligatoria.

El dictamen de Recarey fue un muy efímero triunfo para los sectores antivacunas, y tuvo una virtud colateral: abroquelar a gobierno y oposición en su rechazo.

Lo nunca visto: el cierre de la rambla montevideana

A comienzo de abril de 2020, la Intendencia de Montevideo tomó, a pedido del Ministerio del Interior, la inédita decisión de vallar las bajadas a la playa y los espacios recreativos asociados a la rambla, como la pista de patinaje del Parque Rodó y los gimnasios al aire libre.

Foto: FocoUy

Foto: FocoUy

La medida tenía como finalidad evitar las aglomeraciones en ese paseo tan caro a los montevideanos.

La decisión fue tomada con filosofía por los vecinos, en especial porque se produjo luego del final de la temporada veraniega. Si bien su eficacia sanitaria puede ser discutida, sin duda se trató de una acción de enorme carga simbólica para los habitantes de la ciudad.