Los alimentos procesados industrialmente, las bebidas azucaradas y la comida rápida desplazan a las dietas tradicionales más nutritivas y, según los expertos, es preciso regular el mercado para revertir esta tendencia, tanto en la región como en el mundo.
Las ventas de este tipo de productos han tenido un aumento constante en la región y promueven el incremento de las tasas de obesidad. Así lo concluye el informe "Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas", de reciente difusión por parte de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS).
"Los alimentos ultraprocesados y la comida rápida representan una parte cada vez mayor de lo que las personas comen y beben en América Latina, con resultados muy negativos", dijo Enrique Jacoby, asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OPS/OMS en un comunicado de la institución.
"Estos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas. Están diseñados para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generan deseos incontrolados de consumo que llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer. Por eso resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva aumentar el sobrepeso y la obesidad, al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes", añadió Jacoby.
El informe examina las ventas de productos, incluyendo las bebidas carbonatadas no alcohólicas, snacks dulces y salados, cereales de desayuno y barras, golosinas, helados, bebidas deportivas y energéticas, jugos de frutas y vegetales, té y café embotellados, pastas para untar, salsas y comidas preparadas. De 2000 a 2013, las ventas per cápita de estos productos aumentaron un 26,7% en los 13 países latinoamericanos estudiados (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela).Las ventas de estos productos disminuyeron un 9,8% en América del Norte.
Para frenar esta situación, el informe recomienda que los gobiernos, la comunidad científica y las organizaciones de la sociedad civil apoyen e implementen políticas para proteger y promover la elección de alimentos saludables.
Campañas de información y educación son de la partida, así como la aprobación de normativa sobre precios, incentivos, agricultura y comercio para proteger y promover la agricultura familiar; los cultivos tradicionales; la inclusión de los alimentos frescos de origen local en los programas de almuerzo escolar y la promoción de las habilidades domésticas de preparación de alimentos.
"No es demasiado tarde para cambiar estas tendencias", afirmó Jacoby. "Las culturas alimenticias basadas en las comidas en familia y en alimentos no procesados o mínimamente procesados viven y gozan de buena salud en América Latina, aunque enfrentan una seria amenaza debido a la comercialización muy agresiva y a los cambios en el estilo de vida", añadió.
"Necesitamos consumidores educados para crear demanda de alimentos mejores y más saludables, y necesitamos que los gobiernos desempeñen un papel activo en la creación de este tipo de sistemas a través de reglamentos e incentivos. Estas acciones son fundamentales para revertir el impacto negativo en la dieta y la salud de la globalización", concluyó.
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