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Informes

La profundidad del campo

Redes de mujeres rurales, sobre por qué son necesarias

La definición de mujer rural es ambigua, pero hay redes de mujeres que trabajan para volverla independiente en su medio.

28.06.2022 12:07

Lectura: 14'

2022-06-28T12:07:00-03:00
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Por Elisa Juambeltz | @elijuambeltz

“No es fácil definir qué es ser una mujer rural. Te lo digo porque soy parte del grupo de referentes de mujeres rurales y nos cuesta llegar a una definición”, reconoce la maestra rural retirada Silvia Páez. A sus 74 años, sigue trabajando con mujeres del medio. “Para mí, una mujer rural es la que abraza el campo, con todo lo que eso significa”, asegura. 

Cuando Silvia se recibió de maestra, en la ciudad de Florida, eligió trabajar en escuelas rurales y de contexto crítico: “Me encanta la lucha y disfruto -hasta el día de hoy- de compartir y conocer personas a las que, de alguna forma, puedo ayudar”, cuenta. Siempre estuvo en contacto estrecho con las madres de sus estudiantes y formó grupos de trabajo que, para ella, aportaron mucho a mejorar las condiciones de estudio en las escuelas. 

“Siempre vi brechas entre los hombres y las mujeres en el medio rural” dice Silvia y, aunque reconoce un avance en este tema, para ella las diferencias persisten: “Hoy, muchas mujeres rurales dicen que los hombres las acompañan en las tareas familiares, pero por lo que he visto, esto se da muy esporádicamente”, reflexiona. 

“En el campo, muchas veces el tractor es del hombre, los animales son del hombre y el titular de casi todo también es el hombre”, dice Silvia, para explicar la situación de desamparo que viven muchas mujeres en el medio rural, a nivel económico. “Las trabas también aparecen en el ámbito institucional y es difícil para las mujeres hacer valer sus derechos”, agrega. 

En el año 1986, Silva Páez ingresó al grupo de mujeres del área rural lechera de Florida: “Entré por haber sido medianamente campera”, cuenta. La poca distancia entre los tambos del departamento facilitó la conexión entre las mujeres de la zona. A través de este grupo, se inició un fuerte trabajo en materia de políticas públicas vinculadas al acceso a la salud; un área con carencias en el medio rural.

En 1991, finalmente, se fundó la Red de Mujeres, una organización con alcance nacional. Las tamberas de San José fueron las primeras en trabajar de forma conjunta y, poco a poco, mujeres de distintas zonas rurales se adhirieron a esta iniciativa. Hoy, la red está formada por 21 grupos de mujeres y cuenta con un total de entre 240 y 250 integrantes. “Entendemos que los grupos son la mejor forma de avanzar, desde todo punto de vista”, asegura Páez.

Para Silvia, las redes de mujeres son fundamentales en la lucha contra las desigualdades. “Es muy claro el crecimiento que hemos logrado: muchas participantes que en los primeros talleres se escondían detrás de otras, hoy se sientan en las primeras filas, pasan al frente y son capaces de poner en palabras su situación, sus necesidades y sus reclamos”, cuenta.

Aunque el trabajo de tantos años ha dado frutos, Silvia Páez insiste en que es largo el camino que aún hay que recorrer. “Faltan muchos cambios. A modo de ejemplo, en la Sociedad Fomento Rural son muy pocas las mujeres que integran las directivas y lo mismo pasa en las empresas vinculadas al agro. Las mujeres tienen poca incidencia y una autonomía limitada”, indica. 

Mujeres pescadoras de la Laguna de Rocha - cedida a Montevideo Portal

Mujeres pescadoras de la Laguna de Rocha - cedida a Montevideo Portal

Tomar la iniciativa y trabajar por los derechos básicos de las mujeres

“Muchas veces, ser ‘mujer rural’ genera notoriedad, entonces, todas queremos ser mujeres rurales, pero no todas lo somos”, reflexiona Karina “Chabela” Blanc, productora rural del departamento de Paysandú, cuando explica qué es ser una mujer rural.

