Como La soga de Hithcock (en este caso era una ilusión), como El arca rusa de Sokurov (aquí era estrictamente real), esta película consiste en un único plano secuencia. Durante poco más de dos horas, en el famoso barrio berlinés de Kreuzberg, la cámara persigue a la joven Victoria, española en Alemania, desde las cuatro hasta las seis de la mañana: desde que conoce a cuatro jóvenes para los que la noche acaba de empezar, y cómo en ese breve periodo de tiempo le suceden cosas que darán un giro total a su vida.
Mitad thriller, mitad drama existencialista, la película arriesgaba agotarse en el mero alarde técnico (y no ha faltado quien afirme que ello ocurre), pero es algo más. Y ese algo más lo aporta el elemento dramático: la película funciona como el retrato de un personaje que siempre ha vivido muy protegido y que padece cuando debe salir a enfrentar la hostilidad del mundo, donde su pasado condiciona (¿determina?) lo que puede llegar a sucederle. El otro mérito proviene del elenco, capaz de meterse realmente en el drama de los personajes: la mejor carta es ciertamente la enorme Laia Costa, una actriz en cuyos hombros recae buena parte del peso de la película. Resumiendo con acierto los alcances del film, el crítico español Ricardo Aldarondo, de Fotogramas, ha escrito lo siguiente: "Dos horas y 20 minutos en un solo plano. ¿Excesivo? Sí. ¿Capaz de reinventarse y mantener el interés más allá de lo previsible? También. (...) la película se sostiene firme y desafiante. (...)".
Premio en Berlín 2015 a Mejor Contribución Artística, seis premios Lola del cine alemán, premio Gaudi a mejor actriz (Laia Costa).
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