Contenido creado por Sin autor
Internacionales

Por The New York Times

Reconstruyendo la historia de espionaje del Stasi

Se trabaja para reconstruir, fragmento por fragmento, de 40 a 55 millones de pedazos de papel que la policía secreta de Alemania Oriental

13.08.2021 07:30

Lectura: 9'

2021-08-13T07:30:00-03:00
Compartir en

Por The New York Times | Annalisa Quinn

Primero, los investigadores cortan los costales a lo largo, con cuidado de no desordenar el revoltijo de papeles rasgados que hay dentro. Luego revisan las bolsas a la ligera, sacan desechos de alimentos, basura o cualquier otra cosa que se haya entremezclado durante el caótico ajetreo de la destrucción de pruebas.

Están trabajando para reconstruir, fragmento por fragmento, de 40 a 55 millones de pedazos de papel que la policía secreta de Alemania Oriental rasgó y empacó en costales durante los últimos días de la República Democrática Alemana.

Cuando los manifestantes a favor de la democracia asaltaron las instalaciones de la policía secreta en 1989 y 1990, encontraron a funcionarios trabajando ahí dentro, triturando, pulverizando y rasgando documentos a mano. El Ministerio de la Seguridad del Estado, conocido como Stasi, estaba intentando destruir con premura los registros de vigilancia que había recabado durante cuatro décadas de espiar a sus propios ciudadanos.

Ya que gran parte del material fue quemado o triturado en pedacitos era imposible recuperarlo. Pero algunos costales contenían registros que habían sido rasgados con torpeza, con la intención de destruirlos después. Los activistas de Alemania Oriental lograron detener su destrucción.

En los 30 años que han transcurrido desde entonces, los denominados "reconstructores del pasado" han estado trabajando para restaurar los documentos rasgados a mano y, de manera ardua, han estado clasificando y comparando por color y caligrafía los fragmentos de papel antes de unirlos con cinta y enviarlos a los archivos de la nación. Durante la mayor parte de este tiempo, estos empleados formaron parte del Comisionado Federal para los Archivos del Stasi, una agencia formada en 1991, aunque en fechas recientes los archivos han pasado a estar bajo la custodia del Archivo Federal de Alemania.

El historiador Timothy Garton Ash describió el proceso como un ejercicio de "perfeccionismo extraordinario, pero que algunos tildarían de obsesivo". Ya se han reconstruido 500 costales, pero faltan 15.500 más.

El principio fundamental de este archivo es "ayudar a que la gente comprenda cómo el Stasi intervino en su vida", señaló Dagmar Hovestädt, directora de comunicación e investigación del Archivo de Registros del Stasi. Desde 1992, los investigadores han estado brindando a los antiguos ciudadanos de Alemania Oriental la oportunidad de ver su archivo personal que estaba en manos del Stasi, un rito de paso complicado que a menudo revela que familiares, amigos o vecinos habían informado al Stasi sobre sus actividades. Ahora, muchas de las personas que fueron víctimas de la vigilancia del Stasi están en la última etapa de su vida y los reconstructores están trabajando con rapidez para ofrecerles la opción de ver algunos documentos reconstruidos, antes de morir.

Siad Akkam, un estudiante que en ocasiones se encarga del mostrador al que acude la gente para solicitar un archivo, comentó que a menudo existe una clara ambivalencia: "Los vemos inseguros o dudosos. ¿Debo hacerlo? ¿Quiero saberlo?". Muchas de las personas que toman una solicitud son hijos o nietos de las víctimas, quienes albergan la esperanza de convencer a sus familiares de que descubran la verdad.

Un equipo rotatorio de cerca de ocho personas trabaja en el edificio que solía ser la sede del Stasi y la oficina de Erich Mielke, el célebre dirigente de la policía secreta. Otras personas trabajan en los antiguos centros regionales del Stasi. Implica una justicia especial el acto de desmantelar el trabajo del Stasi en "un lugar histórico donde, durante 40 años, se coordinó la represión", señaló Hovestädt. "Aquí estaba el cerebro de las operaciones". En este inconfundible edificio de la Alemania Oriental, lleno de colores grises y marrones, dijo: "Recordamos sobre qué pisadas estamos caminando".

Es posible que una bolsa no solo contenga papel, sino también tal vez cupones cobrables, un directorio telefónico para una convención del partido de la República Democrática Alemana, o material de entrenamiento del Stasi, desde literatura marxista-leninista hasta instrucciones para intervenir un teléfono o limpiar un arma.

Antes de comenzar a trabajar en una bolsa dada, los empleados determinan a grandes rasgos con qué están lidiando. Buscan nombres precedidos por las letras "IM", que significan inoffizieller Mitarbeiter, o "colaborador extraoficial", que se refiere a los informantes del Stasi. Se le da prioridad a cualquier cosa que tenga que ver con la vigilancia por parte del Stasi a sus propios ciudadanos. Una bolsa que contenga principalmente material de entrenamiento o documentos burocráticos se consideraría menos apremiante y se regresaría al almacén.

