Contenido creado por Gerardo Carrasco
Salud

Basta, doctor Web

“Justo lo que tengo”: cuidado con el autodiagnóstico basado en publicaciones en redes

Se trata de una práctica cada vez más frecuente. Expertas en salud mental advierten sobre los riesgos que conlleva.

01.03.2023 14:04

Lectura: 5'

2023-03-01T14:04:00-03:00
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Lo que los algoritmos de las redes sociales nos muestran dice mucho sobre nosotros mismos. Al menos así es como muchos jóvenes ven los feeds de Instagram y TikTok para sus páginas. A medida que navegan por las redes sociales, se encuentran con #depresión, #ADHA, #ansiedad. Pero ¿qué dice eso realmente sobre ellos?

1. Hay mucha información

“La oferta de información en las redes sociales es inmensa. Hay muchas páginas de Facebook e Instagram o cuentas de TikTok relacionadas con la Salud Mental, pero no todas contienen información fiable basada en evidencia científica”, explica la psiquiatra portuguesa Mariana Duarte Mangas, del Hospital de Braga, en declaraciones al periódico lusitano Expresso.

En similar sentido se expresa Ruth Ministro, psicóloga de la clínica Reach de la ciudad de Oporto. Consultada por el citado medio, subraya que el contenido que llega a las personas a través de las redes sociales “no tiene filtro”. Aunque hay “información disponible sobre todo”, esta resulta estar “muchas veces fuera de contexto”. La abundancia de información puede tener consecuencias: “La persona que absorbe la información no puede distinguir lo que es falso, distorsionado, científicamente incorrecto”.

2. Tener un síntoma no es sinónimo de una enfermedad

Sin filtro, acabamos accediendo a información “descontextualizada” y, por ello, según Ruth Ministro, “los diagnósticos se construyen muy fácilmente a partir de determinados rasgos y características aisladas, así como de estados emocionales transitorios, banalizando el sufrimiento de quien verdaderamente se ocupa de la enfermedad mental”. Por ello insiste en que es necesario entender que tener un síntoma de una enfermedad no es sinónimo de tener la misma, y en que es imperativo que quienes consumen este tipo de información “entiendan las limitaciones a las que están sujetos estos contenidos, y por tanto no los asuman como verdades absolutas”.

“Es muy fácil escuchar cosas como ‘no me apetecía estudiar esta semana, debo estar deprimido’ o ‘cambio de humor muy rápido, debo ser bipolar’, dicho sin darse cuenta de que al otro lado puede haber un persona genuinamente deprimida o bipolar y sin comprender la complejidad del diagnóstico y las vivencias inherentes a estos problemas”, añade.

“Ver nuestros síntomas catalogados como signos de enfermedad no significa que tengamos la enfermedad, de hecho, hay una gran diferencia entre identificar síntomas y tener un trastorno mental”, explica Duarte Mangas.

Cuando una enfermedad se autodiagnostica, acabamos “banalizándola o magnificándola”. Este comportamiento “puede ser peligroso”: “Lo que una persona piensa que es depresión puede ser un problema de salud física, como hipotiroidismo o diabetes, y en este caso no se resuelven condiciones médicas tratables. O bien, lo que alguien piensa que es sólo estrés, puede ser en realidad un Trastorno de Ansiedad y no buscar ayuda”.

3. Las personas sienten la necesidad de entenderse

Buscan “respuestas”. También es esto, según Ruth Ministro, lo que lleva al consumo de tanta información sobre salud mental. “La gente, y especialmente los más jóvenes, han sentido la necesidad de entenderse cada vez más”, dice. Al escuchar y leer los relatos de otras personas, acaban encontrando explicaciones “que les aportan cierta sensación de control y seguridad sobre sí mismos y sobre sus vidas”.

A pesar de los riesgos de consumir este tipo de información sin ninguna guía, Duarte Mangas considera que “el acceso a la información sobre los posibles signos de una enfermedad es ciertamente importante y empoderador”.

4. “Es importante normalizar, pero con cuidado”

La cantidad de información que nos llega puede suponer un riesgo: “Privar a las enfermedades mentales de su verdadero significado, de su dimensión, de sus especificidades y de sus complejidades, transformándolas en algo que incluso está ‘de moda’”, advierte la psicóloga.

“La romantización de las enfermedades mentales en las redes sociales es un tema apremiante que las glorifica. Se da el mensaje de que la enfermedad mental es ‘genial’ y que ‘nos hace interesantes’ y, a menudo, no aborda el impacto o el sufrimiento asociado con estas enfermedades”, indica. “Por supuesto que es importante normalizar la discusión sobre salud mental, pero con cuidado. Esta romantización, en lugar de romper el estigma, alimenta la incomprensión y las ideas preconcebidas que tienen las personas sobre la enfermedad mental; desalienta la búsqueda de ayuda o tratamiento”.

5. El acceso a la ayuda es limitado

Las personas necesitan una “cierta normalización de sus sentimientos y comportamientos”, y como “el acceso a ayuda especializada es todavía muy limitado”, Ruth Ministro cree que la solución pasa “por las redes sociales y la búsqueda online”. Esta falta de acceso sucede “no por falta de psicólogos, sino por la dificultad para localizarlos donde más se necesitan”.

“Se habla mucho y cada vez más de salud mental —y en ese sentido las redes sociales fueron y son también una ayuda—, pero no se hace lo suficiente para facilitar el acceso a los profesionales”, concluye.