Por Julián Moreno
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Era domingo por la tarde. Mientras Darío Ubriaco pitaba el final de un nuevo clásico del fútbol uruguayo, con empate 1-1 entre Peñarol y Nacional en el Estadio Centenario, a solo metros de distancia, una historia con varios reveses comenzaba. Ese 17 de mayo de 2015 una ginecóloga y obstetra, muy querida por sus pacientes, desaparecía en uno de los casos criminales más resonantes del siglo en el país.
La profesional había viajado hasta Florida a visitar a su madre, quien padecía una enfermedad terminal. No lo sabía, pero el regreso a su casa de esa simple visita a Milvana Salomone le llevó 30 días y, en el medio, la muerte de su mamá.
“En esas épocas, existían en la región, principalmente en Argentina, secuestros exprés”, recuerda el abogado Jorge Barrera, el encargado de representar a la familia de Salomone en la causa. Sin embargo, Uruguay era, hasta ese momento, la excepción a la regla y esa tendencia no había cruzado el charco. “El resultado exitoso desalentó la práctica de esa modalidad delictiva”, recuerda Barrera en diálogo con Montevideo Portal.
Milvana viajaba en su camioneta marca KIA camino a su casa. Una detención en una estación de servicio permitió ver su rostro por última vez a través de las cámaras de seguridad. Allí cargó combustible y compró algunos artículos esenciales en la tienda de la gasolinera.
Horas después, esa camioneta blanca fue hallada incendiada en el barrio de Sayago y, con ella, comenzó la investigación y la búsqueda de Salomone, que culminó el martes 16 de junio de ese mismo año.
Barrera, que por ese entonces venía de ser el abogado de la familia de Lola Chomnalez, sostiene que el Estado “no solamente realizó una excelente labor profesional, sino de contención humana”. “Me acuerdo de reuniones de trabajo que eran hasta altísimas horas de la noche”, afirma.
Las pocas, y en un comienzo nulas, noticias de Milvana hicieron que el entorno de la doctora acudiera al vidente Marcelo Aquistapace en busca de alguna respuesta.
Aquistapace les narró y luego dibujó el lugar en el que, según visualizaba, se podía encontrar. “El esposo de Milvana me dio el nombre completo, la fecha de nacimiento, una fotografía y su agenda”, rememora el hombre.
Aquistapace recuerda, en conversación con Montevideo Portal, sus visiones, que al final coincidieron con la realidad. “Yo lo que veía era que estaba en un lugar como bajo tierra, un lugar que estaba destruido, en el que había bloques, humedad, basura. Se escuchaba el agua correr. Arriba veía como una luz constante, escuchaba el sonido de la corriente pasar. Era como el sonido de un cable de alta tensión”, describe.
Esas visiones no eran del todo alentadoras. “El lugar que visualizaba no era compatible ni coherente con la vida. Trataba de posicionarme y veía lo mismo. Cuando pasa eso habitualmente está condicionado con el fallecimiento”, recuerda.

Dibujo de Marcelo Aquistapace. Foto: Archivo
Ocho días después del secuestro, se divulgó el video de la cámara de seguridad de la estación de servicio, en la que se detuvo la médica cuando volvía a la capital. Allí, se hizo público que había un segundo vehículo que le hizo cambio de luces y siguió al auto de Milvana.
En paralelo, el Ministerio del Interior, el servicio de inteligencia del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), y las partes asociadas, trabajaban intensamente detrás de algunas hipótesis.
“Hubo un compromiso muy bueno de los operadores, y también de la prensa, porque todos éramos conscientes de que la más mínima filtración podía ocasionar la muerte de Milvana”, remarca Barrera.
El director nacional de Policía, Julio Guarteche —fallecido en 2016—, y el entonces jefe de Policía de Montevideo, Mario Layera —hoy director de la Secretaría de Inteligencia—, fueron los encargados de encabezar la investigación, comandados por el subsecretario del Interior, Jorge Vázquez, quien califica el caso como “sumamente complejo”.
“Guarteche fue un genio desde el punto de vista humano y profesional. Él había manifestado la preocupación de que esto pudiera ser el comienzo de una modalidad delictiva en cadena”, remarca Barrera.
Lejos de los ruidos, la luz natural y la civilización, Salomone pasó sus días leyendo libros en un pozo de 1,70 metros de profundidad en el barrio Peñarol, con pésimas condiciones sanitarias.
Ese lugar se convirtió en su casa durante prácticamente un mes. En paralelo se daban negociaciones entre los captores y la Policía. En ese contexto la doctora escribía cartas que eran enviadas por los delincuentes a su familia para demostrar que no la habían matado.
Barrera sostiene que “una de las cartas que nos hacía dar cuenta de que estaba viva tenía relación con el fútbol. Ella se refería a un acontecimiento futbolístico que se había desarrollado el día anterior, con lo cual era una prueba de vida. Eso habla de la inteligencia y el talento de Milvana”.
Esas cartas también incluían negociaciones económicas para que Salomone pudiera volver a su casa. El pedido inicial de los captores era US$ 500.000, suma que luego se redujo a US$ 300.000.
Milvana cumplió 48 años el 6 de junio, tras 20 días de vivir en un pozo.
Poco después, Radio Sarandí difundió que la doctora se encontraba viva en un hospital y que la habían encontrado en Paraguay. Todo esto fue desmentido por la familia Salomone.
Este hecho, aunque extraño, no logró entorpecer la investigación. En palabras de Barrera: “Teníamos plena confianza en nuestro trabajo, estaba muy bien monitoreado”.
Lo que sí hizo fue impulsar a Vázquez a confirmar públicamente que se manejaba la hipótesis de un secuestro.
La búsqueda siguió. Mientras tanto, la Policía recibió una nueva llamada con instrucciones para entregar el rescate de US$ 300.000 en el Molino de Pérez, en el barrio de Punta Gorda. El dinero fue entregado en un bolso y recogido por los secuestradores en una moto.
De esa manera, la doctora fue liberada en la madrugada del 16 de junio, en una cuneta de la Ruta 32, en Canelón Chico.
Los captores le pidieron que contara hasta 500 antes de abrir los ojos. En ese momento, Milvana se dirigió a una casa de la zona. Allí fue asistida por una pareja mayor, que le brindó la contención para que Milvana volviera a su casa.
Pocos días después, en conferencia de prensa, el jefe de Policía de Montevideo, Mario Layera, indicó que, tras un tiroteo y varios allanamientos, se logró la detención de 13 personas por el secuestro de la médica Milvana Salomone. Según indicó, son 12 mayores de edad, 10 hombres y 2 mujeres. Además, mencionó que hubo un menor de edad involucrado. De todas maneras, la Justicia uruguaya resolvió el procesamiento con prisión de cinco de ellos.
Gustavo Lepere, una de las cabecillas del crimen, fue captado en un allanamiento. Por su parte, Pedro Leone se fugó en medio de un tiroteo. El dinero fue encontrado prácticamente en su totalidad y fue devuelto, a excepción de una parte que fue retenida por el Banco República.
Días después, Leone fue detenido en un bar en el barrio de Carrasco, y tras cumplir su condena, fue extraditado a Italia por crímenes cometidos en ese país.
Fue un agónico retorno de prácticamente un mes, que tuvo un final, si se quiere, feliz.
Por Julián Moreno
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