Seré curioso

Renunciar para volver a elegir

Salvador Banchero: "Hicimos 'Justicia Infinita' para sensibilidades, no para un tipo de personas"

Se va del programa que fundó y hoy es ícono de la radio para volver a España, la tierra de su niñez. Cada tanto necesita cortar, para volver a empezar.

02.01.2018

Lectura: 20'

2018-01-02T09:21:00-03:00
Compartir en

Por César Bianchi
@Chechobianchi

Fotos: Joaquín Fernández/Montevideo Portal

                 Salvador Banchero cuestiona y se cuestiona todo, o casi. Aunque las mediciones radiales siempre trataron con benevolencia a su programa, Justicia Infinita, se permite dudar de ellas. Cuestiona a los que lo califican de humorista, su participación en el documental "Tus padres volverán", el supuesto fracaso de Los Informantes, la inicial categoría "de culto" que le pusieron a Justicia, entre otras cosas. Esa incomodidad constante lo empujó a pensar fuera de la caja, y tal vez por eso, se cuestionó su propio status quo. Y decidió probarse fuera de la radio (su lugar hace ya casi 18 años), de Montevideo, de la rutina de estar en los estudios de Océano FM cada mediodía.

                Por eso hace un par de semanas anunció su alejamiento del programa que conduce con su amigo de la infancia, para regresar a Madrid y compartir tiempo con su hermano de sangre. Un agua sin gas y un par de cigarros en el bar Las Flores una tarde calurosa de fines de diciembre sirvieron de excusa para hablar del simbólico "viaje de los niños" que lo trajo en un desexilio festejado que, en realidad, fue para visitar a su abuela, de la militancia y su interés por la política, su obsesión por la radio, el humor como herramienta,  Justicia Infinita (claro) y la cama que lo esperará en Carmelo, en uno o dos años. 

-¿Por qué te vas de Justicia Infinita y de Océano FM?

-Por lo que dije en mi despedida en redes sociales. Hay gente que puede estar eternamente en los medios, otros no aguantan la toma mucho tiempo y yo estoy como en el medio: cada tanto necesito un descansito, parar un poco. Ya hacía como un año y poco que quería parar, pero este fue un año movido para la radio por los cambios que se dieron y me parecía que hubiera sido un penal haberme ido ahí porque nosotros y Abrepalabra éramos los históricos que nos quedábamos. Y estuvo buenísimo, fue terrible año. Y bueno, ahora me voy dos o tres meses a Carmelo, donde están mis padres, y después sí -tipo abril- me iré a Madrid. No tengo mucho plan. No me voy con trabajo y no tengo claro si voy a trabajar allá. Voy a hacer algunas cosas, leer y aprender algunas cosas, quizás estudiar algo más formal, pero no tengo nada definido. Parte de esto tiene que ver con un parate de lo que venía haciendo, y si voy a seguir haciéndolo, quiero elegirlo, porque ya era como por inercia...

-Estabas en la tan de moda zona de confort...

-Sí, aunque no sé si esa es la definición.

-Me refiero a que es como aprender a manejar: al principio cuesta aceitar los movimientos, y aprenderlos, pero después lo hacés sin pensar.

-Es una buena analogía, porque no estás pensando mucho en lo que hacés, y eso me da un poco de chucho. Por eso pensé: "si voy a seguir haciendo esto, quiero elegirlo".  Pero no es sólo eso, también es una necesidad de pasar un tiempo en Madrid, más allá de los días que tengo de vacaciones, porque es un lugar bastante importante en mi historia personal, y quiero vivir un tiempo allá. Para eso, necesitaba cortar con la radio. En la balanza siempre pesó más quedarme acá y no cortar, ahora me pasó al revés.

-Hoy, cuando hacemos esta entrevista en el bar Las Flores, es 26 de diciembre. ¿Qué recordás del 26 de diciembre de 1983?

-¿El viaje de los niños decís? No tenía claro que fue un 26 de diciembre, qué increíble...

