"La nena" más famosa en Montevideo

Adriana Brodsky, que saltó a la fama de la mano de Alberto Olmedo con el recordado sketch del "Manosanta", estuvo en nuestro país y en entrevista con Marcel Daset para la revista Ahora, habló sobre varios temas, comenzando por su impresión sobre Uruguay.

"En este país mis hijos, que son lo más hermoso y alucinante que tengo en esta vida, han pasado una niñez maravillosa en una casa en La Barra. Tengo los mejores recuerdos de la gente de Uruguay, de cómo me recibieron. Fue un momento muy especial que lo sigo guardando en mi corazón. Tengo además expectativas de que me llamen en Uruguay para hacer ficción o teatro; me encantaría. Por ahí me vengo a vivir acá", comentó.

Dijo que el reconocimiento de la gente en la calle, que desde su llegada a Montevideo no cesó, "fue gracias al Negro Olmedo. No sé qué hubiera sido si yo no hubiera hecho ese bendito sketch de El Manosanta. Es ilógico que una persona perdure más de veinte años en el corazón de todo el mundo sabiendo que siempre hay nuevos talentos. Aparecen muchos talentos diariamente pero nadie se pudo comparar al Negro. Olmedo es Olmedo porque él sigue estando presente, vivo".

Asimismo, habló sobre el cómico. "Era la persona con más don de gente que conocí en mi vida. Cuando tenés mucha fama tenés mucho poder, y con el poder la gente hace cualquier cosa y se toman muchas atribuciones y a veces esas atribuciones tienen que ver con la falta de respeto. El Negro con todo el poder, la fama y la gloria que tenía, era una persona tan respetuosa, tan querible y tan sensible a los sentimientos de los demás. Era tan buen compañero, algo que nunca vi en ninguna persona del medio".

Y reveló una conversación que mantuvo con Olmedo, que la atormenta hasta el día de hoy, sobre todo luego de la muerte del cómico.

"Fue realmente shockeante porque yo nunca lo había visto a él con lágrimas en los ojos. Yo estaba en el estudio de grabación muy preocupada y El Negro dio otra demostración de que estaba con las antenas paradas por todas partes. Él estaba en una punta y yo en otra punta del estudio. Vino directamente a mí, me agarró de los hombros y me preguntó qué me pasaba. Le dije que yo estaba cansada, que tenía problemas con mi marido, le conté dos o tres cosas y casi me largo a llorar. Él me agarra de los hombros y me dice: 'Adriana, vos sos la estrella de este programa. Sos la mejor, no tenés por qué ponerte así', y me frotaba los hombros como para despabilarme. Yo sabía que la única estrella de ese programa era él. Sabía que me estaba dando ánimo, protección, amor. En un momento él me dice con los ojitos llenos de lágrimas: 'mirá, yo en este momento me pegaría un tiro, pero hay que seguir'. Me quedé sin palabras y sin saber por qué me lo decía. Nunca le pregunté nada porque no me atrevía a preguntarle porque todo era muy fuerte. Cada vez que me acuerdo de eso me dan ganas de llorar".