Seré curioso

SERÉ CURIOSO

Virginia Staricco: la mujer que le da oportunidades a mujeres, pero no se siente feminista

De niña soñaba con tener “tres camiones amarillos”. Hoy dirige la empresa de logística más grande del país, con 350 camiones.

14.04.2022 09:42

Lectura: 25'

2022-04-14T09:42:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

La historia de Virginia Staricco (44) es la de Cenicienta. Algo así como una versión aggiornada de una mujer empoderada, más allá del beso de su Príncipe Azul.

Nació y se crio en la pobreza, fue ninguneada por su padre, y a tres días de cumplir los 18, la jovencita se emancipó de su jefe -su padre- para hacer sus primeros pesitos. En lugar de ser una doméstica que lavaba platos y pisos, Virginia comenzó haciendo mandados y sirviendo café en la empresa de transporte de su padre y su tío, para luego independizarse: fue cuidadora, trabajó en una panadería, fue secretaria de la dueña de un free-shop y vendió camperas de cuero.

Pero ella tenía un sueño: liderar una empresa de logística, algo más ambicioso que conformarse con el oficio de camionero. Cuando las adolescentes de su edad pensaban en los primeros escarceos en el baile del finde, ella soñaba con tener tres camiones amarillos. Cuando conoció a su primer ex, el padre de sus hijos más grandes, juntos fundaron Mirtrans y ahí tuvo sus primeros tres camiones amarillos. Desde entonces no paró: comenzó a darle cada vez más trabajo a decenas de camiones, a llenar depósitos y contenedores.

Pero el Príncipe Azul se destiñó. Virginia Staricco se sintió expulsada de sus propias empresas -a esa altura había formado un imperio en logística-, y tuvo que reinventarse. Volvió a empezar, pergeñó La Nave -transporte, logística, cargo postal y una fundación con el mismo nombre- y hoy, por fin, se siente realizada. O por lo menos, que las empresas que dirige son 100% ella.

El ADN empresarial de Virginia Staricco -una mujer que no terminó el liceo, su gran debe- está en potenciar las virtudes de sus empleados, valorando su tiempo libre y otorgándoles flexibilidad laboral. Y hay algo que la distingue: sus empresas lograron la igualdad de género. La mitad de los empleados son mujeres, muchas en edades nada apetecibles para otros empresarios. Ella prioriza darle oportunidades a mujeres que las necesitan, tal como ella la tuvo y no la dejó pasar.

Pero -atención- no se considera feminista. Dice que busca la igualdad entre la mujer y el hombre, sin sentirse identificada con el feminismo. “Siento que cuando hablan de feminismo hablan de un solo lado; y cuando hablamos de igualdad, hablamos de los dos (géneros). Yo no voy en contra del hombre por empoderar a la mujer. Yo voy con que la mujer crea que realmente tiene la capacidad, porque a veces no es el hombre el que no la deja, sino la mujer que cree que ella no puede”, dice.  

No todo es lucro para ella. Hay réditos que pasan por la empatía, por actuar como actuaron con ella cuando era pobre. Por eso desde el centro “Crece desde el pie” ha ayudado a centenares de niños y sus padres que necesitan formación profesional, apoyo emocional o un plato de comida.

"En un almuerzo mi tío preguntó: 'Si se sacaran el 5 de Oro, ¿qué se comprarían?' Uno dijo una isla, otro una casa, otro dijo que viajaría, y yo contesté: 'Tres camiones amarillos'. Y cuando tuve la oportunidad, los compré y empecé"

-Trabaja desde los 12 años, con su padre, en una empresa de transporte. ¿No era muy chica para empezar a trabajar? ¿Qué hacía?

-Salía del liceo y me iba para la empresa de mi padre. Siempre tuve la inquietud de lo económico, al punto que postergué los estudios y no terminé el secundario. Es un debe que tengo… Salía del liceo y me iba para la empresa y hacía lo que hacés a esa edad: llevaba papeles, hacer documentos, servía el café. Y así fui creciendo poco a poco. Lo hacía por mí, pero mi padre siempre dijo que los estudios no servían para nada, que había que ir a trabajar.