Toda su vida ha transcurrido en el campo y reconoce que tiene suerte porque es algo que le gusta y que disfruta. Casada con Álvaro -también productor rural- y madre de dos hijas que migraron a la ciudad, “Chabela” se reconoce feminista y no para de formarse en temas vinculados al desarrollo de las comunidades rurales. 

“Muchas veces, somos el producto de las políticas públicas que nos impactan”, dice. Sin embargo, Chabela ve con preocupación que en muchos casos las políticas públicas orientadas a mujeres rurales no las representan. “La mayor dificultad está en los escalones que hay entre las organizaciones de primer grado y los mandos más altos”, dice. 

Karina vive sobre la Ruta 26, donde se encuentran algunos de los pueblos más alejados de los centros urbanos de nuestro país. A pocos kilómetros de su casa está Pueblo Zeballos, una localidad que, hasta 2011, tenía menos de 100 habitantes. “Siempre vi que en Pueblo Zeballos, donde antes no había agua, quienes acarreaban el agua de un lado a otro eran las mujeres y los niños, nunca los hombres”, dice Chabela, que identificó el lugar como un buen espacio para trabajar con mujeres.

Después de haber participado de los talleres “Portafolio de activos” (proyecto de REPEM -Red de Educación Popular Entre Mujeres de Latinoamérica y el Caribe-, FAO -Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación- e INUMJERES -Instituto Nacional de las Mujeres-) en 2011, Chabela sintió que tenía que “hacer algo” y decidió acercarse al pueblo donde impulsó y trabajó en la creación del Grupo de Mujeres de Pueblo Zeballos, que reunió a más de 20 mujeres de la zona. “Empezamos a trabajar por los derechos básicos de las mujeres”, cuenta Blanc. 

Lograr que las integrantes del grupo tuvieran sus propios ingresos fue prioridad desde el primer día. “Las mujeres en el campo, muchas veces, para comprarse un pañuelo le tienen que pedir plata al marido y eso genera una gran dependencia”, explica Chabela. Por eso, crear un proyecto que proporcionara ingresos propios fue fundamental.

Por entonces, Álvaro, su marido, les sugirió que confeccionaran capas para ovejas destinadas a la esquila preparto. “Tenía que ser algo barato y fácil de hacer porque no teníamos recursos ni demasiados elementos”, recuerda Carina, quien siempre había criado ovejas y tenía claro que lo mejor era hacer las capas con nylon de silo.

La iniciativa fue un éxito y, en marzo de 2012, el Ministerio de Industria, Energía y Minería las premió por el desempeño empresarial. Eso les permitió realizar algunas inversiones, comprar herramientas, materiales, mesas, máquinas de corte y otros implementos necesarios para el trabajo. Asimismo, se vincularon con el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) e integraron las Mesas de Desarrollo. Todo esto, además, motivó la creación de un grupo de jóvenes del pueblo, que fue incorporado al proyecto de creación de capas. 

“El grupo tuvo un impacto increíble en las mujeres y en la zona. Leticia, una de las integrantes, se hizo su primera casa de material con los ingresos del proyecto y eso fue un hito”, cuenta Chabela, y agrega: “Las gurisas del lugar también crecieron mucho, conocieron sus derechos en salud reproductiva, accedieron a métodos anticonceptivos y muchas comenzaron a estudiar en la Escuela Agraria de la zona, que se creó en esos tiempos”. 

Sin embargo, con el paso de los años, la falta de gestión externa, y el impacto de la pandemia, el grupo perdió fuerza. Si bien sigue funcionando, Chabela cree que se necesitaría apoyo institucional. “Hay un problema en la zona y está la solución, pero hace falta ayuda en materia de gestión”, explica. 

Mujeres de Zeballos con su proyecto de capas para ovejas - cedida a Montevideo Portal

Mujeres de Zeballos con su proyecto de capas para ovejas - cedida a Montevideo Portal

Desde que no se hablaba de “género” ni de “derechos”

Hortensia Brites es maestra jubilada. Vive con su marido en Ombúes de Bentancor, en el límite entre Canelones y Lavalleja. Toda su vida ha transitado en el medio rural y las mujeres que viven y trabajan en el campo -prefiere llamarlas así y no “mujeres rurales”- siempre le importaron: “Trabajo con mujeres desde que no se hablaba de género ni de derechos”, dice. 

