SpaceX se encamina a una jugada que podría sacudir a toda la industria aeroespacial y de defensa de Estados Unidos. La empresa fundada por Elon Musk evalúa salir a bolsa, es decir, permitir que cualquier persona o fondo pueda comprar una parte de la compañía a través de los mercados financieros, con una valuación que ya supera —o incluso duplica— a la de los mayores contratistas militares del país.

Ese proceso se conoce como IPO (Initial Public Offering u oferta pública inicial). En términos simples, significa que una empresa privada empieza a cotizar en bolsa y vende acciones por primera vez, dejando de pertenecer solo a sus dueños e inversores iniciales. A partir de ese momento, su valor queda determinado por el mercado.

Las estimaciones actuales ubican la valuación de SpaceX en torno a US$ 800.000 millones, aunque algunos reportes la elevan hasta US$ 1,5 billones. Para ponerlo en contexto, el valor conjunto de RTX, Boeing, Lockheed Martin, General Dynamics, Northrop Grumman y L3Harris ronda los US$ 709.000 millones, un bloque que durante décadas dominó sin discusión el sector.

El interés del mercado responde a un modelo muy distinto al tradicional. Mientras los contratistas históricos dependen en gran medida de contratos estatales y arrastran problemas de costos y demoras, SpaceX combina lanzamientos espaciales con ingresos comerciales sostenidos.

Por un lado está Starlink, la red de satélites de internet que opera a escala global. Por otro, Starship, el sistema de lanzamiento pesado que apunta a reducir drásticamente el costo de acceso al espacio. Para los inversores, esa combinación le da a la empresa una ventaja estratégica difícil de replicar.

Si la salida a bolsa se concreta, SpaceX no solo marcaría un récord financiero, sino que también consolidaría un cambio profundo en el liderazgo de una industria históricamente dominada por el complejo militar-industrial estadounidense.