-Expliquemos que naciste en Buenos Aires en 1976 -hijo de padre uruguayo y madre argentina- y cinco años después tu familia, contigo, se exilió en Madrid. Pero ese día fuiste protagonista del vuelo de 154 niños hijos de exiliados volvieron al país en un desexilio muy festejado, con una caravana multitudinaria. Tenías 7 años. ¿Qué recordás de esa experiencia, que supongo marcó tu vida?

-Lo recuerdo bastante porque llamó mucho la atención. Me importaba mucho entender eso. Sí, era una sorpresa tanta gente esperándonos, la caravana, pero entendía el contexto, que estábamos a las puertas de una apertura democrática. Pero yo no he hablado con muchos de los niños que viajaron. Sí me dí cuenta que mi caso era distinto al de muchos, porque yo "vine de vacaciones". Yo no tenía ningún familiar preso, venía a ver a mi abuela, y apenas toqué Montevideo, me fui a Carmelo. Por eso te digo, tengo el recuerdo que se tiene de venir de vacaciones. La realidad de otros niños fue completamente diferente a la mía. Había niños que venían a visitar a sus padres o a conocer a sus padres presos. Mis padres vivían en España, el exiliado era mi viejo. Era un joven de la UCJ (NdeR: Unión de la Juventud Comunista) en aquel momento, supongo que se fue a Buenos Aires con 18 o 19 años, de ahí se fue con un carné de refugiado de Acnur.

"No me voy con trabajo y no tengo claro si voy a trabajar allá. Voy a leer y aprender algunas cosas, quizás estudiar algo formal. Esto es un parate con lo que venía haciendo, porque si voy a seguir haciéndolo, quiero elegirlo".

-¿Y vos heredaste algo de militancia política?

-No tengo ningún vínculo con ningún sector, nunca tuve.

-¿Sos apolítico?

-Nunca me interesó la política partidaria, y dudo que me interese a esta altura de mi vida. Me interesa más la problemática del ser humano como ser político, que la política en sí. Me interesa más eso. Esa problemática la podés encontrar de los griegos para acá, y seguimos ensayando, no creo que hayamos llegado a muchos lugares.

-El documental "Tus padres volverán" cuenta la historia personal de seis de los 154 niños, entre ellos la tuya que hicieron ese "viaje de los niños"...

-Para empezar te quiero decir que no tuve nada que ver con la idea de la película. De hecho, pensé que me invitaban a otra cosa: a recordar ese viaje, pero es una serie de relatos de vida y, como te dije, yo sólo puedo recordar el viaje, pero mi historia de vida no me resulta interesante contársela a nadie y menos en cámaras. Vi la película una vez, mucho después que salió y me dio la sensación que lo mío no encajaba. Sí recuerdo que en ese vuelo había, casualmente, dos compañeros del colegio al que yo iba.

-Ahora, de los seis que hablan en la película, sólo dos se quedaron en Uruguay (vos y Fernando de Meersman), los demás volvieron a radicarse en el exterior: en España, Italia, Bélgica y Dinamarca. ¿Esto es representativo del total de niños? ¿La enorme mayoría se volvió a ir?

-No tengo ni idea. En mi caso, vine por 20 días a ver a mi abuela y me volví a España por dos años más. Recién volvimos a quedarnos en Uruguay a mediados del 85, cuando el regreso a la democracia. Por eso te digo que fueron unas vacaciones. Fue un viaje simbólico, porque la enorme mayoría se volvió a Europa.

-Gonzalo Cammarota fue tu primer amigo en Uruguay, amigo que hiciste en la escuela y en tu despedida dijiste que dejás a un hermano del alma, por irte a ver a tu hermano de sangre. Esa simbiosis entre ustedes, ¿es la esencia de Justicia Infinita?