Mi madre me tuvo con 18 en un contexto económico crítico y mi tía paterna nos fue a buscar y le dijo que no podíamos vivir ahí, que nos dejara (a mí y a mi hermano) ir a vivir a la casa de mi abuela paterna. Vivíamos en el fondo de una chacra, mi mamá pesaba 40 kilos, cargaba uno en cada cadera y se iba a trabajar. Le agradezco a mi madre ceder e irse, y a mi tía por ir a buscarnos. Ahí tuvimos la oportunidad de ver algo distinto, vimos prosperidad, vimos futuro. A eso me aboco hoy con la fundación. A que la gente vea que hay otras formas de vivir.

-¿De chica ya fantaseaba con tener tres camiones amarillos?

-Fantaseé desde la adolescencia, cuando me empecé a enamorar de la logística. En mi cuarto había posters de camiones, soñaba con tener camiones. Eso nace en una pregunta que hicieron en un almuerzo en la empresa familiar. Mi tío preguntó: “Si se sacaran el 5 de Oro, ¿qué se comprarían?” Uno dijo una isla, otro dijo una casa, otro dijo que viajaría, y yo contesté: “Tres camiones amarillos”. Y cuando tuve la oportunidad, los compré y empecé.

-Pero su padre no estuvo muy presente en su infancia... La crió su madre. ¿Qué vivencias de su infancia la impulsaron a liderar proyectos de compromisos sociales como los que lidera hoy?

-La empresa era de mi padre y mi tío paterno, pero es cierto, mi padre no estuvo presente. Yo lo busqué siempre, hasta que en un momento de mi vida me di cuenta que estaba buscando algo que no iba a tener nunca. Me refiero a ser parte de su vida, busqué que nos quisiera, busqué que sus hijos seamos su prioridad. Pero no fue así, mi padre no estuvo, nunca estuvo con mi madre, nosotros fuimos casualidad de la vida. En esa búsqueda, parte de trabajar con él desde muy pequeña era por querer estar cerca de mi padre y compartir cosas con él.

Y la inspiración fue mi madre, la postergación de mi madre en la casa donde ella no quería estar, no poder hacer lo que ella quería, no poder educarnos como ella quería. Y vio frustrados sus sueños. Todo eso me impulsaron a evitar que otras mujeres tengan la obligación de tomar un camino predeterminado, y en todo caso, que tengan la libertad de elección.

-Cuidó niños y trabajó en una panadería. ¿Cuándo decidió empoderarse y emprender?

-En esa adolescencia en la que trabajé con mi padre, nunca cobré un sueldo. Primero empecé como jugando, pero después ya tenía un rol. Pero yo trabajaba para tener independencia económica, y no me pagaban, o tenía que estar pidiéndole que me diera plata para comprarme un jean. Mi padre y mi tío no terminaban de valorarme, no veían que yo buscaba generarme un ingreso. Entonces tres días antes de cumplir 18 agarré una mochila con tres trapos y me fui a vivir a una pensión en la calle La Paz.

En frente había un supermercado, fui a pedir trabajo y empecé en la panadería. Después pasé a la fiambrería. Y terminé de encargada del supermercado. Después trabajé en un free-shop vendiendo perfumes, y trabajaba de lunes a domingos, y era tan responsable que la dueña de la empresa me preguntó si quería ser su secretaria. Me fui a trabajar con ella. Hasta que en un momento me fueron a buscar de Paco Rabanne cueros y me preguntaron si quería ser encargada del local de 18 de Julio y Andes. Empecé a ganar muy bien. Un día me saqué un pasaje a Brasil y me fui hasta allá donde mi papá estaba con la empresa (de transporte), pasé a saludarlo y cuando me ve como me ve, me dijo: “En vez de estar trabajando conmigo, estás trabajando por ahí con otros”. Entonces le dije: “Si vos me pagás un sueldo y me das un proyecto, a mí me encantaría”, me dijo que sí, y así empecé. Me mandó a Argentina, que es donde me formé en la logística.

