Yanina Latorre fue una de las invitadas a Otro día perdido, el ciclo conducido por Mario Pergolini y que en Uruguay se transmite por Canal 4. Allí la conductora sorprendió con un relato íntimo en el que expuso cómo durante años vivió bajo un patrón rígido y obsesivo de perfección. Fiel a su estilo directo, la panelista definió ese período de su vida como una etapa marcada por el “conchasequismo mental”.

“Yo combato el conchasequismo mental”, lanzó, sin vueltas, haciendo referencia a una mentalidad estructurada, conservadora y excesivamente prolija. “Era eso, colegio de monjas. Los domingos rezaba el rosario, di clases de catequesis...”, recordó, en un repaso irónico de su adolescencia y juventud.

En ese contexto, explicó que por mucho tiempo cumplió con todos los mandatos sociales al pie de la letra: “La que iba a Punta del Este, tomaba el té con cupcakes, hacía todo como se esperaba. Me casé, tuve dos hijos, fueron al colegio... Lola es abogada, Dieguito está por recibirse. Una cosa de concha seca al pedo”, resumió entre risas.

La conversación tomó un giro aún más personal cuando reveló hasta qué punto su necesidad de control se trasladaba a su vida doméstica, sobre todo en fechas especiales. “Tengo el altillo seccionado con decoración navideña. Uso platos, copas, cuchillos, todo temático. ¡Hasta el papel higiénico es de Papá Noel!”, contó divertida. Además, mencionó que tiene figuras decorativas que se activan al pasar: “Un par de Papá Noel que cuando entrás a casa te cantan ‘Jingle Bells’”.

Aunque se muestra desenfadada en redes y en la televisión, Latorre confesó que puertas adentro se involucra en cada detalle. “Me hago la que no, la borracha, pero la realidad es otra. Soy la que arma el árbol, la que se saca la foto con la estrella... Sí, soy una pelotuda”, se sinceró entre carcajadas.

También reveló que, al irse de vacaciones el 27 de diciembre, muchas veces la decoración permanece en casa más tiempo del deseado: “En febrero, cuando vuelvo, hay Papá Noel desvencijados, y eso me deprime un poco”.

En cuanto a los regalos navideños, no dejó dudas: “El regalo me lo tiene que hacer Diego. Carísimo. Que si no me ofendo”, lanzó con ironía. Y cuando Pergolini intentó suavizar el comentario, sugiriendo que lo importante era el vínculo de pareja, ella remató con su humor filoso: “El regalo del año es, cada día, tener el placer de compartir tu vida conmigo”.

Por último, recordó el comienzo de su historia con Diego Latorre y cómo sus prejuicios sobre los futbolistas casi la alejan de él: “Me pareció simpático, pero yo pensaba que los jugadores eran todos unos hijos de puta mujeriegos. Cuando le conté a mi mamá, puso el grito en el cielo. Y Rosa, la señora que trabajaba en casa, me trajo un póster porque lo tenía de ídolo en su cuarto. Fue todo un drama, pero igual me la jugué”.