-No tengo dudas. De hecho, mi propia historia de vida está moldeada por mi amistad con Gonza y la suya también, por lo tanto el programa no puede escapar a eso. Nos conocemos desde muy chicos, atravesamos la niñez, la adolescencia, la juventud, la adultez, ahora él tiene una hija, imaginate... Incluso, cuando comenzó Justicia, yo ya era muy amigo de Carlos Tanco, y los presenté. Eso fue por allá por 1999 y un par de años después arrancó Justicia.  

-¿Cómo es eso de que hasta los 23 años no sabías qué hacer con tu vida?

-Yo hice el preparatorio científico, porque creí que iba a hacer Ingeniería. Cuando estaba en sexto vi que no me interesaba nada la ingeniería y no estaba dispuesto a ir hacia atrás para hacer el preparatorio. Terminé y tenía tal lío en la cabeza, que tres días después me anoté en Bellas Artes. Y ahí duré dos días, exactamente. Después de eso, me puse a trabajar con mi padre en una imprenta, alguna cosa de diseño, de oficina, sobreviviendo, pero no tenía ni una pista de qué quería hacer. Fueron cuatro o cinco años, hasta que un día me di cuenta que tenía un consumo casi obsesivo  de radio (escuchaba entre 12 y 15 horas de radio) y lo tenía frente a mí: ¡Era eso! Por esas épocas se afianzó mi vínculo con Carlos (Tanco), que era amigo de mi hermano. Un día nos pusimos a charlar y vimos que nos gustaban las mismas cosas y teníamos las mismas intenciones... y empezamos a hablar de un proyecto radial, muy lúdicamente. Un día nos dimos cuenta que teníamos que ser tres. Fuimos a buscar a Marcos Morón, y estaba ocupado -siempre decimos que es nuestro Pete Best (NdeR: baterista de The Silver Beatles, banda que precedió a The Beatles)- , entonces ahí  le propuse a Carlos el nombre de un amigo, que creía que era bueno. Ahí apareció Gonza en escena, que estaba terminando su carrera de Psicología. Fuimos a un cumpleaños y de lejos Carlos me miraba y me decía "ya está, es éste".

"Recuerdo bastante 'el viaje de los niños' porque me llamó mucho la atención. Sí, era una sorpresa tanta gente esperándonos, pero entendía el contexto, que estábamos a las puertas de la democracia. Mi caso era distinto al de muchos".

-En diciembre de 2010 en una nota de Montevideo Portal definían a Justicia como "un programa de culto que terminó siendo masivo, pero no dejó de ser de culto". ¿Coincidís?

-Siento que el programa ha sido tantas cosas en todo el trayecto... Quizás esa definición sirva para algún momento, pero hoy no lo siento así. Decir que cuando nació era "de culto" tiene que ver con el alcance que tenía el programa, cualquier programa que lo escuchan 3 o 4 es de culto. No necesariamente ser "de culto" es un valor per se. Puede ser un desastre y ser de culto. Hoy me daría vergüenza escuchar aquellos primeros programas, pero creo que en aquel momento estaban bien y nosotros fuimos hijos de un contexto, que en realidad lo que pasó no fue desde nosotros hacia la gente que nos escuchaba, sino a la inversa. Nosotros éramos un eco de eso que pasaba. Nosotros respondíamos a una forma de salir en el programa que tenía que ver con la gente que nos escuchaba, que nosotros salíamos de ese lugar. Por eso había una identificación inmediata, tipo: "Estos podríamos habido ser nosotros". Y está bien eso. Éramos como el eco o el reflejo de un montón de grupos así.

-Seguro que la han estudiado: ¿cómo es la audiencia de Justicia Infinita? ¿Cuál es el perfil de quién los escucha?