"Soy de la idea que las empresas son la gente, el equipo de trabajo. Lo que yo recibo, lo vuelco en potenciar a las personas. Nosotros formamos a nuestra propia gente y damos oportunidades. La Nave es una empresa que tiene una mirada muy distinta en lo social"

-En 2006 nació Mirtrans, en sociedad con su pareja de entonces. Ha dicho que arrancó con tres camiones (los famosos tres camiones amarillos) y llegó a tener una flota de 350…

-Mi pareja, el papá de mis tres hijos mayores, era el testaferro de mi tío. Mi tío y mi padre se empezaron a pelear, y mi ex tenía una sociedad con las cosas de mi tío. Cuando empecé a no entenderme con mi ex, mi tío me dijo que me fuera de la empresa, porque él no se podía enemistar con mi ex. Me quedé sin trabajo, con dos hijos, y ahí entré en una gran depresión. Yo ya había empezado una relación con Emilio, quien fue mi socio en Mirtrans. Él me dijo: “Te pago el pasaje y andate a España, con tu mamá”, porque mi mamá se había ido a España en la crisis de 2002. “Recuperate y después volvé”. Agarré a mis hijos de 2 y 3 años y me fui a España por tres meses, allá me fortalecí, y volví. Cuando volví, él citó a mi tío en La Pasiva de Plaza Matriz, y le dijo: “¿Qué hacemos con Virginia? Está sin trabajo y con dos nenes”. “Yo no puedo hacer nada”, dijo mi tío, el que me crió. Se levantó y se fue.

Emilio, entonces mi pareja, me dijo: “No sé… alquilate una casa en Carrasco, y te empiezo a dar tres camiones, de los que tengo en Argentina, y empezá a hacer algo”. Alquilé una casa, puse una mesa de plástico en un garaje y un teléfono, y bueno… Mi primer cliente fue Coca Cola, le di trabajo a esos tres camiones. Después le di trabajo a tres más, después a tres más, llegué a 40 camiones. Y en 2007 me dijo que elija tres camiones, que él me los compraba. Y ahí tuve los primeros tres camiones amarillos. Ahí nace Mirtrans.

-Quería dejar la empresa de transporte para pasar a formar una empresa de logística. ¿Que vio en ese sector, todavía siendo muy joven?

-Vi que mi padre y mi tío no salían de ser camioneros, y la logística iba por otro lado. Iba por la evolución del tipo de camión, por dar un servicio integral, ya no era más transportar, era almacenar, era armar empaques secundarios, la cosa iba por otro lado. Y lo que me permitió Emilio (Mirás) fue canalizar mi sueño. Ahí él empezó a apostar en mí, a creer en mí y juntos construimos en 10 años la empresa de logística más grande del país, que es La Nave. Cada uno de los clientes de Mirtrans los conseguí yo, yo trabajaba embarazada y con mi hija chiquitita hasta las 3 de la mañana, cargando cajas. Cuando terminamos el primer galpón, dijimos: “¿Y ahora qué hacemos?” Y ahí empecé a buscar clientes: llené el primer galpón, después el segundo galpón, después el tercero, y ahí se lograron contratos, proyectos con multinacionales, y la empresa fue creciendo hasta la compra de Tiempost (donde estamos hoy), que es el correo.

-¿Qué diferencia hay entre Mirtrans y La Nave?

-La Nave es mi nuevo proyecto, porque yo me separé (de mi ex, Emilio Mirás) hace dos años, y él tampoco tomó bien mi separación y me sacó de todo eso por lo que tanto peleé. Me fui, de un día para el otro, con ocho bolsas de basura con mis cosas, porque me sacó del directorio, siendo dueña del 44,5% de las acciones de la empresa. Me sacó los camiones, me sacó las máquinas, me sacó los elevadores.

-Dijo en una entrevista con el sitio Webpicking.com que Mirtrans nació con el objetivo de dar "soluciones logísticas con una mirada distinta". ¿Cuál es esa mirada distinta?

-Es distinta en cuanto a lo profesional, pero también en cuanto a lo social. Yo soy de la idea que las empresas son la gente, son el equipo de trabajo. Lo que yo recibo, lo invierto y lo vuelco en potenciar a las personas. Nosotros formamos a nuestra propia gente y damos oportunidades. Entonces, es una empresa que tiene una mirada muy distinta en lo social, porque es con convicción. No me olvido de mis orígenes, entonces tengo la obligación de generar algo en el otro, lo siento así.

