Hay cosas que me transportan sin pasaporte a los veranos de mi infancia: comer caramelos Cande, los días eternos, el olor mezcla de pino y asado, andar en bicicleta... Eso consigue Verano 1993, la historia real de su directora, Carla Simón, que con una sensibilidad absoluta explica la historia de su infancia: una niña de Barcelona cuya madre muere y tiene que ir a vivir con sus tíos y su prima a las montañas de Girona.
¿Cómo ver la vida de los adultos desde la perspectiva de una niña? ¿Cómo hablar de enfermedad, tristeza, repudio y muerte sin decir una palabra?
"Una cosa es lo que pasa y otra cómo lo cuentas", explica a Pantallazo Valérie Delpierre, productora de Verano 1993, que tras arrasar en los Goya, la Berlinale y el Festival de Málaga, recibió el premio Platino 2018 a mejor ópera prima.
*
La película trata temas muy sensibles como las enfermedades terminales, el rechazo social, el proceso de adopción... Pero nunca se mencionan de forma directa...
Eso se debe a que está descrita desde el punto de vista de una niña. Ella percibe que los adultos no hablan tan claramente y no es un interlocutor, está al lado y escucha lo que se dice, es objeto de las conversaciones, pero nunca participa de ellas. Por eso fue muy importante retratar esa visión y ver cómo llegaban estas voces adultas a través del filtro de los ojos de la niña, y que al mismo tiempo fuera coherente.
También hacer la historia verosímil, imagino. Teniendo en cuenta que es la historia de la directora...
Sí, al ser la historia de Carla [Simón] lo hace más lícito y además suma su sensibilidad, porque no a todos los que nos pasan cosas tenemos la capacidad de contarlas, ella sí. Igualmente se informó mucho sobre el proceso de adopción, porque una cosa es lo que pasa y otra cómo lo cuentas, saber sacar y poner cosas que no eran parte de la historia, partiendo de la estructura narrativa, que no duró un verano, pero lo cierto es que es un tempo perfecto para la película. Y la historia de una niña que queda huérfana y se va a vivir a la casa de sus tíos se puede imaginar como un dramón, pero cuando pensamos esta historia pensamos en luz, porque es verano y son niños, y los niños son supervivientes. Fue muy bueno porque Carla tenía el material fotográfico de su infancia, entonces jugamos mucho con los colores tomando ese material.
Me impresiona la naturalidad de las niñas al actuar, parece que todo fuera real. ¿Cómo fue el proceso para lograr que fluyera todo de esa manera?
Hubo un proceso de dos fases. La primera fue de ensayos, Carla insistió en crear una "memoria familiar", como que todo hubiese pasado antes de rodar. Entonces hizo que Bruna [Cusí] y David [Verdaguer] hicieran de padres de Paula [Robles] que hace de Anna en la película, con Frida estuvieron mucho más en la ciudad, las sacaron a jugar en la ciudad para que se llevaran bien entre ellas dos... Todo esto sirvió para se creara una micro familia: se bañaban juntas, las llevaron a la playa, fueron al parque... Luego, en la segunda parte en el set se hizo un dispositivo donde ella [N. de la R.: la directora, Carla Simón] pidió hablar constantemente con las niñas, lo sacó de una película francesa donde una niña enfrenta el proceso de la pérdida de su madre.
¿Trabajar así hizo que se improvisara más?
Si te fijas, muchos de los diálogos "naturales" están en el guion. Hay una parte de improvisación, pero Carla tenía muy claro lo que quería, había mucha preparación con coreografía de los actores.
Otro factor interesante de la película es la locación. Brevemente se muestra Barcelona para luego adentrarse de lleno en Girona, que es otra realidad mucho menos conocida en el mundo si uno dice "Cataluña".
Creo que es lo bonito de esto, que nuestra cinematografía pueda retratar las realidades de los pueblos, siento que es un valor de la película. Se engranó de forma tan natural capa por capa, que fue necesario ubicar la historia en un lugar así. Hubo un momento donde desde producción pensamos que nos resultaba más fácil tener a todo el equipo en plató, en Barcelona. Pero no, la realidad es que tener a dos niñas actuando en plató no salía de forma tan fluida, y el definitiva la esencia de la película son las niñas y el entorno. Así que la hicimos en La Garrotxa.
Pienso en mi infancia, y aunque no me haya criado en La Garrotxa sí pasaba los veranos al aire libre, jugando afuera sin calcular el tiempo... Creo que el entorno de la película es un disparador a la infancia de todos los espectadores.
Claro. Por eso el sonio también es tan importante, luego te lo crées. Te trasladas a tu infancia y piensas en el aburrimiento, estar suelto... Se repite.
¿Fue difícil hacer esta película?
Separemos procesos (risas). Enamorarnos de esta historia no fue difícil; convencer a otros de financiar esta historia tampoco fue difícil. El rodaje sí que fue difícil. Porque hubo limitaciones de producción y de tiempo. Había que descartar cosas y fue doloroso, así como el montaje. Como cualquier director, al llegar a la sala de montaje hay que aceptar que no tienes todo lo que quieres tener y es un proceso emocional que superar. En el caso de algo tan cercano como contar tu propia historia, es más complejo pasar ese duelo. Y luego es complejo encontrar el ritmo de la historia, las secuencias, encontrar el punto justo de los personajes. Pero el resultado y sus frutos han sido un sueño.
Pantallazo | Lorena Zeballos
[email protected]
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]