-Hay mediciones, yo honestamente tengo mis reparos en la forma de cuantificar eso. Discrepo con la metodología. Pero mirá que no hablo desde el rencor, porque estuvimos más de 10 años liderando la franja y siempre nos dio bien. Es un insumo que se utiliza para cuantificar y desde ahí extraer conclusiones cualitativas, y también tengo reparos. Lo que dicen los números es que nos escuchan 50% de hombres y 50% de mujeres, y -lo que me acuerdo que escuché en la radio, por los últimos 4 o 5 años- tenemos como todo muy en la mitad: 50% de 25 a 35 años, 50% de 35 a 45, 50% de ABC1 y otro 50% de otro nivel socioeconómico. A mí, como insumo, nunca me sirvió de nada. 

-Pero vos decías que, cuando arrancaron, eran representativos de la gente que los escuchaba, como que podía ser cualquiera de ellos haciendo el programa...

-Sí, pero no siento que tenga que ver con una cuantificación, con lo cuantitativo. Ponele que nos escuchaban, supuestamente, universitarios de Carrasco, y yo me acuerdo que un día vi un tipo con una remera del programa revisando un contenedor. Entonces, yo que sé... No tengo la garantía de que el muchacho de Carrasco que contestó en la encuesta, realmente nos era fiel (o lo dijo para quedar bien en su grupo de amigos), ni que nos escuchara el hurgador que tenía nuestra remera. Creo que nosotros hicimos el programa para sensibilidades, más que para un tipo de personas. Y esas sensibilidades atraviesan todos los disfraces posibles de la gente, digamos... Ahora, cómo son esas sensibilidades, no sé... si todos los cantantes supieran cómo hacer un hit, serían todos hits. Pero nosotros cometimos un montón de errores.

-Hablemos de los errores: ¿Les trajo muchos problemas ser transgresores? Estoy pensando en el fuerte cruce con Claudia Fernández, la pelea con Petinatti y otras más...

-No nos trajeron muchos problemas, más allá de esos episodios puntuales que quedaron como anécdotas.

-Pero aprendieron alguna lección, supongo...

-Sí, de cada episodio sacamos lecciones. Más allá del aprendizaje, que es evidente, también hubo un crecimiento en las personas, una madurez. No quiero decir con esto que ahora seamos mejores, pero sí que hay un proceso de evolución natural, que tenemos todos. Si empezás a enumerarme los episodios, seguramente el 100% de los casos te conteste: "No debimos haberlo dicho, nos equivocamos", pero es que es imposible opinar desde este contexto. Habría que opinar desde aquel contexto. Lo cual no quiere decir que si me ubicaras tal como soy hoy en aquel momento, hace 10 o 15 años atrás, haría las cosas diferente. Pero si le ponés ese ejercicio a los demás con sus quehaceres, te dirán lo mismo.

-Sobre 2007 cuando el programa terminó -aunque un año después volverían, y a la misma radio- decidieron llevar al papel la historia y las anécdotas del programa, en un libro que escribiste vos. ¿Por qué?

-Habíamos cortado Justicia y surgió la intención de hacer un libro, que fue como una mezcla de cosas que nos pedía el público y la editorial. Y en un momento nos dimos cuenta que nos habíamos formado bastante con algunos libros que contaban la experiencia de otras personas, de lo que fuese, y nos habría ayudado a prepararnos el camino. Nos pareció, entonces, que podía ser un buen gesto -a 10 años del programa- de llevarlo al papel para otra gente que quizás tuviera el impulso de querer hacer cosas y les podía llegar a servir lo que nos había pasado a nosotros. Además, coincidía con el fin del programa. Pero después el programa volvió...

"Mi historia de vida está moldeada por mi amistad con Gonza (Cammarota), por lo tanto el programa no puede escapar a eso. Nos conocemos desde muy chicos... Cuando comenzó Justicia, yo ya era muy amigo de Carlos Tanco, y los presenté".

-¿Y por qué decidieron terminar en 2007?