-Tomó el modelo europeo, y así nació un sistema de servicio multimodal. ¿En qué consiste?

-Es un servicio en el que todavía estamos trabajando, porque en Mirtrans, todo lo que era transporte internacional ya no quedó más bajo mi control… La idea es un barco que en vez de trasladar el camión (el costo de la logística es muy caro, y muchas veces quedamos fuera de competencia, sobre todo Uruguay en la región). Y este barco nos impulsaba a utilizar Uruguay como tránsito, porque usaba una matrícula Mercosur, que hacía que no tuviera que viajar ni el tractor ni el chofer, entonces ahí estabas eliminando 250 dólares de costo diario que tiene hacer ese viaje a la Argentina, que generaba una burocracia, en la que estabas cuatro días para hacer 600 kilómetros. Entonces, daba oportunidad a las pymes y a la logística de bajar sus costos, pero no porque fueras contra el empleado o porque tuvieras un camión viejo, sino porque realmente ibas con un proyecto distinto.

-En esto de la carga y la descarga de grandes contenedores, ¿funciona el Mercosur?

-No funciona el Mercosur. Este proyecto era, justamente, hacer que el Mercosur funcione y generar un acuerdo bilateral, en principio con Argentina, y después poderlo trasladar a Brasil. En lo único que puede competir Uruguay, frente a Argentina y Brasil, es dando servicio: ser un país de tránsito, económico, ágil, rápido, con aduanas donde no tuvieras que parar, sino que fueran digitales. Hacer aduanas a nivel de sistemas, y no aduanas de verificaciones, que no trancaran, y que fueran como Europa, donde pasás de un país al otro y no te paran.

-¿Y qué pasó con eso? ¿Se frustró?

-Eso avanzó políticamente muy bien, a nivel sindical muy bien, pero por la burocracia, todavía estamos esperando que ese acuerdo se firme.

-Está La Nave cargo postal, La Nave multimodal, que es es transporte internacional, nacional y almacenaje, y Fundación La Nave. ¿Qué es La Nave?

-Al salir de Mirtrans, yo tenía que formar un proyecto que me identificara a mí como persona. Y La Nave es eso que se mueve. (Indica que) esto es muy dinámico: la logística, los proyectos, vos no te podés quedar encasillado que como tu padre fue camionero, entonces vos seguís siendo camionero, sino que todo el tiempo tenés que incorporar nuevas metodologías, tecnología, servicio, porque las multinacionales te van metiendo en esa dinámica y vos tenés que alinearte. Esa nave es eso: viaja, se modifica, te invita a subirte. Es el proyecto que más me identifica a mí, desde mis 12 años hasta ahora. Hoy estoy haciendo la empresa 100% a mi estilo.

"Atendemos a 120 niños y sus padres de Barros Blancos. Ves pasar a un pibe que parece que te va a robar, pasa y se pone a jugar con los nenes. Nunca nos robaron nada. Debe ser el único lugar de la zona donde nadie entró a hacer algo malo"

-Además creó la Fundación La Nave, con la intención de incorporar al trabajo a las personas más necesitadas. ¿A qué se dedica la fundación?

-Se inició como un proyecto de la empresa hacia los trabajadores, pensando en sus hijos. Nació con la intención de trabajar en el empoderamiento femenino, porque yo siempre le di prioridad a la incorporación de mujeres a la empresa. Teníamos muchas mujeres, pero cuando queríamos que progresaran en materia de estudios o formación, tenían el problema del cuidado de sus hijos. Juntamos al sindicato y les propusimos hacer algo y empezamos a buscar casas que funcionaran como una guardería para que pudieran dejar a sus hijos. Pero terminó sumándose el Estado, con el Sistema Nacional de Cuidados (SNC), y ahí fuimos a algo mucho mayor.

