Contenido creado por Ignacio Alcuri
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Debate joven

César Bianchi y Hoenir Sarthou sobre la emisión de "Esposa joven"

El debate por la emisión de ''Esposa joven'' motivó columnas de César Bianchi y Hoenir Sarthou, acerca de la libertad de expresión y la correctitud política.

25.11.2016 09:47

Lectura: 7'

2016-11-25T09:47:00-03:00
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Bajo el título "No la voy a ver, pero quiero que se vea", el periodista César Bianchi expresó su malestar por el "debate" que se formó acerca de la emisión de la polémica telenovela turca.

Luego de escribir en el post de un colega "El uso del control remoto es la mejor forma de elegir. No hace falta reclamar censura", Bianchi se encontró debatiendo sobre el tema de la libertad. "Advertí que el debate no era telenovela sí/telenovela no, sino reclamar censura o no hacerlo. Ahí noté -no sin preocupación- que algunos comunicadores piden censura cuando un tema les (nos) parece aberrante".

Recordó haber tenido una discusión similar cuando una mujer pedía que se dejara de emitir ShowMatch y él le dijo "que si no le gustaba, no lo viera. Claro está que si el programa tiene altos picos de rating es porque a la gente le gusta. Si no le gustara, lo hubieran levantado hace rato".

"Yo no veo novelas, no tengo la costumbre, no me gustan como formato televisivo y específicamente 'Esposa Joven' no me interesa. Pero créanme que voy a defender siempre el derecho de ciudadanos que, en cambio, sí quieran verla, que les guste la trama o simplemente que quieran ver cómo el/la guionista cuenta una historia que -sabemos, no seamos hipócritas- es tan común en otras partes del mundo. Esto es: la telenovela ficcionaliza una de tantas historias reales. Sabemos que esto, desgraciadamente, es algo común en Oriente. ¿Quién soy yo para decirle a otros adultos, a los que les interesa la temática, que no tienen derecho a ver la novela? ¿Quién soy para exigirle a los dueños o gerentes de programación de un canal de televisión que no la sumen a su grilla?".

Repite que "la mejor forma de expresar ese rechazo es no verla" y que "Si pocos uruguayos la ven, les aseguro que los dueños del canal la van a levantar y dejará de emitirse en Uruguay".

"Pero, ¿qué pasa si la novela es un éxito en rating? Eso significaría que los dueños del canal no se equivocaron al pensar que a mucha gente les gustaría. Y de nuevo: ¿quién soy yo -quién es cada uno- para decir que todos esos que la eligieron están equivocados?".

"Si el problema es la temática que trata porque 'así podríamos darles un mal ejemplo a los menores', pues señores padres: alejen a sus hijos del monitor en el horario posterior al de protección al menor. Eso está clarísimo: la novela no debe emitirse en horario de protección al menor, sino después del mismo y sería conveniente regular también las promos en las tandas, durante el día. Pero una vez regulado todo esto, ya está zanjado el asunto: cada adulto con su control remoto que elija lo que quiera ver y sanseacabó".

"¿Quién dijo que mi buen gusto está por encima del de los demás? ¿Quién soy yo o cualquiera de mis colegas disidentes para decir: "que tal canal no emita tal programa"? ¿Quién comprobó científicamente su nocividad? Y, lo que es más: ¿quién se cree con la autoridad de erigirse en juez del buen gusto y la moral ajenas?", agregó.

Mientras tanto, en el semanario Voces, Hoenir Sarthou también escribió acerca del tema en una columna titulada "Novela turca", en la que habla de una "telenovela paralela" protagonizada "por una serie de organizaciones feministas y/o adeptas a la 'nueva agenda de derechos', que se proponen impedir la emisión de la serie por Canal 4".

"Yo no vi más que una pequeña parte del primer capítulo de 'Esposa joven'. De modo que no sé si, como expresión artística, es buena, mala o regular. Tampoco conozco los contenidos ideológicos de los que inevitablemente estará cargada (todo acto de comunicación transmite contenidos ideológicos, lo quiera o no). Y creo que ese desconocimiento me coloca en excelente posición para decir lo que quiero decir. Porque lo central en este asunto es que, desde el punto de vista del derecho a ser emitida, no importa qué calidad ni qué contenidos ideológicos tenga la serie".

"Voy a ser más preciso: si para filmarla se sometiera a menores de edad a situaciones física o psicológicamente inadecuadas, habría un delito y por cierto no debería ser transmitida ni tampoco filmada. Pero ninguna de las objeciones difundidas consiste en que durante la filmación se hayan vulnerado realmente derechos de niños o niñas. Toda la crítica se basa en que la serie muestra, ficcionalmente, una realidad que transgrede derechos reconocidos por nuestra cultura a los niños. Es decir, las objeciones son ideológicas, se discrepa y se pretende impedir la representación de una realidad que afecta el gusto o la sensibilidad de los objetores".

"Se ha dicho también que la exposición en TV de situaciones ficticias de abuso 'naturaliza' el abuso y propende a que ese tipo de conductas se produzcan en la realidad. Pero, como el INAU ha exigido que la serie y la publicidad de la serie se transmitan fuera de los horarios de protección a los menores y vayan acompañadas de advertencias sobre su contenido, esa objeción carece también de sentido. A menos que creamos que ciertos adultos son más adultos que otros y tienen la capacidad para decidir qué debemos y qué no debemos ver los demás adultos".

Sarthou se ve obligado a reflexionar sobre el sentido y el valor de la libertad de expresión, y específicamente sobre la función de las expresiones artísticas. "La noción básica es que las ideas, los conceptos, las opiniones, y la expresión pública de ideas, conceptos y opiniones, no deben estar limitadas por el poder, ni por la fuerza, ni por el derecho, salvo cuando tengan la manifiesta finalidad de generar actos ilícitos en perjuicio de otras personas".

"Criticar al gobierno, o a un técnico de fútbol, o a un artista, o al vecino de la casa de al lado, son actividades que merecen libertad, pero que en todo caso pueden ceñirse a ciertos límites y reglas. No es necesario mentar públicamente a la madre o a la intimidad familiar o sexual del cuestionado para criticar a un gobernante, a un técnico de fútbol, a un artista o a un vecino. Por eso, la sociedad suele poner ciertos límites a la forma en que se manifiestan esas críticas y discrepancias. No ocurre lo mismo -no puede ocurrir- con el pensamiento, con la investigación científica, con la creación artística ni con el humor", señala el autor.

"La absoluta libertad no es un privilegio del pensamiento teórico, de la investigación científica, de la creación artística y del humor. Es una garantía que nos salva a todos del estancamiento, del autoritarismo, de los dogmas, de las ideas y creencias eternizadas. Es la llave de todo cambio y de toda posibilidad de evolución. Aunque, desde luego, nos someta a todos, cada tanto, a un tsunami en lo que creemos correcto y establecido para siempre".

Por último, concluye que "la resistencia a la corrección política no es un tema superficial, de gustos o de sensibilidades, es una lucha civilizatoria. Porque, si permitimos que las limitadas creencias y convicciones de nuestra época gobiernen lo que pensaremos, lo que investigaremos, lo que crearemos y hasta lo que nos hará reír en el futuro, estaremos como sociedad liquidados, congelados en un presente 'políticamente correcto' perpetuo, en el que sólo balbucearemos 'todos y todas', 'no discriminación' y 'tengo derecho'".



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