Un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Ginebra ha mostrado que durante la noche se produce una mayor destrucción de las neuronas dopaminérgicas, afectadas por el párkinson, con especial impacto en los organismos que presentan ritmos circadianos irregulares o alterados.
La investigación, publicada en la revista científica Nature Communications, parte de la base de varios estudios epidemiológicos previos que muestran una relación entre los ciclos circadianos, entendidos como los cambios biológicos que experimenta el cuerpo cada 24 horas, y la enfermedad del Párkinson.
El equipo liderado por Emi Nagoshi, profesora asociada del Departamento de Genética y Evolución de la universidad, utilizó a la mosca de la fruta para simular la aparición del párkinson mediante su exposición en seis momentos diferentes del día a un compuesto capaz de destruir las neuronas dopaminérgicas, las más afectadas por este trastorno neurodegenerativo.
El efecto producido por este compuesto, que induce a las moscas a un estrés oxidativo, evoca el deterioro que produce el párkinson en esas neuronas del cerebro, responsables de la producción de dopamina e involucradas en importantes procesos biológicos como el movimiento, la motivación y la función intelectual.
Para observar la relación con los ritmos circadianos, los investigadores compararon el impacto del compuesto en moscas sin modificaciones biológicas y moscas mutantes con ciclos circadianos alterados.
Tras siete días de análisis, todas las moscas “mostraron un mayor número de neuronas dopaminérgicas destruidas cuando la exposición se había realizado durante las horas nocturnas”, pero “los investigadores también observaron que las neuronas de las moscas sin reloj interno eran más sensibles al estrés oxidativo”.
En este sentido, las conclusiones del estudio muestran que un factor de estrés oxidativo, como un pesticida, administrado a una hora específica del día puede tener un impacto crítico en la supervivencia de las neuronas dopaminérgicas.
“Nuestros resultados sugieren, además que las variaciones genéticas en los ciclos circadianos del reloj biológico pueden representar un factor de riesgo para la neurodegeneración dopaminérgica”, señaló Emi Nagoshi, directora del proyecto, citada en un comunicado.
Ante esto, los investigadores concluyeron que el reloj circadiano ejerce un “efecto protector” en la supervivencia de las neuronas dopaminérgicas contra el estrés oxidativo, que podría ser comparable a la destrucción de estas neuronas producida por la evolución del párkinson.
“Ahora necesitamos determinar en humanos la relevancia de estos resultados”, concluyó Nagoshi.
EFE
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