Hicimos una inversión de 500.000 dólares y adquirimos un edificio de primer nivel en Barros Blancos (departamento de Canelones), al sindicato le dimos la administración y el gobierno puso los educadores. Y ahí nació Crece desde el Pie, que es ese centro que estaba enfocado en los trabajadores, pero el SNC dijo que el 80% fuera para los trabajadores, y el 20% para la comunidad. Pero se terminó volcando más a la comunidad, que a los propios hijos de los trabajadores. Vino la pandemia, trabajé arduamente para conseguir comida para una olla popular, porque empezamos a ver hambre en los niños y en las familias. Venían 300 personas diariamente con un tupper a buscar un plato de comida.

-¿En qué consiste el centro de educación y cuidados para niños Crece desde el pie que creó en Barros Blancos? ¿Qué hace hoy?

-Le da alimentación, psicomotricidad, proyectos de formación de todo tipo, trabajamos también en talleres con los niños y sus padres. Atendemos a 120 niños y sus padres de la comunidad de Barros Blancos. De repente ves pasar un pibe que parece que te va a robar, y se acerca, te pide una manzana, pasa y se pone a jugar con los nenes. Nunca nos sacaron ni nos robaron nada. Debe ser el único lugar de toda esa zona donde nadie entró a hacer algo malo.

Ahora nos estamos expandiendo con la fundación al interior del país, y estamos incursionando en unos cuántos departamentos. Ahí el sociólogo Gabriel Corbo, quien lidera la fundación, está al frente de eso, buscando acuerdos con empresas e intendencias.

-¿Con qué situaciones humanas se encontró? ¿En qué situación estaban esas madres y esos niños?

-A mí me sorprendió de manera el panorama que encontré. Conocía la pobreza, conocía las necesidades, pero no sabía qué tan bajo estaba el nivel de vida de esas madres. Nosotros atendimos niños que sufren violencia, tuvimos que radicar denuncias respecto a eso, y abusos de todo tipo… Hoy también la fundación se transformó en un apoyo, porque lo tenían normalizado y no lograban verlo. Le dije a muchas: “Tranquila madre, que yo te facilito una casa y te acompaño a radicar la denuncia” y no lograba desvincularla de ese lugar. Hijos que venían a la fundación quemados o golpeados, que tenían una agresividad horrible. En la fundación tenemos psicólogos y asistentes sociales, pero no lo arreglás solo con eso, y no lo arreglás dándole un plato de comida. Lo arreglás mostrándole que hay otra manera de vivir, que hay una salida.

-También le ha dado oportunidades a ex privados de libertad...

-Sí, también lo hicimos. Lo hicimos con Grupo Colonia, que es una empresa que trabaja con (el sector de) la cerveza.

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"Me encanta verme bien, tener una buena presencia. Muchas veces estuvo arriba de la mesa que para que saliera un negocio tenía que acceder a que pasaran cosas… Yo siempre fui por el camino de lo que soy: una empresaria"

-De niña estuvo rodeada de camioneros. El rubro de la logística y el de los camiones son claramente masculinos. ¿Pasó dificultades siendo una empresaria mujer o siempre se sintió cómoda?

-Pasé muchas dificultades… Además, me encanta verme bien, tener una buena presencia…

-¿Le ha jugado en contra mostrarse elegante, bien vestida y producida?

-Ha sido un problema, sí, porque cuando salgo es lo primero que ven. Ahora ya tengo una trayectoria, pero al principio me costó lidiar con eso. Me invitaban a salir en vez de escuchar la propuesta de trabajo que yo les estaba haciendo. Muchas veces estuvo arriba de la mesa que para que saliera un negocio tuviera que acceder a que pasaran determinadas cosas… Yo siempre fui por el camino de lo que soy: lo que he hecho toda mi vida y que me respeten por lo que soy: una empresaria.

Y fui juzgada muchas veces, y por las propias mujeres, no es un tema de machismo. He escuchado a mujeres decir: “Esta consigue todo porque anda con la pollera corta” o “porque tiene el pantalón apretado”. Lo he conseguido siempre desde el lado de lo profesional, porque es lo que me satisface a mí. No me sentiría para nada bien ir por ese camino. Pero ese prejuicio continúa hasta el día de hoy. Muchas veces me escriben mujeres: “Me encantás, yo podría ser tu asesora de imagen, y te alargaría un poco la pollera”. Yo entro al galpón a la noche, está lleno de chicos de barrios humildes, que quizás les chiflan a las 500 mujeres que se cruzan, yo me les paro con una minifalda, y a mí me respetan. Porque el respeto se gana desde otro lado, pero también porque trabajo a la par de ellos, saben cómo soy y de dónde vengo.