Las bolsas tienen sus propias capas (algo así como los estratos geológicos) que los investigadores hacen todo lo posible por preservar. Cuando los investigadores creen que el contenido es importante, ya sea para los historiadores o para las víctimas en lo personal, retiran los fragmentos por fases y buscan orillas, caligrafías o papeles que coincidan.

 

 

En ocasiones, cuando los fragmentos están demasiado triturados, los investigadores prácticamente los reconstruyen con una máquina llamada ePuzzler. Pero el volumen de archivos desgarrados es tal, que con el ePuzzler no se puede acelerar tanto el proyecto.

Los equipos reúnen a mano sobre una mesa los fragmentos que pueden reconstruirse y con cinta adhesiva pegan cada documento. De ahí, los documentos reintegrados pasan a los archivos del Stasi. No existe nada de publicidad vinculada a ellos, y tampoco se notifica a nadie que esté mencionado en los archivos; la filosofía del grupo es que la víctima debe decidir si quiere indagar, o no, en su archivo.

Los datos sobre los informantes y los funcionarios del Stasi es otra historia; como no se consideran privados, los periodistas y los investigadores pueden solicitar acceso a ellos. En la década de 1990, dar a conocer que alguien había sido informante destruía tantas carreras profesionales y tantos matrimonios, que la revista alemana Der Spiegel, la cual de manera periódica desenmascaraba a gente destacada gracias a estos registros, les dio el sobrenombre de los “archivos del terror”.

En los últimos años, ha disminuido el torrente de hallazgos, pero sus consecuencias pueden seguir cambiando vidas. “En algunos casos, tienes que reescribir tu propia vida”, comentó Hovestädt.

Cuando Petra Riemann se enteró sobre la doble vida de su padre, fue a través de un informe periodístico. Lutz Riemann era un actor de Alemania Oriental conocido por su papel de policía en la televisión. Pero, según los archivos consultados por el periódico Welt am Sonntag en 2013, también había sido un informante que llevaba un control de sus familiares y amigos. Petra Riemann había sabido que él a veces trabajaba con el organismo de inteligencia del Stasi en el extranjero, pero se lo imaginaba como una especie de James Bond, comentó, no como alguien que aprovechaba las cenas íntimas y las fiestas de cumpleaños para recabar información sobre personas allegadas.

“Usó a nuestra familia para ganarse la confianza de sus víctimas”, afirmó.

Sin embargo, hay preguntas que siguen sin respuesta. Cuando luego se enteró de que tenía una segunda familia secreta, no supo si era el resultado de una simple aventura o si, como él afirmaba, formaba parte de su trabajo con el Stasi. Comentó que ella y sus padres ya no se hablaban. Hasta la fecha, los documentos reconstruidos han incluido información sobre disidentes como el difunto escritor y político Jürgen Fuchs, a quien el Stasi encarceló antes de deportarlo a Occidente. Otros documentos restaurados revelaron las prácticas de dopaje de los atletas de Alemania Oriental y las actividades de la Facción del Ejército Rojo, el grupo terrorista de extrema izquierda de Alemania Occidental.

Ruth Zimmermann, una archivista que trabaja en la reconstrucción, mencionó que el proyecto es un ejercicio sobre el concepto alemán de Aufarbeitung, palabra que significa resolver las injusticias del pasado.

No obstante, existe un vacío importante en el archivo del Stasi: registra la vigilancia interna y no la extranjera. La mayor parte de los archivos del organismo de inteligencia del Stasi en el extranjero fueron destruidos, lo cual significa que los informantes que trabajaban en Alemania Occidental no han estado sujetos al mismo tipo de desenmascaramiento. Según Garton Ash, esta asimetría puede originar una sensación de que este proyecto representa una especie de “justicia del vencedor”, de Occidente sobre Oriente.

“Esto se suma a la sensación victimista de Alemania Oriental, puesto que las personas que son desenmascaradas como funcionarios e informantes son alemanes del este y, claro está que había varios agentes en Alemania Occidental que quizás sigan disfrutando todavía de un retiro muy honroso”, comentó.

Puesto que Garton Ash era un periodista británico que trabajaba en Alemania Oriental en la década de 1980, el Stasi sospechaba que era un agente de la inteligencia extranjera. Como lo describió en su libro “El expediente”, una gran variedad de personas proporcionaban información sobre él.

Una informante era una anciana de Alemania Oriental con la que hizo amistad después de conocerla por casualidad en una exposición. Ella lo espiaba a cambio de que le permitieran visitar a su hijo que había huido a Occidente. “Ella era una víctima peor que yo”, comentó Ash. Al ritmo actual de unos 20 costales al año, este proyecto tardaría siglos en concluir. Y tal vez muchos de los documentos nunca lleguen a verse. Los investigadores afirman que incluso algunas personas que llenan su solicitud nunca regresan para ver sus archivos.

No obstante, eso va en concordancia con las directrices del proyecto: sí, tienes derecho a descubrir y confrontar a quienes te traicionaron, señaló Hovestädt. Pero “también debes tener el derecho de no querer saberlo”, añadió. .