En la noche del sábado, antes de que Agustín Catjak y su novia, Lola Ferres, salieran, el padre del joven, Marcos, les sacó una foto de espaldas. No sabía, como él mismo luego publicó en sus redes sociales, que sería la última imagen que tomaría de su hijo y su nuera.

Catjak y Ferres fueron esa noche a una fiesta junto a varios amigos. Ambos compartían el mismo grupo de amistad porque tenían la misma edad e incluso se conocieron en su etapa de liceales. “Fueron varios años los que estuvieron juntos”, declararon a Montevideo Portal allegados a la familia.

Agustín era amante de los autos, pasión que heredó de su padre, quien se dedica a pilotar vehículos y también tiene un taller de chapa y pintura. El joven estaba deseoso de cumplir la mayoría de edad para poder sacar el permiso de conducir.

La familia describe a Agustín como “un gurí muy sano” al que no le gustaba meterse en problemas. Esa pasión que desarrolló por los autos le permitió entender, desde temprana edad, que para correr y llevar los motores al máximo rendimiento existen lugares adecuados, y que la calle no es uno de ellos.

Sus amigos, por su parte, lo definen como alguien que siempre tuvo claros los límites. “No era una persona que anduviera haciendo locuras arriba del auto; todo lo contrario. Nosotros siempre decíamos que, si había alguien a quien le dábamos la llave del auto de ojos cerrados, era a Agus”, contó a Montevideo Portal uno de los jóvenes, que prefirió no ser mencionado.

En octubre de este año, Marcos terminó de pintar el auto de su hijo Agustín. Subió una foto a Instagram: un Volkswagen Gol G1, un vehículo ideal como primer auto. La confianza que el padre tenía en su hijo hacía que, por ejemplo, lo dejara salir de noche con el coche.

Agustín, que ayudaba a su padre en el taller, también trabajó sobre el auto hasta dejarlo a su gusto.

La única medida de seguridad fue instalar un GPS que transmitía en tiempo real la ubicación y la velocidad a la que circulaba el vehículo. Este elemento es clave para la investigación y la determinación de responsabilidades.

Esa noche, Agustín y Lola decidieron irse más temprano porque estaban cansados. Sus amigos se quedaron un rato más, y él tomó el camino de los Arrayanes a una velocidad de 63 kilómetros por hora, según muestra el GPS.

De frente, con luces halógenas, se aproximaba un Volkswagen Golf que intentó rebasar a otro auto pese a que había doble línea amarilla. Al hacerlo, se topó con Agustín, quien alcanzó a frenar —según las marcas en la carretera— y giró el auto hacia la izquierda.

Sin embargo, el Golf no pudo frenar y, cuando intentó volver a su carril, impactó de frente contra el otro vehículo. Como la suspensión del Gol estaba algo rebajada en la parte delantera, los cuerpos de Agustín y Lola quedaron atrapados entre los fierros.

Bomberos debió asistir a la zona para cortar el chasis y retirar el torpedo que había quedado incrustado en los cuerpos.