Repasamos las últimas horas de Alberto Olmedo a treinta años de su muerte

La noche del viernes encontró a Olmedo con amigos y su hijo Javier. Completó la función de "Éramos tan pobres" y cenó en el restaurante Hamburgo, ubicado a quince cuadras del teatro Tronador, recuerda BigBangNews.

Comió cochinillo, tomó vino blanco y de postre un panqueque de manzana caramelizado. "Fue una linda noche. Después Olmedo recibió un llamado telefónico y salió disparado con su Mercedes Blanco", contó René Bertrand. Del otro lado del teléfono estaba Nancy Herrera, pareja de ocho años de quien se había separado cuatro meses atrás. Ella tenía algo importante que comunicarle y él estaba ansioso por el reencuentro.

La separación lo había golpeado fuerte. "No tenía ganas de vivir", reconoció Silvia Pérez, con quien Olmedo había mantenido una relación, según ella. Aunque Herrera opinara lo contario. "Es una locura lo que dijo. Que estuvo un par de días, seguro. Yo sabía que habían estado, porque le pregunté al Negro y me dijo que había sido un 'toco y me voy' durante los cuatro meses que estuvimos separados. Pero nosotros ya nos habíamos reencontrado desde hacía tiempo".

"Pórtense bien, que ahora les van a mandar champagne", fueron las últimas palabras de Olmedo antes de irse del restaurante. Y se llevó lo que quedaba de cochinillo. "Era abundante y se lo envolvimos para que se lo llevara", contaría un mozo.

En el apartamento del piso 11 de la torre Maral 39, Herrera lo esperaba con un enterito color rosa. "La cama no estaba hecha, así que la estiré como lo hacen en los hoteles. Puse dos remeritas, una para cada uno y dejé todo el dormitorio prolijo. Pero, en vez de tirarme en la cama, me fui al sillón del living a ver televisión", contó ella. También le escribió "te amo" en el espejo. "Hacía mucho que ya nos habíamos reencontrado", aseguraba, aunque en la torre los vecinos aseguraron que Olmedo llevaba tiempo sin visitarla.

El cómico llegó al lugar y recibió la noticia: Herrera estaba embarazada de dos meses. Con su sexto hijo en camino, abrió una botella de champagne y se sacó la camisa. Tenía puesto solamente un jean y botas tejanas.

"Él era inquieto. Estábamos tranquilos y en un momento pasó al balcón. Era normal que lo hiciera, no me llamó la atención que saliera. Lo que no me pareció normal fue cuando se puso a hacer caballito en la baranda. Estaba boludeando y jugando", diría ella años más tarde.

Ella se acercó al balcón para intentar que su pareja se alejara de ahí. "En un momento me dijo: 'agarrame la pierna, mamá'. Era imposible. Yo era muy flaquita y él... peso muerto", contó. "Nunca voy a olvidar la cara de desesperación que tenía. Él amaba la vida, en ningún momento pensé que se quiso suicidar. La última carita que le vi fue de desesperación".

Segundos después, yacía en el pavimento. Ni siquiera atinó a cubrirse la cara, un acto reflejo de quienes caen al vacío. Los peritos forenses confirmarían que tenía cocaína en la sangre.

Eran las ocho de la mañana del sábado y Herrera seguía trepada en la baranda del balcón, gritando "¡Papi, perdoname!". Un vecino la escuchó. "Cuando salí al balcón, vi toda la situación: Olmedo estaba en el piso y una mujer, que en ese momento no identifiqué, montada del balcón. Crucé por una mampara y la ayudé", declaró Marcelo Franco.

"Ella estaba desesperada. En estado de shock, queriendo saltar. Decía cosas como: 'Ayúdenme, perdoname. Se me escapó de las manos'. La sentamos con mi mamá en el piso del living del departamento y tratamos de tranquilizarla. Me di cuenta de que habían celebrado algo, porque había abierta una botella de champagne, pero nada más".

"Vi un movimiento en el cuerpo de Olmedo. No sé si fue un reflejo. Después me enteré de que él estuvo vivo un tiempo, pero no sé cuánto", agregó. Una enfermera que pasaba por allí le practicó respiración boca a boca hasta que llegó Herrera. "Vino corriendo y lo abrazó. En ese momento ya había fallecido. Ella lloraba y gritaba", recordó un testigo.

Su cuerpo fue trasladado, cinco horas más tarde, al Hospital General de Agudos y luego a la morgue judicial. "Me tocó ver todo eso. Uno puede superar la muerte, aceptar que ya no está más. Pero el horror te queda de por vida". Palabras de Nancy Herrera.