-Fue un impulso mío. Yo sentía que el programa se había vuelto una criatura que nos manejaba a nosotros, y no al revés. Nos empezamos a encontrar con situaciones más repetidas que lo saludable del tipo: "Qué bueno sería hacer tal cosa... Pah, pero no entra mucho en la lógica de Justicia". Entonces, cuando eso se repitió dos o tres veces, yo dije: "No hicimos esto para que el programa nos maneje, sino para que nosotros manejemos el programa". Se lo planteé a Gonza, le dije que necesitaba cortar, y él, con una generosidad enorme, aceptó cortarlo. Los dos tuvimos una experiencia propia de un año y poco...

-¿Y por qué volvieron con Justicia?

-Bueno, porque un día él estaba armando su equipo para su programa en la mañana (A levantarse se llamaba) y yo estaba con Vulgaria, y alguno iba a tener problema con los horarios, y un día Gonza me dice: "¿Sabés qué pasa? Que pienso gente para sumar y todos los que se me ocurren son los que estaban en Justicia. Y yo lo que quiero es hacer Justicia". Y yo sentí que él había sido tan generoso en cortar cuando yo quise, que le dije: "Dale, volvamos" y seguimos casi nueve años más.

-Vos mismo reconociste que la postura de criticar a Petinatti no fue antojadiza: fue planificada, fue una decisión a conciencia la de tirarle piedras a Petinatti para posicionarse. ¿Por qué?

-Fue un llamado de atención, de chiquilines, tipo: "mirá la gracia que hago". Era eso. Y después dejó de ser necesario, porque ya habíamos logrado esa atención. (Pablo) Lecueder lo contó los otros días al aire: un día le llegó un cassette de nosotros dónde le pegábamos a Petinatti, parece que le empezó a divertir. Y nosotros dejamos en la 91.9 sin tener otra cosa, lo dejamos sin red, y empezamos a recibir llamados con ofrecimientos, por lo que entendimos que nos estaban escuchando. Y en una de esas oportunidades, Gonza estaba haciendo un móvil sobre los premios Graffitti y se fue hasta Océano a entrevistar a María Noel Marrone, y bajó Lecueder y le dijo: "A ver cuándo nos juntamos a hablar de radio". Y dos días después lo llamamos y le dijimos que estábamos re dispuestos. Allá fuimos, conversamos y le gustaba tenernos adentro de la radio.

-A veces te definen como humorista. Pero yo no te defino así.

-No, no, yo creo que he hecho cosas que han tenido un diálogo con lo humorístico, pero nada más que eso. He hecho libretos con alguna pretensión humorística, como muchos de los de Justicia Infinita. Pero eso no me hace un humorista.

-¿El humor tiene límites o todo vale? Porque a veces parece que rige lo políticamente correcto: se lo criticó duramente a Cucuzú por un personaje donde hacía de gay, o a Charly Álvarez por reírse de la foto de Mercedes Menafra a las risas y sacando la cabeza afuera del auto tras el velorio de Jorge Batlle...

-Es difícil llegar a algún puerto con eso, tiene muchos matices, me cuesta creer que hay una verdad. Es cierto que manda lo políticamente correcto, pero son gestos culturales que tienen que ver con contextos dinámicos, y que están, no se pueden ignorar. Eso no quiere decir que uno le rinda pleitesía a esos gestos culturales, pero están ahí, del mismo modo que no se puede leer un hecho del pasado con la lógica del contexto actual. Quizás, en algún momento, vivamos este tiempo, con estos paradigmas aceptados, como algo raro o ridículo. Con el tiempo lo sabremos. Pero los límites los determina el receptor, y es inevitable que rompas esos límites si querés hacer humor. Después hay que ver qué toleran los receptores. Hay algo esencial en el humor: que tiene un concepto de agresión. Te pongo un ejemplo, bien gráfico: yo estaba en una playa con mi hermano y Carlitos (Tanco) y una ola me arrastró sobre unas rocas, en Punta Colorada, y mientras yo iba siendo arrastrado por las olas, pensaba que me iba a morir y me iba a partir la cabeza contra las rocas. Cuando me desperté, yo estaba todo roto y temblaba, y le hacía gestos a ellos ¡y no podían parar de reírse! Entonces, la subjetividad es todo en el humor. Ofende sí.

