Un equipo de investigadores británicos y noruegos ha desmontado con un minucioso estudio genético la asunción de que el abuso de antibióticos es el único responsable de la resistencia a estos en determinadas infecciones, descubriendo que la composición genética de las llamadas “superbacterias” de cada entorno es también clave.

El estudio, que recoge este jueves la revista Lancet Microbe, analizó el impacto que tuvo el uso de antibióticos en el aumento de la resistencia a estos en los últimos 20 años en dos países: el Reino Unido y Noruega.

La resistencia a los tratamientos con antibióticos cuando existe una infección grave, que en muchos casos puede derivar en complicaciones graves o en muerte, lleva décadas siendo investigada dando como resultado una asociación clara entre el abuso previo y la “multiresistencia” en todo el mundo.

Una de las bacterias que causa más resistencia es la llamada Escherichia coli (E. coli), que normalmente se encuentra en el intestino sin causar gran daño, pero si pasa al torrente sanguíneo de una persona con el sistema inmune debilitado puede causarle infecciones graves y potencialmente mortales.

En el mundo hay muchísimas personas resistentes al antibiótico más efectivo contra la infección por E. coli; en el Reino Unido, por ejemplo, el 40% de las personas lo son.

Sin embargo, los investigadores habían visto que el auge de las bacterias a las que se da la resistencia no siempre estaba relacionado con un mayor uso previo de antibióticos, lo que implicaba que había más factores implicados en su propagación.

Por ello, el objetivo de este estudio fue comparar el éxito de las distintas cepas de E. coli entre dos países —Noruega y el Reino Unido— y ver las diferencias en función de los niveles de uso de antibióticos en cada país.

En total, compararon más de 700 nuevas muestras de sangre con casi 5.000 muestras bacterianas secuenciadas genéticamente previamente para responder a preguntas sobre qué factores influyen en la propagación de las “superbacterias” resistentes a los antibióticos.

La respuesta es que el éxito de los genes de resistencia a los antibióticos depende también de la composición genética de las bacterias que los portan, que puede variar dependiendo del entorno en el que estén.

Analizando datos que abarcan casi 20 años, observaron que una clase de antibióticos denominados betalactámicos no penicilánicos, que se utilizaban entre tres y cinco veces más de media por persona en el Reino Unido que en Noruega, habían provocado una mayor incidencia de infecciones por una determinada cepa de E. coli multirresistente.

Sin embargo, el Reino Unido también utiliza el antibiótico trimetoprima con más frecuencia que Noruega, pero el análisis no descubrió mayores niveles de resistencia en el Reino Unido al comparar las cepas comunes de E. coli encontradas en ambos países.

La conclusión, por tanto, es que no es posible suponer que el uso generalizado de un tipo de antibiótico tendrá el mismo efecto sobre las bacterias resistentes a los mismos propagadas en distintos entornos.

Los autores subrayan que sus resultados justifican “un esfuerzo continuado” de investigación para determinar qué otros factores impulsan la propagación de E. coli y otras bacterias de importancia clínica en diversos entornos ecológicos.

“Es necesario seguir trabajando para comprender plenamente el efecto combinado de los antibióticos, los viajes, los sistemas de producción de alimentos y otros factores que determinan los niveles de farmacorresistencia en un país”, subraya una de las autoras, Anna Pöntinen, científica de la Universidad de Oslo.

EFE