Con un texto personal, melancólico y cargado de complicidad, el director Woody Allen despidió este lunes a la actriz Diane Keaton, su expareja, amiga y musa cinematográfica, fallecida el sábado a los 78 años. El texto fue publicado en el sitio The Free Press.
“Jamás el planeta ha conocido ni es susceptible de conocer de nuevo un rostro y una sonrisa que iluminen así los espacios por los que ella pasaba”, escribió Allen, de 89 años.
El cineasta reconstruye en el homenaje la historia compartida con Keaton, desde sus días de torpe timidez mutua en el rodaje de Sueños de un seductor (1972), hasta el vínculo profesional y afectivo que los unió en ocho películas, entre ellas Annie Hall (1977), que le valió el Oscar a Keaton, Manhattan (1979) y Un misterioso asesinato en Manhattan (1993).
Allen recuerda que durante los primeros ensayos no se dirigieron la palabra: “Ella era tímida, yo era tímido, y con dos personas tímidas las cosas pueden volverse bastante aburridas”. Pero una cena bastó para transformar su percepción: “Ella fue tan encantadora, tan bella, tan mágica, que yo ponía en duda mi salud mental. Me dije: ¿Podría estar enamorado así de rápido?”.
Keaton: musa, crítica y lealtad inquebrantable
En su carta, Allen destaca el papel de Keaton como su crítica más importante. “Nunca leí una sola crítica de mi trabajo y sólo me importaba lo que Keaton tuviera que decir al respecto. Si a ella le gustaba, consideraba la película un éxito artístico”.
La actriz también fue una de sus defensoras públicas más firmes, incluso en momentos de mayor presión mediática. En 2018, durante el auge del movimiento #MeToo, Keaton publicó un mensaje de apoyo en redes sociales: “Woody Allen es mi amigo y sigo creyéndole”, en referencia a las acusaciones de abuso sexual formuladas por Dylan Farrow, hija adoptiva del director, que fueron archivadas tras dos investigaciones oficiales.
Una despedida íntima
Allen evita idealizaciones, pero no oculta su afecto profundo. Sobre la separación, simplemente escribe: “¿Por qué nos separamos? Solo Dios y Freud quizás podrían comprenderlo”. El texto finaliza con una frase que resume la pérdida personal y cultural: “Hace unos días, Diane Keaton era parte del mundo. Hoy ya no es así. Por lo tanto, es un mundo más sombrío”.