-"Los Informantes", en Monte Carlo TV, era un programa de humor que fue levantado después de dos temporadas. Fue tu primera experiencia en TV. ¿No se entendió la propuesta? ¿O por qué no funcionó?

-No creo que no haya funcionado. Y el hecho de que no funcionara, eventualmente, es responsabilidad del emisor: si esa gracia no hace reír, el problema es de los que quisieron hacer reír y no lo lograron. Nosotros hicimos lo que queríamos, con lo que teníamos. Pero dentro de lo que pudimos, siento que había poca gente del otro lado. Pero la que había me parecía suficiente. En la segunda temporada medíamos entre cinco y seis puntos, que en ese momento se veía como un fracaso y hoy nos pondrían una alfombra roja. Para nosotros era un montón. No lo veo como un fracaso, para nada.

"Si me enumerás los episodios, seguramente el 100% de los casos te conteste: "No debimos haberlo dicho, nos equivocamos", pero es imposible opinar desde este contexto. Habría que opinar desde aquel contexto".

-Durante tu juventud llegabas a escuchar hasta 12 horas de radio al día. ¿Hoy escuchás la radio? ¿Radios de acá o del exterior por TuneIn?

-Escucho mucha menos radio que antes, escucho mucha radio de acá y también radio española, me gusta esa escuela. Y más AM que FM. Cada tanto escucho alguna radio argentina, pero la escuché tanto de joven, que siento que le conozco los hilos. Pero sigo aprendiendo. Y de acá escucho de todo, pero realmente de todo.

-¿Qué medios consumís hoy y en qué dispositivos?

-Mis hábitos de consumo son, fundamentalmente, por internet, veo mucho audiovisual en todas las plataformas, no sólo Netflix. Youtube está lleno de cosas increíbles. Leo menos de lo que me gustaría, pero leo bastante. Leería un libro por día, pero es imposible (hasta que no nos paguen por leer). Y hace cuatro años me compré un kindle y me cambió pila la forma de consumir libros. Todavía leo libros físicos, pero leo mucho más en kindle.  Y miro mucho fútbol. Soy simpatizante de Peñarol, pero cada vez me interesa más el fútbol y cada vez menos las camisetas. Me gusta ver equipos, lo que hacen en un año, y con equipos de acá y de afuera. Podría mirar fútbol todo el día, entonces los colores de las camisetas se me fueron desvaneciendo.

-¿Te vas a España por un tiempo ya determinado? ¿O  te vas a ver qué pasa y ante una frustración te espera una cama acá?

-No puedo quedarme sin hacer nada indefinidamente porque de algo tengo que vivir. No vengo de una familia de dinero. Supongo que si me va mal, mis padres me alojarían en Carmelo, ja. Hoy creo que va a ser una historia de un año (en España), capaz que me quedo algún año más, no sé, pero no me imagino radicándome allá. Siento que estoy muy ligado a este lugar.

-¿Qué vas a extrañar de Montevideo?

-Los vínculos, los amigos y eso... Capaz que ahora me descubro como un tipo que extraña mucho. Pero no mucho más, porque acá salgo muy poco, mis encuentros sociales son más en casas de amigos que en boliches, por lo que mi vida no va a ser muy diferente. Y no voy a tener la obligación de estar al mediodía en un lugar específico.

-¿Sos feliz?

-Supongo que es una construcción eso, pero sí... intento serlo. Por momentos me sale, por momentos no. Como lo entiendo yo tiene que ver con dialogar con los acontecimientos desde un lugar de cierta paz, de no turbarse demasiado con los acontecimientos, ya sean buenos o malos. Voy aprendiendo. Pero a veces la gente habla de felicidad, y en realidad está hablando de euforia, ¿no? Y eso es efímero, es como el pico de una ola. Se va.

Montevideo Portal | César Bianchi
Fotos: Joaquín Fernández