Después de varias instancias de trabajo impulsadas por diferentes organizaciones, en 1994, se formalizó la Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay (AMRU). “AMRU logró formar cuadros de dirigentes que influenciaron la formación de políticas públicas y trabajamos mucho con el MGAP”, cuenta Hortensia. Además, resalta que la asociación generó sentido de pertenencia y les brindó fortaleza. 

“Por esos años, cuando se formó AMRU, era difícil que las mujeres saliéramos de nuestras casas. Lo hacían las mujeres separadas, viudas, solteras y alguna otra osada”, recuerda Hortensia. Por eso, buscaron motivaciones económicas para reunirse. “La venta de productos era un motivo válido para juntarnos y no generaba problemas en las parejas”, agrega. 

A través de distintos proyectos, las integrantes de la Asociación conocieron muchos lugares de Uruguay e, incluso, salieron del país. Eso les cambió la forma de autopercibirse y, también, fue fundamental para que los demás, especialmente los hombres, comenzaran a mirarlas de otra manera, según relata Hortensia.

Para ella, el trabajo con AMRU y otras instituciones como INMUJERES y la FAO han sido experiencias enriquecedoras. “Siempre decimos que solas no podemos, pero juntas sí; los grupos nos han permitido visibilizar nuestras necesidades, recibir el apoyo del Estado para nuestra formación y conocer nuestros derechos”, asegura.

Hoy, las necesidades de las mujeres que viven y trabajan en el campo, para Hortensia, han cambiado: “Antes del comienzo de la pandemia, fui a un encuentro en Arequita (Lavalleja) y noté que hay interés en temas nuevos, como el cambio climático o la ecología y es importante canalizar estas inquietudes y responder a ellas”, dice.

Mujeres de Zeballos con su proyecto de capas para ovejas - cedida a Montevideo Portal

Mujeres de Zeballos con su proyecto de capas para ovejas - cedida a Montevideo Portal

La mirada desde las ciencias sociales

Rossana Cantieri es licenciada en Trabajo Social (Universidad de la República), magíster en Trabajo Social y está cursando un doctorado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLASCO). Como docente e investigadora, ha participado en distintos proyectos destinados a mujeres rurales. Hoy, producto del proceso descentralizador de la Universidad de la República (UDELAR), vive en Rocha y mantiene un vínculo de trabajo cercano con las comunidades rurales de la zona. 

“Creo que más que una definición de lo que es ser una mujer rural, lo que hay es una caracterización de mujeres en un entorno rural, que también cuesta definir y que presenta discusiones”, reflexiona Cantieri. Para ella, existen distintas ruralidades y cada actividad productiva caracteriza el territorio y sus comunidades. “Son distintas las demandas de la lechería, la ganadería o la horticultura, por ejemplo, y cada actividad productiva caracteriza la vida en esas zonas rurales”, dice.

“La mayoría de las mujeres tienen a su cargo el cuidado de la familia y, además, participan de las actividades productivas de los establecimientos”, asegura Rossana, que en su experiencia con familias productoras rurales ha sido testigo de la dedicación de las mujeres al desarrollo de los proyectos productivos.

“Las desigualdades que viven las mujeres en el medio urbano se profundizan en la ruralidad”, indica la licenciada en Trabajo Social y agrega que, si bien hoy sus demandas se relacionan más con el reconocimiento y la visibilización del trabajo que realizan, aún hay necesidades básicas sin cubrir, vinculadas a la salud o al transporte, por ejemplo.

Por otra parte, Cantieri entiende como un problema la dificultad que existe en el reconocimiento de las necesidades por parte de las mujeres: “Hay ciertas cuestiones que generan desigualdad, pero que no son identificadas de esa forma. Hay distancia entre los hechos y la percepción”, explica. 

Sobre cómo responder a estos reclamos, Cantieri destaca las Mesas de Desarrollo Rural como herramientas clave y explica por qué. “Canalizan voces de los territorios que no tienen otros espacios para ser escuchadas y articulan entre las poblaciones rurales y las instituciones estatales”.