-Hoy, entre sus empresas tiene 600 empleados, y el 50% son mujeres. No parece casual, sino la búsqueda de una igualdad de género. Y ha tomado mujeres en edad en la que es difícil conseguir empleo. ¿Cuánto le costó esto?

-He intentado darles oportunidades a mujeres mayores, a mujeres jóvenes, a mujeres sin preparación. Le he dado oportunidades a mujeres que tienen la necesidad de independizarse económicamente. Ese ha sido el foco que le he pedido a Recursos Humanos. Internamente me costó mucho porque es un rubro masculino, entonces no entienden que una mujer maneje un camión. Si la mujer choca el camión: “Virginia, sacala. Todo bien lo que hacés por la igualdad, pero mirá: rompió el camión”… cuando todos los días un hombre rompe un camión. Esa mirada me ha costado trasladarla, pero es un trabajo que no es de la noche a la mañana que se hace. A la mujer hay que darle la preparación arriba del camión, pero se puede… La mujer puede todo.

-¿Se considera feminista?

-No, para nada. No creo en el feminismo, yo creo en la igualdad.

-Eso es, precisamente, el feminismo: la búsqueda por la igualdad…

-Para mí, si me preguntás qué es feminismo, es mirar a la mujer desde un lado distinto. No es verla igual al hombre. Para mí, la igualdad de condiciones, de cuidados, de espacios, de todo es que los dos (géneros) tengamos los mismos roles.

-Insisto: las feministas le dirán que eso es el feminismo.

-Yo no lo veo así. No quiero ir en contra de las feministas, pero siento que cuando hablan de feminismo hablan de un solo lado; y cuando hablamos de igualdad, siento que hablamos de los dos (géneros). Así lo siento yo. Yo no voy en contra del hombre por empoderar a la mujer. Yo voy con que la mujer crea que realmente tiene la capacidad, porque a veces no es el hombre el que no la deja, sino la mujer que cree que ella no puede. Hay mujeres que creen que tienen un rol, y de eso rol no pueden salir. Y también dejar que el hombre ejerza roles que siempre fueron nuestros.

-En Uruguay mantuvo reuniones con el presidente Lacalle Pou y con Luis Alberto Heber cuando era ministro de Transporte, en Argentina se reunió con el presidente Alberto Fernández y el titular del sindicato de camioneros Hugo Moyano, para llevar adelante un plan que permita favorecer el intercambio comercial entre Uruguay, Argentina y Brasil, cuando todavía estaba más que vigente la pandemia. Hablo del buque que opera entre Argentina y Uruguay desde el puerto de Juan Lacaze hacia el puerto de Buenos Aires, y su intención de abaratar costos. Cuénteme más.

-El proyecto consiste en generar esa matrícula Mercosur que permita que el camión sea un contenedor con mercadería. A nosotros, con un camión uruguayo no lo puede manejar un argentino. Es importante que esa matrícula permita que vos subas al semirremolque arriba del barco, y cuando llegue a la Argentina lo tome un tractor argentino y lo lleve a su destino. Y ahí lo esté esperando otro contenedor, otro semirremolque, para subir de vuelta al barco. Ahí ganaríamos días, ganaríamos tiempo y eficiencia…

En pandemia era mucho mejor porque tenías 100 dólares de costo sólo de hisopados en frontera, sumándoselo al costo del transporte, y esto hacía que no hubiera traslado de personas de país a país, entonces se protegía la burbuja de cada país. Pero fuera de la pandemia, es un tema de costos. Mi interés es que se amplíe el comercio a empresas que hoy no les da para importar o exportar sus productos.

-Pero esta idea todavía no se ha cristalizado, no ha sido aprobada. 

