La pollera debe llegar debajo de la rodilla. Los vestidos sólo se permiten si no tiene escote. Buzos y chaquetas se admiten siempre y cuando no tengan capucha, y las caravanas o piercings están vedados por completo.

Esas son algunas de las reglas de vestimenta que deben acatar las visitas en las prisiones brasileñas. También se prohíbe cualquier tipo de accesorio que pueda dificultar la revisión o generar algún riesgo. Sin embargo, a la hora de entrar en pormenores, cada presidio tiene sus reglas.

Algunas ordenanzas para los visitantes son bien específicas. Por ejemplo, en las penitenciarías I y II de Guarulhos (San Pablo), los corpiños no pueden tener armazón metálica ni broche de ese material. Las mujeres sólo pueden usar pantalones tipo legging y de colores oscuros. Por su parte, los hombres no pueden ir vistiendo pantalones beige, azul claro o caqui.

Viudas de un expresidiario, la contadora Gladys Dantas Marques, de 40 años, vio en esa rígida reglamentación indumentaria un nicho de negocio.

Así, el año pasado creó la marca Liberta, una colección de ropa dirigida a las familias de los presos.

Debido a los numerosos requisitos de la reglamentación carcelaria acerca de la vestimenta de las visitas "a veces es difícil encontrar ropa adecuada para ir a visitar a los presos, o llevarle para que usen" explica Dantas en declaraciones a la cadena BBC.

"La idea es simplificarles las cosas, especialmente porque muchas mujeres viajan desde lejos o tienen dudas sobre lo que pueden o no llevar", añade.

La empresaria creo diversas opciones, de acuerdo con las reglas de los diferentes penales del estado de San Pablo. Las blusas, camisas y pantalones carecen de bolsillos, son de colores y lisas y sus diseños encajan dentro de los modelos permitidos.

Liberta no es el primer emprendimiento que Dantas crea apuntando a las familias de los reclusos.

Durante los cinco años que visitó a su marido en prisión, notó que enviar paquetes de alimentos o artículos de higiene era un proceso trabajoso. Al igual que la ropa, los kits -conocidos en el ambiente como "jumbos"- deben ajustarse a ciertas reglas. Por ejemplo, los artículos de tocador deben sacarse de su embalaje original y colocarse en envases transparentes.

"Yo trabajaba y no tenía mucho tiempo para ocuparme de todos los detalles, y noté que muchas mujeres tenían el mismo problema. Entonces tuve la idea de crear un servicio para facilitar eso", relata.

Dantas tardó unos tres años en reunir el dinero necesario y lanzar su negocio de venta y envío de productos. Cuando lo logró, hace unos tres años, su marido ya había muerto.

El stock de su empresa incluye ropas, alimentos, productos de limpieza y de papelería. Por lo general adquiere los ítems al por mayor y en ocasiones negociando directamente con los distribuidores. Sin embargo, algunos artículos se compran al por menor o por pedido específico del cliente.


A partir de la venta de "jumbos", fue que surgió la idea de crear una marca de ropa. "Muchas clientas querían enviar prendas de vestir o comprarlas para ellas mismas. Es difícil encontrar ropas que encajen en las reglas y sean bonitas", detalla.

El negocio fue creciendo al principio gracias al boca a boca, y luego de los primeros seis meses comenzó su expansión.

"Yo ya conocía a muchas mujeres en esa situación, así que creé una relación de confianza. Atiendo personalmente, y si alguien pide un producto específico, lo busco", afirma la empresaria. Su negocio cuenta actualmente con dos empleados, y asegura que las dos iniciativas - la marca de ropa y el envío de jumbos- son su principal fuente de ingresos. Pese a ello, conserva su estudio contable.

Dantas no revela cuánto gana con sus emprendimientos, pero afirma que le han permitido costear una segunda carrera: está en tercer año de Derecho. Incluso antes de comenzar a estudiar leyes en la universidad, ya actuaba como una suerte de consultora informal de las dudas sus clientas acerca de sus derechos y las reglas de visita.

La empresaria provee cárceles y centros de detención transitoria masculinos y femeninos en todo el estado paulista. Recibe algunos pedidos por parte de hombres, pero la gran mayoría de la clientela son mujeres: madres, esposas, novias de presos que quieren cuidar de ellos.

"Son mujeres honestas y sacrificadas. Fueron sus maridos los que cometieron errores, no ellas. Sin embargo, pasan por muchas dificultades y sufren discriminación", asevera.