Rossana Vitelli es licenciada en Sociología por la UDELAR y ha trabajado como docente e investigadora en temas de sociología rural y género. “Yo comencé trabajando con jóvenes rurales en la década de los ´80. Así conocí grupos y redes de mujeres rurales y admiré siempre su trabajo y su capacidad para vencer muchas dificultades del medio en el que viven”, cuenta. 

Para ella, las mujeres rurales enfrentan distintas inequidades: de género, de clase y las inequidades propias del medio rural. En cuanto a lo laboral, Vitelli dice que de las investigaciones surge que las mujeres rurales acceden a trabajos más precarios y de menores ingresos que las mujeres urbanas. 

Sobre la situación actual de las mujeres rurales, la socióloga indica: “Creo que falta una visión que considere a la mujer rural no solo como beneficiaria o destinataria de recursos, sino como agente de cambio y desarrollo. Esto supone incorporarlas activamente en todas las etapas de generación de ideas y de proyectos”.

Mujeres de Zeballos con su proyecto de capas para ovejas - cedida a Montevideo Portal

Mujeres de Zeballos con su proyecto de capas para ovejas - cedida a Montevideo Portal

Compromiso con las mujeres en el medio rural

Mercedes Antía es subdirectora de Desarrollo Rural e integrante del Plan Nacional de Género (PNG) del MGAP, al que ella define como una  “herramienta viva para disminuir las brechas entre hombres y mujeres en el medio rural”. 

En la elaboración de un plan de trabajo en el marco del PNG, el MGAP contó con la participaron más de 900 personas. Se hicieron más de 40 consultas ciudadanas y se contempló una buena participación de mujeres. Así, se confeccionaron 83 compromisos que buscan responder a necesidades de distintas áreas. Cada uno de los compromisos tiene un responsable de ejecución, el financiamiento correspondiente e indicadores que permiten medir su desarrollo. Además, un comité de seguimiento se encarga de monitorear periódicamente los avances.

“En este momento, el 53% de los compromisos están iniciados, el 7% ya fue finalizado y está previsto el comienzo de otros en el mediano plazo”, explica Antía sobre la situación actual del Plan Nacional de Género y agrega que, si bien en el MGAP se plantearon como tiempo límite el actual período de gobierno, el equipo de trabajo está convencido de que esta es una herramienta que llegó para quedarse.

Mercedes cuenta que uno de los compromisos está ligado al manejo de vehículos y maquinaria. “En el medio rural está muy arraigada la idea de que la mujer no maneje. De hecho, en la costa de Rocha encontramos muchas mujeres que, fruto de su trabajo, han accedido a un vehículo, pero no tienen libreta de conducir”, cuenta. En estos días, se postularon más de 850 mujeres para un curso de maquinaria. “La postulación es voluntaria y este número demuestra el interés de las mujeres en aprender algo que, normalmente, está más asociado a los hombres”, dice Antía.

En otra línea de trabajo, se creó un fondo de garantía pensado para mujeres rurales. “A las mujeres generalmente nos cuesta encontrar quien nos ‘salga de garantía’”, explica Antía. Por eso, con la colaboración del Ministerio de Economía y Finanzas y la Agencia Nacional de Desarrollo, y con fondos de la Dirección de Desarrollo Rural, se creó un fondo de garantía para acceder a créditos garantizados por el Gobierno de hasta USD 8.000: “Creemos que es una cifra adecuada para impulsar un emprendimiento”, dice.

“También estamos con un fuerte trabajo de alfabetización digital”, cuenta la subdirectora de Desarrollo Rural. Hoy, están realizando una experiencia piloto con 136 mujeres, pero el objetivo es expandirlo a 2.000 mujeres en los próximos años. Las participantes de este plan van a contar con un dispositivo para  aprender a utilizar herramientas tecnológicas.

En el marco de este plan, Antía destaca el rol que cumple la red de mujeres, que son referentes en las mesas de desarrollo. “La idea es que sean voceras de este Plan Nacional de Género”, dice y concluye que “este tema tiene que ver con justicia, igualdad y sostenibilidad, porque es imposible imaginar el futuro del país sin pensar en el rol y el desarrollo de las mujeres en el medio rural”.