-Sí, pero yo voy a seguir intentando. Las empresas tienen que entender que no les vamos a competir. Lo digo porque esto generó ruidos en los sindicatos, en la Federación de Transporte. Esto es algo positivo que va a generar más trabajo, que inclusive iba a rescatar una ciudad como Juan Lacaze, que hoy está muerta, con un puerto que está muerto y deseoso de que esto empiece a operar, y en un país que cada vez está fuera de competencia con una Argentina devaluada, con un Brasil devaluado, donde cada vez nosotros perdemos más mercado.

Esto todavía no está firmado. Arrancó el barco, pero no se firmó el decreto, no empezó a funcionar la matrícula Mercosur. O sea que esto, todavía, seguirá su proceso.

"La gente era resistente a los cambios porque 'toda la vida se hizo así'. Y hoy es: ¿por qué no? Probemos, y si nos va mal, volvemos a cómo lo hacíamos antes. Hoy mis empleados prueban: ensayo y error. Y a veces logramos mejor eficiencia"

-La escuché hablar de un cambio de mentalidad, de que se necesita un cambio cultural. ¿Cuál sería ese cambio para que Uruguay sea más competitivo?

-Nosotros estamos cambiando, internamente, desde la obligación de las ocho horas de trabajo. Vamos por la flexibilidad, y respetar la vida de nuestros empleados. Entendemos que eso nos devuelve un empleado con más optimismo, con más ganas de generar ideas. La pandemia nos ayudó con el teletrabajo, nos ayudó a respetar los espacios, y ver que igual las cosas salen. Ese fue el cambio de mentalidad que hicimos. O sea, si una madre un día tiene que ir al médico, no pasa nada. Vimos que darles tiempo libre a los empleados era bueno para la empresa. Hoy la gente viene con otras ganas, y siempre unirnos como equipo: vamos para el mismo lado.

-En nota con la diaria dijo: "Tenemos la cultura de trabajar muchas horas y de controlar lo que hace el personal, eso lo tenemos que cambiar". ¿Por qué?

-Porque creo que el personal no se tiene que controlar. Aquello de las pirámides con el líder y jerarca desde la punta vertical de la pirámide no existe más. Creo que se tienen que potenciar equipos, y desde ahí salen mucho mejores ideas para progresar. Yo soy de escuchar a todos, y después me escuchan cuando propongo algo. La gente era resistente a los cambios porque “toda la vida se hizo así”. Y hoy es: ¿por qué no? Probemos, y si nos va mal, volvemos a cómo lo hacíamos antes. Hoy mis empleados prueban: ensayo y error. Y a veces logramos mejor eficiencia, lo transformamos.

-Como empresaria, ¿cómo le fue en la pandemia?

-Muy bien. En el rubro del correo me fue espectacular, porque todo pasó a entregarse a nivel de ventas online, entonces pasamos de perder plata a ganar plata. Hace unos años los uruguayos no tenían incorporado eso de comprar algo por internet, y hoy sí.

-Tiene tres hijos: Franco de 20 años, Camila de 18 y Emilia de 11. ¿Cuál es la mayor enseñanza que le quiere dejar a sus hijos?

-La mayor enseñanza que les doy en la constancia, y que nunca se dan por vencidos. (Decirles que) el éxito es un camino, el éxito no llega de la noche a la mañana como la juventud pretende, o como hoy se quiere vivir: donde todo es “lo quiero ya”. Todo lleva su tiempo. Mi hijo me dice: “Vos no estudiaste y mirá todo lo que tenés”. Yo no estudié, pero mirá todo lo que pasé para llegar… Y si vos tenés la tenacidad que tuve yo y tenés una preparación que yo no tuve, tu éxito será aún mayor.

Y después, que lo que hagan, lo hagan con felicidad. La felicidad es la clave del éxito, vos tenés que ir feliz a hacer lo que hacés, y que el trabajo no sea un peso, como lo es para la mayoría de los uruguayos. Cuando hacés las cosas con amor, pasión, y te permiten desarrollarte, conseguís eso de estar feliz e irte a tu casa feliz.

-¿Es feliz?

-Ahora soy feliz, estoy empezando a ser feliz. Antes sobreviví.

Por César Bianchi